Rusia tenía una población de más de 165 millones en 1917, mientras que Petrogrado tenía una población de 2,7 millones. Petrogrado tenía aproximadamente 390.000 obreros, de los cuales alrededor de un tercio eran mujeres, y la guarnición de Petrogrado abarcaba entre 215.000 y 300.000 soldados, a los que deberían agregarse los alrededor de 30.000 marineros y soldados de la base naval de Kronstadt, en la cercana isla Kotlin.
Después de la Revolución de Febrero, que dio como resultado la abdicación del zar Nicolás II, los soviets, bajo la dirección de los mencheviques y socialistas revolucionarios, cedieron graciosamente el poder a un Gobierno Provisional burgués no electo que continuaba la guerra imperialista y posponía la reforma agraria hasta la elección de una Asamblea Constituyente en un futuro indefinido.
Sin embargo, dado que los mismos soviets habían ordenado la elección de comités de soldados en el ejército y les habían dado instrucciones de desobedecer todas las órdenes de los oficiales contrarias a los decretos emitidos por el Soviet de Diputados de los Trabajadores y de los Soldados, el resultado final fue la temblorosa estructura de doble poder, signada por constantes crisis gubernamentales.
La primera de dichas crisis, sobre la continuación de la participación de Rusia en la guerra imperialista, estalló en abril de 1917 y resultó en la expulsión del Gobierno Provisional de los principales líderes políticos burgueses, Pavel Miliukov del Partido Kadete (Partido Constitucional Demócrata) y de Alexander Guchkov, del Partido «Octobrista».
La crisis de abril proporcionó una prueba evidente de la impotencia del Gobierno Provisional en la guarnición de Petrogrado, porque las tropas respondieron a la autoridad del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado en lugar de responder al General Kornilov, entonces comandante del Distrito Militar de Petrogrado.
La crisis de abril derribó al Primer Gobierno Provisional y dio lugar a la formación de un segundo gobierno, que fue también el Primer Gobierno de Coalición, y que incluía nueve ministros de los partidos burgueses y seis de los partidos «socialistas».
El Primer Ministro y Ministro del Interior seguía siendo un príncipe con el nombre de Georgy Lvov, pero la estrella ascendente y candidato a Bonaparte era el Ministro de Guerra y de la Marina de Guerra Alexander Kerensky, miembro de la organización trudovique (una escisión de los socialistas revolucionarios que se opuso al boicot por éstos de las elecciones a la Primera Duma).
El gabinete también incluía a los mencheviques Irakli Tsereteli como Ministro de Correos y Telégrafos y a Mijail Skobelev como Ministro de Trabajo, así como al «teórico» de los socialistas revolucionarios, Víctor Chernov, como Ministro de Agricultura, y a su compañero de partido Pavel Pereverzev como Ministro de Justicia.
El Partido Bolchevique a mediados de 1917
El partido bolchevique experimentó múltiples sacudidas de febrero a junio de 1917. Inicialmente se opuso a las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer que condujeron al estallido de la Revolución de Febrero (el 23 de febrero en el calendario Juliano era el 8 de marzo en el calendario gregoriano), luego experimentó un agudo giro a la derecha a mediados de marzo, cuando el trío formado por Kamenev, Stalin y Muranov regresó de Siberia y tomó el control del órgano partidario, Pravda, que comenzó a abogar por un apoyo crítico al gobierno provisional, el rechazo de la consigna «Abajo la guerra» y el fin de las actividades desorganizadoras en el frente.
Esta posición contrastaba fuertemente con las opiniones expresadas por Lenin en sus «Cartas desde lejos», y por lo tanto no es sorprendente que Pravda publicara solo la primera de ellas, y además censurada. Según el testimonio de Alexander Shlyapnikov:
El día de la primera edición de «Pravda reformado» —el 15 de marzo— fue un día de júbilo para los defensistas. El conjunto del Palacio Táuride, desde los miembros del Comité de la Duma al Comité Ejecutivo del Soviet —el corazón mismo de la democracia revolucionaria— se llenó con la misma noticia: la victoria de los bolcheviques moderados y razonables sobre los extremistas. En el Comité Ejecutivo del Soviet nos recibieron con sonrisas venenosas.
Fue la primera y única vez que Pravda recibió la aprobación del ala defensista, incluso de los más reaccionarios. Cuando ese número de Pravda fue recibido en las fábricas, causó perplejidad entre los miembros y simpatizantes de nuestro partido y satisfacción entre nuestros oponentes más virulentos. El Comité de Petrogrado, el Buró del Comité Central y el Consejo Editorial de Pravda recibieron muchas interpelaciones (¿qué estaba pasando? ¿Por qué nuestro periódico renunciaba a la línea bolchevique y tomaba la ruta defensista?). Pero el Comité de Petrogrado, al igual que toda la organización, estaba sorprendido por este golpe de timón y, profundamente indignado, culpaba al Buró del Comité Central. El resentimiento en los barrios obreros era muy grande, y cuando los proletarios se enteraron de que Pravda había sido capturado por los tres exlíderes recién llegados de Siberia [Kamenev, Stalin y Muranov], exigieron su expulsión del partido.
Tales eran los puntos de vista de los dirigentes bolcheviques en Petrogrado, cuando el 3 de abril Lenin llegó a la estación Finlandia y al día siguiente presentó ante los delegados bolcheviques a la Conferencia Panrusa de Soviets de Diputados de Obreros y Soldados su famosa «Tesis», las cuales, en contraste con la posición de Kamenev-Stalin sobre la guerra, reafirmaban el llamado anterior de Lenin de rechazar totalmente el «defensismo revolucionario» y abogaban por la fraternización en el frente, adoptando las perspectivas de Trotsky y caracterizando al «momento actual» como una transición entre la primera etapa «liberal-burguesa» de la revolución y la segunda etapa «socialista», durante la cual el poder sería transferido a manos del proletariado.
En cuanto al Gobierno Provisional, las tesis de Lenin rechazaban la fórmula de «apoyo limitado» de Stalin-Kamenev y pedían en cambio el rechazo total del Gobierno Provisional, descontando como absurda la posibilidad de reunificación con los mencheviques. El principal eslogan bolchevique desde entonces sería la transferencia de todo el poder a los soviets, lo que daría como resultado el armamento del pueblo, la abolición de la policía, el ejército y la burocracia estatal, la confiscación de todas las propiedades de los terratenientes y la transferencia del control sobre la producción y distribución de bienes a manos de los trabajadores. En la Séptima Conferencia de Rusia del POSDR(b), que se reunió en Petrogrado del 24 al 29 de abril, las posiciones de Lenin sobre el Gobierno Provisional y sobre la guerra obtuvieron el apoyo de la mayoría.
Los miembros del Partido Bolchevique en el momento del derrocamiento del zar eran muy escasos. En febrero había unos 2.000 bolcheviques en Petrogrado, es decir, los bolcheviques constituían entonces alrededor del 0,5 por ciento de la clase obrera industrial de la capital.
En la apertura de la Conferencia de abril, la afiliación al partido de la ciudad había aumentado a 16.000. A finales de junio había llegado a 32.000, mientras que 2.000 soldados de la guarnición se habían unido a la Organización Militar Bolchevique y 4.000 soldados se habían asociado al «Club Pravda», un club «no partidario» de personal militar operado por la Organización Militar Bolchevique.
Este crecimiento masivo de la militancia partidaria fue acompañado por una transformación en la composición de la organización partidaria de Petrogrado, cuyas filas se inflaron con reclutas impetuosos que sabían poco de marxismo y estaban sobre todo sedientos de acción revolucionaria.
A este reclutamiento sobre una base individual debe agregarse la incorporación al Partido Bolchevique de organizaciones prexistentes. El 4 (17) de mayo, un día antes de la formación del Gobierno de la Primera Coalición, León Trotsky regresó del exilio. Sus posiciones ahora coincidían con las de Lenin, y por lo tanto comenzó a trabajar con el Partido Bolchevique junto con su organización, la «Organización Interdistrito» de Petrogrado, un grupo de unos 4.000 militantes formado en noviembre de 1913 que se fusionó con el Partido Bolchevique en su sexto congreso, celebrado a fines de julio y principios de agosto de 1917.
Pero, no obstante el crecimiento exponencial de la afiliación partidaria, los bolcheviques todavía eran una minoría relativamente pequeña dentro del país a mediados de 1917: los bolcheviques obtuvieron el 9,63 por ciento de los delegados en el Primer Congreso Panruso de Soviets de Diputados Obreros y Soldados que se reunió en Petrogrado del 3 de junio al 24 de junio de 1917. Este congreso nacional soviético incluyó 1.090 delegados, 822 de ellos con derecho a voto, lo cuales representaban a 305 soviets de trabajadores, soldados y campesinos, y a 53 soviets regionales, provinciales y de distrito. La distribución de los delegados por partido era la siguiente: 285 socialistas revolucionarios, 248 mencheviques, 105 bolcheviques, 32 mencheviques internacionalistas y otros.
En dicha época existían en Petrogrado tres organizaciones distintas del Partido Bolchevique: el Comité Central de nueve hombres, elegido a fines de abril de 1917; la Organización Militar, bajo la dirección de N.I. Podvoiski y V.I. Nevsky; y el Comité de Petersburgo, cada una de ellas con sus propias responsabilidades. Dichas organizaciones sometían al partido a presiones diferentes y a veces conflictivas. El Comité Central, que tenía que tomar en consideración la situación de todo el país, debía a menudo contener a las organizaciones más radicalizadas de la capital.
Preparando el escenario
Una manifestación armada prevista para el 10 de junio por iniciativa de la Organización Militar bolchevique como expresión de oposición masiva a los preparativos del Gobierno Provisional para una ofensiva militar, y en particular a los intentos de Kerensky de reinstaurar la disciplina militar y a las crecientes amenazas de traslados al frente, tuvo que ser cancelada a último momento debido a la oposición del Congreso de los Soviets. En el momento de la abortada manifestación del 10 de junio, algunos elementos del Partido Bolchevique, particularmente en el Comité de Petersburgo y en la Organización Militar (en contraposición al Comité Central y a Lenin), la consideraron una oportunidad potencial para un levantamiento en la capital.
Lenin tuvo que comparecer en una reunión de emergencia del Comité de Petersburgo celebrada el 11 de junio a fin de defender la decisión del Comité Central de cancelar la manifestación armada. Explicó que el Comité Central no podría haber actuado de otra manera debido a la orden formal del Soviet que prohibía la manifestación y porque habían sabido de fuentes confiables que la contrarrevolución pretendía hacer uso de la manifestación. Lenin agregó:
Incluso en la guerra a veces sucede que las ofensivas programadas deben ser canceladas por razones estratégicas, y es tanto más probable que esto ocurra en la guerra de clases. (…) Es necesario analizar la situación y ser audaz en las decisiones.
Después de la cancelación de la manifestación del 10 de junio, el Congreso de los Soviets decidió organizar una marcha propia el domingo 18 de junio, en la que todas las unidades militares de la guarnición de Petrogrado debían tomar parte sin armas. Los bolcheviques convirtieron esta idea mal concebida en una masiva manifestación de oposición al Gobierno Provisional, con más de 400.000 participantes.
En sus memorias de la Revolución Rusa, Sujanov recuerda:
Todos los trabajadores y soldados de Petersburgo participaron en ella. Pero ¿cuál era el carácter político de la manifestación? «Bolcheviques», comenté, mirando las consignas, «y detrás de ellos hay otra columna bolchevique» (…). «¡Todo el Poder a los Soviets!», «¡Abajo los diez ministros capitalistas!», «¡Paz a las chozas, guerra a los palacios!»: de esta manera robusta y pesada, el trabajador-campesino de Petersburgo, vanguardia de la revolución rusa y mundial, expresaba su voluntad. La situación era absolutamente inequívoca. Aquí y allá, la cadena de banderas y columnas bolcheviques era interrumpida por consignas soviéticas oficiales y de los Socialistas Revolucionarios. Pero estas estaban sumergidas en la masa; parecían ser excepciones que confirmaban la regla. Una y otra vez, como un inmutable invocación saliendo de las profundidades de la capital revolucionaria, como el propio destino, como la madera fatal de Birnam, avanzaban hacia nosotros: «¡Todo el Poder a los Soviets!», «¡Abajo los diez ministros capitalistas!».
La abortada manifestación del 10 de junio había sido planificada por los bolcheviques junto con la Federación de Anarquistas-Comunistas de Petrogrado, una de las dos principales organizaciones anarquistas que operaban en Petrogrado en el verano de 1917, siendo los anarcosindicalistas el segundo grupo.
En su planificación para la manifestación de junio de 18, el «Comité Revolucionario Provisional» anarquista, acuartelado en la mansión de Durnovo, decidió ser más audaz que los bolcheviques. Irrumpiendo en la prisión de Vyborg, liberaron a F.P. Jaustov, el editor del periódico de la Organización Militar bolchevique en la primera línea, Okopnaia Pravda. En respuesta, el 19 de junio el Gobierno Provisional organizó una incursión en la mansión de Durnovo, matando a Asnin, uno de los líderes anarquistas-comunistas.
Esto, junto con la ofensiva de julio lanzada por Kerensky y la recepción por parte de varios regimientos de la guarnición de Petrogrado de órdenes de entregar armas y hombres, condujo al surgimiento de disturbios entre los soldados y al aumento de la tensión en las unidades militares, particularmente en el Primer Regimiento de Ametralladoras, en el que planes para que un levantamiento inmediato, avivado por los Anarquistas-Comunistas, fueron esbozados ya el 1 de julio.
En la Conferencia Rusa de Organizaciones Militares Bolcheviques, los 107 delegados, que representaban a 26.000 miembros del partido (en su mayoría soldados que se habían unido al partido en 1917), fueron advertidos de no caer en el juego del gobierno, que intentaba empujarlos a una sublevación desorganizada y prematura. En su discurso de Lenin el 20 de junio hizo la siguiente advertencia:
Debemos ser especialmente atentos y cuidadosos para no ser caer en una provocación (…). Un movimiento equivocado de nuestra parte puede arruinarlo todo. (…) Si pudiéramos ahora tomar el poder, es ingenuo pensar que habiéndolo tomado podríamos conservarlo.
Hemos dicho más de una vez que la única forma posible de gobierno revolucionario es un Soviet de diputados obreros, soldados y campesinos.
¿Cuál es el peso exacto de nuestra fracción en el Soviet? Incluso en los Soviets de ambas capitales, para no hablar de los otros, somos una minoría insignificante. ¿Y qué demuestra este hecho? No se puede dejar de lado. Muestra que la mayoría de las masas está vacilando pero todavía cree en los socialistas revolucionarios y los mencheviques.
Este es un hecho básico, y determina el comportamiento de nuestro partido. ¿Cómo podemos empujar a la pequeña burguesía a tomar el poder, si esta pequeña burguesía ya es capaz de hacerlo pero no quiere tomarlo?
No, para tomar el poder seriamente (no mediante métodos blanquistas) el partido proletario debe luchar por la influencia dentro del Soviet, paciente, inquebrantablemente, explicando a las masas día a día el error de sus ilusiones pequeñoburguesas.
Lenin retomó esta idea al día siguiente en un editorial sobre la ofensiva de Kerensky publicado en Pravda:
El ejército marchó a la muerte porque creía que estaba haciendo sacrificios por la libertad, la revolución y la paz temprana.
Pero el ejército lo hizo porque es solo una parte del pueblo, que en esta etapa de la revolución está siguiendo a los partidos socialista revolucionario y menchevique. Este hecho general y básico, la confianza de la mayoría en la política pequeñoburguesa de los mencheviques y los socialistas revolucionarios, que dependen de los capitalistas, determina la posición y la conducta de nuestro partido.
Seguiremos esforzándonos por exponer la política gubernamental, advirtiendo resueltamente a los obreros y soldados, como en el pasado, que no deben centrar sus esperanzas en acciones descoordinadas y desorganizadas.
Pero, en palabras de Trotsky, los obreros y los soldados «recordaban que en febrero sus líderes habían estado dispuestos a batirse en retirada justo en vísperas de la victoria; que en marzo la jornada de ocho horas había sido obtenida por la acción de abajo; que en abril Miliukov había sido expulsado por regimientos que salieron a la calle por iniciativa propia. El recuerdo de estos hechos acentuaba el humor tenso e impaciente de las masas».
Entre los dirigentes a nivel de unidad de la Organización Militar de Petrogrado, el sentimiento en este momento estaba fuertemente a favor de una acción directa inmediata contra el Gobierno Provisional, y muchos miembros del Partido Bolchevique a nivel de distrito ya consideraban inevitable e incluso deseable un levantamiento temprano. La divergencia entre el Comité Central y la Organización Militar en su estimación de la situación revolucionaria y de la fuerza del partido se reflejó en sus respectivos órganos, Pravda y Soldatskaia Pravda.
Justo cuando la ofensiva estaba a punto de colapsar, el Gobierno Provisional experimentó una crisis en torno a Ucrania: cuatro ministros del partido Kadete dejaron la coalición en protesta contra el compromiso alcanzado entre Kerensky y la Rada Central en Kiev sobre la autodeterminación de Ucrania.
La abrupta deserción de los Kadetes dejó al Gobierno Provisional, compuesto ahora de seis ministros «socialistas» y solo cinco «capitalistas», en una posición desorganizada y completamente vulnerable en vísperas de las Jornadas de Julio. Y en el transcurso mismo de las Jornadas de Julio los bolcheviques obtuvieron la mayoría en la sección obrera del Soviet de Petrogrado, un testimonio de su creciente influencia entre las masas.
El levantamiento del 3 de julio de 1917 en Petrogrado
La serie de acontecimientos conocidos como las Jornadas de Julio comenzó con una rebelión del Primer Regimiento de Ametralladoras, apoyada por varias otras unidades militares, el 3 de julio. El estallido del levantamiento encontró a los bolcheviques en la capital celebrando su Segunda Conferencia de la Ciudad de Petrogrado, que se inauguró el 1 de julio en la mansión Kshesinskaia, la sede de los bolcheviques.
Fue solo a último momento que el Comité Central decidió unirse al movimiento, cuando quedó claro que varios regimientos, apoyados por masas de obreros, ya estaban en la calle y que los bolcheviques en todas partes participaban en la manifestación. Se aprobó la recomendación de que las manifestaciones callejeras continuaran el día siguiente bajo los auspicios bolcheviques, pero, aunque se entendía que las manifestaciones estarían armadas, no se dijo nada sobre un levantamiento armado ni sobre la ocupación de edificios gubernamentales. En cambio, la resolución oficial pedía «la transferencia del poder al Soviet de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos».
Así, la Organización Militar Bolchevique asumió el liderazgo de un movimiento callejero que originalmente se había desarrollado fuera de su control. Por otra parte, la erupción de la revuelta desbarató al Partido Bolchevique: aquellos de sus agitadores que obedecían las directrices del Comité Central e intentaban posponer un levantamiento a menudo se encontraron en conflicto, en lugares como la fábrica Putilov y la base naval de Kronstadt, con otros miembros del partido, en particular los pertenecientes a la Organización Militar y al Comité de Petersburgo, que favorecían un levantamiento.
Un partido revolucionario inevitablemente experimenta un crecimiento exponencial durante una revolución: hemos visto que durante el período considerado el Partido Bolchevique en Petrogrado creció 1.600%, desde apenas 2.000 miembros a finales de febrero a 32.000 miembros a finales de junio.
En dichas circunstancias, un partido está casi inevitablemente sujeto a presiones sin precedentes, que se manifiestan con diferentes grados de intensidad en los diferentes órganos del partido, dando lugar a un desorden potencial en momentos críticos. Ningún método organizativo, por más «leninista» que sea, puede evitar que esto ocurra de antemano; el resultado de tales eventos depende de un conjunto de circunstancias, entre las cuales la confianza obtenida por el liderazgo del partido entre sus miembros durante un largo período de tiempo no es la menos significativa.
Esta es la razón por la que la construcción de un partido revolucionario no es una tarea que se pueda emprender en el curso de los acontecimientos revolucionarios mismos, como lo demostrarían posteriormente, por la negativa, los acontecimientos de la Revolución alemana.
Los manifestantes armados del 3 de julio, después de un intento infructuoso de detener a Kerensky, se trasladaron al Palacio Táuride, sede del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, con la intención de obligarlo a tomar el poder de manos del Gobierno Provisional. La multitud, estimada en sesenta a setenta mil personas, abrumó las defensas y presentó su exigencia de que todo el poder se transfiriera a los soviets, solo se encontró con una negativa cerrada.
Trotsky capturó la ironía del momento cuando observó que, mientras cientos de miles de manifestantes exigían la transferencia del poder a los líderes de los soviets, éstos buscaban fuerzas armadas para emplear contra los manifestantes. Los mencheviques y los socialistas revolucionarios, después de haber recibido el poder de los obreros y soldados luego de la revolución de febrero, trataban de entregárselo a la burguesía imperialista contra la voluntad de las masas, prefiriendo una guerra civil contra el pueblo a una transferencia sin sangre del poder a sus propias manos.
Cuando los manifestantes de julio se encontraron ante la negativa frontal de los dirigentes soviéticos a prescindir de sus aliados capitalistas (la mayoría de los cuales habían dejado al gobierno por su cuenta) en nombre de la «democracia», la situación llegó a un punto muerto.
«¡Toma el poder, hijo de puta, cuando te lo dan!»
Al día siguiente, 4 de julio, Lenin llegó a Petrogrado desde Finlandia y se dirigió a la mansión Kshesinskaia, donde pronto tuvo que enfrentarse a los marineros de la base naval de Kronstadt, que habían venido armados en una flotilla hacia la capital. El último discurso público de Lenin hasta después de la revolución de Octubre no fue lo que los marineros esperaban escuchar: puso énfasis en la necesidad de una manifestación pacífica, expresó la certeza de que el lema «Todo el poder a los Soviets» eventualmente prevalecería y concluyó pidiendo a los marineros autocontrol, determinación y vigilancia.
De este modo, los acontecimientos de las Jornadas de Julio muestran al Comité Central bolchevique, y particularmente a Lenin, en un rol muy inusual: intentando impedir un levantamiento prematuro en la capital que, de haber tenido éxito, podría haber llevado al aislamiento de los bolcheviques y al eventual aplastamiento de la Revolución Rusa, como ocurrió con la Comuna de París en 1871 y con el Levantamiento Espartaquista en Berlín en enero de 1919.
Una procesión armada de unos sesenta mil hombres se dirigió hacia el Palacio Táuride, solo para ser emboscada por un francotirador en la esquina de las calles Nevsky y Liteiny, y de nuevo en la esquina de las calles Liteiny y Panteleimonov. Pero la mayor cantidad de bajas resultó de enfrentamientos con dos escuadrones de cosacos, los cuales incluso emplearon artillería contra los manifestantes. Para entonces los manifestantes ya habían acumulado varias docenas de muertos y heridos.
Fue después de estas batallas campales que los marineros de Kronstadt, encabezados por el bolchevique Raskolnikov, llegaron al Palacio Táuride, donde fueron recibidos por los soldados del Primer Regimiento de Ametralladoras.
Y aquí, en el Palacio Táuride, sede de la dirección soviética, tuvo lugar uno de los acontecimientos más dramáticos y tragicómicos de la época: el Ministro de Agricultura, el «teórico» de los socialistas revolucionarios, Victor Chernov, fue enviado por los líderes soviéticos para calmar a los manifestantes. Chernov fue arrastrado por la muchedumbre, y un trabajador sacudió su puño ante su cara diciendo: «¡Toma el poder, hijo de puta, cuando te lo dan!».
Chernov fue declarado bajo arresto, llevado a un coche cercano y finalmente salvado solo por la oportuna intervención de Trotsky, quien con extrema dificultad persuadió a los manifestantes para que lo liberaran. Sujanov describió la escena en las siguientes palabras:
La turba estaba en un estado de excitación hasta donde alcanzaba la vista. (…) Todo Kronstadt conocía a Trotsky, y se habría pensado que confiaban en él. Pero Trotsky empezó a hablar y la multitud no se calmó. Si en ese momento se hubiera disparado un tiro por provocación, habría podido ocurrir una tremenda matanza y todos nosotros, tal vez también Trotsky, podríamos haber sido destrozados. Trotsky, excitado y sin encontrar palabras en esta atmósfera salvaje, apenas podía hacer que las filas más cercanas lo escucharan. (…) Cuando trató de liberar a Chernov, encontró una viva resistencia. «Has venido a declarar tu voluntad y a mostrar al Soviet que la clase obrera ya no quiere ver a la burguesía en el poder» (declaró Trotsky). «Pero, ¿por qué herir a tu propia causa con pequeños actos de violencia contra individuos casuales? (…) Cada uno de ustedes ha demostrado su devoción a la revolución. Cada uno de ustedes está dispuesto a dar su vida por ella. Yo sé eso. ¡Dame la mano, compañero! ¡Tu mano, hermano!». Trotsky estiró la mano hacia un marinero que protestaba con especial violencia. Pero éste se negó a responder (…) Me pareció que el marinero, que debía haber oído más de una vez a Trotsky en Kronstadt, ahora tenía una sensación real de que era un traidor: recordaba sus discursos anteriores y estaba confundido. No sabiendo qué hacer, los marineros de Kronstadt liberaron a Chernov.
Chernov regresó al Palacio Táuride y se tomó la revancha escribiendo ocho editoriales contra los bolcheviques, de las cuales el periódico socialista revolucionario, Delo nadora, finalmente publicó cuatro. Pero el Gobierno Provisional en su conjunto, uno de cuyos ministros era Chernov, se vengó de los bolcheviques al día siguiente de una manera mucho más pérfida: lanzando, por iniciativa del Ministro de Justicia P.N. Pereverzev, una campaña de calumnias que describía a Lenin (a quien se había permitido llegar a Rusia viajando por Alemania en un coche sellado) como agente del Estado Mayor alemán.
Triunfo temporal de la reacción
El 5 de julio, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets y los funcionarios del Distrito Militar de Petrogrado lanzaron una operación militar para retomar el control en la capital. Las tropas leales al gobierno ocuparon la mansión Kchesinskaia y destruyeron la planta editorial de Pravda. Lenin, que había decidido ocultarse, se les escapó por poco.
Es inútil especular si de haber sido capturado habría sufrido el mismo destino que Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht después de la Revuelta Espartaquista, pero una pista sobre lo que podría haberle sucedido es ofrecida por la caricatura publicada en el periódico de derecha Petrogradskaia Gazeta dos días más tarde:
Tropas leales al gobierno también ocuparon la fortaleza de Pedro y Pablo, abandonada por los soldados del Primer Regimiento de Ametralladoras a instancias de la Organización Militar bolchevique. El Comité Central bolchevique también instruyó a sus seguidores para que pusieran fin a las manifestaciones callejeras, invitando a los trabajadores a volver a trabajar y a los soldados a regresar a sus cuarteles.
Mientras tanto, el Gobierno Provisional ordenó la detención de los principales líderes bolcheviques tales como Lenin, Zinoviev (que también pasó a la clandestinidad) y Kamenev, y de los jefes de la Organización Interdistrital Lunacharsky y Trotsky. Aunque algunos de los detenidos, como Trotsky, salieron de la prisión durante el golpe de Kornilov para organizar la resistencia obrera, otros solo serían liberados por la Revolución de Octubre.
Así terminaron las Jornadas de Julio, las cuales fueron, en palabras de Lenin, «mucho más que una demostración y algo menos que una revolución».
Sin embargo, aunque algunos de los principales sus líderes tuvieron que pasar a la clandestinidad y sus periódicos Pravda, Soldatskaia Pravda, y Pravdy Golos fueron clausurados, el retroceso experimentado por el Partido Bolchevique fue de corta duración. El colapso de la ofensiva del Undécimo Ejército en el frente del suroeste ante un masivo contraataque de los ejércitos austro-alemanes y el deterioro de la situación económica hicieron que las consignas bolcheviques conservaran toda su validez.
En consecuencia, los periódicos bolcheviques pronto reaparecieron con títulos ligeramente alterados y los comités del partido también volvieron a ponerse rápidamente de pie. El desarme de las unidades rebeldes ordenado por el gobierno provisional era más fácil de decir que de hacer, y pronto el aplastamiento del golpe de Kornilov en agosto de 1917 revirtió la situación y creó las condiciones para el éxito de la insurrección organizada por los bolcheviques para tomar el poder.
¿Cuáles fueron las lecciones de las Jornadas de Julio para el Partido Bolchevique? Según el libro magistral del que tomamos la mayor parte de los datos de este ensayo, Prelude to Revolution: The Petrograd Bolsheviks and the July 1917 Uprising de Alexander Rabinowitch: