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Gerrard Winstanley (1609-1676) fue un reformador protestante inglés y activista político durante la época del Protectorado de Oliver Cromwell.

El comunismo cristiano de Gerrard Winstanley

Para el líder de los diggers, Gerrard Winstanley, cualquier cristianismo que se centrara en la salvación individual no tenía fundamento: el mensaje de Cristo era una doctrina revolucionaria que exigía reconstruir la sociedad en aras del interés común.

En el verano de 1918, al acercarse el primer aniversario de la Revolución de Octubre, en Moscú se tomaron medidas para poner en práctica uno de los proyectos favoritos de Lenin: su plan de propaganda monumental. De acuerdo con un decreto emitido el 12 de abril, los símbolos del régimen zarista que habían sobrevivido debían ser eliminados sistemáticamente y se debían instalar monumentos a los pensadores y activistas revolucionarios del pasado a lo largo de las principales rutas de la metrópolis. Se establecieron planes similares para Petrogrado. Entre los antiguos símbolos zaristas que se enfrentaban a la destrucción se encontraba un gran obelisco de granito que ocupaba un lugar destacado en los Jardines de Alejandro, junto al Kremlin, y que había sido erigido en 1913 para conmemorar los 300 años de gobierno de los Romanov. Fue Lenin quien tomó la decisión de salvar el obelisco, pensando que su reutilización era preferible a la demolición.

A medida que se intensificaba la guerra civil en Rusia, las obras de los nuevos monumentos habían resultado mucho más difíciles de lo esperado, y era evidente que pocos estarían listos para las celebraciones del primer aniversario. Tenía sentido reciclar un monumento más antiguo, aun a riesgo de disgustar a los artistas y escultores de vanguardia de Moscú. El águila bicéfala de los Romanov fue eliminada y se borraron los nombres de los zares; en su lugar se inscribieron los nombres de 19 destacados pensadores revolucionarios. Como era de esperar, Karl Marx y Friedrich Engels encabezaban la lista, pero el octavo nombre era el de «Uinstenli», o Gerrard Winstanley (1609-1676), más conocido como líder de los diggers [cavadores] ingleses del siglo XVII, que en abril de 1649 habían ocupado terrenos baldíos en St George’s Hill, en Surrey, sembrando la tierra con chirivías, zanahorias y judías y declarando su esperanza de que la Tierra se convirtiera pronto en «un tesoro común para todos, sin distinción de personas».

¿Por qué Lenin y sus asociados eligieron a Winstanley como uno de los pensadores cuyo trabajo contribuyó a allanar el camino para las masivas revueltas de octubre de 1917? ¿Qué fue lo que llevó a Winstanley a este panteón de grandes revolucionarios y proporcionó un vínculo, aunque tenue, entre las revoluciones inglesa y rusa? A primera vista, la presencia del nombre de Winstanley parece desconcertante. Winstanley no era especialmente conocido ni siquiera en su época, y ciertamente no fue una de las figuras dominantes de su tiempo.

Su periodo de actividad pública solo duró un breve periodo de cuatro años, de 1648 a 1652, y los diggers estuvieron activos durante poco más de un año antes de que sus colonias en Surrey y otros lugares fueran disueltas, sus cultivos pisoteados y sus casas quemadas. En los dos siglos que siguieron a la muerte de Winstanley, sus escritos solo fueron leídos por un pequeño número de personas, y no fue hasta la última década del siglo XIX cuando su vida y sus obras se hicieron más conocidas y los socialistas llegaron a redescubrir una figura que parecía anticipar muchas de sus propias creencias.

Los cartistas de mediados de siglo habían conocido y alabado al líder nivelador John Lilburne, pero Winstanley se les pasó por alto. Su redescubrimiento llegó demasiado tarde incluso para Marx y Engels, para quienes las ideas de Winstanley eran aparentemente desconocidas. No hay pruebas de que William Morris —el socialista inglés cuyas News from Nowhere parecen indicar un conocimiento de los escritos de Winstanley— haya leído alguna vez una palabra de ellos. Fue Eduard Bernstein quien, en 1895, proporcionó el primer análisis sistemático de las ideas de Winstanley en su contribución a los Die Vorläufer des neueren Sozialismus [Los precursores del socialismo moderno] de Karl Kautsky, permitiendo así a los intelectuales marxistas apreciar por primera vez su importancia.

Winstanley era un pensador religioso y visionario, fuertemente influenciado por los escritos místicos que eran tan populares entre los radicales de la Revolución Inglesa; su obra estaba impregnada de citas bíblicas y compartía plenamente el entusiasmo milenarista de la época. En muchos aspectos había un mundo de diferencia entre él y los marxistas de finales del siglo XIX. Sin embargo, es posible entender cómo estos últimos podrían llegar a interesarse por Winstanley y ver en él un precursor, aunque lejano, de Marx. Los puntos de vista de Winstanley fueron siempre distintivos: eligió utilizar la palabra Razón en lugar de la palabra Dios, insistió en que la humanidad y toda la creación habían sido corrompidas por la codicia, la competitividad y los falsos tratos, y anticipó una época en la que todos llegarían a reconocer la virtud de abandonar la propiedad privada y trabajar en común.

«Inglaterra no será un pueblo libre hasta que los pobres que no tienen tierra tengan licencia gratuita para cavar y trabajar los bienes comunes» —Gerrard Winstanley, 1649.

En los escritos de Winstanley, los marxistas podrían encontrar algunas de las críticas más mordaces de las relaciones sociales contemporáneas que salieron de una pluma del siglo XVII, y habrían reconocido fácilmente la importancia de su visión de que solo una transformación total de la sociedad, llevada a cabo por individuos conocedores y regenerados que trabajen juntos, libraría a la humanidad del sufrimiento y la explotación. Todos los problemas de la sociedad y de la Tierra podían, al parecer, estar relacionados con el aumento de la propiedad privada y el intercambio monetario; la creación de una sociedad sin dinero y sin propiedades no solo era deseable sino inevitable. La próxima transformación —la «restauración de todas las cosas»— sería liberadora para todos, tanto ricos como pobres.

Para los estudiosos de Marx de finales del siglo XIX, la visión de Winstanley de la «comunidad» podría parecer coherente con su comprensión del comunismo, una palabra acuñada por primera vez en su propio siglo. A través de una lectura atenta de Winstanley, también podrían —como hicieron Eduard Bernstein y Georgi Plejanov— detectar intentos rudimentarios de formular conceptos marxianos conocidos, como la alienación y la teoría del valor-trabajo. No es de extrañar que Bernstein, que tanto contribuyó a dar a conocer los escritos de Winstanley, pudiera describirlo en 1895 como muy adelantado a sus contemporáneos y alabar la habilidad con la que establecía conexiones entre las condiciones sociales de su tiempo y sus causas. El atractivo de Winstanley para los marxistas no solo reside en su perspicaz crítica social, sino también en su reconocimiento de la importancia de la agencia y la autoemancipación.

Al igual que muchos radicales del siglo XVII, Winstanley proclamó su preferencia por la acción sobre las palabras, pero mientras algunos abogaban por la ayuda caritativa a los pobres, Winstanley insistía en que los pobres debían asumir la responsabilidad de liberarse de sus cargas. Las acciones de los pobres, al trabajar la tierra en común y negarse a trabajar por cuenta ajena, señalarían los cambios inminentes y ayudarían a introducirlos. Los lectores marxistas de Winstanley, profundamente comprometidos como lo estaban los diggers en las luchas políticas de su tiempo, no encontrarían ninguna dificultad en respaldar la observación de Winstanley de que «la acción es la vida de todos, y si no actúas, no haces nada».

También en sus escritos religiosos Winstanley iba más allá que muchos de sus contemporáneos. Su profundo anticlericalismo iba dirigido no solo contra las instituciones y el personal de la iglesia oficial, sino contra toda la religión organizada, incluidas las sectas radicales. Los marxistas que se encontraron con Winstanley por primera vez agradecerían la feroz crítica de éste a las funciones sociales de la religión y a las versiones del cristianismo que se centraban principalmente en la salvación individual. Para Winstanley, la esencia de la verdadera religión eran las acciones aquí en la tierra, más que cualquier promesa de salvación futura; en consecuencia, la cuestión de la existencia del cielo o el infierno le preocupaba menos.

Aunque la mayoría de los historiadores de hoy en día identificarían la posición religiosa de Winstanley como un ejemplo extremo de creencia en una religión basada en la conducta, es fácil entender por qué los marxistas de principios de siglo podrían verle —al igual que muchos de sus contemporáneos— como un ateo de corazón y como alguien que utilizaba el lenguaje religioso principalmente para encubrir argumentos seculares. En esto, como en tantos otros aspectos, Winstanley podría parecerles uno de los precursores más interesantes del socialismo científico moderno. La verdadera imagen es, por supuesto, más compleja. Incluso en los primeros años tras el redescubrimiento popular de Winstanley, su atractivo parece haber sido tan grande para los anarquistas y libertarios como para los marxistas ortodoxos.

Ya en 1899, el periodista radical y luchador por la tierra Morrison Davidson pudo describir a Winstanley como «nuestro Tolstoi del siglo XVII», y fue solo el primero de muchos en tratar de asociar al digger con una tradición anarquista más que marxista. La disputa por Winstanley entre marxistas y anarquistas continuó durante gran parte del siglo XX. Mientras que a finales de la década de 1940 los intelectuales del Partido Comunista defendían a Winstanley como materialista y partidario de la acción del Estado, George Woodcock podía reivindicarlo en 1944 como un pensador que se anticipó a la idea de apoyo mutuo de Kropotkin «como se anticipó al anarquismo en muchos otros aspectos». George Orwell también creía que el pensamiento de Winstanley «se vincula con el anarquismo más que con el socialismo».

Los académicos no tardaron en considerarlo una figura de especial importancia. El aumento del interés académico moderno por Winstanley se asocia a menudo, con bastante razón, con el trabajo del historiador y marxista Christopher Hill (1912-2003), cuya contribución a nuestra comprensión del fenómeno digger sigue siendo muy influyente. Pero muchos otros historiadores profesionales, de muy diversas opiniones políticas, han contribuido a lo largo de los años a nuestro conocimiento de la vida y las ideas de Winstanley, al igual que destacados literatos, teólogos, historiadores del derecho y politólogos.

De vez en cuando se siguen escuchando voces disidentes, y la atención que los estudiosos dedican a los diggers y a otros radicales de la guerra civil se sigue calificando a veces de «exageradamente desproporcionada». Estos comentarios pueden parecer bastante curiosos y obsoletos hoy en día, un retroceso a la década de 1950, cuando todavía era posible estudiar la historia británica de mediados del siglo XVII a nivel de grado sin escuchar ninguna mención del nombre de Winstanley. Pero está claro que en los círculos académicos el interés por Winstanley nunca ha sido exclusivo de la izquierda. Los grandes historiadores victorianos S.R. Gardiner y C.H. Firth se fijaron en los escritos de Winstanley, mientras que Pérez Zagorin, ciertamente no marxista, pudo en los años 50 alabar a Winstanley como un «genio» y «uno de los pensadores políticos preeminentes de su tiempo». Incluso el temible G.M. Trevelyan se sintió capaz de declarar que Winstanley era del «tipo más atractivo y noble jamás producido por nuestra isla», una figura que bien merecía ser rescatada de la oscuridad en la que los prejuicios del pasado lo habían arrojado escandalosamente.

Winstanley se convirtió en escritor y activista a finales de la década de 1640, tras las guerras civiles de Inglaterra, y su pensamiento solo puede entenderse adecuadamente en el contexto de la crisis política, económica y religiosa de los años de posguerra. El periodo comprendido entre 1640 y 1660 —que abarcó la guerra civil entre el rey y el parlamento, la derrota y ejecución de Carlos I y los experimentos de gobierno sin rey que le siguieron— se conoce hoy en día como la Revolución Inglesa. Fue Christopher Hill quien promovió la opinión de que estas dos décadas fueron testigo del período más significativo de la revolución burguesa en Inglaterra, y gran parte de sus primeras obras se centraron en la naturaleza y la dinámica de esa revolución. Sin embargo, desde una fecha temprana, también reconoció la existencia de una revolución radical no realizada corriendo en paralelo a la triunfante, y fue aquí donde consideró que Winstanley pertenecía.

Cuando Hill llegó a escribir su innovador libro El mundo trastornado [The World Turned Upside Down], publicado en inglés en 1972, sus intereses se habían centrado firmemente en esta «revuelta dentro de la revolución». Entre la multitud de figuras radicales que se analizan en el libro, Winstanley destaca claramente como el auténtico héroe y el verdadero revolucionario. La versión en inglés del libro se reeditó en 1975, lo que contribuyó a que las ideas de Winstanley, situadas en el contexto del fermento radical de las décadas revolucionarias, llegaran a un público mucho más amplio que antes. La propia obra de Winstanley también estuvo disponible por primera vez de forma relativamente barata y accesible, en la edición Pelican Classics de Hill de 1973 de «La ley de la libertad» y otros escritos de Winstanley.

Ambos libros tuvieron una amplia influencia, y a ellos se debe en parte la excepcional fama de la que ha llegado a gozar Winstanley. El cantautor Leon Rosselson recordaba que «se encendió al descubrir a Winstanley» en El mundo trastornado; después de leerlo, buscó otros libros sobre Winstanley y escribió su canción digger «The World Turned Upside Down: Part 2», que se ha convertido en uno de los himnos de protesta más conocidos de los últimos años. Los libros de Hill también fueron muy leídos por los estudiantes de las nuevas universidades británicas creadas en la década de 1960 —donde las ideas radicales ocuparon un lugar destacado en las numerosas «asignaturas especiales» de la Revolución Inglesa creadas por admiradores o antiguos alumnos de Hill— y en Oxford, donde su influencia siguió siendo fuerte incluso después de su retiro.

En Sussex, que se estableció rápidamente como un centro líder en estudios sobre la Revolución Inglesa, dos estudiantes de asignaturas especiales en la década de 1970 quisieron seguir el ejemplo de Winstanley y establecieron su propia comuna. Fue fuera del ámbito académico donde los libros de Hill tuvieron su impacto más directo, y donde el interés por Winstanley ha crecido más rápidamente desde entonces. En las últimas décadas, Winstanley se ha convertido en una de las figuras más celebradas del periodo de la Revolución Inglesa, hoy en día quizá más famosa incluso que los líderes niveladores [levellers]. Se han hecho obras de teatro, dramas televisivos, novelas, canciones y, en el caso de Winstanley, de Kevin Brownlow y Andrew Mollo, una importante película. Los políticos de la izquierda lo han citado a menudo como una figura inspiradora.

Sus ideas y logros han llegado a considerarse especialmente relevantes para los activistas modernos, y los diggers son uno de los grupos históricos con los que más se identifican los activistas de hoy. Desde los Haight-Ashbury Diggers de la década de 1960, pasando por los Hyde Park Diggers y el Digger Action Movement de Gran Bretaña, hasta los activistas de la tierra del siglo XXI, los manifestantes del G20 Meltdown y los activistas del movimiento Occupy, ha habido frecuentes ecos de los escritos de Winstanley en las actividades de los movimientos sociales modernos.

No sabemos cómo considerarán las generaciones futuras a los diggers y si Winstanley conservará su actual y exaltado lugar en la tradición radical y revolucionaria. Pero, al menos de momento, las palabras de la canción de Leon Rosselson (en la más optimista de sus muchas versiones) son válidas: los diggers «se dispersaron, pero la visión aún perdura».

 

El artículo anterior es un extracto del libro de John Gurney Gerrard Winstanley: The Digger’s Life and Legacy (Pluto Books).

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Publicado en Artículos, Gran Bretaña, Historia, homeCentro5, Política and Religión

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