Los últimos seis meses fueron testigos de protestas masivas y populares en Serbia, en un movimiento liderado por estudiantes que se desencadenó tras el derrumbe de la marquesina de la estación de tren de Novi Sad, en el que murieron dieciséis personas. El movimiento fue indiscutiblemente diverso en cuanto a sus tácticas. Hubo bloqueos de universidades y escuelas secundarias, de carreteras y puentes, e incluso de la cadena nacional de televisión. Se organizaron algunas de las manifestaciones y concentraciones más grandes de la historia de Serbia. Y se buscó la cooperación con sindicatos, se organizó el reclamo en diferentes sectores y se crearon asambleas populares y movilizaciones de huelga. La protesta marchó por toda Serbia y recorrió media Europa.
Ahora, el movimiento pide la disolución de la Asamblea Nacional y la celebración de elecciones parlamentarias anticipadas. ¿Este giro supone el fin del movimiento o un nuevo comienzo? Al carecer de un partido de izquierda fuerte o de una infraestructura sindical, ¿cómo puede un movimiento como este traducir su energía en logros políticos tangibles —electorales o de otro tipo— que beneficien realmente a la mayoría social?
Se avecinan varios problemas. Uno es que, según la Constitución serbia, las elecciones deben ser convocadas por la misma persona a la que los estudiantes (en su deseo de restaurar la funcionalidad institucional) hasta ahora consideran como incompetente para actuar: el presidente de la República. Otra cuestión se refiere a la creación de un «frente social» informal de los diferentes grupos e individuos que apoyaron a los estudiantes, que pueda presentar una lista electoral capaz de ganar las elecciones. Incluso si el presidente convoca elecciones y los estudiantes logran organizar dicho frente, ¿qué significaría eso para el amplio movimiento popular y las estructuras paralelas construidas hasta ahora? En otras palabras, ¿cuál es el balance tras seis meses de movilización? ¿Tenemos la fuerza necesaria para impulsar aún más nuestra imaginación y nuestra práctica políticas?
Llamado a la reflexión
El agotamiento general, o el desgaste total, es visible en todos los ámbitos. Lo vemos entre los estudiantes, las asambleas, los huelguistas, los trabajadores de todo tipo y de todos los niveles impositivos, así como entre los maestros y profesores. Se encuentra entre los farmacéuticos del sector público que se enfrentan a la amenaza de la privatización y los conductores de la empresa de transporte público de Belgrado, cuyas rutas ahora cambian con tanta frecuencia —debido a los bloqueos estudiantiles o progubernamentales— que ya ni siquiera saben adónde van.
Las donaciones de los ciudadanos para los estudiantes y profesores que mantienen los bloqueos ya no son tan generosas como antes. Muchos propietarios de pequeñas empresas están viendo cómo disminuyen sus ingresos, y los autónomos ven que sus trabajos se agotan. Y no, esto no es (solamente) el resultado de los bloqueos: en el país el costo de la vida supera desde hace tiempo a los ingresos, con una inflación que se encuentra entre las más altas de Europa. Muchos, no solo los profesores y catedráticos que participan en los bloqueos, no cobraron sus salarios. Llevamos seis meses avanzando, o «empujando», como reza un eslogan popular. Para aquellos que podían permitírselo, aunque fuera en parte, esto implicó poner sus vidas en suspenso, y ahora llegó el momento de pagar las facturas. Al menos, así se percibe en la sala.
A la hora del balance, puede parecer que los bloqueos y las protestas no dieron lugar a ninguna victoria política significativa. Ninguna de las principales reivindicaciones de los estudiantes —entre ellas, exigir responsabilidades por el desastre de la estación de tren— fue satisfecha plenamente. El primer ministro fue destituido, pero rápidamente fue sustituido por otro. Las protestas ciudadanas más pequeñas y centradas en un solo tema —contra las numerosas iniciativas de «urbicidio» y «desarrollo» que destruyen a la ciudad, como la demolición del puente Sava en beneficio del proyecto Belgrade Waterfront— tampoco dieron frutos. En cambio, estos proyectos siguen adelante a buen ritmo en Belgrado y en toda Serbia. Además, el Gobierno está reforzando su control con muchas medidas de distinto tipo, como la presión legislativa sobre las universidades (públicas) y el enjuiciamiento a los manifestantes.
Sin embargo, mirando las cosas desde otra perspectiva, se abrió un mundo completamente nuevo y, dentro de él, un nuevo tipo de política: horizontal, directamente democrática, basada en tácticas de bloqueo y huelga, y abierta a una mayor sindicalización y apoyo a las luchas laborales. Junto con esto, surgió un nuevo tipo de cultura, marcada por la solidaridad (transgeneracional), la empatía y la no violencia.
«En realidad, lo más radical de todo esto no es la superficie —las reivindicaciones en sí mismas se inscriben en un marco representativo y liberal-democrático—, sino el nivel de organización. El modelo de plenarios [asambleas colectivas] se arraigó muy fácilmente entre los estudiantes, porque en momentos en los que necesitamos organizarnos es algo casi instintivo: si nos enfrentamos a un problema y tenemos que afrontarlo, es natural pensar en nosotros mismos como iguales y tomar decisiones colectivamente», afirma Ivana Kovačević, estudiante de máster en sociología que participa en el bloqueo. Los estudiantes se dieron cuenta de que esta estructura los protege de diversas influencias, de que su lucha sea cooptada y que también reúne físicamente a las personas en un mismo lugar, creando un sentido de comunidad.
Esta nueva cultura no se ha limitado a los edificios universitarios. En una Carta al pueblo de Serbia, publicada en marzo, los estudiantes hicieron un llamamiento para que «todo el mundo se reuniera». Instaron a la población en general a organizarse y formar asambleas populares (Zbor) organizadas democráticamente de forma directa en sus localidades, como forma de devolverle la soberanía al pueblo y de tomar en sus propias manos las decisiones sobre el futuro del país. Las asambleas populares comenzaron a florecer en toda Serbia, como sucedió con los bloqueos universitarios a finales de 2024. Muchas de ellas siguen en pleno vigor, con sus propios objetivos, procedimientos, grupos de trabajo y una serie de acciones, mítines y foros públicos ya celebrados, así como con formas de cooperación entre sí.
Otro hito importante reciente fue la protesta del 1º de mayo, organizada conjuntamente por estudiantes y cinco sindicatos nacionales. Por primera vez, los estudiantes vincularon directamente las cuestiones laborales con el desastre de la estación de tren de Novi Sad, planteándolo no solo en términos del discurso «anticorrupción» predominante, sino —como dijo un representante del colectivo estudiantil en la protesta— como «consecuencias de un colapso económico y social que ya dura décadas y que viene perjudicando principalmente a los trabajadores». Para el panorama sindical, cooptado y dividido por las autoridades gubernamentales, el 1 de mayo fue también una ocasión histórica que dio lugar a un proyecto de enmiendas a la Ley del Trabajo y a la Ley de Huelgas, elaborado por sindicatos y estudiantes, como requisito previo necesario para un nuevo contrato social.
El miedo al comunismo
Las asambleas populares y la cooperación con los sindicatos no le sentaron bien a los liberales que pueblan los canales de comunicación de la oposición, que impulsaban con entusiasmo (aunque sin éxito) su sueño de siempre de un gobierno no elegido y formado por expertos. Si bien la izquierda en Serbia está diezmada, al igual que en otros países del mundo poscomunista, existe una vibrante y comprometida variedad de organizaciones pequeñas de izquierda y anarquistas, entre ellas el Partido de la Izquierda Radical (PRL).
En un auténtico clima de «miedo rojo», estos grupos se convirtieron en blanco de ataques y fueron tachados, tanto en la prensa sensacionalista pro régimen como desde los medios liberales de la oposición, de infiltrados del Khmer Rouge y de bolcheviques que orquestan bloqueos desde dentro del movimiento estudiantil. El miedo hace al lobo más grande de lo que es, exagerando la influencia y el número de los grupos de izquierda. Los comentaristas liberales también atacaron a los estudiantes, especialmente a los de la Facultad de Filosofía de Belgrado, que habían insistido constantemente con un «cambio sistémico» más que en con simple «cambio de gobierno». En realidad, el PRL y otros grupos se mantuvieron fieles a lo que los plenarios estudiantiles habían exigido desde el principio, es decir, la no interferencia de los partidos políticos y otros grupos organizados. Esta postura se dirige principalmente a los partidos de la oposición, basándose en la experiencia previa de las protestas organizadas por la oposición, que nunca condujeron a nada más que a una mayor apatía y desmoralización.
«Apoyamos públicamente aquellas declaraciones o acciones que estaban ideológicamente más cerca de nosotros, pero no fuimos más allá, no nos aferramos al movimiento. Los partidos liberales mayoritarios no lograron aumentar su número de afiliados ni su base, porque no saben cómo actuar cuando se produce un movimiento estudiantil o popular real; no saben cómo funcionar dentro de un movimiento», afirmó la presidenta de PRL, Milena Repajić.
Mientras los grupos de izquierda actuaban con respeto hacia los bloqueos estudiantiles, también surgieron ideas izquierdistas entre los propios estudiantes. «Y estas ideas no son ajenas a nuestra población, en el sentido de que el neoliberalismo no se considera realmente el sentido común aquí», dijo Kovačević. «Cuando estas ideas surgen espontáneamente, la gente las acepta como propias. La izquierda más amplia a menudo actuó de forma estrecha, un poco como una pequeña secta organizada que impulsa agresivamente sus ideas, lo que en el paso generó resistencia. La ausencia de un enfoque panfletario y la vigilancia de los demás permitieron, en cambio, que las ideas de izquierda surgieran con mayor claridad y que los estudiantes pudieran aceptarlas».
Estrategia de salida
En un contexto político caracterizado por la represión gubernamental, la presión continua de la oposición liberal para que se imponga un gobierno tecnocrático y las expectativas completamente irreales que la población adulta en general deposita en los estudiantes, a quienes ve como ángeles ajenos al mundo real embarcados en una lucha mítica, los estudiantes no tenían mucho margen de maniobra.
Tanto las asambleas como la colaboración estudiantil con los sindicatos representan una práctica revolucionaria; sin embargo, esa práctica es actualmente extremadamente frágil y exige tiempo, diversos tipos de recursos y un esfuerzo organizativo a largo plazo. En una medida que resuena con la principal conclusión de Vincent Bevins en su último libro, If We Burn [Si ardemos], de que la política aborrece el vacío, los estudiantes impulsaron la formación de un frente social como estrategia para evitar que otros ocupen el espacio abierto.
¿Puede la energía del movimiento transferirse realmente a una lista electoral? ¿Es el horizonte electoral en sí mismo un paso atrás con respecto a lo conseguido con los bloqueos? ¿Nos robarán nuestra revolución?
Frente social o partido
La historia de nuestro país ofrece ejemplos exitosos de un verdadero Frente Popular (antifascista), organizado y liderado por el Partido Comunista de Yugoslavia, que ganó las elecciones de 1945 y condujo al país a través de la revolución socialista. Sin embargo, hoy en día, no solo las condiciones son muy diferentes sino que este tipo de estructura organizativa ya no existe.
Además, la mayoría de las estrategias empleadas por la izquierda a nivel mundial después de 1968 no envejecieron bien. El sociólogo Cihan Tuğal analizó tres estrategias derrotadas: los nuevos movimientos sociales, los levantamientos anarquistas-autonomistas y el populismo. Sin embargo, a pesar de sus derrotas, es necesario incorporar parte del espíritu de estas estrategias en una nueva organización de clase. ¿Cómo se traduce esto en el contexto actual de Serbia? Como cuadro del partido, comprometido con la construcción de una infraestructura organizativa, Repajić sigue reconociendo muchos logros de la izquierda en el enfoque iniciado por los estudiantes.
«En la situación en la que nos encontramos hoy, en la que existe un escepticismo generalizado hacia cualquier tipo de organización, en la que la participación en la vida política es extremadamente cara y está reservada a un segmento burgués de la clase media-alta, en ese contexto, la organización directamente democrática tiene verdadero valor. Esta vez, un número significativo de personas se comprometió políticamente, y eso es irreversible.»
Al comentar sobre el Frente Social iniciado por los estudiantes y la cuestión de la organización, Repajić reconoce que el movimiento era demasiado heterogéneo desde el principio como para esperar que diera lugar a una organización política. «Pero, independientemente de ello, es importante construir un frente social, porque estamos viendo conexiones entre diferentes luchas, que antes no existían».
Repajić destaca a una organización de la que es miembro, Joint Action Roof Over Your Head, que lucha contra los desalojos forzosos, por una política de vivienda y contra la esclavitud por deudas. «Ahora establecimos contactos, formamos asambleas, estamos en contacto con otras asambleas, con sindicatos, con el movimiento estudiantil, y eso podría llevar a algo. No creo que haya vuelta atrás, desde este nivel de activación política. El partido en el poder lo sabe, y también lo sabe la oposición, por eso el movimiento estudiantil está bajo constante ataque».
Como a menudo dijeron los estudiantes, algunas de las cosas que están haciendo se hacen por primera vez. No solo tenemos que recuperar lo que queda de los bienes y servicios públicos, sino que tenemos que reinventar muchas de nuestras organizaciones, incluidos los sindicatos, y apoyar las estructuras de solidaridad paralelas que surgieron de los bloqueos. También debemos esforzarnos por incluir a los que se quedan atrás: personas de determinados grupos que quedaron excluídos (como un amigo que trabaja como no registrado en el sector de la limpieza), si no de las protestas, al menos de las asambleas populares, simplemente porque no pueden permitirse el tiempo para participar.
Algunos de los esfuerzos mencionados pueden y deben llevarse a cabo por medios no electorales, mientras que otros requieren de una legislación (pública) y de financiación. A largo plazo, debemos seguir «empujando», pero de una manera más estructurada y sostenible, profundizando las alianzas ya establecidas y las estructuras paralelas, haciéndolas a prueba de balas contra los ataques actuales y futuros. El enfoque en las elecciones puede resultar decepcionante para algunos, en el contexto de la crisis de la democracia liberal. Sin embargo, tal vez ambas cosas no sean tan opuestas. El movimiento de protesta serbio puede operar en ambos frentes con sus propios marcos organizativos, tanto dentro del ámbito electoral-institucional como fuera de él.