Desde el 7 de octubre, cualquier evaluación crítica de la operación militar de Hamás —su método, racionalidad y objetivos, o su papel en el fin de la ocupación israelí— fué difícil de expresar dentro de la izquierda. Esto es así no sólo porque una potencia ocupante es responsable en última instancia por un statu quo destructivo sino también porque criticar las tácticas de un grupo que actúa en nombre de los oprimidos se considera que socava su legítima causa.
Esta situación se ve agravada por numerosos intelectuales de izquierda que expresaron su apoyo incondicional —cuando no su celebración— al ataque de Hamás. Una entrada reciente en el blog Verso Books sitúa a un movimiento religioso socialmente regresivo como Hamás en la tradición emancipadora universal de la izquierda, afirmando que «los parapentistas que volaron hacia Israel el 7 de octubre continúan la asociación revolucionaria de liberación y vuelo».
Andreas Malm sugirió que la operación Inundación de Al-Aqsa logró más que la Primera Intifada porque los palestinos consiguieron sustituir las piedras por armas militares, ignorando que la Intifada fue el mayor movimiento de masas anticolonial autoorganizado de la historia palestina y que obligó a Israel a hacer concesiones políticas sin precedentes. De hecho, argumentar que Hamás consiguió superarla es ignorar totalmente que su ataque militar desencadenó un enorme genocidio contra el pueblo palestino.
Como argumentó Rashid Khalidi: «Echando la vista atrás a los últimos seis meses —a la cruel matanza de civiles a una escala sin precedentes, a los millones de personas que se quedaron sin hogar, a la hambruna masiva y a las enfermedades inducidas por Israel— está claro que esto marca un nuevo abismo en el que se hundió la lucha por Palestina.» Tom Segev coincide: «Para los palestinos, la guerra de Gaza es el peor acontecimiento que vivieron en 75 años. Nunca fueron tantos los muertos y desarraigados desde la Nakba, la catástrofe que les sobrevino durante la guerra de independencia de Israel en 1948, cuando cientos de miles de palestinos se vieron obligados a abandonar sus hogares y convertirse en refugiados».
Además de las voces individuales, también se vio una celebración acrítica de Hamás en algunas de las movilizaciones de solidaridad de los últimos días, por lo demás inspiradoras. «Nosotros decimos justicia, vosotros decís ¿cómo? Quemad Tel Aviv hasta los cimientos», se oye corear en un vídeo.
Este tipo de consignas, por inusuales que sean, socavan la causa palestina. Apoyar a Palestina es poner fin a una ocupación ilegal y exigir responsabilidades a Israel por violar el derecho internacional. No se trata de apoyar la matanza de civiles israelíes o la destrucción de ciudades israelíes. Defender el derecho internacional significa defenderlo para todos.
Este tipo de retórica reduce toda una serie de posiciones políticas en Palestina a lo que dice y hace un grupo militante. También supone que Hamás habla y actúa en nombre de todo el pueblo palestino todo el tiempo, simplemente porque ganó unas elecciones (con el 45% de los votos) en los Territorios Palestinos Ocupados en 2006 (principalmente como voto de protesta contra la corrupción de la Autoridad Palestina y su rendición en Oslo).
La única victoria electoral de Hamás no es, por tanto, un cheque en blanco para la eternidad. Esto es especialmente cierto porque, al gobernar Gaza, Hamás se olvidó de la democracia, empleó el autoritarismo y la corrupción, y reprimió la organización política y la disidencia. Decir abiertamente lo que piensan o expresar sus opiniones políticas resultó costoso para muchos palestinos de Gaza. Pero su silencio no implica un apoyo a Hamás.
Dos artículos recientes de la prensa generalista transmiten lo importante que es escuchar las voces palestinas en Gaza mientras sufren las condiciones extremas de genocidio, hambruna e inanición instituidas por el ejército de ocupación israelí.
El Financial Times informó recientemente sobre la opinión pública en Gaza, en lo que constituye una lectura aleccionadora. Aunque los palestinos de Gaza culpan claramente a Israel de haber ejecutado una catástrofe humana en Gaza, hay una creciente ira y resentimiento dirigidos a Hamás por no haber previsto la magnitud de las represalias de Israel por los ataques del 7 de octubre y por no haber protegido a los palestinos durante la guerra.
Uno de los entrevistados, Nassim, dice abiertamente que Hamás «debería haber previsto la respuesta de Israel y haber pensado en lo que les ocurriría a los 2,3 millones de gazatíes que no tienen ningún lugar seguro al que ir» y que «debería haberse limitado a los objetivos militares». Otra entrevistada, Samia, es aún más condenatoria: «El papel de la resistencia es protegernos a los civiles, no sacrificarnos». «No quiero morir y no quiero que mis hijos sean testigos de lo que vieron y vivan en una tienda de campaña pasando hambre, frío y pobreza», agregó.
Estas críticas coinciden con lo que muchos palestinos de Gaza estuvieron publicando en las redes sociales en los últimos meses. También se vio representada en los reportajes críticos de la veterana periodista contraria a la ocupación Amira Hass.
En un reciente artículo en Haaretz, Hass recoge el descontento popular y las críticas a la operación de Hamás, así como lo que se considera un modo enormemente costoso de resistencia armada de Hamás contra un ejército israelí muy superior. Los palestinos de Gaza se quejan abiertamente de su falta de seguridad y protección frente a las previsibles represalias de Israel y de la falta de «una planificación política estratégica clara» por parte de Hamás.
Lo que más preocupa a uno de los entrevistados, Basel, es que sus críticas a Hamás y a su enfoque de la resistencia se tachen de traición. Como explica Hass, «le enfada que los palestinos de fuera de Gaza y sus partidarios esperen que los gazatíes se callen y no critiquen a Hamás, porque las críticas ayudan ostensiblemente al enemigo. Rechaza la suposición de que dudar de las decisiones y acciones de este grupo armado —y hacerlo públicamente— es un acto de traición».
Estas voces críticas coinciden con los sondeos de opinión más recientes realizados en los Territorios Ocupados. Aunque los sondeos en tiempos de guerra están sujetos a desafíos y fluctuaciones extremas, especialmente en Gaza, donde el miedo político y el silenciamiento son factores importantes a tener en cuenta a la hora de evaluar la exactitud de las respuestas, pueden identificarse algunas tendencias coherentes.
Las encuestas muestran que el índice de aprobación de Hamás en Gaza en los últimos meses descendió 11 puntos, hasta un tercio. También se ha producido un descenso general del apoyo a la lucha armada. En respuesta a la pregunta: «En su opinión, ¿cuál es el mejor medio para lograr los objetivos palestinos de poner fin a la ocupación y construir un Estado independiente?», se observa un descenso del apoyo a la lucha armada tanto en Cisjordania como en Gaza, del 63% en diciembre al 46% en marzo. Sólo en Gaza, bajó del 56% al 39%. Además, la propia Hamás acaba de reiterar su voluntad de deponer las armas y aceptar un alto el fuego a largo plazo con Israel a cambio de un Estado con las fronteras de 1967.
También en Gaza se produjo un aumento espectacular del apoyo a la solución de los dos Estados: del 35% en diciembre al 62% en marzo. Esto sigue siendo cierto incluso cuando la mayoría de los palestinos de Cisjordania y Gaza también reconocen los impedimentos prácticos a dicha solución, a saber, el proyecto de asentamientos en expansión de Israel. No obstante, lo que esto indica es que los palestinos de Gaza esperan que la atención internacional y la presión política externa sobre Israel puedan dar resultados.
El apoyo a la solución de un solo Estado entre los palestinos bajo ocupación descendió al 24% durante la guerra de Gaza. La mayoría quiere separarse de Israel y vivir en su propio Estado, así como deshacerse de los asentamientos ilegales en Cisjordania. El proyecto colonial contraviene los derechos de los palestinos según la legislación internacional, especialmente el derecho a la autodeterminación.
Además, los israelíes deshumanizaron a la sociedad palestina hasta los niveles más extremos durante esta guerra. Siguiendo las indicaciones de su élite agresiva y de sus medios de comunicación belicistas (saturados de ex militares y expertos en seguridad), los israelíes apoyaron abrumadoramente la masacre de Gaza. Lo que más preocupa a los israelíes son los rehenes, no la guerra. Las vidas de los rehenes israelíes importan, mientras que los palestinos son, en palabras del ministro de Defensa de Israel, «animales humanos».
Motivada por la venganza, Israel es una sociedad narcisista que se regodea en su propia herida y utiliza esa herida como excusa para sus monumentales crímenes contra el pueblo palestino. Los palestinos encuentran a Israel cruel, insensible y horrorosa, y su primer pensamiento pasa por pedir que se los «proteja de Israel». ¿Es ésta la sociedad israelí con la que los palestinos deberían esperar vivir con dignidad e igualdad de derechos?
Sea cual sea el futuro, los palestinos deben ser capaces de superar su devastadora situación de forma colectiva, democrática y sin miedo. Insistir en ello es impulsar su derecho a la autodeterminación.