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El presidente estadounidense Donald Trump habla el 6 de junio de 2024, en Phoenix, Arizona. (Justin Sullivan / Getty Images)

Trump no gana solo con pan

Traducción: Natalia López

Donald Trump ofrece una visión lúgubre de la buena vida, basada en la jerarquía y la autocomplacencia. La izquierda necesita proponer una política capaz de contrarrestar los placeres afectivos del trumpismo enraizada en la solidaridad y no en la crueldad y la exclusión.

En vísperas de su segunda toma de posesión, Donald Trump lanzó su propia moneda meme, perfectamente bautizada $TRUMP. Dejemos de lado el hecho de que muchos de los seguidores más comprometidos y crédulos de Trump están a punto de perder enormes sumas de dinero, si no lo han hecho ya. Fijémonos en cambio en el anuncio de Trump de la moneda en las redes sociales, que es algo así como una llave maestra de la ideología trumpiana y sus fuentes de atractivo.

Aquí vemos tres de las principales ofertas del trumpismo claramente resumidas en un único post. La primera es «¡GANAR!», con las mayúsculas y los signos de puntuación necesarios, que recuerdan al peor Charlie Sheen (aquel cuyo errático comportamiento le valió el despido de Two and a Half Men). La segunda es la pertenencia a una «muy especial Comunidad Trump». Tercero es el paternal mandato de «¡Diviértete!».

https://x.com/realDonaldTrump/status/1880446012168249386

Hay dos aspectos en la concepción trumpiana de «ganar». Está el sentido general de que nacer en Estados Unidos (con los padres adecuados, por supuesto) te da derecho a salir siempre vencedor en todo lo que hagas y a hacer lo que quieras sin ninguna consecuencia negativa. Ese derecho de nacimiento, a su vez, tiene que ser protegido de cualquiera que amenace con quitártelo.

Stephen Miller, el subjefe de gabinete nacionalista blanco de Trump, subió al escenario en el mitin de victoria del presidente previo a la inauguración para dejar muy claro quién es: «Va a significar una orden ejecutiva que ponga fin a la invasión fronteriza, enviando a los ilegales a casa y recuperando América (…). Significará la erradicación de los cárteles criminales y las bandas extranjeras que se aprovechan de nuestro pueblo. Y va a significar justicia para todos los ciudadanos estadounidenses que han perdido a un ser querido a manos de extranjeros ilegales». También representará un ataque a los transexuales. Como dijo Miller: «Hay hombres y hay mujeres. Y no depende de ti si eres hombre o mujer. Esa es una decisión que toma Dios y no se puede cambiar».

En resumen, significa la victoria sobre cualquiera que «envenene la sangre de nuestro país», como dijo escalofriantemente Trump: inmigrantes y transexuales sobre todo, pero también cualquiera que se atreva a defenderlos.

La segunda oferta es la pertenencia a una «muy especial Comunidad Trump», la promesa de compañerismo con otros creyentes bajo el paraguas protector del benévolo líder. Esto adopta diversas formas: ropa puesta, como el emblemático sombrero MAGA (siglas de Make America Great Again); las banderas de Trump que sus seguidores enarbolan desde sus casas, barcos y caravanas; y los mítines multitudinarios de Trump, que se han convertido en un aspecto característico de la cultura de su movimiento. Ayudan a los seguidores de Trump a reconocerse unos a otros, a declarar sus lealtades con orgullo y a reforzar su identificación con la figura líder que encabeza todo. Incluso si, como es casi seguro con $TRUMP, eso significa gastar su dinero para hacer esa figura aún más rica y poderosa.

Por último, y lo más revelador, tenemos la orden de «¡Diviértete!». Es Trump jugando al padre indulgente, dispensando juguetes y dulces a los niños que claman a sus pies, un cumplimiento de los memes de «la casa de papá» que sus partidarios han estado circulando desde el 5 de noviembre. Con papá de nuevo al mando, es hora de volver a divertirse.

Pero no se trata de cualquier tipo de diversión. Para muchos, esto se traduce en los caprichos autoindulgentes del adolescente varón. Para Mark Zuckerberg, significa poner fin a las empresas «culturalmente castradas» que gimen bajo la tiranía woke de los zares de la diversidad, la equidad y la inclusión y «tener una cultura que celebra la agresividad» de los hombres propiamente masculinos. «Me siento liberado», decía un banquero en un reciente reportaje del Financial Times. «Podemos decir “retrasado” y “maricón” sin miedo a que nos cancelen (…). Es un nuevo amanecer».

Desde el momento en que entró en la arena política, el atractivo de Trump se ha basado en la forma en que anima a la gente a actuar como él lo hace: con cero sentido de la responsabilidad o rendición de cuentas. Y para millones de personas, eso suena de maravillas.

Sin duda, muchos votantes de Trump lo apoyaron por su frustración económica y política. Pero cada vez soy más escéptico ante la idea de que se pueda «reconquistar» a los principales partidarios de Trump mediante una «política de clases» planteada en el plano del interés propio racional y económico. Como dijo un sesentón de Missouri que asistió al mitin preinaugural de Trump, la experiencia del trumpismo «es muy emotiva, muy divertida. Y todas las personas que podemos ver, que hemos visto en la televisión, están ahí delante de nosotros». Así que gran parte del atractivo se basa en relaciones parasociales profundamente sentidas con expertos de Fox News, youtubers, podcasters, streamers y el propio «gran hombre», el tipo que luchará contra cualquiera que se interponga entre tú y tu diversión.

Escribo esto en una visita a Florida, el hogar espiritual del trumpismo, donde tantos de sus seguidores se han trasladado precisamente para «divertirse». Es una concepción sombría de la buena vida, completamente desprovista de responsabilidad colectiva o virtud cívica, dedicada despreocupadamente a vivirla antes de que llegue la factura. Karl Marx escribió que es a través de las luchas colectivas que las personas «logran deshacerse de toda la suciedad de las épocas y se vuelven aptas para fundar de nuevo la sociedad». Trump le dice a la gente que no necesita librarse de la porquería, que debe cubrirse con ella, identificarse con ella, divertirse con ella.

Es una propuesta muy seductora, que no puede combatirse del todo con mensajes de campaña o propuestas políticas. Hay que deshacerse de la suciedad, restaurar nuestra capacidad de autogobierno. Tenemos que desarrollar una concepción convincente de para qué sirve la política y de lo que es —o debería ser— la vida en Estados Unidos. Esto implicará muchas cosas, pero debe incluir la creación de nuevas organizaciones, con nuevas culturas y formas de solidaridad, que enseñen a las personas a tomar decisiones, a gobernarse a sí mismas y, de una forma diferente y constructiva, a divertirse juntas.

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Publicado en Artículos, Estados Unidos, homeCentro, homeIzq and Políticas

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