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El nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, llega al Palacio de La Moneda tras su ceremonia de investidura en Santiago, Chile. (Martin Bernetti / AFP vía Getty Images)

La economía de Gabriel Boric

El flamante nuevo gobierno asume en un escenario económico sumamente complejo. Para cumplir con su programa, al gobierno de Boric no le queda otra alternativa más que extraer los recursos necesarios de los millones acumulados en las cuentas bancarias de los ricos.

La economía chilena ha pasado por una década de estancamiento y bajos niveles de inversiones provocados por niveles de ganancias históricamente bajos. Este largo período terminó en la crisis provocada por la pandemia. Tanto en Chile como en el mundo, las tasas de interés están subiendo, provocando problemas graves para las empresas muy endeudadas y las familias que sobreviven por medio del endeudamiento.

Las posibilidades de éxito del programa del gobierno de Gabriel Boric dependen en gran parte de los recursos disponibles en la economía, pero también de los recursos acumulados en las manos de un puñado de familias muy ricas. ¿Cuáles serán las pautas con que elija manejarse el flamante gobierno en un escenario tan incierto?

La economía del monetarismo

El Banco Central de Chile ha aumentado la tasa de interés, últimamente, con el propósito de «frenar el brote inflacionario». El banco sostiene que la gente ha gastado el dinero del 10% proveniente del retiro de sus fondos de las AFP, lo que ha provocado un aumento en la demanda; esa nueva demanda ha impulsado la inflación, porque ha aumentado demasiado. Acto seguido, es preciso bajar la demanda. Es lícito así preguntarse si la política del Banco Central, compartida por Mario Marcel, ministro de Hacienda del gobierno de Gabriel Boric, tiene algo o poco que ver con la realidad económica del país. 

Primero, el Banco Central dice haber subido la tasa de interés por razones «monetarias». La principal teoría económica de las últimas décadas ha sido la monetarista. Su hipótesis básica es que la inflación de los precios en la economía «real» se produce y se acelera si la «oferta» monetaria aumenta mucho más rápido que la producción en una economía. Por ende, la inflación es esencialmente un fenómeno monetario. Pero la teoría monetarista se ha demostrado errónea, sobre todo después de la crisis mundial de 2008-9.

La «oferta» monetaria en 2008, antes de la crisis, alcanzó un total de 35 trillones de dólares en el mundo. Como respuesta a aquella crisis, los bancos centrales del mundo insertaron unos 12 trillones como «flexibilidad cuantitativa» entre 2009 y 2018, con el propósito de entregar crédito a bajo costo y ayudar a la economía mundial a recuperar sus fuerzas. Durante el periodo del aumento vertiginoso en la oferta monetaria, la tasa de inflación mundial entre 2009 y 2018 era baja: 2.79%. 

En el caso de la economía más grande del mundo, la de EE.UU., a partir de la Gran Recesión de 2008, el crecimiento de la oferta monetaria se aceleró hasta el 9,6% anual, cuando los bancos centrales aplicaron la «flexibilización cuantitativa», pero la inflación del IPC se redujo al 1,8% anual. En fin, mucho más dinero pero poca inflación. Todo lo contrario a lo que plantea la teoría monetaria. Por ende, no es la cantidad monetaria en sí la causa de la inflación. 

Qué pasó con los trillones de los Bancos Centrales

Las inyecciones de dinero por parte de los bancos centrales, conseguidas principalmente mediante la impresión de dinero y la compra de enormes cantidades de bonos del Estado y de empresas, así como la concesión de préstamos y subvenciones, han terminado, en general, no en manos de las empresas y los hogares, sino en los depósitos de los bancos y otras instituciones financieras. Este dinero se ha guardado en los bancos y empresas o se ha utilizado para financiar la especulación en activos financieros, acciones y otros papeles.

No es la cantidad monetaria en sí la que aumenta la inflación. Todo depende de en qué manos termina ese dinero, y qué hacen con él. Como alternativa a la teoría monetarista podemos ver la economía como un «sistema de producción de mercancías» cuyo pilar central es la generación de ganancias. Según las cifras del Banco Mundial, la economía, medida por el PIB, creció —en promedio— a una tasa de 1,4% durante la década entre 2012-2021. En 2012, el PIB de la economía sumaba 267 miles de millones de USD. Una década después, el PIB sumaba solamente 283 miles de millones. 

La caída en la producción chilena durante la pandemia de COVID fue una interrupción en esta economía ya estancada. La producción se colapsó con cierres de negocios, trabajadores enviados a casa o al hospital, el transporte y el comercio paralizados, la actividad social y los eventos sustituidos por el aislamiento. En cifras, el PIB en 2019 fue 279 (miles de millones de USD); en 2020, en plena pandemia, cayó a 253, para subir a 283 en 2021.

El consumo y la demanda

En estas condiciones, cuando el aumento de la inflación es un indicador del «sobrecalentamiento» de la economía que no alcanza a satisfacer la «demanda», el endurecimiento de la política monetaria podría dejar la economía en el mismo estancamiento del período antes de la pandemia. La política monetaria no aumenta la oferta sino que baja la demanda y, acto seguido, también baja la oferta. Pero podemos comprar cuando tenemos qué comprar, cuando hay oferta suficiente. Y si tú has intentado comprar clavos, tornillos, fierros o madera en una ferretería últimamente, sabes que los precios han subido una cuarta parte en los últimos meses.

Ahora bien, la «demanda» para los bienes que consumimos está determinada por el poder adquisitivo combinado de los salarios de lxs trabajadorxs y las ganancias de los capitalistas. La riqueza de la economía se distribuye entre ganancias y sueldos en la siguiente manera: en un horario de 8 horas, los y las trabajadores laboran un poco más que tres horas para sus sueldos y casi 5 horas en la producción de las ganancias de las empresas. Las empresas entran en producción, precisamente, porque las 5 horas les llegan gratis.

A los sueldos podemos sumar los 10% y los bonos entregados por el gobierno anterior. El valor total de los dos retiros de 10% en 2021 (el segundo y el tercero) fue unos 30 mil millones de dólares. Y las familias con el dinero suficiente para tener acciones también han recibido dinero. Según datos de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), las compañías que componen el IPSA podrían entregar más de US$ 6.947 millones durante 2021-2. La cifra está muy por encima de los US$ 3.893,6 millones repartidos en 2020, y los US$ 5.123,5 millones de 2019.

Por ende, las empresas han repartido 7 de los US$ 24 mil millones de ganancias que llevaron en sus bolsillos en 2021, a pesar de la pandemia. En fin, la demanda en 2021 aumentó más que lo «normal»: por lo menos 30 mil millones de USD, es decir, en un 10% adicional del PIB. El impacto de esta demanda terminará, según todos los «expertos», a fines de este año.

Y vale la pena repetir que la política monetaria, cuando aumenta la tasa de interés, no aumenta la oferta sino que baja la demanda y, por ese medio, baja la oferta. De esa manera, la economía fácilmente puede volver al estancamiento de la última década porque ya habría terminado la bonanza de los 10%. A su vez, la producción aumentará si los niveles de ganancias les convienen a los empresarios. Y ya vimos que los trillones de crédito a bajo costo no terminaron como una gran ola de nuevas inversiones, sino que descansan en paz como acciones en la bolsa o en las cajas fuertes de los bancos. 

En ese sentido, el impacto sobre la oferta provocado por el COVID es una continuación de la desaceleración de la producción industrial, el comercio internacional, la inversión empresarial y el crecimiento del PIB real que ya se había producido en los años antes de que estallara la pandemia.  Eso estaba ocurriendo porque la rentabilidad de la inversión capitalista en Chile (y en las principales economías también) había dejado de subir al ritmo que antes, y es la rentabilidad la que, en última instancia, impulsa la inversión y el crecimiento en las economías capitalistas.

La economía integrada en el sistema mundial 

El estancamiento económico disminuye los recursos que las empresas tienen para pagar sus deudas, y muchas empresas están endeudadas con los bancos afuera. Según datos del Banco Central, en 2008 el endeudamiento externo de las empresas no financieras chilenas era de US$ 34.034 millones, mientras que, a agosto del año 2021, llegó a US$ 72.915 millones, un alza de 114%, o sea, más que duplicando su endeudamiento internacional. Ello ayudado por tasas históricamente bajas en los mercados desarrollados en los años posteriores a la crisis de 2009, que permitían a las compañías chilenas endeudarse en moneda extranjera a tasas insólitamente bajas. 

Las alzas en la tasa de interés en los EE.UU. va a afectar estas empresas con muchas deudas, porque los bonos de empresas (que forman gran parte de la deuda en dólares) están indexados a la tasa del Tesoro de Estados Unidos, por lo que cuando sube esa tasa de referencia, le va a ser más caro pagar sus deudas o los intereses que generan la deuda. 

Frente a un futuro bien incierto en la producción en la economía, el precio de las importaciones es muy importante. El precio del trigo, y por ende la harina y el pan, por ejemplo. Hoy, Chile consume cerca de 2,4 millones de toneladas de trigo al año, de las cuales aproximadamente un 45% se satisface con trigo nacional que se planta principalmente desde la región del Maule al sur, con una concentración mayor en la zona de La Araucanía. El resto se importa, principalmente de Argentina. En 2021, un 49% del trigo importado provino de ese mercado.

El trigo se transa en la Bolsa de Chicago (Chicago Mercantile Exchange, CME) y la Bolsa de Rosario, en Argentina. Desde enero a la fecha, el valor en la primera plaza bursátil ha subido en el orden de 50%. Y le ha pegado directamente al precio en Argentina. Ahí el incremento ha sido cercano al 32%. Si el precio del trigo sube un 5% en Chile, un 3,5% subiría la harina si todos los otros costos se mantienen sin variación. Y por supuesto subiría el precio del pan.

Nada del trigo que se importa al país viene de Rusia, que es el principal exportador de trigo del mundo. Datos de Cotrisa aseguran que envía al mundo más de 38 millones de toneladas de los 198 millones que se exportan globalmente cada año. Sus principales clientes son Pakistán, África y naciones del Medio Oriente. Ucrania exporta 16,7 millones de toneladas a sus clientes habituales como Egipto, Libia, Siria, Líbano, Tunicia, Argelia e Irán. Egipto importa 80% de su trigo de Ucrania y Rusia. No hay que olvidar que el aumento en el precio del trigo fue un factor muy importante en el florecimiento de las revueltas de la primavera árabe en 2011. 

El trigo lleva acumulada un alza de 38,42% respecto al valor con el cual operaba en el día previo a la llegada de las fuerzas militares de Rusia en Ucrania el 24 de febrero, cuando se ubicaba en US$ 343,47 en el mercado estadounidense. Aquella guerra en Ucrania ha generado el temor por el desabastecimiento en los países que representan casi el 29% de las exportaciones mundiales del grano. La guerra causó el cierre de los puertos y una paralización en la producción de la agricultura ucraniana, además de dificultades en el transporte ruso causados por las sanciones dispuestas por las compañías de navegación.

El jueves 10 de marzo Vladimir Putin prohibió la exportación de unos 200 productos, entre ellos, los cereales; un día antes, Volodímir Zelenski había tomado la misma decisión. Por ende, se está creando una escasez del trigo a nivel global, y los precios altos a nivel mundial van a hacer subir el precio del pan en Chile. En la primera semana de marzo, el contrato (de futuros) de marzo del trigo llegó a US$ 495,31 la tonelada en la bolsa de Chicago, lo que implicó un aumento semanal de casi 60%. En Santiago, el kilo de pan fluctúa entre $1.600 y $2.100 en circunstancias que hace un año o año y medio era del orden de $500 más bajo. Sin duda, va a aumentar a niveles mucho más altos. Frente a un escenario sumamente complejo, bajar la demanda y por ende bajar la oferta, podría dejar la economía otra vez estancada mientras suben los precios internacionales del trigo y otras importaciones.

Para cumplir con su programa, entonces, el gobierno de Boric puede extraer más recursos de los miles de millones acumulados en las cuentas bancarias de los ricos.

O puede postergar sus planes de implementar cambios importantes por «falta de recursos».

Esperemos que elija bien.

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