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El presidente de EE.UU Joe Biden y el canciller alemán Olaf Scholz el 7 de febrero de 2022 en la Casa Blanca. (Foto: Alex Brandon / AP)

Alta tensión en Alemania

Tras los embargos contra Rusia a partir de la guerra en Ucrania, Alemania busca convertirse en el actor determinante de la política energética europea.

Tras el ataque ruso a Ucrania, el proyecto Nord Stream 2 ha quedado momentáneamente suspendido. Ahora se avecina un embargo de petróleo contra Rusia, según lo decidió la Unión Europea el 1 de junio. En este nuevo escenario, Alemania quiere convertirse en el actor determinante de la política energética europea.

Los planes para un embargo más amplio se develaron hace ya un mes, aunque un embargo petrolero global fracasó debido a la resistencia de Hungría. Por ello, los 27 jefes de gobierno europeos decidieron prohibir solo el petróleo de las hidrocarburíferas rusas, lo que representa alrededor de dos tercios de sus importaciones totales. Joe Biden ya dejó claro en su primera reunión con el canciller alemán Olaf Scholz en la Casa Blanca que detendría el Nord Stream 2 si Rusia atacaba a Ucrania. Uno de los periodistas presentes preguntó entonces al presidente estadounidense cómo iba a hacer eso ya que, después de todo, era un proyecto alemán. La respuesta fue breve e inequívoca: «Lo haremos, se lo prometo, podremos hacerlo». 

Incluso antes de que las tropas rusas invadieran Ucrania, Scholz (del Partido Socialdemócrata de Alemania, SPD) anunció que no se transportarían 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año a través del Mar Báltico desde la localidad rusa de Ust-Luga hasta la alemana Lubmin. Esto le valió los elogios del cuarto poder: «En tiempos de crisis, los alemanes han podido confiar en todos los Cancilleres Federales». El grupo de medios Handelsblatt ve ahora a Scholz como miembro de este club de líderes honorables. El nuevo canciller ha decidido sin más que los objetivos de Alemania pueden alcanzarse de otra manera y está movilizando a la nación contra el enemigo en términos de política energética.

El imperialismo energético alemán

Todavía bajo el mando de Angela Merkel, la República Federativa Alemana (RFA) se planteó el objetivo de garantizar todo el abastecimiento eléctrico del país con fuentes de energía renovables, meta establecida en el «Programa de Protección del Clima 2030». Hasta entonces, una diversidad de fuentes de energía debe proporcionar la electricidad para el crecimiento del país. El hecho de que la RFA complemente su cartera de gas, carbón y petróleo con una cuota cada vez mayor de fuentes de energía neutras para el clima, como las derivadas del agua, el sol y el viento, reduce el poder de los países proveedores de combustibles fósiles. De este modo, se pretende reducir la dependencia de este tipo de fuentes de energía. Pero, ¿cómo se compatibiliza el objetivo de independizarse del gas ruso con la construcción de un nuevo gasoducto?

Para la RFA, este fue solo el primer paso. En el camino hacia la independencia del gas y el petróleo rusos, el país aprovechó la oportunidad para llevar a cabo nuevas negociaciones con Rusia e iniciar una demanda contra Gazprom. El resultado, resumido el 14 de marzo de 2017 por el Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ), fue impresionante: «Gazprom ha aceptado ahora eliminar las restricciones territoriales a la reventa de su gas de todos los contratos de suministro. Lo mismo ocurre con todos los elementos del contrato que hacen poco atractiva la reventa, como la participación de Gazprom en los beneficios». Se trata de un paso esperado en Rusia ya que la Unión Europea (UE) es, por mucho, el mercado más rentable para la empresa y tiene que mantenerlo, casi a cualquier precio. 

Para Alemania, la soberanía energética consiste precisamente en un acceso barato a las materias primas rusas. La dependencia siempre lamentada del gas ruso también existe en sentido contrario. Una vez instalados los oleoductos no se pueden cambiar tan fácilmente y para Moscú las divisas derivadas de esas exportaciones son un ingreso crucial. Para Rusia, prácticamente no hay alternativa al mercado europeo.

Pero aún hay más: Alemania se ha declarado como estación central de distribución del oro líquido. A falta de alternativas, Gazprom ha asumido incluso el papel de proveedor logístico, entregando gratuitamente el gas antes ruso como producto alemán: «Las promesas de Gazprom van más allá en este sentido. Por ejemplo, la empresa promete entregar el gas revendido por otros Estados de la UE directamente a Bulgaria y los países bálticos», continúa el FAZ. El Gobierno actual también se ha ceñido a este plan y lo ha plasmado en el acuerdo de coalición: «Aceleraremos la construcción de centrales eléctricas modernas de gas». 

Sin embargo, el gas ruso no puede fluir lo suficientemente rápido. Así que el objetivo de independizarse del gas ruso encaja con el proyecto Nord Stream 2: el oleoducto estaba relacionado con un proyecto imperialista alemán que hacía que Rusia dependiera de Alemania como administrador central de las fuentes de energía rusas. De este modo, la RFA se elevaría a la posición de actor determinante en cuestiones energéticas en toda Europa.

El proyecto tuvo opositores desde el principio. En primer lugar, el desvío del tránsito de gas a través del Mar Báltico habría supuesto el fin de los ingresos por tránsito para Ucrania. Aunque Alemania aprecia su postura antirrusa, considera que la pérdida de los importantes ingresos que el tránsito de gas le aporta a Ucrania no debe ser un obstáculo para la reorganización del mercado energético europeo. En segundo lugar —y este punto es claramente más importante—, los socios de la UE se opusieron a que Alemania fuera en solitario con una «unión energética». Y en tercer lugar, Estados Unidos también se opuso al gasoducto, porque gracias al fracking hace tiempo que se ha convertido en un país productor y exportador de gas, incluso mayor que Rusia. Además, los estadounidenses siempre han tomado el avance de Alemania como lo que era: un intento de Alemania de emanciparse, al menos hasta cierto punto, del mercado mundial de la energía dominado por Estados Unidos y de convertirse en una importante estación de distribución en la propia Europa.

El fin de Nord Stream 2

Con el inicio de la guerra en Ucrania, Nord Stream 2 se ha detenido, pero las entregas de gas ruso continuarán. Al cierre de esta edición, no había indicios de que los acuerdos germano-rusos sobre el tema fueran a terminar. Se dice que las sanciones contra Rusia afectan de lleno al país y que la exclusión del sistema de pagos Swift puede calificarse como una «guerra económica y financiera total contra Rusia». Así lo expresó el ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, quien poco después se desmarcó de esta afirmación por no ajustarse a la «estrategia de desescalada» de la OTAN.

De esta «bomba nuclear económica» (como la definió el líder demócrata cristiano Friedrich Merz) han quedado exentos los bancos rusos que median en las transacciones de pagos para el suministro de gas ruso a Occidente. Sin embargo, Alemania se está preparando para la posibilidad de una interrupción unilateral del suministro por parte de Rusia, aumentando las reservas de almacenamiento y las reservas legales de gas, mientras se construyen terminales de gas licuado y centrales eléctricas de carbón. 

Pero estas consideraciones pasivas no son, por supuesto, algo en lo que una nación como Alemania se detenga durante mucho tiempo. El plan de reducir a Rusia al papel de proveedor de carbón y gas está dando un giro agresivo: las ambiciones de la política energética de Alemania deben imponerse, si es necesario, sin o contra Rusia. Menos de 48 horas después del inicio de la guerra, ya se podía ver cómo Alemania se movilizaba decididamente contra la antigua «asociación estratégica» con el presidente ruso Vladimir Putin, también en el área de la soberanía energética.

Un nuevo orden energético europeo

Con el fin de reorganizar el suministro energético, se están examinando todas las opciones, lo que llevó a que en pocos días incluso la energía nuclear experimentara un renacimiento en el debate alemán. Pero no solo el FAZ reclama «realismo»: «Alemania consumió el año pasado casi 1.000 teravatios hora (TWh) de gas natural, la mitad de los cuales procedían de Rusia. Al mismo tiempo, las últimas centrales nucleares generaron casi 70 TWh de electricidad. Todas las renovables llegaron a 237 TWh, lo que también muestra la dimensión de la dependencia». Por si fuera poco, la mitad de los hogares no pueden calentarse con energía nuclear porque actualmente están equipados con calderas de gas. Sin embargo, todo esto no es un argumento en contra del uso continuado de la energía nuclear, porque: «Cada kilovatio hora puede ayudar al final». Además, la soberanía energética alemana es, por supuesto, algo más que un salón caliente. 

Alemania también podría revocar la prohibición del fracking vigente en este país. Al menos eso es lo que argumenta el FAZ: «El documento cifra los recursos y las reservas de gas natural convencional, es decir, utilizado anteriormente, en 200.000 millones de metros cúbicos. Por otro lado, el gas de esquisto recuperable alcanza entre 320 y 2.030 billones. Se espera una media de 800.000 millones, lo que supone cuatro veces el nivel actual». 

De hecho, todavía se podría hacer mucho con la extracción de combustibles fósiles en Alemania, si se invirtiera más. Pero eso es exactamente lo que no ha ocurrido hasta ahora. «El sector está inquieto porque los combustibles fósiles están proscritos política y socialmente», explica el responsable de la Asociación de Gas Natural y Petróleo (BVEG). Eso podría cambiar ahora. Los ministros-presidentes de los estados de lignito —como Brandeburgo— siempre han criticado la eliminación anticipada del carbón. Y mientras tanto, incluso la ministra de Asuntos Exteriores de los Verdes Annalena Baerbock considera posible una eliminación posterior. 

Estados Unidos ya se ofrece como proveedor sustituto de Europa. Sin embargo, para no estar completamente subordinados a los intereses de EE.UU., se construirán terminales propias para el gas licuado, «para que podamos determinar el suministro de energía y la soberanía energética en nuestro propio territorio estatal», como dijo el ministro de Economía de los Verdes, Robert Habeck. 

Además, la expansión de las energías renovables en este país va a ser aún más rápida. El hecho de que al mismo tiempo se discuta el regreso de la energía nuclear y del gas licuado, que primero tiene que ser enfriado a -162ºC y enviado para ser licuado de nuevo en un proceso de alto consumo energético, solo sorprende a quienes siempre han visto el giro energético exclusivamente desde una perspectiva ecológica y han excluido su propósito imperialista. 

El aumento de los costes de la calefacción y otros gastos son el subproducto de este tipo de política energética. Para marzo ya se espera una inflación superior al 5% y es un secreto a voces quién tendrá que asumir los costos de esta variante del imperialismo alemán. Pero, como dijo recientemente Baerbock: «La paz y la libertad en Europa no tienen precio».

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