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Jean-Luc Mélenchon durante la marcha por una Sexta República del Frente de Izquierda, en Toulouse (Imagen Wikimedia Commons)

Un gobierno de Mélenchon haría temblar al neoliberalismo

UNA ENTREVISTA CON
Traducción: Valentín Huarte

Las encuestas sobre las elecciones legislativas de Francia indican que la coalición de izquierda de Jean-Luc Mélenchon está prácticamente empatada con el partido de Emmanuel Macron. Una eventual victoria sacudiría el orden neoliberal en Francia y en toda la Unión Europea.

ENTREVISTA
STATHIS KOUVELAKIS

Las encuestas sobre las elecciones legislativas de Francia indican que la coalición de izquierda de Jean-Luc Mélenchon está prácticamente empatada con el partido de Emmanuel Macron. Una eventual victoria sacudiría el orden neoliberal en Francia y en toda la Unión Europea.

Para Jean-Luc Mélenchon, dirigente de izquierda francés, las elecciones legislativas son una «tercera vuelta» de las elecciones presidenciales celebradas antes esta misma primavera. Todavía contento con el 22% que obtuvo en las elecciones de abril, espera que los comicios legislativos del 12 y del 19 de junio otorguen a sus aliados la mayoría en el parlamento y permitan que él se convierta en primer ministro para desafiar el curso neoliberal adoptado por el presidente Emmanuel Macron. Mélenchon entra en la contienda como el sostén de una amplia coalición de izquierda, Nouvelle Union populaire Nouvelle Union populaire écologique et sociale (NUPES), que goza de una ligera ventaja en la mayoría de los sondeos, aunque esta no se traduce en una mayoría de bancas. La alianza reúne a los verdes, a los socialistas y a los comunistas tras el programa de la France Insoumise —fuerza principal de la coalición—, titulado L’Avenir en commun (El futuro en común), que promete una transformación radical de la economía francesa. Los contendientes más importantes son el nuevo vehículo de Macron, recientemente rebautizado Ensemble, y, un poco más atrás en las encuestas, la extrema derecha de Marine Le Pen.

Stefano Palombarini es autor, junto a Bruno Amable, de The Last Neoliberal, que analiza cómo Macron transformó el mapa político francés a lo largo de los últimos años, unificando elementos promercado y pro Unión Europa provenientes de centroizquierda y de centroderecha. Conversó con Stathis Kouvelakis sobre la radicalización de la izquierda, el colapso actual de los partidos tradicionales y los cambios que traería un gobierno de Mélenchon a Francia y a Europa.

 

Stathis Kouvelakis

¿Qué significa la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales? ¿Ganó el «bloque burgués»? ¿Cuáles son las perspectivas en cuanto a las futuras reformas neoliberales?

Stefano Palombarini

Macron no solo conservaba la misma base social y la misma estrategia de hace cinco años. La continuidad estratégica está en la centralidad de la cuestión europea y de la reforma neoliberal. El otro elemento es el bloque social que lo sostiene, fundado esencialmente en las clases medias y altas. Si observamos los datos electorales de la primera vuelta, cuanto más subimos en la escala de ingresos, más crece el voto a Macron. Por lo tanto, sigue siendo un bloque burgués.

Sin embargo, lo que cambió es que Macron anticipó la crisis de la derecha tradicional. Hizo un buen análisis —el mismo que hicimos nosotros en nuestro libro—, a saber, que el fracaso de la derecha en 2017 no se debió solo a los escándalos de los candidatos ni a factores contingentes del mismo tipo. El bloque de la derecha sufrió una verdadera crisis.

A lo largo de la primera vuelta, la estrategia de Macron buscó ganar a este electorado de extrema derecha y ampliar de esa manera su propia base, que sigue siendo minoritaria en el país. En síntesis, los matices «progresistas» de 2017 —semejantes a los del primer Tony Blair— quedaron completamente olvidados. En cambio, asistimos a la rehabilitación del mariscal Philippe Pétain, a muestras afinidad con Philippe de Villiers [político antinmigrante] y otros mensajes de este tipo. En términos más concretos, vimos los ataques a las libertades civiles y la represión violenta de los movimientos sociales.

Esta política represiva tuvo efectos materiales, pero su objetivo también era enviar señales ideológicas. Está claro que, desde el punto de vista de la gestión, había que contener a un movimiento como los giles jaunes; pero también experimentamos una espectacularización deliberada de su violenta represión. Del mismo modo, la destrucción de las carpas de los inmigrantes y la evacuación de la plaza de la República fueron mensajes dirigidos al electorado de derecha, igual que la campaña contra el «islamoizquierdismo» y haber mantenido en sus cargos a los ministros responsables, como Jean-Michel Blanquer, Frédérique Vidal y Gérald Darmanin.

Este cambio produjo una recomposición del bloque social de Macron, que tuvo un importante avance entre el electorado de derecha. En 2017, la mitad de los votantes de François Fillon [candidato conservador] eran jubilados que, en 2022, se convirtieron en el 43% de la base de Macron. Hace cinco años, la mitad del bloque burgués detrás de Macron eran votantes del Partido Socialista. Uno tiende a pensar que un presidente que aplicó conscientemente una estrategia de derecha debería perder una parte de esos votantes, pero la realidad es que perdió demasiado pocos.

 

SK

El electorado de izquierda que todavía mantiene está constituido fundamentalmente por exsocialistas más o menos acomodados. Pero aun si retrocedió un poco, también cuenta con una base considerable de trabajadores de cuello azul y de cuello blanco que, en efecto, es más grande que la que tenía la derecha tradicional en 2017. Este elemento también es un factor importante a la hora de dar cuenta de la victoria de Macron. Ahora bien, ¿cómo se explica que este 16 o 18% de trabajadores y empleados siga apoyando a un gobierno de derecha?

SP

Aunque proviene fundamentalmente de estratos burgueses, es verdad que este electorado también tiene elementos populares. Una hipótesis sería que este electorado vive en una realidad virtual donde Macron es el continuador de la historia socialista, representante del progreso contra las fuerzas de la derecha.

Otra lectura —que considero mejor fundada— es que es un signo de una posible evolución de la política francesa que seguiría la tendencia italiana. Eso significaría que la izquierda está colapsando definitivamente y que la crisis del bloque de derecha está profundizándose, todo lo cual conspira en la generación de un sistema bipolar que enfrentará a un bloque burgués contra un bloque de extrema derecha alternativo.

Por otro lado, en esta campaña también hubo factores específicos vinculados con la pandemia y con la guerra en Ucrania. Durante este tipo de crisis es común que la población cierre filas tras el gobierno de turno.

SK

En el libro ustedes analizan los intentos que hizo la derecha para despegarse del neoliberalismo durante los años 1990, especialmente después de que Marine Le Pen tomó la delantera. Sin embargo, ella también cambió después de 2017. No dice más nada de abandonar el euro. Dice que quiere pagar toda la deuda francesa. Abandonó el discurso de deshacer las reformas laborales del gobierno de Hollande, o de restaurar el límite de sesenta años de las jubilaciones, y las medidas que impactarían sobre el costo de vida no son más que una ligera baja de las contribuciones a la seguridad social y de ciertos impuestos que no conciernen a las clases trabajadoras. ¿Cómo explicar este proceso y qué efectos tuvo en los candidatos de la Agrupación Nacional?

SP

Sí, la comparación entre los programas de 2017 y de 2022 muestra un punto de inflexión. En realidad, el Frente Nacional empezó a girar hacia el neoliberalismo durante la presidencia de Nicolas Sarkozy. En 2017, el Frexit estaba fuera de discusión. La estrategia de Le Pen es simétrica a la de Macron. Ambos parten del colapso de la derecha tradicional. Esa fue la base que llevó a Le Pen a buscar la normalización de la extrema derecha, que implicó abandonar los temas que planteaban una ruptura con el electorado de la derecha tradicional.

Este cambio también corresponde con la situación que definí antes: un sistema neoliberal completo, sin ninguna oposición a las formas institucionales dominantes. Tendríamos entonces un sistema al estilo estadounidense, en el que la «izquierda» son los que están a favor de la libre circulación de bienes y personas, y la «derecha» son los que están más asociados a temas identitarios, posiblemente con un componente proteccionista. Aun si esta «izquierda» y esta «derecha» intercambiaran poder, ninguna cuestionaría fundamentalmente la arquitectura institucional del neoliberalismo.

Esta es la perspectiva de Le Pen, y es lo mismo que vemos en la campaña de las elecciones legislativas [12 y 19 de junio]. Durante su mandato, Macron hizo todo lo posible para definir a la extrema derecha como su adversario legítimo, y Le Pen está haciendo lo mismo ahora, cuando dice que el presidente recientemente reelecto deberá contar con una mayoría parlamentaria para gobernar. Las dos estrategias se validan una a la otra y tiran en la misma dirección.

El bloque de derecha que domina la vida política francesa desde 1945 fue una alianza con componentes burgueses y populares. Y contribuyó con el surgimiento de dos bloques prácticamente complementarios: por un lado, un bloque burgués, el de Macron, que también incluye a una minoría popular, y, por el otro, un bloque de extrema derecha reunido en torno a Marine Le Pen, que tiene un componente popular mucho más fuerte.

SK

Que Le Pen haya abandonado toda oposición al neoliberalismo y apueste por el éxito de Macron en las elecciones legislativas, ¿no es también una reacción frente al crecimiento de la izquierda en torno a Mélenchon y frente a la creación del NUPES, principal rival del presidente en estas elecciones legislativas? ¿No es una especie de mensaje a Macron, del tipo «Tenemos el mismo enemigo, pero su derrota está en tus manos»?

SP

En una entrevista con Positions de marzo de 2021 afirmé que si todavía existe un «cordón sanitario» republicano en Francia, está dirigido contra Mélenchon y contra la izquierda radical, no contra la extrema derecha. Es evidente que el enemigo principal de Macron no es Le Pen, sino la izquierda, y que el archienemigo de Le Pen también es la izquierda, y no Macron. El sistema mediático funciona en el mismo sentido: todo acontecimiento, incluso el más insignificante, será aprovechado contra la izquierda.

¿Cómo se explica esto? Es que existe un conflicto entre, por un lado, la izquierda, que promueven la ruptura con el neoliberalismo y, por otro lado, Le Pen, Macron y todos los partidarios del neoliberalismo. Como en toda situación de crisis, este conflicto no es solo entre distintas propuestas de política pública que disputan en un mismo campo de juego, sino que es la misma definición del campo lo que está en cuestión.

En efecto, Le Pen y Macron comparten un mismo interés objetivo, que es avanzar hacia un sistema estructurado en torno a un «polo de progreso» y a un «polo de identidad» que operen en un marco institucional compartido. El obstáculo a esta dinámica es la presencia de la izquierda nucleada en torno a France Insoumise, que busca romper con este sistema. Mientras que Mélenchon no logró pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, los resultados de 2012, de 2017 y de 2022 muestran que la izquierda está ganando fuerza. Por lo tanto, existe una contratendencia a la transición neoliberal, y este es un verdadero problema para quienes quieren concretar esa transición.

Desde el punto de vista de Macron y de Le Pen, es lógico que, antes de enfrentarse entre sí, apunten a ganar primero la lucha que tiene por objeto la estructura misma del conflicto político. Y su enemigo común en esta lucha es la izquierda.

SK

¿La formación del NUPES no altera significativamente este escenario? El hecho novedoso es que está claro que la izquierda es el enemigo común tanto de Macron como de Le Pen. Y es una izquierda que está creciendo, nucleada en torno a Mélenchon y a France Insoumise, que está poniendo en cuestión el marco neoliberal hasta el punto de estar disputando la mayoría en las elecciones legislativas. Independientemente de una eventual victoria, ¿no estamos cerca de una reconfiguración del conflicto político y, tal vez, de un retorno a algo más parecido al conflicto clásico entre la izquierda y la derecha?

SP

Pienso que es una cuestión abierta. Muchas personas percibieron en las elecciones presidenciales el surgimiento de tres polos distintos y con un peso más o menos equitativo. La conclusión de mi análisis es que, en el largo plazo, solo permanecerán dos de estos polos. Hay dos posibilidades. Una es la que bosquejé antes: la izquierda desaparece. Pero si se consolida, las posiciones de Macron y de Le Pen tenderán a acercarse todavía más. Entonces tendremos un bloque neoliberal con matices más o menos identitarios. De hecho, pensando en gente como Blanquer o Darmanin, ¿qué impediría que se conviertan en ministros de una eventual presidencia de Le Pen?

Si la izquierda que intenta romper con el neoliberalismo logra establecerse, volveremos a una división izquierda-derecha, pero en el sentido de una derecha neoliberal que enfrenta a una izquierda que propone algo distinto. En este sentido, Mélenchon y France Insoumise jugaron muy bien cuando propusieron una alianza de toda la izquierda. ¿Por qué? Porque si se concreta el otro escenario, los socialistas y los verdes se convertirán en satélites del bloque burgués «progresista». Pero como la situación está abierta, todavía es posible separarlos del campo de Macron. Sin embargo, no sabemos si estos partidos toman esta alianza como una verdadera política estratégica con ambiciones programáticas o simplemente como un acuerdo táctico para enderezar el barco después de las derrotas recientes. Pronto nos enteraremos si solo se trata de hacer entrar algunos diputados en el parlamento. ¿Los socialistas y los verdes —e incluso los comunistas— se comprometerán con el trabajo parlamentario? ¿El programa de NUPES es una base real para gobernar o para dirigir una oposición común contra Macron? ¿O una vez que pasen las elecciones cada quien seguirá su propio camino?

SK

Entiendo que el término «izquierda antineoliberal» no te satisface. En cambio, dijiste que esta izquierda propone algo distinto del neoliberalismo. Pero, ¿qué es ese «algo distinto»? Es decir, ¿qué está proponiendo la principal fuerza de la izquierda?

SP

Dije que France Insoumise y la Unión Popular no pueden ser definidas simplemente como una «izquierda antineoliberal». Tienen un programa estructurado rara vez visto en la historia política de Francia, o incluso en la historia de otros países, que refleja un enorme trabajo. Pienso que una reacción efectiva frente al curso neoliberal requiere ese tipo de trabajo, porque el tema no es solo debilitar o desacelerar el proceso, sino mostrar que es posible concebir otra vía.

El programa de la Unión Popular empieza con una observación. Ya sea en el caso de la producción, las condiciones de vida y las condiciones de trabajo de los obreros, ya en el del equilibrio ecológico y el futuro del planeta, la máquina neoliberal que está en marcha desde hace más de medio siglo nos está llevando a una situación insostenible. Tomemos por ejemplo el ciclo del agua, mencionado a veces por Mélenchon. Algunas personas piensan que es extraño, que el tema está demasiado alejado de los intereses inmediatos de los franceses. Pero la realidad es que a partir de este verano, la mitad de Francia sufrirá sequías. Hay muchos ejemplos.

Hoy enfrentamos un enorme descontento y un gran peligro, pero todavía no tenemos suficiente conciencia política de que está cerrándose un ciclo. Todavía tenemos que desarrollar esa conciencia y este proceso está fundado en comprender el origen de problemas muy concretos. Así que sí, las cosas van hacia el muro, pero hay un camino diferente que nos permitirá evitarlo y no saldremos de él mediante adaptaciones del neoliberalismo.

Por eso hablo de «ruptura». Hace treinta o cuarenta años, podríamos haber pensado que era posible resolver la cuestión medioambiental manejando un poco menos, haciendo descender ligeramente las tasas del calentamiento global, incluso tal vez mandando algunos mails, como propone el nuevo ministro a cargo de la transición energética. Esas medidas no pueden cambiar la ruta en la que estamos. Los efectos del cambio climático son irreversibles sin una transformación radical en toda la organización de las relaciones de producción, en los patrones de consumo y en nuestra relación con la naturaleza. Pienso que el gran mérito de Mélenchon y de France Insoumise es que proponen una alternativa creíble a la trayectoria neoliberal. Una alternativa, no solo en el sentido de los intereses sociales que defienden, sino también, como diría Mélenchon, del interés general de la humanidad.

SK

Sin duda, pero también existe un interés poderoso que se opone a esta transformación y que plantea el problema del significado real de esta ruptura. ¿Es una ruptura que nos conducirá a algo cualitativamente distinto del capitalismo? En este caso, ¿podemos pensar que el programa Avenir en commun es, en términos clásicos, un programa «transicional»?

SP

Hasta ahora —y hablo de lo que hay, no de mis deseos— no es un programa para terminar con el capitalismo. Es un programa que tal vez podría conducir a una salida del capitalismo, pero no necesariamente. Es un conjunto de medidas radicales, una ruptura con el pasado, que debe ser tomada como una cuestión de emergencia; al mismo tiempo, integrar cierto número de imperativos en un programa de gobierno nos obliga a repensar las relaciones productivas y la organización de la sociedad en general. El programa significa, «Si mañana llegamos al gobierno, esto es lo que vamos a hacer». Pero eso también nos impulsa a pensar colectivamente una salida al capitalismo. La mejor forma de definir este programa es, en efecto, como un programa de transición. ¿Hacia qué? Eso depende de las personas que se comprometan en el proceso.

SK

Hablemos más específicamente sobre los intereses de clase que se oponen a este «interés general de la humanidad», y que también son humanos, en el sentido de que las clases dominantes también están compuestas de seres humanos, no de robots o de máquinas. Existe una forma institucional en la que cristalizan a nivel continental, i. e., la Unión Europea. Un punto fuerte de tu análisis es que muestra que la integración europea no solo es un proyecto que hizo posible coordinar y fijar las políticas neoliberales desde arriba. También sirvió para legitimarlas y para crear las condiciones de su implementación. La reforma neoliberal fue presentada como un proyecto europeísta moderno que superaría el viejo mundo de Estados nación y reordenaría radicalmente el sistema político. Habiéndose convertido en el pilar de este proyecto, la socialdemocracia condujo a la desintegración del bloque social de la izquierda y, en Francia, a que una parte se desplazara hacia el bloque burgués.

Esto explica por qué romper con este proyecto europeo era una condición para construir una cosa distinta por izquierda. En su libro, ustedes bosquejaron lo que estaba surgiendo en ese momento en torno a Mélenchon, y afirmaron que ocupaba una posición evidentemente hostil hacia el proyecto europeo. Pero tenemos la impresión de que entre 2017 y 2022, algunos de los elementos de ruptura se ablandaron o se vaciaron completamente. Este es el caso en particular del plan B, que implicaba cosas como abandonar el euro y el marco de integración europeo. Sin embargo, todavía existe la idea de que los tratados son un obstáculo para la aplicación del programa y que el principio es desobedecerlos. Entonces, ¿qué decir de la evolución de Mélenchon y de France Insoumise en cuanto a la UE?

SP

Tu pregunta tiene muchas aristas. Empecemos con la posición de Mélenchon. Si comparamos la campaña de 2022 con la de 2017, la cuestión europea es presentada de manera distinta. No se trata ahora de un plan A y de un plan B. Pero, si atendemos a lo que dijo Mélenchon esta vez, la conclusión es esta: «Voy a ir a Europa a decir que tenemos un programa y que vamos a aplicarlo. Y si no están de acuerdo, vamos a aplicarlo de todas formas». Y no dijo nada más. Pero los otros no van a estar de acuerdo. Entonces, ¿qué vamos a hacer? La respuesta de Mélenchon fue: «Van a ver que no pueden oponerse a nuestro programa. Somos Francia. No pueden echarnos de la Unión Europea». Sin embargo, creo que quedó claro que estaba diciendo que si la UE respondía, «O respetan los tratados, o se van», Francia abandonaría la UE. Esto quedó en segundo plano en 2022. En 2017, fue más explícito, pero no entiendo tampoco cómo podríamos pensar otra cosa conociendo el posicionamiento político de Mélenchon.

El segundo aspecto: la UE en 2022 sigue  siendo una institución profundamente neoliberal, pero el peso de los límites que implica en cuanto a la política nacional no es el mismo que en 2017. Durante los últimos cinco años, se produjo un debate amplio sobre el no respeto de los tratados, incluso, en un sentido, los del Banco Central Europeo [BCE]. El BCE ahora financia la deuda pública comprando garantías en el mercado secundario, y eso implica un alejamiento considerable de la misión definida en los tratados. Esta relajación de las limitaciones también explican que el tema produzca menos divisiones que hace cinco años.

El tercer aspecto es NUPES, que es una alianza entre partidos con posiciones contrarias sobre este tema. France Insoumise, en toda su existencia, mostró una enorme coherencia. Se opone a la lógica de construcción política europea; no se desvió de sus objetivos. En este sentido, los socialistas y los verdes son más europeístas. Tienen divisiones internas, pero en general no quieren saber nada con romper con la UE.

Paradójicamente, la victoria de Macron posibilitó la unidad de NUPES porque bajo su presidencia es imposible plantear toda una serie de cuestiones, como la salida del euro. La constitución deja en manos del presidente el poder de negociar y de ratificar los tratados internacionales, y eso implica que las líneas de fractura que atraviesan NUPES quedan relegadas por el hecho de que Macron es presidente.

SK

Está bien, pero voy a jugar al abogado del diablo: el programa de France Insoumise de 2017 proponía abandonar de facto el euro, no abandonar formalmente los tratados (con la necesidad de recurrir a la firma del presidente). Esto implicaría, si el BCE reaccionara como en el caso de Grecia —es decir, cortando el suministro de liquidez—, avanzar sobre el Banco de Francia, y, por lo tanto, tomar el control de la oferta de dinero.

Por supuesto, uno puede decir que Francia no es Grecia, que las políticas presupuestarias de los últimos años fueron más bien relajadas, especialmente a causa de la pandemia de COVID. También es evidente el giro en la política del BCE, que compra indirectamente deuda pública (a diferencia de lo que hacía en 2010 y en 2015). La austeridad estricta que definió aquel período no es la misma, al menos no inmediatamente. Sin embargo, los tratados obstaculizan la aplicación de las medidas fundamentales del programa, como la constitución de polos públicos o de monopolios públicos en sectores estratégicos, porque contravienen el principio de la competencia libre y sin distorsiones.

¿Cuál será la reacción de las autoridades europeas? La política de multas, por ejemplo, es un medio de coacción muy débil y su aplicación efectiva es poco probable. Por otro lado, el BCE tiene medios de acción reales. Opera en el mercado interbancario, y, si así lo decide, puede estrangular cualquier sistema bancario de Europa declarando que dejará de recibir garantías de los bancos de un país. Esto es todavía más probable en el caso de que los bancos sean nacionalizados, como propone el programa de NUPES (aun considerando que socialistas y los verdes no están de acuerdo). El BCE, que es el ariete del proyecto europeo neoliberal, ¿se quedará de manos cruzadas con un gobierno de izquierda en Francia que está planteando una ruptura radical con el neoliberalismo? ¿Y qué medios de defensa tenemos?

SP

El BCE puede aumentar las tasas de interés cuando quiere. Es decir, tiene medios de acción poderosos. Ahora bien, ¿lo hará? No estoy seguro, pero es posible. Estamos entrando en un territorio desconocido porque una victoria de la izquierda en Francia alteraría completamente el paisaje europeo. Mi perspectiva es que el contenido neoliberal de este proyecto europeo es el resultado de las estrategias de los gobiernos nacionales. No creo que las instituciones europeas sean genética e irrevocablemente neoliberales. Son neoliberales porque los gobiernos de los principales países europeos son neoliberales, sobre todo los de Francia y Alemania. Y esto también aplica en el caso del BCE.

SK

Que, no obstante, carece de todo mecanismo de control político.

SP

Por supuesto, el BCE es independiente. Ese estatus que se le concedió es el mismo que tenían los bancos centrales en Alemania, y después en Italia, en Francia, etc.

SK

El modelo ordoliberal es un producto que terminó siendo importado a nivel europeo y, por lo tanto, se convirtió en un hecho estructural. Una vez en esta posición, las instituciones tienen una autonomía relativa, como suele decirse, con sus propios índices de eficacia.

SP

Tiendo a pensar que esa autonomía es muy relativa. Las Comisiones Europeas y el BCE son capaces de integrarse y reaccionar muy bien a un cambio en el equilibrio político. Obviamente, esto depende sobre todo del orden en el que estos equilibrios se produzcan. Francia tiene mucho peso en esos procesos. Es algo que decimos en nuestro libro. No existe una lógica neoliberal que una autoridad cuasi autónoma esté imponiendo en Francia desde fuera. Lo que recibimos de Francia es en parte un proceso que los dirigentes franceses impulsaron.

SK

Está bien, pero no existe una lógica neoliberal abstracta que planea por encima del mundo real. Existe una lógica de clase y existen intereses sociales conflictivos. La clase dominante francesa definitivamente no tardará en reaccionar si se pone en marcha una ruptura con el neoliberalismo. Veremos fugas de capitales, huelgas de inversión, reacciones patronales, reacciones del sistema financiero. Las instituciones europeas sirven a estos intereses, no a una lógica abstracta. ¿O estás diciendo que los intereses de las clases dominantes pueden ser puestos en cuestión sin provocar una reacción desde dentro y fuera del país, en los lugares donde los intereses sociales tienen sus bases de poder?

SP

En absoluto. Por supuesto que habrá una reacción. Pero un gobierno de izquierda formado en Francia también cambiaría el equilibrio europeo. Sería un error pensar en el caso de Grecia, por ejemplo, es decir, en el caso de un país que intenta desviarse de la trayectoria impuesta y enfrenta un bloque monolítico determinado a aplicar la estrategia neoliberal a toda costa. Este bloque responde a equilibrios de fuerzas. Por lo tanto, estoy de acuerdo en que habrá una reacción. Pero comprenderla implica también pensar el vínculo entre el cambio de la relación de fuerzas en Francia y el cambio de la relación de fuerzas en el resto de Europa. Esto no significa que será posible gobernar sin una reacción de las clases económicamente dominantes. Cuando hablo de territorio desconocido, quiero decir simplemente que los países que realmente cuentan en la dinámica europea vienen siguiendo una trayectoria neoliberal desde hace décadas. Si Francia se alejara de esto, estaríamos en una situación sin precedentes. La estrategia de las instituciones de la Unión Europea —el BCE, por ejemplo— necesariamente deberían incorporar esta novedad. Tal vez el resultado sea entrar en guerra de nuevo, pero no es una certeza.

SK

Si no podemos descartar esa reacción, entonces, ¿qué hacemos en el caso de que se produzca?

SP

Existe un rango bastante amplio de respuestas, que, en caso de enfrentar una reacción como la que enfrentó Alexis Tsipras, abarca desde la renuncia total hasta la ruptura completa. Como dije antes, con Macron como presidente, un escenario de ruptura en Europa también implicaría una enorme crisis política en Francia. Pero entre la renuncia y la ruptura, existen posibilidades intermedias que no existían en el caso de Grecia y que dependen de la capacidad de Francia de negociar compromisos a nivel europeo.

¿Dónde nos posicionamos en este espectro? No tengo idea. Cualquier compromiso implica obviamente cierto grado de renuncia, que depende del equilibrio de fuerzas que el gobierno francés sea capaz de establecer, probablemente con apoyo de otras fuerzas europeas. Otra vez en este caso, mi pesimismo tal vez no es tan grande como el tuyo. Una victoria de NUPES tendría el efecto de despertar a una izquierda europea que, debemos admitirlo, está en muy mal estado. Otro factor está vinculado con lo que dije antes. ¿Es NUPES una coalición que comparte realmente un eje estratégico y programático, que incluye, como dice explícitamente el programa, la posibilidad de no cumplir los tratados? Esta posición también implica estar preparados para un conflicto.

SK

¿No depende también del nivel de resistencia popular?

SP

Sí, claro. Pero solo en parte, porque como vimos en el caso de Grecia, las traiciones suceden incluso cuando existe mucha presión popular. Esto no concierne solo a los asuntos europeos. Estuvo bien que, cuando hablamos del interés general de la humanidad —expresión que entiendo en el sentido de evitar que estrellemos el avión—, señalaras que eso no borra conflictos de intereses profundos y fundamentales, incluso en el caso de Francia. Los patrones franceses pueden estrangular tanto a la población francesa como al BCE. Por lo tanto, habrá un momento de conflicto, probablemente en toda Europa y con certeza en Francia.

No existe ninguna garantía absoluta contra las renuncias y las traiciones. Los medios para evitarlas pasan por tener un movimiento popular fuerte. No estoy hablando de un movimiento que apoye al gobierno, sino un movimiento con autonomía real y distancia crítica, capaz de reaccionar vigorosamente cuando las cosas no avancen en la dirección correcta. Históricamente, cuando la izquierda gana, existe cierto nivel de delegación: el movimiento social pierde algo de fuerza porque imagina que el gobierno tomará en sus manos la tarea de responder a los intereses populares. Pero el desafío de romper con el orden neoliberal implica contar simultáneamente con un gobierno de izquierda y con un movimiento social autónomo poderoso.

SK

Sin embargo, más allá del resultado de las elecciones, está claro que está comenzando un nuevo período para la izquierda en Francia, y especialmente para lo que Pierre Bourdieu denominaba la «izquierda de la izquierda». ¿Es posible dotar a esta izquierda de un poder real, de un anclaje social efectivo, que permita construir hegemonía en el largo plazo?

SP

Lo que está claro es que la izquierda será rupturista o no será. No existe más la posibilidad de seguirle el juego al neoliberalismo. La izquierda que hizo eso implementó reformas neoliberales mientras intentaba simultáneamente mitigar sus consecuencias sociales negativas. El timing fue un aspecto importante: las reformas que causarían más sufrimiento quedaron para el final. Por supuesto, la liberalización financiera o los tratados de libre comercio, que vinieron primero, fueron parte de una estrategia que, tarde o temprano, implicaría un ataque contra las relaciones laborales y contra la seguridad social. Pero fue también gracias a los socialistas que los trabajadores que empezaron a trabajar hace cuarenta años escaparon en parte a los efectos colaterales de la flexibilización de las relaciones laborales. Esto dotó de sentido a la existencia de esa izquierda. Ahora estamos en el final de ese camino, y completar la transición hacia el modelo neoliberal implica reformar las relaciones laborales y la seguridad social. Por eso no existe más el espacio político para ese tipo de izquierda.

El hecho es que el flanco izquierdo de la burguesía, pilar social de esa izquierda a la que me refiero, pasó a las filas de Macron en 2017. Y eso refleja la desaparición de ese espacio político. Durante la primera vuelta, ese tipo de fracción fue sometida a una prueba de resistencia. No se escatimó en ninguna medida de las que suelen despertar la resistencia: represión contra los movimientos sociales, ataque a las libertades civiles, gobierno verticalista, desprecio del parlamento, decisiones del consejo de defensa totalmente antidemocráticas… No me refiero a los temas sociales y económicos, sino a los temas a los que está supuestamente atada esta «burguesía de izquierda». En síntesis, a pesar de todo eso, el 80% de ese sector mantuvo su fidelidad a Macron. Esto prueba que existe una conciencia de clase bastante aguda: la antigua burguesía «de izquierda», que quería la reforma neoliberal aunque mediante un compromiso con una fracción de las clases trabajadoras, sabe que esta posibilidad no existe más. Los intentos de revivir esa izquierda que realizaron personajes como François Hollande y Anne Hidalgo fueron completamente en vano.

Entonces, ¿cómo puede la izquierda rupturista ofrecer una alternativa viable y de largo plazo? Esto plantea el problema de la forma partido. Aun si criticamos mucho la organización interna de France Insoumise, no dejaba de ser una construcción bastante inusual. Había una fuerte centralización en el grupo en torno a Mélenchon, pero también cierto grado de apertura que acompañaba esa centralización de la toma de decisiones, que no encontré en ninguna otra parte de mis estudios políticos.

Vemos esta apertura, por ejemplo, en los candidatos a las elecciones parlamentarias, que están lejos de limitarse a los militantes de France Insoumise. También lo vemos en el desarrollo del programa L’avenir en commun. En un partido clásico, contribuir al programa implica participar de las secciones locales y de los comités, enviar delegados a los congresos, presentar mociones, etc. Pero el programa de France Insoumise, y después el de Unión Popular, es muy abierto: es el resultado de una construcción colectiva real; no vino de arriba, incluso si hubo algunas decisiones impuestas, como por ejemplo, las de la cuestión europea.

SK

Sin duda, pero no existe ningún espacio en el que los militantes comunes puedan participar activamente de los debates.

SP

Puedo hablar de mi experiencia concreta durante la campaña presidencial, donde participé como miembro del Parlamento de Unión Popular (PUP). No es una estructura democrática clásica: como todos los otros, fui reclutado. La mitad del PUP está compuesta de personas que no participan de France Insoumise, como es mi caso. Hay sindicalistas, docentes, estatales, inspectores laborales, representantes de asociaciones, etc. En realidad, si hubiese habido un proceso electoral, habría conducido inevitablemente a una asamblea compuesta principalmente por militantes. Por lo tanto, es cierto que existe un enorme grado de centralismo, un centralismo no democrático, si uno quiere usar ese término, pero que también permite un mayor nivel de apertura que las formaciones tradicionales.

Sin salir de mi experiencia, con pocos miembros del PUP pudimos organizar libremente un grupo de alrededor de quince economistas cuyas colaboraciones fueron ampliamente difundidas por France Insoumise y tuvieron un fuerte impacto en la campaña. No estoy defendiendo esta estructura en sí misma, simplemente estoy diciendo que, comparada con un comité central y una organización piramidal, pudimos tomar ciertas decisiones con más rapidez y, en un sentido, con más libertad.

SK

Está bien, pero estás diciendo que los «expertos» tienen mucha influencia, y aunque fuera bajo formas distintas, eso también era así en los partidos clásicos. Desde mi experiencia como miembro individual del grupo de acción de France Insoumise de mi barrio, donde me organicé junto a varios miembros más, puedo decir que ni siquiera nos enteramos de esto que dijiste. ¿No es eso un problema?

SP

Destaco la existencia de aspectos contradictorios pero que también están conectados. Hay un núcleo duro, que no responde a ninguna estructura democrática, y, como consecuencia de la centralización, también existe una posibilidad de apertura.

No pretendo comparar mi experiencia como expositor universitario en el PUP con la del «miembro individual de un grupo de acción» al que hiciste referencia.

Pero mi caso personal tal vez tenga cierto interés general. Me encontré con Mélenchon una sola vez en mi vida, hace más de un año. Nunca intercambiamos un mail, ni una llamada, ni siquiera un mensaje de texto. Cuando nos conocimos, hablamos sobre todo de América Latina, un poco sobre Italia, y casi nada sobre Francia. Pero había leído nuestro libro y, hacia el final de la reunión, le dijo a su equipo: «Compremos veinticinco copias y todos deberían leerlo».

Por supuesto, el tipo de poder que tiene Mélenchon puede ser ejercido en distintas direcciones. Ese es a la vez el peligro y la ventaja que representa. Pero cuando vemos, por ejemplo, la forma en que Mélenchon y su movimiento progresaron durante las últimas décadas en su comprensión de la ecología, entendemos que es el mismo mecanismo el que está en juego en este caso. El tema de la ecología fue integrado en el programa a una velocidad que un partido tradicional nunca habría podido seguir.

SK

¿Esa operación es sostenible en el largo plazo?

SP

No, al menos si razonamos en términos de la fortaleza creciente de una izquierda que busca romper con el neoliberalismo. Me explico. En un contexto marcado por una profunda crisis, en el que las estructuras políticas son muy flexibles porque existen bloques sociales que están colapsando y otros nuevos están empezando a formarse, la velocidad a la que hice referencia es un factor vinculado con el hecho de que, en Francia, tengamos una izquierda rupturista que saca el 22%, y eso no sucede en ninguna otra parte del mundo. Por otro lado, pienso que la forma organizativa particular de France Insoumise está mal adaptada a un movimiento que apunta a tener una presencia institucional significativa, tanto a nivel nacional como local. Este tipo de estructura, con sus debilidades y sus ventajas, es una especie de barco pirata. Puede analizar rápidamente la situación y también puede elegir rápidamente la trayectoria justa. Comparémoslo, por ejemplo, con el Partido Comunista. Este último tiene la ventaja de ser mucho más democrático: tiene congresos, las bases votan, etc. Pero tiene la enorme desventaja de funcionar con una inercia enorme, y los resultados están a la vista. Habiendo dicho todo esto, si las elecciones legislativas resultan como esperamos, este tipo de lógica centralista enfrentará dificultades a la hora de reflejar la riqueza y la diversidad de un movimiento que está institucionalizándose y que tal vez haga entrar casi cien diputados.

Entonces, ¿cómo debería organizarse? En primer lugar, tenemos que incrementar la democracia en la toma de decisiones. Para cualquiera que quiere participar de un movimiento, está claro que la democracia es un aspecto fundamental. Pero también necesitamos salvaguardar esta capacidad para reaccionar rápidamente, porque el contexto de crisis que estamos viviendo continuará en los próximos años y probablemente hasta se intensificará.

¿Y qué hay de la vieja estructura partidaria, a la que yo, por ejemplo, me siento fuertemente atado? Definitivamente, hay aspectos de la forma partido que debemos recuperar. Por ejemplo, tener presencia a nivel local y a nivel territorial. Debemos tener secciones locales. Los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales nos muestran que Mélenchon es mucho más fuerte en las áreas urbanas que en las áreas rurales y en las pequeñas ciudades. Podemos hacer política a través de las redes sociales, de internet y de canales de YouTube, pero si nos limitamos a esto, perdemos de vista la enorme parte de la población que no está conectada a esas redes.

Por lo tanto, necesitamos más democracia y más presencia territorial, pero también tenemos que inventar algo que nos permita adaptar ágilmente nuestra estrategia a nuestro análisis de la situación. La situación va a cambiar rápidamente en todos los frentes. Vamos a enfrentar una serie de crisis, y no solo políticas en el sentido restringido. Si tenemos que esperar tres años hasta el próximo congreso, presentar una moción y después rogar que gane y que integre partes de las mociones perdedoras, la cosa no va a funcionar. Y digo esto con plena conciencia de que tenemos que incrementar la democracia en la organización, pero tenemos que hacerlo de forma creativa.

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