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El presidente de Francia, Emmanuel Macron, en París, el 28 de noviembre de 2024. (Michel Euler / AFP vía Getty Images)

¿El Parti Socialiste al rescate de Emmanuel Macron?

Traducción: Natalia López

La semana pasada, los partidos de izquierda franceses presentaron una moción de censura que derribó al primer ministro conservador Michel Barnier. Ahora, el Parti Socialiste amenaza con romper la alianza de izquierda en favor de una coalición con Emmanuel Macron y la centroderecha.

El Parti Socialiste (PS) francés se ha subido a un barco que se hunde. La moción de censura del miércoles contra el Primer Ministro Michel Barnier a causa de un proyecto de ley de financiación de la seguridad social precipitó la caída de un gobierno que nunca tuvo mayoría parlamentaria. Pero el voto fue igualmente una condena a la persona que lo puso al mando: Emmanuel Macron, que eligió a Barnier en septiembre para disimular la derrota de su propio partido en las elecciones parlamentarias anticipadas de mediados de año. Una vez más, Macron queda al descubierto y toca fondo a ojos de la opinión pública, que lo considera en gran medida responsable de la crisis política que reina en Francia desde la disolución de la Asamblea Nacional en junio.

Sin embargo, justo cuando cae el telón sobre el veterano conservador Barnier, el Parti Socialiste da señales de tender una mano al presidente. Se baraja la posibilidad de que el PS se una —o al menos preste su apoyo tácito— a un gobierno de unidad nacional heterogéneo que sacaría de apuros a Macron, quien se espera que elija a un nuevo primer ministro en los próximos días. Para ello, el PS rompería filas con el Nouveau Front Populaire (NFP), la alianza de partidos de izquierda que también incluye a France Insoumise, Écologistes y el Parti Communiste Français (PCF), que en julio se convirtió en el bloque más grande del Parlamento francés.

El PS lleva tiempo coqueteando con la posibilidad de alejarse del NFP. En noviembre, incondicionales del PS como el expresidente François Hollande, elegido diputado en julio, empezaron a retirar su apoyo a Lucie Castets, la figura que los partidos de izquierda habían propuesto de manera conjunta como candidata a primera ministra. En vísperas de la moción de censura de la semana pasada, que el partido apoyó, funcionarios del PS plantearon asimismo la posibilidad de un pacto de «no censura» con el centro macronista y Les Républicains de Barnier. Aunque rechazaría el uso por Barnier de una disposición constitucional especial (conocida como «artículo 49.3») para forzar medidas presupuestarias sin votación en la Asamblea Nacional, el PS estaba dispuesto a llegar a un acuerdo con las otras formaciones centristas y con la centroderecha sobre un presupuesto con el mínimo común denominador para el año fiscal 2025.

El secretario del PS, Olivier Faure, llevó esas propuestas a un nuevo nivel a finales de la semana pasada, afirmando que su partido estaba abierto a participar en un gobierno basado en «concesiones recíprocas». Antes incluso de reunirse con el presidente, el líder del PS también lanzó la idea de cambiar una de las promesas clave de la alianza del NFP: su promesa de derogar el impopular aumento de la edad de jubilación de Macron en 2023. En su lugar, aboga por el «congelamiento» (de una ley que ya ha entrado en vigor) antes de una futura e imprecisa «conferencia de financiación» sobre el sistema de jubilación. En medio de un ciclo de reuniones en el palacio presidencial entre el jueves y el viernes pasados, Faure, junto con Patrick Kanner —jefe de la bancada del PS en el Senado— y Boris Vallaud (jefe del grupo del partido en la Asamblea Nacional) iniciaron negociaciones con el presidente.

Reclamar la cabeza del NFP

La maniobra de Faure encaja bien en la autorrepresentación del PS como «partido de gobierno», término utilizado para describir a las fuerzas centristas de izquierda y derecha. Fue precisamente esta autoconcepción a la que Macron apeló en un discurso televisado el jueves por la noche, cuando achacó la caída de Barnier a la voluntad del PS (y de una facción escindida de los Républicains liderada por Éric Ciotti) de unirse a un «frente antirrepublicano entre la extrema izquierda y la extrema derecha». La combinación de votos entre el Rassemblement National de extrema derecha y sus aliados y —en mayor número aún— los del NFP, fue lo que proporcionó la mayor parte de los 331 diputados que apoyaron la moción de censura.

Raphaël Glucksmann, referencia del establishment de centroizquierda y conocido opositor del NFP que lideró la campaña del PS en las elecciones de junio al Parlamento Europeo del que es miembro (eurodiputado), también se apresuró a instar a un acercamiento del PS a Macron. La derrota de Barnier significaba que las fuerzas centristas tenían ahora que «reunirse por fin y comparar sus propuestas políticas para encontrar puntos de convergencia», escribió el ensayista el pasado jueves en un artículo de opinión en Le Monde con su colega eurodiputada Aurore Lalucq y el exmacronista Aurélien Rousseau, que ahora forma parte del PS en la Asamblea Nacional.

Pero para muchos de los socios del PS, el arrogante acercamiento de Faure a Macron parece expresar la voluntad de hundir la alianza del NFP. Denunciando una «traición» del PS, la eurodiputada de France Insoumise Manon Aubry advirtió el viernes de que Faure «estaba haciendo el juego a Emmanuel Macron, que quiere la cabeza del NFP». Aunque los Écologistes también airearon su disposición a apoyar un pacto de «no censura» antes de la moción de censura, muchos expresaron igualmente su consternación con el líder del PS. «A nuestros amigos socialistas: no se extravíen», escribió la diputada de Écologistes Sandrine Rousseau en Twitter/X el viernes por la mañana. «Necesitamos a todos a bordo para construir una alternativa de izquierdas».

Muchos en la alianza siguen instando a Macron a que conceda al NFP la posibilidad de formar gobierno, ofreciendo a cambio que el partido se negaría a aprobar cualquier legislación a través del artículo 49.3, es decir, el poder constitucional desplegado por Barnier que dio lugar a la moción de censura. Dado que un gobierno del NFP es improbable —a pesar de que la izquierda es el bloque más numeroso del Parlamento, con un tercio de todos los escaños—, France Insoumise sostiene que la única salida a la crisis de legitimidad que se ha desencadenado desde julio es la dimisión de Macron. Propone nuevas elecciones presidenciales seguidas de otra disolución del Parlamento, aunque Macron descartó hablar de dimisión en su discurso del jueves.

Considerado habitualmente un defensor en las filas del PS del compromiso con la unidad de la izquierda, los guiños de Faure a Macron lo hicieron salir al encuentro del ala derecha de su partido que se opone a la alianza con el NFP. Se trata, en parte, de una carrera de cara al congreso del PS previsto para principios de 2025, que elegirá al próximo líder del partido y su dirección política, además de dirimir la posición del PS en relación con la alianza de izquierda. El PS, que en su día fue el centro de gravedad de la izquierda francesa, sigue dividido entre el pacto electoral con France Insoumise y su supuesta subordinación al líder de facto de este partido, Jean-Luc Mélenchon.

Ante las crecientes críticas incluso dentro de su propio partido, Faure se retractó de su aparente voluntad de romper el pacto con el NFP. Tras su reunión con Macron el viernes, se desdijo de la exigencia de que el presidente nombrara a un primer ministro «de izquierda», un criterio vago que podría decirse que se aplica a muchos exmiembros del PS de la coalición de Macron, como los exprimeros ministros Élisabeth Borne o Gabriel Attal. Faure exigió igualmente al presidente que hablara con los demás miembros de la coalición de izquierda.

Esta semana, Macron continuará su agenda de reuniones con las cúpulas de los partidos representados en la Asamblea Nacional, entre ellos los Écologistes y el PCF (France Insoumise, por ahora, ha rechazado una invitación). El miércoles se espera que el gabinete saliente presente el borrador de una ley especial de financiación que esencialmente reactiva el presupuesto de 2024 para el próximo año, a la espera de otro impulso presupuestario en enero por parte de un nuevo gobierno.

¿Y Le Pen?

Las súplicas del PS al centro macronista sacaron a la superficie las profundas tensiones dentro de la alianza de izquierdas, especialmente entre el partido de Faure y France Insoumise. Figuras clave del entorno de Macron, como el exprimer ministro Attal o Yaël Braun-Pivet, presidente de la Asamblea Nacional, son partidarios de negociar con el PS, pero con la condición de que rompa su alianza con France Insoumise. Se dice que el veterano político liberal François Bayrou, uno de los principales candidatos a primer ministro, está interesado en cortejar al PS para lo que denominó un «gobierno de personalidades» en su almuerzo con Macron el pasado jueves. Una figura centrista como Bayrou podría satisfacer la línea roja de Faure de que el partido no apoyaría a un primer ministro «de derechas».

Pero parece poco probable que se invierta el impulso político que empuja al bloque centrista a los brazos de la extrema derecha. En este último trimestre, Barnier estuvo atento a las sensibilidades y demandas de Marine Le Pen, cediendo a muchas de sus críticas al presupuesto y prometiendo encontrarse con la extrema derecha en sus propios términos en materia de seguridad y política de inmigración. La «base común» de Macronistas y Republicanos, como se denominó a la alianza bajo Barnier, podría redoblar este enfoque, yendo aún más lejos para apaciguar a Le Pen mientras se elabora un presupuesto para el nuevo año.

Las tensiones son especialmente fuertes debido a un juicio por malversación de fondos que podría impedir a Le Pen presentarse a las próximas elecciones presidenciales. El mes pasado, Bayrou condenó tajantemente la petición de sentencia de la fiscalía en ese juicio, una crítica considerada en general como un ramo de olivo a la extrema derecha. Junto a Bayrou, el ministro de Defensa macronista, Sébastien Lecornu, es uno de los favoritos de Alexis Kohler, el influyente jefe de gabinete de Macron; como reveló Libération en julio, Lecornu entabló negociaciones secretas con Rassemblement National antes de las elecciones parlamentarias del verano. El ministro del Interior, Bruno Retailleau —un nombre que también se ha barajado en los últimos días, aunque se arriesgaría a alienar elementos del partido de Macron— podría quizás ganarse mejor la aprobación de Le Pen a cambio de un nuevo proyecto de ley contra la inmigración, que apoyó este otoño.

«Puedo apoyar otra moción de censura», dijo Le Pen al diario conservador Le Figaro en una entrevista el viernes. Pero no es en absoluto seguro que la extrema derecha se muestre tan intransigente con el bloque macronista la próxima vez. De hecho, Le Pen y sus aliados se abstuvieron en una votación de confianza anterior en octubre, antes de optar finalmente por derribar a Barnier después de agotar la posibilidad de obtener concesiones de parte del primer ministro. La medida de censura de la semana pasada fue objeto de tensiones en el seno de la formación de extrema derecha, ya que sus críticos internos temían que pusiera en peligro el intento de ganarse la confianza de los votantes centristas y de la clase dirigente. Después de haber mostrado su fuerza esta vez, es posible que Rassemblement National quiera aprovechar su fuerza para obtener más concesiones y mantener la calma en el próximo presupuesto.

En cualquier caso, es probable que no haya solución al caos en que está sumido el Parlamento francés sin que se celebren nuevas elecciones. Sin embargo, constitucionalmente, una nueva votación para elegir la Asamblea Nacional no puede tener lugar hasta mediados de 2025. En un clima de elecciones constantes, la unidad de la izquierda esbozada por el NFP es sin duda el mejor camino a seguir; divididos, los partidos de la alianza sufrirían mucho en el sistema francés de votación a dos vueltas. Los coqueteos del PS con Macron en los últimos días no auguran nada bueno en ese sentido.

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