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La ministra de Trabajo y Economía Social y vicepresidenta segunda del Gobierno de España, Yolanda Díaz. (Foto: Ortega.POOL / EUROPA PRESS)

Yolanda Díaz: «es tiempo de ensanchar la democracia»

UNA ENTREVISTA CON

La política española avanza hacia un próximo ciclo electoral, pero también enfrenta un desafiante panorama social. Ante el avance de las derechas y el desánimo general, los intentos de parte de la izquierda por reinventarse y construir desde abajo son más indispensables que nunca.

Entrevista por
Vicente Rubio-Pueyo[1]

La situación política española avanza hacia un próximo ciclo electoral, pero también enfrenta un desafiante panorama económico, social e ideológico a mucho más largo plazo. La legislatura del primer gobierno de coalición de la democracia española, formado entre PSOE-Unidas Podemos, terminará previsiblemente a finales de 2023. Meses antes, en primavera, se celebrarán las elecciones municipales y las autonómicas en la mayor parte del país. La progresiva cercanía de las citas electorales va condicionando poco a poco el comportamiento de los diferentes actores de todo el espectro político, de izquierda a derecha, tanto dentro como fuera del gobierno.

La crisis pandémica primero y los efectos de la invasión rusa en Ucrania después han generado una situación complicada en España, al igual que en el resto de Europa. Con indudables contradicciones, límites y tensiones internas entre los socios gubernamentales, el gobierno español ha desarrollado algunas políticas tendientes a mitigar los efectos de estas múltiples crisis sobre la sociedad. Un ejemplo reciente ha sido el pulso que el gobierno español ha sostenido en las últimas semanas con la Unión Europea por establecer una «excepción ibérica» a la subida de precios de la energía.

Pero si hay una figura en el gobierno que mejor encarna los esfuerzos del gobierno por mitigar los efectos sociales de las últimas crisis es seguramente la de Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social y Vicepresidenta Segunda por Unidas Podemos. Su labor con la gestión de los ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo) logró atenuar el impacto del parón económico de la pandemia para muchas pequeñas y medianas empresas y sus trabajadores.

La reforma laboral impulsada por su ministerio y finalmente aprobada en febrero de este año, supone —con todos los matices y límites que se quieran señalar— un hito importante. Se trata de  la primera legislación de este tipo en décadas, que revierte la dirección tradicional de las reformas y las redirige a favor del trabajo. Entre otros efectos, la reforma ha contribuido significativamente a reducir la precariedad laboral e impulsar una mayor estabilidad a través del aumento de los contratos indefinidos.

Entre los logros de Díaz se cuenta también una subida del salario mínimo, que ha llegado por primera vez en España a los 1000 euros al mes. Su ministerio ha impulsado además legislaciones pioneras, como la llamada Ley Rider, para la regulación de sectores como el de los repartidores de comida por plataformas. Estas y otras medidas han contribuido a que ahora mismo la tasa de paro en el país haya vuelto a niveles anteriores a la crisis de 2008 (12,6% en junio de 2022, cuando España es un país con un elevado paro estructural).

En líneas generales, tanto los sindicatos como las patronales o los medios de comunicación destacan de la ministra Díaz un estilo dialogante, tendiente a lograr pactos entre los agentes sociales. Díaz cuenta con una larga experiencia profesional como abogada laboralista y es reconocida su competencia técnica en materias laborales, lo que le permite usar con contundencia todo tipo de datos y detalles en los debates parlamentarios. Díaz se encuentra habitualmente entre las figuras políticas mejor valoradas en España, a menudo por delante del presidente Pedro Sánchez.

Como ministra y vicepresidenta segunda, Díaz es ahora mismo la figura de referencia para el liderazgo de la coalición Unidas Podemos. Tras su dimisión en mayo de 2021, Pablo Iglesias colocó entonces oficiosamente las tareas de liderazgo de la coalición en Díaz. El perfil de Díaz era sin duda ideal para el mantenimiento de la coalición. Además de sus capacidades personales y profesionales, su trayectoria política la convertía en una figura de consenso. Proveniente de familia sindicalista, militante del Partido Comunista de España, líder durante años de Esquerda Unida, la federación gallega de Izquierda Unida, figura clave en la articulación en 2012 de la Alternativa Galega de Esquerdas (una importante experiencia política que en cierto modo mostró el camino a lo que más tarde sería Podemos, y en la que, de hecho, un joven Pablo Iglesias participó como asesor).

Con el pasar de los meses, Díaz y su equipo han ido poniendo a punto un lento y cuidadoso proceso que finalmente se lanzó el pasado 8 de julio en Madrid bajo el nombre de Sumar. Sumar es, en palabras de sus impulsores, un «proceso de escucha» dirigido a la sociedad civil que tiene como objetivo generar «un nuevo contrato democrático para la próxima década» en España. En otras palabras, se trata de articular un movimiento ciudadano que sea capaz de reconfigurar el espacio de la izquierda en el país, y de hacerlo a través del desbordamiento de las estructuras partidistas.

Se trata de un modus operandi que recuerda al de las iniciativas que comenzaron tras el movimiento 15M durante la pasada década, como las confluencias municipalistas o el propio Podemos, y que cuenta con el respaldo de Izquierda Unida, fuerzas de izquierda en todo el estado como los Comuns en Cataluña o Compromís en la Comunidad Valenciana, e incluso con una cierta sintonía con Más Madrid/Más País, la formación generada en torno a Íñigo Errejón tras su salida de Podemos. Podemos, en tanto partido, parece sin embargo mirar el proceso con cierta distancia, y ha declarado querer limitar su colaboración a un pacto a posteriori, como socio privilegiado, con la formación resultante del proceso Sumar.

Desde Revista Jacobin tuvimos la oportunidad de conversar con Yolanda Díaz a comienzos de agosto, justo después de su breve visita a los Estados Unidos, donde mantuvo reuniones con su homólogo estadounidense, el Secretario de Trabajo Marty Walsh, con Bernie Sanders, con Ilhan Omar y con representantes sindicales de Starbucks y otros sindicatos de reciente fundación. La charla que mantuvimos con ella se movió entre su labor al frente del Ministerio de Trabajo y Economía Social, sus valoraciones acerca de la presente situación española y europea, sus reflexiones acerca de los problemas y agendas comunes de la izquierda internacional en América Latina, Estados Unidos y Europa y finalmente, una explicación en profundidad de las reflexiones que mueven el proceso de escucha ciudadana que es Sumar.

 

VRP

Estamos entrando en agosto, terminando ya el curso político. ¿Qué balance hace de la situación política española actual y, más en concreto, de las perspectivas del gobierno de coalición para los próximos meses? ¿Cuáles cree que van a ser las líneas que van a definir los meses previos a las elecciones previstas para otoño de 2023?

YD

Creo que efectivamente entramos en una etapa nueva que va a cambiar los tiempos precedentes. Venimos de una crisis sanitaria, económica y social que hemos demostrado que se podía gestionar de manera radicalmente diferente. Es la primera vez que una crisis económica y social no se resuelve en España con ajuste de empleo, y solamente de esta manera se pueden explicar los datos tan positivos en el terreno laboral que tenemos ahora, (tomando en consideración, por supuesto, que tenemos un paro estructural muy elevado).

A diferencia de la gestión de la crisis financiera anterior, en la que alcanzamos 6 millones 278 mil personas en paro, con una tasa de paro juvenil del 56%, hemos demostrado en muy poco tiempo pues que bajamos casi 11 puntos la tasa de paro juvenil y que las políticas que practicamos desde el Ministerio de Trabajo y Economía social y desde el gobierno funcionan.

Por tanto, todo ese mantra ideológico, en el que decían —sobre todo al principio— que íbamos a arruinar al Estado, que subir el salario mínimo destruía empleo (incluso desde el propio gobierno se decía que era una herramienta muy negativa)… todos estos mantras que eran como dogmas de fe se han desmoronado. Salvamos vidas, salvamos trabajadoras y trabajadores e incluso salvamos el modelo productivo en su conjunto. Porque además hemos demostrado científicamente que había eficiencia económica en esas decisiones. Que cuando proteges a los trabajadores, pues, amortiguas efectivamente la cadena económica, ¿no?

Ahora creo que vamos rumbo a un final de año bautizado por una enorme incertidumbre. Quiero ser absolutamente prudente: nosotros ya notamos y percibimos la ralentización de los datos de empleo. Aunque no en materia de contratación (los efectos de la reforma laboral son muy positivos, vamos a dar los datos en estos días y volveremos a tener datos de estabilidad y de carácter indefinidos muy buenos, la reforma laboral está funcionando), sí es verdad que los síntomas que ya tenemos están crujiendo. No quiero anticiparme, sobre todo quiero ser prudente, pero el equipo está volcado en observar qué es lo que va a pasar, ya que la situación es muy volátil. Si se produce, por ejemplo, el corte de suministro de gas de Rusia a Alemania, el escenario sería muy preocupante. Por tanto sería cauta para los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre, que por cierto en nuestro país son tradicionalmente meses malos en términos de empleo.

Pero más allá de los datos económicos y sociales, que para mí son de máxima preocupación, lo crucial es el malestar social que generan. La inflación no es un simple dato: entra en todas las casas, enfada a todo el mundo y hace que hablemos permanentemente de dinero; se está percibiendo en la cesta de la compra, se percibirá cuando regresemos con nuestros hijos e hijas a la escuela y a las compras de material escolar y de los libros de texto. En definitiva, todos, tanto desde nuestro país, las fuerzas que componemos el gobierno de coalición, como en todo el mundo, tenemos que pensar bien el tema de la inflación.

Qué hacer para paliar o compensar los efectos de la inflación es una preocupación que estamos discutiendo en muchos encuentros internacionales últimamente. Por ejemplo, en Roma, con otros ministros de trabajo europeos, o el reciente viaje que he tenido en Estados Unidos, donde me he encontrado con figuras como Bernie Sanders y otros referentes del ala socialista del Partido Demócrata. Se trata de pensar qué hacemos globalmente para compensar la inflación que, insisto, entra dramáticamente en la vida de la gente.

 

VRP

En esta legislatura al frente del Ministerio de Trabajo y Economía ha logrado aprobar una reforma laboral, legislaciones como la llamada Ley Rider para los trabajadores en plataformas de reparto y la regulación de los ERTE para mitigar los efectos de la crisis económica causada por la pandemia, entre otras cuestiones. ¿Cuáles son las líneas de trabajo que quedan hasta final de la legislatura? ¿Qué cuestiones le gustaría profundizar o considera todavía pendientes?

YD

Son básicamente tres. En primer lugar, a la vuelta del verano y hasta fin de legislatura, con carácter inmediato, vamos a continuar la línea abierta con la ratificación del convenio 189 del trabajo doméstico de la OIT. A la vuelta del verano depositaré en Ginebra la ratificación, junto con la del convenio 190 del acoso en el trabajo. Lo importante es que así tendremos la primera regulación del trabajo doméstico en nuestro país, y con toda la dotación de derechos para las mujeres trabajadoras en este sector. Y esto créame que es muy importante en una actividad en la que las mujeres estaban discriminadas y privadas de derechos. En segundo lugar, vamos a culminar las tareas del mal llamado «estatuto del becario», una cuestión clave en el combate contra la precariedad. Digo «mal llamado» porque esa figura del becario oculta una forma masiva de abuso y fraude en nuestro país, igual que en el mundo. Espero que esta legislación esté lista y culminada y se acaben los abusos. En tercer lugar, la formación en el empleo y la transposición de la directiva de corresponsabilidad y de conciliación en el trabajo.

 

VRP

Continuando con su labor en el Ministerio de Trabajo y Economía Social, pero pensando en una clave más a largo plazo, usted suele mencionar en sus discursos el concepto de democracia económica. Recientemente, en su visita a Estados Unidos, presentó en la ONU una propuesta para impulsar lo que podría llegar a ser la primera resolución de la historia de Naciones Unidas sobre economía social.

¿Qué medidas cree que se pueden introducir para avanzar hacia esa verdadera democracia económica? Hoy existen numerosos debates acerca de, por ejemplo, la introducción de la renta básica o la recuperación de modelos de participación y cogestión de los trabajadores en las empresas, a la manera de lo que fue el plan Rehn-Meidner de la socialdemocracia sueca. ¿Cuáles cree que son los horizontes de lucha más importantes en lo laboral, lo social y lo económico?

YD

Esto es clave. Lo cierto que me sorprendió la acogida que tuvo la propuesta que hacíamos de economía social en el mundo. Esto indica que los países están atentos, y que empieza a crecer una conciencia de que no todo tiene que ser consejos de administración con repartos de dividendos, sino que hay una creciente conciencia de que son necesarias otras fórmulas. Es posible que la resolución se apruebe en Naciones Unidas antes de diciembre.

Respecto a los grandes temas, a la mirada larga, hacia una democracia económica, para una abogada laboralista como yo lo primero y fundamental es pensar la reforma del estatuto del trabajo en el siglo XXI. Me refiero no ya a la mirada subjetiva o nominal del problema, como trabajadores y trabajadoras, sino a la conceptual. El trabajo ya no es el del fordismo, ya no es el del siglo XX. Ahora trabajamos en una plataforma digital en Australia desde una ciudad gallega. Y una buena parte de ese trabajo es el trabajo autónomo: más de 3 millones doscientos mil trabajadores y trabajadoras en España. Por tanto, ahí se precisa una mirada atenta a las transformaciones del trabajo y a sus múltiples conexiones con el todo, con muchas otras dimensiones y transformaciones sociales, económicas, tecnológicas, ecológicas, etc. Esto es clave.

En segundo lugar, como todo el mundo sabe —no voy a invocar ahora a los clásicos del marxismo—, desde el siglo XIX el gran conflicto entre capital y trabajo siempre surge en torno a un concepto del valor que tiene una variable que es el tiempo. Creo que este es el gran debate: hacer una ley de usos del tiempo. Esta es la gran mirada a largo plazo que hacemos, y no es un debate sencillo. Porque no se soluciona con reducir la jornada laboral. Es imprescindible reducir la jornada laboral pero también ir hacia una ley de usos del tiempo en la que los cuidados se coloquen en el centro. Un planteamiento más próximo al de los países nórdicos, con negociaciones bilaterales. No te adecuas tú a las necesidades horarias del puesto de trabajo, sino que es el puesto de trabajo el que se tiene que adecuar a tus necesidades vitales. Esto es crucial, además, en un país como el nuestro que, sabemos, no tiene suficiente infraestructura social, por ejemplo, en centros de educación de 0 a 3 años, o de 0 a 6, o centros de atención a personas mayores. En nuestro país faltan cosas elementales. Ese es el gran planteamiento.

El debate sobre la democracia económica es fundamental. Hay 18 países en Europa que en sus leyes o textos constitucionales y a través de diferentes fórmulas se refieren a la democracia económica. Es muy curioso, muy llamativo, cómo uno de los preceptos de la Constitución Española de 1978, que habla directamente de la participación de los trabajadores en las empresas, jamás se desarrolló en nuestro país. Curiosamente, lo han metido en un cajón y esta parte de la constitución nunca se ha desarrollado. Obviamente no es ninguna casualidad, sino que es un modelo que ha imperado y del que quieren excluir a los trabajadores y a las trabajadoras.

Siempre que me preguntan sobre esto digo lo mismo: si alguien quiere su trabajo, quiere a su empresa, son precisamente los trabajadores y trabajadoras, que además tomarían decisiones mucho más responsables respecto a sus empresas porque no las tomarían en atención a repartos de dividendos sino por criterios ligados a las necesidades productivas. La mirada de un trabajador a una empresa es en ese sentido muy diferente a la de un empresario o a la de un accionista. Este es el gran tema que creo que está pendiente, que nunca se ha abordado. Y, desde luego, está también el trabajo autónomo, que hay que revisar completamente, por ejemplo en lo referente a conciliación. Siempre lo digo: cuando trabajaba en mi despacho de abogados en Ferrol, conciliaba porque venía mi madre unas horas y cuidaba a mi hija. Quiero decir, ¿cómo hacemos para que los autónomos y las autónomas puedan conciliar? Es muy complicado, pero por eso mismo tenemos que pensar en esa dirección.

Por último están las subidas al salario mínimo, para las que ya he convocado a la comisión de expertos y expertas para que actualicen los datos salariales que están sin actualizar y por supuesto seguir en esta línea. Pero algo que me gustaría hacer, y en lo que estamos trabajando últimamente, es sacar el foco del salario mínimo y ponerlo en los salarios en general. Es algo que he hablado con el comisario europeo de trabajo Schmit y con el ministro italiano Andrea Orlando; también lo mencioné en la rueda de prensa con Marty Walsh y le pareció muy interesante. Tenemos que hablar de salarios, porque hay gente en las grandes energéticas que ganan a razón de 30 mil, 40 mil euros diarios. Se pone el foco en el salario mínimo y nos contentamos con alguna subida, cuando lo que necesitamos es subir todos los salarios, y de esto también hay que hablar.

 

VRP

Ha mencionado los efectos económicos que puede tener en toda Europa el corte de suministro de gas por parte de Rusia a Alemania. ¿Cuál es su valoración de la situación creada por la invasión rusa a Ucrania? ¿Qué es preciso hacer desde una perspectiva europea?

YD

Creo que por supuesto tenemos que hacer un llamamiento a la paz, pero más que nunca a la búsqueda de la diplomacia y el diálogo. Es lo que sigo diciendo, aunque observo que se escucha poco. Me genera una enorme preocupación la definición que se ha dado del concepto estratégico en la reciente cumbre de la OTAN en Madrid. Me genera enorme preocupación las materias de debate y las soluciones que se han dado a esas materias de debate.

¿A mí que me hubiera gustado? Pues, que se hubiera hecho una apuesta por una autonomía estratégica europea. Para ser clara: me causa mucha prudencia qué puede pasar si en el año 2024 gobierna Trump en Estados Unidos o por qué en términos democráticos un país como España tiene que supeditar su seguridad a la política interna de un país, como es en este caso Estados Unidos. Y luego una cuestión lógica, que también tiene que hacernos parar y pensar, es que la Unión Europea gasta tres veces más que Rusia en política armamentística de defensa. ¿Qué es lo que estamos haciendo? Porque, desde luego, no se trata de gastar más en una carrera sin fondo, ilimitada, mediada —como sabemos bien— por profundos intereses armamentísticos de grandísimas multinacionales, sino de gastar de manera correcta y adecuada estratégicamente.

Insisto, no es una pregunta retórica, sino bien concreta: si el escenario es Trump (o su sustituto, da igual) en 2024, ¿qué va a pasar? Además de esto, también creo que desde luego los países se merecen respeto y diálogos democráticos. Es decir, entender las migraciones —como hace el documento estratégico de la OTAN— como una amenaza hibrida es preocupante. Preocupante y triste, porque las migraciones solo pueden ser tratadas desde una única visión, que es la de los derechos humanos.

 

VRP

Ha visitado Estados Unidos recientemente y se ha encontrado con figuras de la izquierda estadounidense como Bernie Sanders e Ilhan Omar y con representantes de los nuevos sindicalismos de trabajadores de Starbucks. ¿Cuáles son las discusiones, las preocupaciones comunes, que están compartiendo?

YD

En la conversación con Bernie Sanders fue gracioso cómo los dos nos decíamos lo importante que era simplemente tener la conversación que estábamos teniendo. Precisamente, porque estábamos compartiendo preocupaciones y referencias. Así, pude contarle por ejemplo sobre la Ley Rider, que es pionera en el mundo. Hablamos también sobre la necesidad de reivindicar con fuerza el trabajo, la amplitud del mundo del trabajo, con las trabajadoras en el centro.

Todos y todas somos trabajadoras: las investigadoras, los médicos, las médicas, las limpiadoras, los limpiadores, todos somos trabajadores. Esa amplitud de composición, esa universalidad frente a la figura del rentista, mucho más escasa, nos hace compartir agenda, reflexiones para hacernos fuertes. De ahí la apuesta por el sindicalismo. En esta última visita a Estados Unidos —pero me ha pasado igual en Chile y en Brasil— hemos tenido una agenda muy fuerte en términos de sindicalismo. De hecho, otro de los logros del viaje fue firmar con mi homólogo Marty Walsh, secretario de Trabajo del gobierno Biden, un memorándum para trabajar juntos cuestiones de democracia económica.

Tenemos que poner en marcha y robustecer el sindicalismo, tanto el sindicalismo tradicional como las nuevas formas sindicales. No es casual que la derecha y la extrema derecha, tanto en España como en Estados Unidos, combatan tanto a las fuerzas sindicales. Y se las combate en todo el mundo. ¿Por qué? Porque es la herramienta imprescindible para hacernos fuertes y ensanchar la democracia.

 

VRP

Yendo más hacia cuestiones de la coyuntura europea, no puedo dejar de preguntarle acerca de la reciente victoria de Melénchon, en coalición con verdes y socialistas, en las elecciones legislativas francesas.

YD

La victoria de Melénchon es muy importante. Lo que demuestra Melénchon es que la disyuntiva política no puede estar bloqueada entre Macron y Le Pen. Esto es parte del análisis que tiene que hacer la unión europea y las fuerzas socialdemócratas europeas que siguen en crisis. Por poner un ejemplo, si el gobierno alemán, en teoría socialdemócrata, vuelve a la tesis de la austeridad, sabemos qué es lo que va a pasar.

Es crucial que las izquierdas europeas compartamos agendas, aprendizajes comunes, aprendamos de los errores y también compartamos las victorias y las derrotas. Creo que el debate es a través del ensanchamiento de la democracia, de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, del sindicalismo, del pensamiento, de la libertad, de la creatividad, de los bienes comunes. Es necesario —y de esto hablé también con Bernie Sanders— hablar ya de bienes que son de primera necesidad, como es la energía, como es el agua, en el mundo.

 

VRP

Continuando con la temática internacional, me gustaría preguntarle por sus conexiones y referentes con la izquierda en América Latina. ¿Cómo valora el momento político presente en América Latina? Se habla de un posible cambio de ciclo político a partir de las experiencias de Chile, con el proceso constituyente y el gobierno de Gabriel Boric, o por la victoria en Colombia del Pacto Histórico de Gustavo Petro y Francia Márquez, entre otros ejemplos.

Teniendo en cuenta que la izquierda española mantiene un diálogo constante con América Latina, especialmente en los últimos años, ¿cómo impactan esas experiencias y victorias en el contexto político español? ¿Cuáles son, digamos, las «lecciones latinoamericanas», los aprendizajes y reflexiones que la izquierda española puede extraer de allí?

YD

Muchísimas lecciones, sin duda. De hecho despliego una agenda internacional muy extensa y acabo de llegar de Estados Unidos, pero estuve también en Brasil, en Chile y no puedo ir el día 7 de agosto a Colombia por razones personales, pero iré en su momento. Además, por supuesto, estamos a la espera de los resultados de las elecciones en Brasil. En cualquier caso, soy una mujer profundamente internacionalista y creo que las fuerzas de transformación tenemos que compartir agendas, esto es clave.

Lo que he aprendido de mis viajes y de mis conversaciones con Boric y con su equipo, con el equipo de Lula o con Márquez, es que solamente podemos avanzar desde transformaciones muy amplias y con configuraciones de movimientos ciudadanos. Es decir, tenemos que poner en movimiento a la ciudadanía. Sin el movimiento ciudadano, sin los movimientos ciudadanos, no hay posibilidad de ensanchar la democracia, y creo que esta es la clave y lo que nos puede permitir avanzar nuestras propuestas sin temores. Es decir, no desde la retaguardia, con miedos, con sectarismos, con dogmas de fe, sino como siempre se ha hecho en los momentos históricos y grandes: adelante, a la vanguardia, tejiendo horizontes de esperanza.

En Chile me lo decían con rotundidad: sin movimientos ciudadanos fuertes, sin el movimiento feminista, indigenista, sin el movimiento ecologista, no sería posible. Los partidos son claves y necesarios en democracia, pero no son suficientes. Por tanto creo que hay que tener mirada larga, nada de retaguardias, nada de alertar con los miedos, no hay que amenazar con que viene no sé qué cosas. No, en absoluto, lo que hay que hacer es practicar políticas útiles y que generen marcos de esperanza a la ciudadanía. Creo que esta es la clave, ir practicando políticas útiles.

Ayer mismo, tomando un avión de Galicia para Madrid, varias personas en el aeropuerto me dijeron: «me acaban de hacer un contrato indefinido». Eso es lo que hay que hacer: para esa persona, la política ahí se ha convertido en algo útil, algo que vale la pena. Yo creo que esta es la clave y debemos salir de marcos que a la larga se tornan profundamente distópicos. Desde el inicio de los duros tiempos del neoliberalismo, de la austeridad, el mundo se ha convertido en distópico. No es una casualidad: quieren que vivamos en una distopía, quieren que estemos desalmados, que no tengamos esperanza, y cuando nos roban la esperanza y la capacidad de soñar no hay horizonte de transformación posible. Por tanto esto es vital también, es el alma que nos late dentro.

Desde Hobbes, que entendía que el miedo era el que daba origen al Estado, pasando por Maquiavelo, ¿no? que con El príncipe decía que no había mayor herramienta de movilización que el miedo… Yo creo que esto no es así, y que el amor y los afectos pueden muchísimo más que todo eso: en nuestros puestos de trabajo, en nuestra vida diaria, no tejemos, no construimos a través del miedo o de los odios, construimos a través de los afectos y de los cariños. Hay que deconstruir a Maquiavelo, hay que deconstruir a Hobbes evidentemente, y abrir ese muro de par en par y avanzar hacia la esperanza, hacia una forma de utopía. Tenemos que recabar la utopía. Yo soy gallega, de horizonte largo, no me suele convencer esto de la utopía en abstracto, pero es imprescindible un sentido concreto de la utopía, un poco en la forma de la Ítaca de Kavafis, una utopía como punto de referencia para avanzar, para caminar.

 

VRP

Esta reflexión nos conduce al bloque de preguntas que tenía sobre Sumar. El pasado 8 de julio usted presentaba Sumar, una plataforma para coordinar un «proceso de escucha» de la sociedad civil. El acto en Madrid fue muy coral, en donde usted apareció junto a personas ligadas a los nuevos sindicalismos (representantes de riders y de trabajadores de Amazon), trabajadoras migrantes de cuidados, del ecologismo y de la educación pública, entre otros perfiles.

Allí se explicó en qué consistirá este proceso de escucha: una serie de encuentros en diferentes formatos con organizaciones, asociaciones y tejidos de la sociedad civil que, sumados a la labor de diferentes grupos de trabajo, desembocarán en la elaboración de un «nuevo contrato democrático» para la próxima década.

Dicho todo esto, ¿qué es por tanto Sumar? ¿Cómo se va a desarrollar exactamente? ¿Va a tomar otras formas, digamos, electorales, más adelante o no necesariamente? Entiendo que esto es un proceso abierto que acaba de empezar, pero no quería dejar de consultarle al respecto.

YD

Es un proceso de código abierto, y creo que esto es lo hermoso, que sea código abierto, que lo construyamos colectivamente. Es un movimiento ciudadano en el que yo soy una pequeñísima parte, que trata de imaginar nuestro país para la próxima década pensando en las grandes cuestiones, en las cosas realmente importantes. Se trata de pensar un país a favor, pensar por la positiva el país que queremos.

A veces, las izquierdas nos sentimos muy cómodas en la oposición. Yo sé hacer muy bien de oposición, eso es más o menos fácil; lo difícil es construir. Nos sentimos cómodas en el «no», pero yo creo que el paso para salir de ahí es pensar en es el país que queremos, que nos pensemos colectivamente como país y como sociedad.

Sumar va de crear un enorme movimiento ciudadano en el que la protagonista no soy yo, es la ciudadanía, que además está participando y entrando en el proceso ahora mismo. En septiembre daremos a conocer los grupos de trabajo, pero hay ya muchos trabajando por materias específicas, que van desde la alimentación hasta la tecnología del país que queremos. Y por tanto ahí están desde científicos, científicas, investigadores, trabajadores y trabajaras de diferentes sectores. Sumar consiste en pensarnos colectivamente, de manera plural.

Sumar va de esto, de poner en marcha una herramienta que piensa su país y que además lo hace desde la conciencia de que España necesita cambiar. Necesita cambiar para entablar un nuevo contrato democrático con una mirada diferente.

 

VRP

¿Cuál es la dirección de ese cambio? ¿En qué consiste, por ejemplo, ese nuevo contrato democrático?

YD

Por ejemplo, el primer acto de escucha que hicimos fue con jóvenes activistas contra el cambio climático, y realmente lo que yo sentí ahí es que no puedo más que estar orgullosa del país que tenemos. Porque eran personas con un compromiso absoluto, una brillantez extraordinaria, todas profesionales, jovencísimas, con una lectura de la crisis climática y de la crisis ecológica absolutamente transversal.

Una de las frases que me pesa es que no somos capaces de avanzar en la crisis climática mientras la cajera o el cajero del supermercado no esté involucrada en ella. La crisis climática debe ser contemplada desde lo social. No podemos hacer algo desde arriba sino que tenemos que hacerlo desde abajo, de forma horizontal y abrazando a todo el mundo. Se trata por tanto de construir políticamente sabiendo —como nos dice Naomi Klein— que con la crisis climática ya toda política es climática. Es un cambio de una profundidad enorme.

Con Marty Walsh hablaba, por ejemplo, de cómo el cambio climático, las olas de calor por ejemplo, suponen un aumento de los riesgos laborales, como se ha visto por ejemplo en los recientes casos de trabajadores de limpieza fallecidos en España. Las normas laborales existentes ya obligan a las empresas a cumplir estas cuestiones, pero en el nuevo plan de inspección laboral hemos implementado medidas especificas para las olas de calor, previendo estas nuevas circunstancias que van a cambiar sin duda las materias de prevención de riesgos laborales en nuestro país y en todo el mundo.

De esto va Sumar. Sumar va de pensar nuestro país, de hacerlo en horizontal, en código abierto, de manera artesanal. Es algo que solo entre todas y todos podemos hacer y desde luego debemos hacerlo pensando con una mirada larga para 10 años. Y yo creo que lo que quiere Sumar es sobre todo acercar la cosa pública a la ciudadanía, cerrar la brecha que hay en nuestro país entre la ciudadanía y la política, que es ahora mismo enorme y desde luego se han hecho méritos más que suficientes para hacerla tan enorme.

Cuando la política solo es ruido, cuando la política se convierte en un obstáculo, cuando los políticos son un problema para la ciudadanía, algo está fallando. Por lo tanto, Sumar es una herramienta que pretende ensanchar la democracia. La democracia es lo más valioso que tenemos aunque a veces tengamos disputas intelectuales sobre estas herramientas en el conjunto, en las procedencias de las que venimos. Pero la democracia en el sentido profundo, sustantivo, es algo fundamental. Y la democracia se fundamenta en cumplir con los derechos humanos. Lo digo desde un país que tiene más de 5 millones de personas pobres energéticas o que tiene 2 millones ochocientas mil en paro.

Pues Sumar va de levantar un proyecto de país, de tejer un movimiento ciudadano y sobre todo de generar esperanzas a una ciudadanía que yo creo que está ahí, que está atenta, que quiere participar, que quiere ser un ciudadano y una ciudadana. Son problemas específicos de España, pero también internacionales, mundiales, globales. Boaventura de Sousa Santos ha hablado de cómo antes acceder al mercado de trabajo era sinónimo de acceder a los derechos que concita la ciudadanía, y cómo hoy este binomio se ha quebrado. Tenemos que romper con eso, tenemos que hacerlo diferente, como creo que estamos haciendo en España, donde hemos demostrado que se puede subir el salario mínimo, se puede tener mecanismos de protección, se puede tener una reforma laboral. Una reforma laboral que muchos pensaban iba a ser la hecatombe y con la que por el contrario mucha gente ha ganado la gente calidad de vida. Como me decían aquellas personas en el aeropuerto ayer, «ahora respiro mejor». Parece sencillo respirar mejor, pero tiene que ver con quitar parte de los miedos que arrastraban esas dos personas en sus vidas.

 

VRP

Sumar entiendo que intenta construir un movimiento ciudadano que desborde los partidos. Usted tiene una larga experiencia en la construcción de alianzas entre organizaciones, como es el caso de la Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) en 2012, una experiencia muy interesante en su momento y que de alguna forma inauguró el ciclo de reconfiguración de la izquierda posterior al 15M, que después protagonizaría Podemos. ¿Qué enseñanzas extrae de aquella experiencia?

YD

AGE fue una experiencia muy interesante. El cambio político de la pasada década empieza por Galicia en el año 2012. En aquel caso, si yo hubiera volcado todo en los partidos, la coalición no hubiera llegado a existir. De hecho yo era coordinadora de un partido en aquel momento, Esquerda Unida, y sometí la decisión a un referéndum y le dije a mis amigos más íntimos «mañana dimito», porque intentar aquella coalición era algo muy extraordinario. En Galicia, incluso aunque haya procedencias y culturas comunes, se dan dos mundos: por un lado el mundo del federalismo y del confederalismo, y por otro el mundo del nacionalismo y del independentismo. Esos dos mundos vivían de espaldas entre sí y lo que hice fue cruzar esa barrera, sin miedos.

Si me hubiera aferrado al partido, a la identidad partidaria, eso no hubiera ocurrido y de hecho estaba preparada para dimitir, porque pensaba que en el referéndum no lo sacaba adelante. Pero fue la militancia la que sacó la coalición adelante. Como siempre digo, las militancias y la gente de la calle, las personas comunes, son muy inteligentes y saben muy bien lo que quieren. Y fíjese, ese referéndum obtuvo, con todo en contra, con mi partido en contra, con mi partido en Madrid en contra, con todo en contra, un respaldo del 80%.

¿Qué aprendí de aquella experiencia? Que si yo me hubiera dejado llevar por la identidad partidaria y hubiera hecho de mi partido un fin en sí mismo —que es la situación en la que andamos metidas ahora mismo— nunca hubiera cambiado la historia. Ni en Galicia ni probablemente en las nuevas experiencias que vinieron después en todo el estado. Porque como el propio Pablo Iglesias ha reconocido, bebió de esas fuentes en Galicia.

Pues esto es de lo que va Sumar, de tejer un proyecto de país, una partitura colectiva, sin fetichismos, sin dogmas de fe, sin prejuicios. Se trata de darnos una oportunidad, sobre todo con la convicción que cuando hablamos de contenidos las diferencias son matizables y sobre todo una convicción en la que me siento muy cómoda que es que la gente no quiere que pensemos igual lo que nos quiere ver es caminando juntas, ¿no? Es como aquella canción de Rubén Blades, «Caminando». Pues caminemos. Es decir, da igual que pensemos de manera diferente: lo que es necesario es pensar un país a favor, por el sí, en el que quepamos todos, sobre todo porque el país que propone la derecha es un país muy pequeñito, caben muy poquitos, caben hombres heterosexuales blancos de religión católica.

 

VRP

Pero ¿cómo se relaciona Sumar con los partidos políticos existentes en la izquierda española? ¿Cómo van a encajar los partidos en ese contexto del espacio político que genere Sumar? ¿Cómo van a funcionar en la relación con Podemos, con Más Madrid/Más País o con las diferentes declinaciones plurinacionales de la izquierda, como Compromís en la Comunidad Valenciana, Comuns en Catalunya, etc.?

YD

Si decidimos presentarnos a las elecciones, yo soy clara. Ya hemos tenido sumas de partidos y coaliciones: en Galicia hemos ido en la forma de En Marea, en Andalucía con Por Andalucía recientemente. Eso no funciona. Se trata de construir a partir del protagonismo de la ciudadanía y del proyecto. La discusión no está en cuántos liberados tenemos, qué número de la lista, todas estas cosas que ocupan tantos titulares y atención etc. Todo esto es lo que aleja a la ciudadanía de la política, aquí y en todas partes. Esto lo he conversado mucho por ejemplo en Chile, y me decían que allí la afiliación partidaria es del 2%. Esto es, no habrían logrado ningún cambio sin los movimientos ciudadanos que desbordaron totalmente a los partidos.

Los partidos, por otra parte, tienen una capacidad de hacer ruido brutal ¿no?, de copar toda la atención mediática, lo que también indica que tal vez deberían pensarse a sí mismos, sus funciones y efectos, porque si sus únicas apariciones públicas no son por dar alternativas de vida, de generar esperanzas, sino por convertirse un fin en sí mismos y por pelear porque unos quieren una coalición y otros quieren no sé qué puestos y recursos, y yo quiero el número dos o el tres de la lista… Si los partidos deciden comportarse así, pues creo que todo ese ruido, todas esas peleas, van a desanimar todavía más a la ciudadanía.

 

VRP

Iniciativas como Sumar pueden entenderse también como propuestas en un contexto de la crisis de la forma partido. Esta crisis ha dado lugar a diferentes opciones a lo largo de los últimos años, que combinan aspectos como el uso de redes, las figuras de hiperliderazgo, diferentes tipos de estructuras, entre otras cuestiones.

Usted ha declarado sentirse solamente como una parte más, que Sumar no es un proyecto con ese personalismo tan fuerte. ¿Cómo encajan estas piezas, digamos, de una figura pública —la suya—, una forma de liderazgo, los partidos, el movimiento ciudadano? No sé si quiere compartir alguna reflexión al respecto…

YD

Para mi hay mandatos claros en este momento. En primer lugar, como he dicho, que los partidos no pueden ser fines en sí mismos. En segundo lugar, que los partidos, claro que en democracia son necesarios, obviamente… pero son insuficientes para las transformaciones sociales. Este es el aprendizaje que tenemos que hacer. Los dirigentes de los partidos tienen que estar siempre a la altura de los momentos históricos que vivimos. Y creo que la clave ahora, más allá de los niveles de representación afiliativa que puedan tener los partidos en España (que, créame que es una parte pequeñísima, incluso en los denominados partidos grandes) está en lanzar el movimiento ciudadano, que ahora mismo es como le he contado: un proyecto de país que vamos a decidir colectivamente.

No creo en los híper liderazgos. Son, ya lo he dicho, jerárquicos, verticales, masculinos… da igual que sean mujeres u hombres, porque son una forma muy patriarcal de entender el poder. Yo no soy así, y de hecho mi propia gestión y trabajo político no funcionan así, de ninguna de manera. Primero porque lo hago todo de forma horizontal con un equipo que es muy bueno. Creo que la gente me reconoce así, cuando voy por la calle y los trabajadores y las trabajadoras me identifican como uno de ellos y me llaman por mi nombre. Entonces no creo que la cuestión esté en los hiperliderazgos, sino que es un desafío mucho más complejo: creo que la ciudadanía quiere participar, y hay toda una serie de problemas urgentes, cruciales que debemos pensar colectivamente, en cada país y globalmente.

 

VRP

Una última pregunta, para ir un poco más allá de las cuestiones puramente electorales, y abordar la coyuntura política desde una perspectiva más de batalla cultural e ideológica, a largo plazo. Ahora mismo, tanto en España y Europa como en Estados Unidos, estamos en un momento profundamente desmovilizador, cargado de cansancio, de miedos, de cinismo, quizás incluso de nihilismo.

Se trata de un momento político radicalmente diferente del que fue la década anterior en España, cuando vivimos el ciclo del 15M, de la emergencia de Podemos y de las confluencias municipalistas. Y se trata de un momento que genera un caldo de cultivo perfecto para el fascismo.

Mi pregunta es doble. Por un lado, ¿qué conceptos o términos políticos rescataría o conservaría como elementos movilizadores del ciclo anterior? Estoy pensando en cuestiones como la de lo común, los cuidados, entre otras. Y por otro, ¿cuáles cree que son los problemas y horizontes de movilización cruciales para esta etapa?

YD

El marco conceptual en el que nos movemos es el marco de lo que ha sido el neoliberalismo. Un neoliberalismo que ahora mismo está amortiguado o interrumpido por una gestión en Europa diferente de la habitual, a causa de la pandemia.

Pero sobre todas las cosas creo que el neoliberalismo, más que un sistema económico, es un sistema cultural, y esto supone una complejidad enorme. Es un modo de vida, es un modo de consumo, es un modo de practicar nuestras vidas diarias. Por tanto creo que esto es lo que tenemos que ir amoldando hacia formas más cooperativas, ¿no? La economía social es muy importante en un país como el nuestro. Es decir, hay una variable en la democracia económica que tenemos que trabajar de fondo, que es, primero, que la democracia llegue a los centros de trabajo y a los centros de decisión económicos, pero que llegue también a formulas que tienen que ser diferentes a las existentes, fórmulas menos invasivas y más humanas, que son toda la red de economía social que —insisto— tiene enormes oportunidades en nuestro país y en el mundo.

Esa sería una primera cuestión; ahora mismo hay un terreno abierto, aun en el contexto del neoliberalismo, para intentar cambiar las cosas. Creo que hay que pasar página a las medidas de austeridad que han conducido a tanto sufrimiento en nuestro país y en el conjunto de Europa. Digo esto con toda la cautela. Vamos a ver cómo salimos de esta nueva crisis, porque parece que van ganando los halcones y no solo en Europa.

En segundo lugar, yo creo que el reto es trabajar desde lo común. Y lo común es la democracia, lo común son los derechos humanos, lo común es hablar de bienes que son bienes y derechos fundamentales: la vivienda, la energía, el agua, son recursos que tienen que estar al servicio de las personas, la economía tiene que estar al servicio de la ciudadanía y no al revés. Y sobre todo tenemos que recobrar algo que es muy importante, que es el derecho a ser felices, a no olvidar jamás que estamos aquí efectivamente para desarrollarnos como seres humanos en lo común, en los derechos humanos, en la democracia, en los cuidados.

Pero es que además, ahora mismo no podemos ni entender ni abordar algo tan urgente como el cambio climático y ecológico si no colocamos los cuidados y el feminismo en el centro. Las mujeres de alguna manera estamos excluidas de una parte de la economía en cuanto que no se computan los trabajos que realizamos, los trabajos reproductivos que realizamos. Lo crucial es poner la mirada económica patas para arriba y ubicar los cuidados en el centro.

Creo que desde lo común, llamémosle como queramos, queda muchísimo por hacer. A mí me gusta hablar de ensanchar la democracia. Se trata por ejemplo, de garantizar la vivienda digna en un país en el que la vivienda es imposible. Fíjese lo que hemos hecho en la negociación del real decreto anterior por los efectos de la crisis: hemos delimitado la revalorización de los arrendamientos urbanos al 2%. Imaginemos una ciudad como Madrid, como Vigo, como Valencia, como Sevilla o como Barcelona, ¿qué hubiera pasado si hoy los alquileres se revalorizaran al 10,8% de la inflación? Esta medida nunca se había desarrollado en democracia, la vivienda es imposible hoy en nuestro país.

Creo que la democracia es la clave, para eso la clave es la ciudadanía y la clave también es salir de las políticas de miedo. Hay que ensanchar esta mirada democrática y hacerlo sin miedos, sin etiquetas, sin prejuicios, sin apriorismos. Yo no tengo ningún temor a que este a mi lado alguien que no piense como yo. Es más es que me gusta, es que debe ser así porque construimos desde posiciones diferentes.

Eso es lo fundamental, junto con la necesidad de salir de la distopia y abrir horizontes de esperanza, no podemos cambiar nada sin nos roban la esperanza y sobre todo si nos roban la capacidad de soñar. Si nos roban la capacidad de soñar, de imaginar, es que realmente no han robado lo más valioso que tenemos como seres humanos. Esto puede sonar naif, pero no es nada naif. Esto es real, esto es la política y para eso tiene que servir la política. Toda política se basa en los afectos, en el miedo o en la esperanza (volvemos a Hobbes y Maquiavelo). ¿A qué afectos me refiero? A respetarnos, a entender que no tenemos que pensar igual. Me parece que así es como se construye políticamente, tendiendo la mano, construyendo puentes.

Es cierto que ahora mismo parece predominar un clima de desánimo. Pero sin embargo creo que la ciudadanía está ahí, está atenta, está escuchando, quiere participar. Mi sorpresa con Sumar en ese sentido ha sido brutal. Ya no solo por el día 8 de julio, cuando presentamos Sumar en Madrid, que fue realmente muy emotivo por la cantidad de gente joven, de mujeres que había. Hacía muchísimo tiempo que no veía algo así. Pero además están las personas que cada día se están acercando a Sumar porque quieren trabajar por su país: maestras, ingenieros, gente con todo tipo de perfiles, saberes y experiencias. Todo tipo de personas que quieren contribuir a esa posibilidad colectiva.

 

[1] Vicente Rubio-Pueyo es lecturer en el departamento de Lenguas Modernas de Fordham University (Nueva York). Miembro del Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social y de Minim Municipalist Observatory. Tuitea en @vrupu.

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Publicado en Crisis, Entrevistas, España, homeIzq, Política, Sindicatos and Sociedad

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