Press "Enter" to skip to content
El recién elegido primer ministro británico, Keir Starmer, se dirige a la nación frente al número 10 de Downing Street en Londres, el 5 de julio de 2024. (Henry Nicholls/AFP vía Getty Images)

Keir Starmer se enfrenta a un verdadero desafío desde la izquierda

Traducción: Pedro Perucca

Tras la autodestrucción de los conservadores, el Partido Laborista británico obtuvo una amplia mayoría de escaños en una elección con bajísimo porcentaje de participación. Pero el bandazo a la derecha de Keir Starmer creó un espacio para que ganen apoyo los Verdes y los independientes de izquierda como Jeremy Corbyn.

Cuando empezaron a llegar los resultados de las elecciones generales británicas de este jueves, el político laborista escocés Jim Murphy hizo un comentario revelador. Murphy, que llevó al Partido Laborista a una aplastante derrota en Escocia allá por 2015, se alegró de que el Partido Nacional Escocés (SNP) obtuviera tan malos resultados esta vez: «No solo perdieron votos frente a los laboristas directamente, sino que también los perdieron frente a los no votantes. Y en política es mucho más difícil volver a darle energía a la gente que se fue y se convirtió en no votante».

Murphy apenas podía ocultar su emoción ante la idea de que la gente se desvinculara por completo de la política electoral. Su partido llegó a lo más alto del poder gracias a un maremoto de apatía. Alcanzando el 60%, la participación bajó más de un 7% respecto de las últimas elecciones de 2019. Es una de las cifras más bajas registradas desde que Gran Bretaña adoptó el sufragio universal.

El número absoluto de votos emitidos a favor de los laboristas fue inferior al de 2019. Si tenemos en cuenta la caída de la participación, Keir Starmer sumó menos de un 2% a la cuota de votos del partido de 2019. El resultado final de los laboristas, un 33,7%, estuvo muy por debajo de la media de votos de los laboristas bajo el liderazgo de Jeremy Corbyn, por no hablar del 40% que obtuvieron en 2017. Sin embargo, Starmer obtuvo una aplastante mayoría de escaños en la Cámara de los Comunes, gracias al hundimiento de los conservadores y al sistema electoral británico de «el ganador se lo lleva todo».

En palabras del experto en sondeos John Curtice: «Esto se parece más a unas elecciones que perdieron los conservadores que a unas que ganaron los laboristas». La cuota de voto tory cayó un 20%. En 2019, el partido del Brexit de Nigel Farage retiró a cientos de candidatos para dejarle a Boris Johnson el camino despejado hacia la victoria. Esta vez, el vehículo de Farage —ahora rebautizado como Reform UK— se propuso dañar a los tories y se hizo con el 14% de los votos, abriendo una brecha en su base electoral.

Desde el primer día, éste ha sido el tipo de resultado que esperaban Starmer y su equipo. Nunca quisieron asumir el cargo en medio de una oleada de entusiasmo con un ambicioso programa de reformas para hacer frente a la polifacética crisis social británica. Su objetivo era hacer que los laboristas fueran completamente inofensivos para todos aquellos que se benefician de un modelo económico disfuncional.

La obtención de una gran mayoría de escaños tras una campaña poco enérgica y con una tasa de abstención del 40% se acerca a lo ideal desde su perspectiva. Pero, desde luego, esa no será la plataforma de lanzamiento de un gobierno reformista. Aunque los conservadores se merecen con creces su momento de humillación tras haber llevado una motosierra a los servicios públicos británicos durante los últimos catorce años, la nueva administración tiene toda la intención de mantener su destructivo legado en el poder.

Por fuera y a la izquierda

Para quienes desean algo más que un cambio de personal en la cúpula, hubo varios resultados prometedores. Tras haber sido expulsado del Partido Laborista por Starmer, Jeremy Corbyn conservó su escaño en el norte de Londres como independiente. Una encuesta de poco antes de las elecciones sugería que Corbyn iba camino de la derrota a manos del candidato laborista, un empresario de la sanidad privada llamado Praful Nargund. Al final, sin embargo, derrotó a Nargund con una movilización de simpatizantes que recordaba al uso de la movilización masiva por parte de los laboristas en 2017.

Corbyn estará acompañado en la Cámara de los Comunes por otros cuatro independientes que arrebataron sus escaños a los laboristas tras realizar campañas que ponían de relieve el respaldo de Starmer a los crímenes de guerra israelíes en Gaza. Otros independientes pro palestinos estuvieron a punto de ganar, como Leane Mohamad, a quien le faltaron quinientos votos para desbancar al secretario de Sanidad en las sombras, el laborista Wes Streeting. Habría sido un gran logro para Mohamad desbancar a Streeting, una figura egoísta y calculadora que ha manifestado su deseo de acelerar la privatización del Servicio Nacional de Salud pero, en cualquier caso, debería estar orgulloso de su actuación.

Incluso el propio Starmer se enfrentó en su circunscripción londinense al desafío del antibelicista Andrew Feinstein. Apareciendo de la nada, Feinstein se hizo con un saludable 19% de los votos, mientras que la cuota de Starmer cayó en picado, aunque no corría peligro de ser desbancado. El Partido Verde, que también se opuso firmemente al ataque a Gaza, obtuvo casi el 7% de los votos y ganó cuatro escaños, su mejor resultado hasta la fecha.

El voto a los candidatos antibelicistas y Verdes sugiere el potencial de un movimiento de izquierdas que combine un programa de reformas internas, tanto sociales como ecológicas, con una política exterior basada en la paz, los derechos humanos y la justicia climática. Ya sabíamos por la época de Corbyn como líder laborista que existía un amplio apoyo a estas ideas en la sociedad británica. Ahora sabemos que es posible ganar un punto de apoyo político fuera del marco del Partido Laborista, a pesar del sistema electoral británico y sus barreras de entrada para los grupos más pequeños.

Un ascenso resistible

Por otra parte, los laboristas recuperaron la mayoría de sus escaños escoceses del SNP, que había sido su contrincante más eficaz durante la última década. El SNP ganó esos escaños por primera vez en 2015 con una plataforma que destacaba su oposición a la austeridad y a las armas nucleares. Sin embargo, tras haberse posicionado con tanto éxito a la izquierda de los laboristas, la líder del SNP, Nicola Sturgeon, empezó a moverse hacia el centro tanto en términos de política como de estilo político, especialmente tras el referéndum sobre el Brexit de 2016.

Podemos rastrear los orígenes de la actual crisis del SNP hasta la época de Sturgeon como líder, pero las tempestades se cosecharon después de que primero Humza Yousaf y luego John Swinney se hicieran cargo del partido. Sin duda, los laboristas tomarán esto como una prueba de que la causa más amplia de la independencia de Escocia se agotó y ahora las cosas pueden volver a ser como antes del referéndum de 2014. En principio, esa actitud complaciente debería presentarle al SNP oportunidades para recuperar el apoyo de los laboristas de cara a las próximas elecciones al Parlamento escocés de 2026, aunque la capacidad del partido para renovarse tras un largo periodo de institucionalización está muy en duda.

La cuota de votos para el Reform UK de Nigel Farage no fue mucho mayor que el resultado del Partido por la Independencia del Reino Unido en 2015, pero esta vez el partido se hizo con cuatro escaños, incluido uno para Farage, y acumuló varios segundos puestos. Los resultados del Reform deberían desmentir cualquier idea de que se puede socavar el apoyo a los partidos antiinmigración abrazando sus ideas.

Los dos principales partidos adoptaron la postura de Farage sobre la inmigración en 2015 y se pasaron la campaña electoral prometiendo aumentar las deportaciones. Su único logro fue legitimar la retórica de Farage y sus aliados. Ahora que tienen una plataforma en Westminster, los diputados de Reform harán todo lo posible para culpar a los inmigrantes y refugiados de los problemas sociales que el Gobierno de Starmer dejará que se agraven.

Eso no significa que vayan a tener éxito. Cuando Starmer se convierte en primer ministro con una amplia mayoría de escaños, se estará enfrentando también a un desafío por parte de la izquierda que sencillamente no existía cuando Tony Blair ascendió al poder en 1997. Tuvieron que pasar varios años y tres elecciones para que el descontento con el Nuevo Laborismo alcanzara un nivel similar. No hay razón para que la derecha dura tenga el monopolio de la oposición al starmerismo si las fuerzas de la izquierda británica pueden aprender las lecciones adecuadas de la experiencia de la última década.

Cierre

Archivado como

Publicado en Anuncios, Elecciones, homeIzq, Partidos, Política and Reino Unido

Ingresa tu mail para recibir nuestro newsletter

Jacobin Logo Cierre