Tras el debate en la Globo, la más probable es que la segunda vuelta sea una contienda entre Boulos y Marçal. Este es el escenario más factible, confirmado por los últimos sondeos. Tres factores principales, por orden de importancia, explican este resultado: (a) el primero es que la curva de los sondeos en la última semana ha señalado una caída para Ricardo Nunes, una oscilación positiva para Boulos y un crecimiento para Marçal, y una inversión en tres días parece imposible; (b) el segundo es que los datos desagregados de DataFolha confirman que la consolidación de la decisión de voto por Boulos y, aunque menor, también por Marçal, es mayor que la de voto por Nunes, ya fuera del margen de error; (c) el tercero es que Nunes faltó al debate en Globo. La cuestión que tiene cierta importancia, aunque no es decisiva, es quién ganará el primer lugar. Este es el desafío para la candidatura de Boulos.
Nunes sería favorito frente a Boulos y Marçal, según los sondeos, si consiguiera llegar a la segunda vuelta. Pero nunca sabremos por qué se «hundió». Nunes se ha confirmado como un mediocre fortuito, que llegó a la alcaldía a raíz de la muerte de Bruno Covas. Está rodeado de sucesivos escándalos. El resultado más probable, en los últimos días, es una segunda vuelta entre Boulos y Marçal, también porque son las dos corrientes político-ideológicas más consolidadas, es decir, las dos minorías más numerosas. Pero reconozcamos que hubo un elemento sorpresa. Marçal no era más que un influencer digital, políticamente desconocido, casi de incógnito fuera del mundo de los extravagantes videos de autoayuda, los planes de hacerse rico rápidamente y el misticismo mesiánico: luchador contra tiburones, superatleta, esquiador acuático durante las inundaciones de Rio Grande do Sul y una larga lista de disparates. Marçal subvertía la comunicación con una incendiaria presencia provocadora, acusando a todos los demás candidatos de ser cómplices de un «consorcio comunista», y proclamándose el único candidato de derecha. En otras palabras, un discurso ideológico radical. El anarcocapitalismo nihilista que asocia el ultraliberalismo con el mesianismo fundamentalista es una versión extremista inspirada por Milei.
Pero hay una diferencia. En Argentina, el neoliberalismo tiene un público más amplio. En Brasil, el atractivo de la ley y el orden y el reaccionarismo moral es más fuerte. Hay más resistencia a las privatizaciones, por ejemplo. Marçal tiene apoyo en la población masculina de clase media con su discurso de prosperidad – «sálvese quien pueda, todos contra todos»-, un individualismo exacerbado. Esta localización permitió un ascenso rápido, pero también un rechazo terrible, tal vez fatal. Resultó que Bolsonaro ya tenía un 50% de rechazo en 2018, cuando pasó a la segunda vuelta, y luego esa repulsa se redujo. El talón de Aquiles de Marçal es la desconfianza o repulsión femenina que alienta. La posibilidad de que Boulos gane en una segunda vuelta está ahí.
Hubo cuatro novedades principales en las elecciones de São Paulo: (a) la violencia verbal y teatral de la campaña no tuvo parangón con nada visto en la capital en las once elecciones municipales de los últimos cuarenta años: tuvimos de todo, sillazos, puñetazos ensayados, machismo histérico, insultos difamatorios, calumnias infamantes; (b) surgieron muchos institutos de estudios de opinión, una «avalancha», es decir, se acabó la etapa en la que IPEC, antes Ibope, y DataFolha eran esencialmente las referencias. La mayoría de estos institutos son un misterio. Su credibilidad varía, pero hay buenas razones para sospechar porque muchos declaran su propia financiación, y la disparidad de resultados, que a menudo favorecen a candidatos de extrema derecha como Marçal, es inexplicable. En este bosque, Quaest, DataFolha y Atlas parecen las más serias; (c) hay una peculiaridad brasileña: la red de desinformación es mucho mayor en comparación con la de Argentina, por ejemplo. Teorías conspirativas, fakenews, manipulación de memes e impulsos millonarios en las redes sociales, incluso sin Twitter; (d) la cuarta fue la abundancia de debates, más de diez en São Paulo. Todo esto podría ser un anticipo de lo que nos espera en 2026. Tanto más cuanto que la importancia del espacio gratuito ha disminuido, aunque no es irrelevante.
La politización de la sociedad brasileña ha aumentado en los últimos años. Pero esta transformación se ha producido al mismo tiempo que una fractura social sin precedentes. Una parte de la clase dominante ha virado hacia la extrema derecha, ha atraído el apoyo de la mayoría de las clases medias y ha conseguido arrastrar a sectores de la clase trabajadora hacia un programa autoritario. Ganaron las elecciones con Bolsonaro en 2018 y perdieron en 2022, en gran medida por el desastre que fue la gestión de la pandemia y la fuerza del lulismo en los sectores populares más pobres. Aun así, una parte muy significativa de la población solo ha decidido su voto en las últimas dos semanas, si no en los últimos días. En São Paulo, el 18%, es decir, según el margen de error, alrededor de uno de cada cinco votantes. Se concentran entre los más pobres y los menos formados, los que dieron la victoria a Lula. Ellos serán los que puedan dar la victoria a Boulos. La mayoría absoluta sólo elegirá su candidatura a concejal en vísperas de las elecciones. En las tres capitales del sudeste, la duda es inmensa. Dos triples empates, en São Paulo y Belo Horizonte, y la incertidumbre de una segunda vuelta en Río de Janeiro. Se trata de un resultado insólito. Pero la elección de São Paulo es cualitativamente diferente de las de Minas Gerais y Río de Janeiro. Es la única en la que la izquierda está viva con la probable presencia de Boulos en la segunda vuelta.
En Río de Janeiro, la polarización es entre Eduardo Paes, del PSD, por tanto un líder centrista que se ha desmarcado del bolsonarismo, y Ramagem, representante del clan Bolsonaro. Y en Belo Horizonte, la pugna es entre Tramonte, un ultraderechista de línea dura de los que hacen programas policiales, Bruno Engler, candidato neofascista de Bolsonaro, y el actual alcalde Fuad, del PSD de Kassab, es decir, del Centrão. Es decir, en el triángulo «estratégico» de las tres grandes capitales del sudeste, eje político del país, la izquierda sólo tiene esperanzas de victoria en São Paulo.
Estas son las dificultades de la relación de fuerzas políticas. Hay que considerar la probable victoria de Paes y su posible apoyo a una candidatura de Lula en 2026. Así como la posibilidad de que Boulos venza a Marçal en una segunda vuelta, especialmente si conseguimos ganar el primer lugar el domingo de la primera vuelta. En Minas Gerais, todo está en suspenso. El PT está en carrera en capitales del nordeste como Fortaleza, Natal y Teresina. Pero el PSOL tendrá dificultades para meter a Edmilson en la segunda vuelta en Belém. Marquito debería asegurarse un brillante segundo puesto en Florianópolis, pero el escenario para Maria do Rosário no parece alentador en Porto Alegre. En el Centro-Oeste y en el Norte, donde ganó Bolsonaro, la derecha centrista debería salir victoriosa. La radicalización electoral también se expresa en un leve pero constante debilitamiento de la aprobación al gobierno de Lula, aunque, paradójicamente, la situación económica y social sea mejor. A escala nacional, los probables resultados del Centrão y de Bolsonaro son inquietantes. Se espera que el Partido Liberal gane en 15 de las 100 mayores ciudades del país con más de 200 000 votantes. La União Brasil en 15. El PP en otras 10. También por eso, para intentar reequilibrar la balanza, la madre de todas las batallas es São Paulo: ¡Boulos en primer lugar!