En la fría y lluviosa tarde del jueves 1º de mayo de 1890, unas mil quinientas personas, en su mayoría trabajadores de origen alemán e italiano, se reunió en un amplio salón bajo la atenta mirada de agentes de policía infiltrados y la presencia más amenazadora de docenas de policías apostados en la calle.
El acto comenzó con el discurso de un suizo llamado Joseph Winiger, al que le siguieron varios oradores designados por el comité organizador. Uno habló en español, el siguiente en francés, luego uno en alemán, otro en italiano y, por último, uno en neerlandés. Tras un par de horas, la multitud se dispersó pacíficamente.
A la semana siguiente, un periódico en alemán llamado Vorwärts celebró el éxito del acontecimiento en honor a la decisión del primer congreso de la Segunda Internacional, celebrado en París en julio de 1889, de celebrar reuniones internacionalistas simultáneas el 1º de mayo.
Los participantes en esta reunión cosmopolita podían sentirse orgullosos de haber tomado parte en una de las pocas docenas de reuniones celebradas en todo el mundo para inaugurar la tradición obrera del Primero de Mayo. También podían sentirse orgullosos de haberlo conseguido a casi siete mil kilómetros de París: la reunión se había celebrado en el centro de Buenos Aires, en la lejana República Argentina.
Una historia cosmopolita
No es de extrañar que el acto del 1º de Mayo de 1890 haya adquirido un estatus casi mitológico en los relatos de la historia del movimiento obrero y de la izquierda en Argentina, tanto entre quienes enfatizan que su movimiento fue parte de la vanguardia del socialismo internacional, como entre quienes critican a la izquierda local como una importación «extranjera», ajena a las tradiciones patrióticas.
Sea cual fuere la apreciación, lo cierto es que la izquierda argentina, que ha tenido y sigue teniendo una influencia significativa en la historia del país, ostenta una historia larga y notablemente cosmopolita. Un episodio crucial de esta historia tuvo lugar entre 1890 y 1914, cuando surgió el partido socialista que era uno de los pocos miembros no europeos de la Segunda Internacional, compitiendo posiblemente con las organizaciones socialistas de Estados Unidos como principales representantes de la socialdemocracia en el continente americano.
Revisitar las primeras etapas del socialismo argentino es importante para académicos y activistas contemporáneos porque ofrece la oportunidad de reconstruir el primer intento de la clase obrera local de construir un partido político independiente y de examinar la historia de la Segunda Internacional desde una perspectiva más amplia y global.
Las conexiones entre el socialismo europeo y la República Argentina comenzaron durante los últimos años de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), a principios de la década de 1870. Tras la caída de la Comuna de París, un grupo de comuneros exiliados estableció una rama francesa de la AIT en Buenos Aires. Tras el Congreso de La Haya de septiembre de 1872, Karl Marx y el Consejo General decidieron enviar a un delegado —un joven belga llamado Raymond Wilmart— para contrarrestar la posible expansión de sus rivales anarquistas en la región. Sin embargo, Wilmart no tuvo éxito, y a mediados de 1873 la sección argentina había entrado en una crisis terminal.
Una nueva era comenzó en 1882, cuando militantes socialistas alemanes, huyendo de las leyes represivas de Otto von Bismarck, formaron una asociación llamada Verein Vorwärts. Tras unos años de aislamiento, a finales de la década se vieron envueltos en una oleada de agitación obrera, publicaron un periódico en español y reclutaron nuevos militantes. La organización del acto público para celebrar el Primero de Mayo en 1890 fue el principal hito de esta primera generación de activistas socialistas.
Luego de un breve periodo de crisis, surgieron nuevos grupos que progresaron a partir de 1894, en medio de una nueva oleada de agitación obrera. Entre ellos había grupos de socialistas franceses e italianos que formaron sus propias asociaciones y publicaron periódicos en sus propios idiomas.
Además, un nuevo órgano en español, La Vanguardia, consiguió galvanizar a los diferentes grupos en una única organización. Este periodo de centralización y consolidación culminó en un congreso celebrado en junio de 1896, que creó formalmente el Partido Socialista argentino (PS).
Llevar el socialismo al Parlamento
A pesar de varias crisis y de la ruptura de una facción sindicalista soreliana en la década de 1900, el Partido Socialista logró mantenerse como una organización unificada hasta la importante escisión probolchevique en 1917, un logro que no podían mostrar otros partidos socialdemócratas de la época. En su congreso fundacional de 1896, el partido contaba con unos trescientos o cuatrocientos afiliados y en las décadas siguientes creció lentamente.
A principios de la década de 1910 contaba con 1200 afiliados, no solo en Buenos Aires sino también en otras partes del país. Aunque la dirección seguía siendo abrumadoramente masculina, el partido creó varias organizaciones de mujeres, como el Centro Socialista Femenino, y varias socialistas desempeñaron un papel crucial en los inicios del movimiento feminista y en la lucha por el sufragio femenino.
El principal dirigente del PS fue Juan Bautista Justo, un médico nacido en Argentina que abandonó su carrera a principios de la década de 1890 para dedicarse a tiempo completo a la política socialista hasta su muerte en 1928. Bajo su liderazgo, el Partido Socialista desarrolló una perspectiva moderada, evolucionista y positivista, comprometida con las prácticas parlamentarias, partidaria del desarrollo de cooperativas de consumo y cada vez más crítica de las acciones huelguísticas.
La confianza en la ciencia y en las «leyes de la evolución» condujo a una interpretación de la historia que consideraba el proceso civilizador, el progreso y, en última instancia, el socialismo como etapas complementarias y necesarias en el desarrollo de las sociedades. Un marcado y orgulloso sincretismo ideológico, que combinaba las ideas de Karl Marx, Friedrich Engels, Charles Darwin y Herbert Spencer, fue uno de los elementos más característicos de esta visión del mundo.
La insistencia en la necesidad de la «acción política» sirvió para diferenciar al partido de sus adversarios anarquistas y sindicalistas, mucho más radicales y fuertes en los sindicatos, en una época en la que Buenos Aires era posiblemente la segunda capital mundial del anarquismo, después de Barcelona. Acción política significaba construir un partido para difundir las ideas socialistas, organizar y educar a los trabajadores y participar en las elecciones para conseguir representación parlamentaria.
Aunque Argentina no tenía un sistema de sufragio censitario, en 1909 solo el 15% de la población total del país tenía derecho a voto. La razón era que, además de las mujeres y los menores de dieciocho años, los extranjeros estaban excluidos de la participación. En un país que dependía de una gran mano de obra inmigrante, esto significaba que una parte considerable de la clase trabajadora seguía sin tener derecho al voto.
En este contexto, y con un éxito limitado, el PS instó a los inmigrantes a convertirse en ciudadanos argentinos para poder obtener el derecho al voto. Esto se combinó con una postura abiertamente proeuropea, que afirmaba que los inmigrantes estaban llamados a desempeñar un papel decisivo en la lucha contra un sistema electoral fraudulento y oligárquico, dominado por políticos nativos corruptos.
La elección del joven abogado Alfredo Palacios como miembro de la Cámara de Diputados en 1904-1908 desempeñó un papel clave en el desarrollo inicial del partido, reforzando la línea moderada y reformista. Entre 1904 y 1908, Palacios, que fue ampliamente aclamado como «el primer diputado socialista de América», participó enérgicamente en la vida de la Cámara, preparando una larga lista de proyectos de ley que sentaron las bases de la legislación laboral.
Argentina y la Internacional Socialista
Como demuestra el encuentro del Primero de Mayo de 1890, los grupos socialistas activos en Argentina seguían de cerca las actividades de los socialistas europeos y se veían a sí mismos como pioneros de este movimiento en un remoto rincón del mundo. Desde finales de la década de 1880, las vagas referencias a «la Internacional» fueron una constante en la prensa socialista local. A mediados de la década siguiente, cuando La Vanguardia centralizó la actividad socialista argentina, la influencia del socialismo internacional era evidente en la constante publicación de material extranjero y la circulación de literatura europea.
A medida que tanto el partido como la Segunda Internacional crecían y se estabilizaban, su relación mutua se hizo más orgánica. Los grupos locales de habla alemana habían estado representados formalmente por Wilhelm Liebknecht en la reunión fundacional de la Segunda Internacional en 1889, pero en los primeros congresos de la Internacional la presencia argentina fue principalmente simbólica. Todas las reuniones de la Internacional se celebraban en Europa, y enviar un delegado a esos eventos estaba fuera del alcance del joven partido, debido a las largas distancias y al elevado coste de los viajes.
A principios del siglo XX, sin embargo, el PS empezó a tener más presencia e influencia, gracias al compromiso activo de Manuel Ugarte, un intelectual socialista argentino que vivía en París, y Achille Cambier, un socialista francés que había vivido en Buenos Aires. Ambos representaron al partido en las reuniones del Buró Socialista Internacional a lo largo de la década.
El congreso de la Segunda Internacional celebrado en Ámsterdam en 1904 incluyó en su orden del día una propuesta enviada por el partido argentino para discutir una posición sobre la «cuestión de la inmigración». Esta discusión se pospuso hasta el siguiente congreso, celebrado en Stuttgart en 1907, en el que se promovió un amplio y fascinante debate que incluyó un enfrentamiento entre los partidarios de las restricciones a los inmigrantes asiáticos y los defensores de una postura internacionalista.
En el congreso de 1910, celebrado en Copenhague, el protagonismo argentino fue aún mayor. Por primera vez, el partido envió un delegado de Argentina —el propio Juan B. Justo— y la reunión aprobó una declaración específica sobre el país, condenando la represión gubernamental de la huelga general celebrada en mayo de ese año.
En general, el partido utilizó la Internacional como plataforma para promover diversas campañas, en particular la denuncia de las prácticas represivas de la burguesía local. Como uno de los pocos grupos no europeos que participaban activamente en la Internacional pagando cuotas periódicas y teniendo un puesto en el Buró Socialista Internacional, esta afiliación era una fuente de orgullo y una forma de acumular capital político y legitimidad. Dicha legitimidad era tanto externa, en relación con la comunidad socialdemócrata internacional, como interna, en relación con otros grupos políticos e intelectuales dentro de Argentina.
El socialismo argentino
El PS argentino tiene el honor de ser el primer partido organizado de la tradición socialista en América Latina y, junto con el Socialist Labor Party y el Socialist Party of America, uno de los pocos representantes oficiales del continente americano en la Segunda Internacional. La primera generación de socialistas activos en Argentina estaba formada principalmente por inmigrantes europeos que a menudo se habían familiarizado con las ideas radicales antes de llegar al país.
En la década de 1890, a medida que las organizaciones socialistas crecían y se hacían más estables, formando un partido centralizado, el movimiento empezó a adquirir un carácter más claramente «argentino». Este cambio estuvo marcado por la aparición de una nueva generación de dirigentes nacidos en el país, con el español como indiscutible lingua franca.
Sin embargo, esta nueva generación también era de ascendencia europea y seguía mirando al socialismo europeo como principal referencia y fuente de inspiración. Se percibían a sí mismos como pioneros de un movimiento centrado en Europa que luchaba contra un régimen capitalista también arraigado en Europa. En este período inicial, los socialistas argentinos prestaron más atención a los acontecimientos en Europa, Estados Unidos y las colonias de colonos blancos (como Australia y Nueva Zelanda) que a los desarrollos en otras partes de Sudamérica, aunque se presentaban orgullosamente dentro de la Internacional como la vanguardia del socialismo en la región.
A medida que el partido se consolidó y creció en la década de 1900, desarrolló una relación más «madura» con los socialistas europeos. Aunque siempre siguió siendo un miembro leal y orgulloso de la Internacional, ganó confianza en sí mismo y empezó a proponer sus propias interpretaciones y apreciaciones económicas y sociales de las principales tareas del partido. Esas interpretaciones siempre estuvieron teñidas de un carácter moderado, gradualista y evolucionista, pero se hicieron más conscientes de las peculiaridades de las tradiciones y circunstancias políticas del país.