El Congreso brasileño actúa como muro de contención de los privilegios de clase, mientras Lula, bajo presión, oscila entre la moderación y un posible giro. Es hora de que desde abajo se impulse un desplazamiento real hacia posiciones transformadoras.
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Con una extrema derecha desorientada por no poder contar con Bolsonaro pero con las elecciones presidenciales de 2026 cada vez más cercanas, la izquierda brasileña aún no encontró un candidato que pueda igualar el atractivo popular de Lula.
La policía federal de Brasil está investigando un complot del líder de extrema derecha Jair Bolsonaro y sus aliados para impedir que Lula asuma el cargo en 2023. Ahora han acusado a los conspiradores de planear el asesinato de Lula, su vicepresidente y un juez de alto rango.
Lula ha apostado a las concesiones a las élites del agronegocio como elemento necesario para avanzar en su proyecto redistributivo. Sin embargo, esas mismas élites pueden poner un freno a todo su programa.

Luego de que Elon Musk alimentara las conspiraciones sobre la persecución de los partidarios de Bolsonaro, la ultraderecha brasileña recibió una inyección de energía. La abogada que desmintió la acusación habla de la nueva amenaza para la democracia en Brasil: las Big Tech.
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La sumatoria de pequeñas medidas progresivas en los primeros 100 días impresionan, pero fueron parciales e insuficientes. Queda claro que Lula decidió gobernar «en frío» y no «en caliente», privilegiando los pactos con los partidos tradicionales sobre la movilización popular. Bolsonaro sigue políticamente «vivo» y no debe ser subestimado.
El bolsonarismo no es un tigre sin dientes y sigue siendo necesario construir una nueva relación social de fuerzas. Para ello, el gobierno de Lula necesitará de la movilización social, porque «en frío», Brasil no cambia.
Jair Bolsonaro presentó una demanda ante el tribunal electoral alegando que fueron máquinas de votación defectuosas las que le negaron la victoria en las elecciones de octubre. Aunque el tribunal falló en su contra, es evidente que no admitirá la derrota en breve.
La histórica victoria de Lula, impensable hace apenas dos años, no podría haber ocurrido sin que millones de personas lucharan por ella. En tanto los partidarios de Bolsonaro se niegan a aceptar su derrota, la movilización será clave para asegurar la democracia.
El bolsonarismo sigue vivo en Brasil porque ha logrado erigirse en la «dirección política» de la mayor parte de la burguesía brasileña. Es urgente derrotar a la extrema derecha en todos los frentes, no solo el electoral.