Verano de 2002. Banderas y banderines ondean mientras el Reino Unido celebra el Jubileo de Oro de la Reina Elizabeth II. La Selección Nacional de Fútbol ha tenido una actuación mejor de lo esperado en la Copa del Mundo, pero, al más puro estilo inglés, hay quejas porque no se ha podido repetir la gloria de casi cuatro décadas antes.
A pesar de las distracciones culturales, hay un malestar político importante en gestación. El Presidente de Estados Unidos, George Bush, está presionando para emprender acciones militares en Irak con el objetivo declarado de derrocar al dictador iraquí Sadam Husein, obtenga o no el respaldo internacional. Los británicos esperan expectantes mientras el entonces primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, considera unirse a él.
Al mismo tiempo, George Michael, uno de los músicos de más éxito de los años ochenta y noventa, vuelve tras un prolongado paréntesis. Tras lanzar el single «Freeek!» en marzo, regresa en julio con el vídeo musical de una nueva canción: «Shoot the Dog». La canción tiene un ritmo funky y feel-good, en contraste con la letra, que canta en tono ronco: «So, Cherie my dear / Could you leave the way clear for sex tonight? / Tell him / “Tony, Tony, Tony / I know that you’re horny / But there’s somethin’ bout that Bush ain’t right”».
Shoot the Dog extrajo el debate sobre la guerra del ámbito político —o de las «clases charlatanas», como las llamaba Michael— y lo convirtió en un asunto público, a tan solo ocho meses de que se lanzara la desastrosa invasión de Irak.
Algunos británicos se quedaron atónitos por el contenido sexualmente provocativo del vídeo, calificándolo de desagradable e innecesario; otros le aplaudieron por utilizar la música para dar voz (y ritmo) al creciente malestar público por la ciega lealtad de Blair a Bush en la llamada «guerra contra el terrorismo». También sacudiría la conciencia política de la música pop contemporánea en un momento en que las protestas en ese género eran poco frecuentes, y sentaría un precedente para que otros artistas se pronunciaran antes, durante y después de la invasión.
El vídeo se estrenó el 1 de julio, generando indignación a ambos lados del Atlántico. Los medios de comunicación, sus colegas de la industria musical y el público en general parecían deleitarse criticando a Michael por el vídeo. ¿Por qué una estrella del pop iba a dar su opinión sobre un asunto tan serio y complicado? ¿Y cómo se atreve a faltar al respeto a los líderes del «mundo libre» con semejantes barbaridades de contenido sexual?
Sus detractores dijeron que la canción y el vídeo no eran más que un truco publicitario y una forma barata de aumentar las ventas de discos. Algunos dijeron que los tropos que utilizó para el vídeo, incluida la descripción de Blair como un perro faldero, eran lugares comunes y poco originales. Otros aseguraron que, aunque no había nada malo en que una estrella del pop se expresara políticamente, la canción no merecía la pena porque era musicalmente mediocre. Aunque el vídeo copó todos los titulares y suscitó un debate público, el tema apenas tuvo difusión radiofónica.
En el Reino Unido, el Daily Mail se preguntaba si había «perdido el rumbo»; The Sun, si había «acabado con su carrera». En Estados Unidos, algunos de los medios que recibieron Shoot the Dog fueron abiertamente homófobos. Un artículo del New York Post publicado un día después del estreno oficial del vídeo en Europa acusaba al cantante de ridiculizar a Estados Unidos por su reacción ante los atentados del 11 de septiembre de 2001. Su titular decía: «Pervertido del pop ridiculiza a Bush por los atentados del 9-11». Michael se apresuró a publicar un comunicado en defensa del vídeo en un tono humilde que era característico en él:
Soy ante todo un cantautor y un tipo con suerte, y soy plenamente consciente de que a la gente no le gusta mezclar la música pop y la política hoy en día (…) «Shoot The Dog» pretende ser una sátira política (…) Espero que haga reír y bailar a la gente, y también pensar un poco, eso es todo».
En las entrevistas que concedió a los medios de comunicación estadounidenses, trató de tranquilizar a la opinión pública asegurando que no simpatizaba con Al Qaeda, que el 11 de septiembre había sido realmente muy malo y que, dado que su pareja desde hacía mucho tiempo era estadounidense, era imposible para él odiar a Estados Unidos. Sin embargo, no sus declaraciones no lograron tranquilizar a todo el público, y algunos de los presentes en los estudios de la CNN lo abuchearon mientras respondía a las preguntas telefónicas de los telespectadores.
Aunque trató de apagar la indignación que tanto la canción como el vídeo habían provocado en Estados Unidos, George Michael se mantuvo firme en su decisión de hacerlos públicos. Las reacciones de los medios de comunicación, alimentadas por la homofobia, no iban a obligarle a ceder; ya había capeado una tormenta mediática en 1998, tras la polémica de Los Ángeles, y volvería a hacerlo.
No creo que pudiera ser tan franco si me preocupara realmente que los medios invadieran mi intimidad, como lo hicieron hace algunos años… lo cierto es que ya no queda nada de ella, así que ¿qué tengo que perder?
Pop de protesta
A medida que el verano se desvanecía, en Gran Bretaña crecía la alarma pública ante una posible invasión. En septiembre de 2002, un informe del gobierno afirmaba que había pruebas de que Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva, una afirmación que contradecía las conclusiones de los inspectores de armamento de la ONU y que, años más tarde, sería definitivamente desmentida.
Ese mes, los británicos empezaron a salir en masa a la calle para instar a Blair a que recapacitara. Otros músicos, además de Michael, dieron a conocer su oposición a la guerra e invitaron al público a unirse a ellos. Damon Albarn, de Blur, y Robert «3-D» Del Naja, de Massive Attack, apoyaron la campaña antibelicista «Campaign for Nuclear Disarmament», y ambos diseñaron y financiaron anuncios contra la guerra que aparecieron en la New Musical Express.
Sin embargo, no todos los músicos se sentían compelidos a pronunciarse sobre el belicismo. Noel Gallagher, de Oasis, dijo que las advertencias de guerra de Michael y otros músicos eran «risibles». «Toco la guitarra en una banda y somos muy buenos. No me importa nada más», declaró por entonces.
En febrero de 2003, más de dos tercios de la población se oponían a la invasión. El 15 de febrero, más de un millón de personas salieron a las calles de Londres para tratar de impedir la guerra, en la mayor manifestación jamás vista en el Reino Unido. George Michael continuó protestando a través de su música: volvió a grabar la canción contra la guerra de Vietnam «The Grave», de Don McLean, y la interpretó en Top of the Pops y en el Graham Norton Show. También hizo dúo con la indomable Ms Dynamite en los BRIT Awards de 2003 cantando una versión de su éxito «Faith» con la letra modificada: «We’ve been here before / Talk of violence and talk of war / I don’t want to see the children die no more / So I gotta make a stand».
En los días previos a la guerra, Michael, habitualmente reacio a los medios de comunicación, intensificó su presencia en público. En una serie de apariciones televisivas, Michael estableció vínculos entre el papel incendiario que los medios de comunicación —en particular, las publicaciones propiedad de Murdoch— habían desempeñado tras el incidente de Los Ángeles, y cómo esos mismos medios eran los que más fuerte tocaban ahora los tambores a favor de la guerra. También relacionó la presión a favor de la guerra en Irak con los acontecimientos en Palestina, en los que Israel respondió a la Segunda Intifada con un bombardeo brutal.
«No tengo ninguna simpatía por Sadam Husein (…) Debe largarse, necesitamos que se vaya para estabilizar la región. Pero no podemos hacerlo cuando toda la red fundamentalista y terrorista de todo el mundo está esperando que esto legitime lo que quieren hacer», declaró al programa HARDtalk de la BBC, en febrero de 2003. «¿Por qué lo hemos dejado solo durante doce años, por qué lo dejamos allí hace diez años, y ahora, precisamente cuando [el entonces primer ministro de Israel Ariel] Sharón está bombardeando Cisjordania, vamos a decidir enfrentarnos a Saddam?».
Con defectos pero honesto
Aunque la oposición de Michael a la guerra era decidida, el pensamiento que la sustentaba parecía un poco vacilante. Nunca pretendió ser un experto, y dijo en entrevistas que gran parte de su conocimiento de la política internacional había surgido tras la muerte de su madre en 1997, cuando se sumió en una profunda depresión que lo obligó a quedarse en casa. Fueron los programas de televisión nocturnos como «Newsnight» y «Question Time» de la BBC los que le hicieron saltar las alarmas, y esas influencias fueron claras.
Michael parecía oponer la sociedad occidental con el pensamiento islámico «fundamentalista» inspirándose en la teoría del choque de civilizaciones, y aplaudía a los «musulmanes moderados» que se manifestaban en contra de los atentados perpetrados por los grupos extremistas. También pareció evitar airear la opinión de muchos ciudadanos de que Estados Unidos y sus aliados estaban tramando la guerra para explotar los recursos naturales de Irak, concretamente el petróleo.
Su esperanza de que Blair cambiara de tono era injustificadamente ilimitada, dado el implacable empuje del Primer Ministro británico a favor de la guerra. Cuando le concedieron 15 segundos al final del programa de entrevistas «Richard and Judy» para resumir lo que creía que pensaban Bush y Blair pocos días antes de la invasión, dijo: «Creo que las intenciones del Sr. Blair son honorables pero equivocadas e insensatas, y las del Sr. Bush son deshonrosas e insensatas». Mientras la bomba de tiempo de la guerra seguía haciendo tictac, él seguía hablando con la esperanza de que el primer ministro entrara en razón: «Si lo estuviera descartando, no estaría aquí. Si pensara que ese hombre no escucha a nadie, no estaría aquí», dijo a HARDtalk.
Tras el inicio de la invasión en marzo de 2003, más músicos alzaron su voz. Iconos de la música británica como David Bowie y Paul McCartney contribuyeron a una compilación de War Child para recaudar fondos para las víctimas; ambos músicos vertieron críticas sobre el enfoque y la gestión de la guerra por parte de la coalición. Un año después del inicio de la invasión, Bush y Blair se daban palmaditas en la espalda mientras se preparaban para entregar el poder a un gobierno provisional iraquí. Mientras promocionaba su quinto y último álbum, «Patience», la MTV preguntó a Michael por qué había adoptado la postura que adoptó, y si aún podía haber esperanza.
Es fácil sentirse abatido por lo que está pasando, pero hay que tener esperanza (…) Creo que la gente es más políticamente consciente en este momento que en ningún otro que yo recuerde… Al menos, lo que ha pasado ha sido positivo en ese sentido.
Hoy, mientras Israel continúa desencadenando un genocidio en Gaza, el público británico deja en claro el horror que siente ante la complicidad de su gobierno en la embestida israelí, asistiendo a enormes protestas cuya magnitud ha traído a la memoria las celebradas antes de la invasión de Irak.
Ninguna estrella del pop de la talla de Michael se está pronunciando con la tenaz determinación que él demostró. Algunos publican mensajes en las redes sociales o intervienen esporádicamente en alguna gala de premios; otros han permanecido en silencio o incluso han publicado mensajes de apoyo a Israel, mientras que los activistas palestinos de Estados Unidos y Europa son cada vez más silenciados. Son varias las personas famosas que alegan con falsa humildad que guardan silencio porque no saben lo suficiente sobre Palestina como para pronunciarse sobre el tema. Con su ferviente oposición a la guerra de Irak, George Michael demostró que esa no es excusa suficiente.