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Luiz Inácio Lula da Silva se dirige a sus partidarios durante un mitin en la recta final de la campaña el 24 de septiembre de 2022 en Sao Paulo. (Foto: Alexandre Schneider / Getty Images)

La victoria de Lula es un ejemplo de solidaridad

La histórica victoria de Lula, impensable hace apenas dos años, no podría haber ocurrido sin que millones de personas lucharan por ella. En tanto los partidarios de Bolsonaro se niegan a aceptar su derrota, la movilización será clave para asegurar la democracia.

Ediane Maria Nascimento habla con confianza, no nacida de la grandeza sino de la gratitud. Con una amplia sonrisa y los brazos a la espalda, agradece a todos los que se han reunido en São Paulo para hacer campaña por Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales. A Ediane se le habría perdonado cualquier petulancia, ya que ha hecho lo que Lula no pudo hacer tres semanas antes: ganar unas elecciones a la primera.

El 2 de octubre no solo se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales. También fue la fecha de las elecciones generales, en las que los miembros del Congreso Nacional y de las asambleas legislativas se presentaron como candidatos en todo el país. Y supuso la primera elección de una trabajadora doméstica para la legislatura del estado de Sao Paulo. Ediane, una mujer negra del estado nororiental de Pernambuco, había trabajado toda su vida como empleada doméstica mientras criaba sola a sus cuatro hijos. «Mi madre era una empleada doméstica, yo era una empleada doméstica. Mi hija rompió el ciclo, y ahora yo también».

Ediane fue una de las varias mujeres de origen étnico minoritario que hicieron historia ese día. Otras fueron Sônia Guajajara —una mujer indígena que, como Ediane, se presentó con éxito como candidata del Partido Socialismo y Libertad (PSOL)— y Danieli Balbi (una mujer negra transexual que representaba al Partido Comunista de Brasil). Tanto el PSOL como el Partido Comunista eran dos de los diez partidos políticos que se habían unido en torno a Lula, incluyendo su propio Partido de los Trabajadores (PT), el Partido Verde y el Movimiento Democrático Brasileño.

La campaña de Lula fue mucho más que una coalición de partidos políticos. Bajo el sol de Brasil, Ediane no llevaba ropa del PSOL. En su lugar, su camiseta roja estaba adornada con un logotipo de cuatro letras: MTST. Ediane es líder del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo. El grupo, fundado en 1984, utiliza diversos métodos —desde la organización de ocupaciones ilegales hasta la presión sobre los legisladores— para enfrentarse al modelo de vivienda neoliberal de Brasil y aumentar la oferta de viviendas sociales. El MTST es uno de los innumerables movimientos sociales que, al igual que la coalición de partidos políticos, se han unido a Lula. Otro es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que lucha por el acceso a la tierra de los trabajadores pobres. Y también está la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), que busca promover los derechos, proteger las tierras y fortalecer la unión de los pueblos indígenas. Su líder no es otra que Sônia Guajajara.

El domingo, Lula fue elegido presidente de Brasil. Se ha hablado mucho de su asombroso regreso político. De hecho, la idea de que Lula ganara las elecciones de 2022 era impensable hace tan solo dos años, cuando aún cumplía una condena injusta en prisión por corrupción. La valiente negativa de Lula a dejar que el Estado brasileño lo «entierre vivo» es notable. Sin embargo, sin el apoyo de movimientos sociales como el MTST, el MST y la APIB, su valor no habría servido de nada. Como el propio Lula reconoció en su discurso de victoria, este no fue un triunfo de él. Fue un triunfo de un «movimiento democrático que se formó por encima de partidos políticos, intereses personales e ideologías». Lula ganó con el apoyo de una coalición de partidos políticos, sindicatos y movimientos sociales que reunieron a millones de trabajadores, indígenas y comunidades marginadas.

Este triunfo no se produjo de la noche a la mañana. Antes de la victoria del lunes hubo una exitosa batalla legal para restablecer los derechos civiles de Lula, llevada a cabo por aquellos que se preocupaban por el debido proceso. Gracias a personas como Geoffrey Robertson KC y John Watts se permitió a Lula presentarse en 2022, anulando con éxito su condena el año anterior. Antes de esta batalla legal estuvo la fundación del PT en 1980. Antes de eso hubo décadas de trabajo organizado; la Confederación Brasileña de Trabajadores se creó en 1906 a raíz de una huelga de veintiséis días en una fábrica de ropa en Río de Janeiro. Puede que Lula se declarara victorioso el 2 de octubre de 2022, pero estaba recogiendo el botín de una campaña que llevaba décadas ganando y perdiendo.

En 2022, esta campaña se unió en torno a una plataforma transformadora para derrotar al fascismo, asegurar la justicia social y salvar el futuro de nuestro planeta. La plataforma de Lula ofrecía una alternativa al empobrecimiento, al odio y al ecocidio: impuestos sobre la riqueza, condonación de la deuda, igualdad salarial entre hombres y mujeres, viviendas más asequibles, aumento del salario mínimo, un programa de reducción masiva de la pobreza, protección de la tierra, la lengua y los derechos de los indígenas y el fin de la deforestación. Estos fueron los compromisos que reiteró en su discurso de victoria. Quizás la parte más significativa de su discurso llegó al final: Brasil, dijo, no se dejará arrastrar a una nueva Guerra Fría o a una carrera armamentística sin fin. Lula será una voz para la diplomacia en lugar de la guerra; bajo su liderazgo, Brasil se esforzará por fomentar las buenas relaciones con todos los socios mundiales, en aras de la paz internacional.

Una coalición liderada por la izquierda no solo merece el crédito por la elaboración de la plataforma transformadora de Lula. También está llamada a encargarse de su mantenimiento en el poder. Después de todo, la victoria formal en las urnas es solo el comienzo. Al momento de escribir este artículo, Bolsonaro no ha admitido aún su derrota y sus partidarios están bloqueando cientos de carreteras para protestar por el resultado. El resultado del lunes fue una victoria para el movimiento popular de base, aunque una victoria estrecha; y una victoria estrecha sobre una extrema derecha bien financiada y profundamente intolerante. Lula no resistirá solo la ola que se avecina. Necesitará el apoyo continuado de quienes, sobre el terreno, han forjado vínculos comunes más allá de la arquitectura electoral.

Espero, pues, que los que se suben rápidamente al carro de la victoria de Lula presten atención a la fuente de su éxito. El resultado del lunes demuestra que el camino hacia un futuro más verde y justo no pasa por la triangulación, la marginación de la izquierda o los intentos de encantar a los directores generales. Es a través de la movilización de una coalición multirracial de la clase trabajadora, galvanizada por la perspectiva de un gobierno lo suficientemente audaz como para hacer lo necesario para abordar las crisis más importantes de nuestro tiempo.

A medida que más y más personas se ven sumidas en la pobreza, la inseguridad y la marginación, hay una coalición cada vez mayor de activistas, sindicatos y movimientos sociales que reclaman una redistribución masiva de la riqueza, el poder y la propiedad. Algunas de estas redes llevan décadas gestándose. Sería una pena, como mínimo, desperdiciar su energía colectiva poniéndose del lado del statu quo. Como demuestra el éxito de Lula: ¿quién necesita focus groups cuando se tiene solidaridad?

La lucha mundial por el cambio transformador la llevan a cabo personas cuyos nombres quizá nunca conozcamos. Les debemos a todos y cada uno de ellos —nos debemos a todos— la victoria.

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