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Jean-Luc Mélenchon durante su tradicional marcha presidencial, el 20 de marzo de 2022 en París. (Foto: Antoine Gyori / Corbis vía Getty images)

Ahora depende de los votantes de Mélenchon

Traducción: Valentín Huarte

En Francia, aunque Jean-Luc Mélenchon quedó fuera de la segunda vuelta por pocos votos, hay signos de que la izquierda podría volver más fuerte que nunca.

Basta de comentarios sobre fracasos heroicos y casi triunfos. El resultado es malo: Jean-Luc Mélenchon disputó las elecciones presidenciales por tercera vez y perdió de nuevo.

Aun con una campaña dinámica y el favor del voto táctico —que hicieron que alcanzara el 22% y superara las predicciones de las encuestas más generosas— Mélenchon no logró abrirse paso hasta la segunda vuelta. Como en 2017, Marine Le Pen (23,4%) terminó expulsándolo de la contienda final, que enfrentará a la candidata de la extrema derecha con Emmanuel Macron (27,6%).

Dado que las encuestas anticipan una segunda vuelta muy reñida, es probable que tanto Macron como Le Pen hagan todo lo posible para quedarse con los votos de Mélenchon. A diferencia de las elecciones de 2017, en las que había quedado cerca del conservador François Fillon, esta vez Mélenchon fue el único otro candidato que obtuvo un resultado de dos cifras. Está claro que la preferencia de sus bases influirá decisivamente en el resultado final.

Por supuesto, el escenario es mucho peor de lo que hubiera sido con un candidato de izquierda en la segunda vuelta. En primer lugar porque existen altas posibilidades de que Le Pen gane las elecciones y el debate de los próximos días girará en torno a sus temas preferidos. Los gobiernos de Macron tienen un desafortunado archivo de represión de la protesta y ataque a los movimientos sociales, incluido el Colectivo Contra la Islamofobia en Francia. Durante su mandato, los políticos de todo el espectro (verdes, socialistas y comunistas) se alinearon con los sindicatos policiales y alimentaron un nefasto giro reaccionario.

Pero el ministro del Interior se equivoca: Le Pen no es más blanda con el Islam. Su gobierno, aun si no conquistara la mayoría parlamentaria en las legislativas de junio, fortalecería todas las formas de autoritarismo y extrema derecha en el aparato de Estado. Es cierto que la candidata de la Agrupación Nacional adoptó una imagen más moderada y jura que su partido cambió (como vienen haciendo, al menos desde los años 1990, todos los partidos europeos con raíces fascistas). Pero si Éric Zemmour, el otro candidato de la extrema derecha, partidario de la teoría del «gran reemplazo», anunció instantáneamente que apoyará a Le Pen en la segunda vuelta, es porque los sectores más racistas de la sociedad francesa todavía escuchan el mensaje cifrado en un discurso superficialmente moderado. Si los rasgos antidemocráticos del aparato de Estado francés y las leyes represivas aprobadas con la excusa de combatir el terrorismo son antecedentes importantes, con Le Pen en la presidencia solo cabe esperar que las cosas empeoren.

Aun si se cumplen los pronósticos y Le Pen pierde en la segunda vuelta, tener del otro lado un candidato que prometió aumentar la edad de las jubilaciones y que erosionó considerablemente el Estado de bienestar, servirá para que la Agrupación Nacional consolide una importante base de cuello azul. Macron, a su vez, no dejará pasar la oportunidad de utilizar la amenaza de la extrema derecha para profundizar en sus leyes reaccionarias.

Voto ineficaz

El domingo a las 8 p. m., cuando se conocieron los primeros resultados, casi todos los otros candidatos supuestamente de izquierda anunciaron que apoyarán a Macron en la segunda vuelta: Anne Hidalgo, alcaldesa de París en representación de un Partido Socialista convertido al neoliberalismo, probablemente ansiosa por una cobertura televisiva que sus magros resultados electorales no garantizaban, tardó solo unos segundos en posicionarse. El 1,7% de los votos que obtuvo es el símbolo de la destrucción de los partidos obreros históricos en manos de dirigentes promercado, que no vacilan a la hora de aprobar «reformas» que precarizan el empleo y recortan las jubilaciones. Aunque la prensa suele acusar a Mélenchon de dividir el campo popular, la unidad del PS —que estaba en el poder hace apenas cinco años— ha sido la de haber puesto a toda la clase obrera francesa en su contra.

No son pocas las oportunidades en las que partidos como el PS se sirvieron del «voto pragmático», promoviendo cierto sentimiento de culpa, para convencer a los jóvenes y a los votantes de la clase trabajadora de que se opongan a la (extrema) derecha (aunque los resultados de esa táctica parecen empeorar con el tiempo). Esta vez, las diminutas fuerzas de la izquierda soft y los medios liberales se pasaron toda la previa de las elecciones buscando un «candidato de unidad» que satisficiera a un ejército de pusilánimes progresistas y no tuviera ningún antecedente de movilización obrera.

Es probable que algunos lo hicieran ingenuamente y con la mejor de las intenciones, pero la verdad es que esa campaña apuntaba directamente contra la candidatura de Mélenchon. Como sea, el candidato de la izquierda radical mostró tener una base mucho más importante y durante los días previos a las elecciones fue él quien convocó a un «voto útil». Los que votaron a los verdes (4%) o a un PCF poscomunista (2%) deberían preguntarse si valió la pena; los votos de Zemmour y de Nicolas Dupont-Aignan (9% en total), «votos basura» que en otras circunstancias hubieran ensanchado los resultados de Le Pen, no superaron a los de los pequeños partidos de izquierda (10%) que hubieran terminado con Mélenchon.

Los próximos días las acusaciones de dividir a los votantes se repetirán, sobre todo porque provienen de los mismos partidos que atacan a Mélenchon por no haber respaldado públicamente todavía la candidatura de Macron en la segunda vuelta. Como en 2017, el candidato de la izquierda anunció que consultará a sus bases antes de hacer cualquier declaración en favor del mal menor, aunque afirmó contundentemente que ninguno de sus votos debería terminar del lado de Le Pen. Está claro que todos esos pequeños partidos tienen intereses institucionales propios: se presentan separados con las miras puestas en las legislativas de junio.

¿Optimismo?

En 2019, pocas horas después de la aprobación del Brexit, escribí que, a pesar de la derrota, la izquierda estaba mucho más organizada y fuerte que antes de que Jeremy Corbyn tomara el mando, y que había una masa de militantes jóvenes con muchas más expectativas en el futuro, incluso en la política institucional, que las de quienes habíamos crecido con Tony Blair. Aunque en ese artículo acusé sin matices a las fuerzas de izquierda soft de haber saboteado —por malicia, por una obstinación obsesiva en seguir existiendo a toda costa, o por una mezcla entre ambas— la dirección de Corbyn, no esperaba que sepultaran completamente su legado en tan poco tiempo y con tan poca resistencia interna.

En los Estados Unidos, aunque las campañas de Bernie Sanders y el asco que infunde la extrema derecha en ciertos sectores de la población impulsaron una oleada de organización socialista, Democractic Socialists of America está lejos de convertirse en un partido de masas, en el sentido de una fuerza que interviene con regularidad y constancia y es capaz de trazar líneas de demarcación a nivel nacional. Existe cierta simpatía por el socialismo, amplia y difusa, pero carece de las formas de organización típicas de los partidos comunistas o socialistas del pasado.

En Francia, también, el aumento tardío de las encuestas para Mélenchon es la señal de un límite. En general, durante el mandato de Macron, Francia Insumisa se desempeñó pobremente en las elecciones regionales y locales, con candidatos de izquierda soft que demostraron ser un poco más resistentes de lo esperado. Sin embargo, las elecciones legislativas que se llevarán a cabo en dos meses marcarán una diferencia respecto de 2017. En 2017 estaba claro que el PS se desplomaría después del deplorable mandato de François Hollande y el escaso 6% que había obtenido en las presidenciales. Pero todavía tenía cerca de 330 diputados (con toda la organización y los militantes que eso implica) y logró mantener 45 sacando cerca del 10% de los votos. Esta vez, Francia Insumisa —que en 2017 no tenía ni un diputado— tiene una cohorte pequeña pero efectiva en la Asamblea Nacional y es con toda claridad la alternativa «social» dominante al gobierno de Macron.

Además, esta campaña fue mejor que la anterior y deja entrever ciertos cambios positivos en la organización. Aunque Mélenchon es un orador brillante, sin parangón en la política francesa, esta vez, en un contexto signado por actuaciones individuales, la campaña de Francia Insumisa estuvo menos centrada en el líder y respondió mejor ante ciertos temas de la agenda (especialmente la islamofobia). Los indicios de creación de una estructura partidaria más formal (o la herramienta electoral de Unión Popular) también son alentadores: sugieren que Francia Insumisa podría convertirse en un elemento más constante de la escena política, capaz de construir organización y de echar raíces a nivel social. La campaña de Sanders en representación de un instrumento electoral corporativo y la precaria dirección de Corbyn en el Partido Laborista nunca tuvieron esa proyección.

Pero incluso en el caso francés, donde Francia Insumisa no tiene ninguna deuda con los liberales «de su bando», el futuro es cuesta arriba. Aunque durante los últimos años hubo luchas sociales importantes —como la de los gilets jaunes, que muchas veces mostraron ser completamente ajenos al lenguaje tradicional y a los códigos del movimiento obrero— la tendencia a la movilización es decreciente y cada vez hay menos medios progresistas. Construir una oposición fuerte será difícil bajo Macron y tendrá que prepararse para enormes dificultades bajo la presidencia de Le Pen.

El resultado del domingo fue una derrota. Pero hay motivos para cierto optimismo, de la voluntad y del intelecto. Con esta campaña Francia Insumisa mostró que es una fuerza con gran capacidad de movilización y se ganó el derecho a la esperanza.

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Publicado en Artículos, Elecciones, Francia, homeCentro and Política

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