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Una mujer pasa por delante de las oficinas del Banco Central de Rusia el 28 de febrero de 2022. (Mikhail Tereshchenko / TASS vía Getty Images)

Cómo Europa aprendió a usar los bancos centrales como arma

Las sanciones occidentales contra Rusia están siendo calificadas como una medida sin precedentes. Pero el principal mecanismo que utilizan ha sido probado a lo largo de una década de crisis de la eurozona, y amenaza con una devastación económica que va mucho más allá de las élites rusas.

Las escenas de Moscú y otras ciudades rusas de los últimos días sugieren las fases iniciales de una corrida bancaria, mientras que el rublo cayó casi un 40% en las primeras operaciones del último día de febrero, al abrirse los mercados de Asia oriental. Este era el resultado previsto de las sanciones económicas anunciadas por las potencias europeas, Canadá y Estados Unidos, a las que se sumó posteriormente Japón, durante el fin de semana. Las sanciones son medidas inusualmente severas que amenazan con una potencial devastación económica, pero el principal mecanismo que utilizan ha sido probado durante la última década de crisis y desorden económico.

Al igual que en el caso de la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y el Reino Unido, no hay ninguna justificación creíble para lo que Vladimir Putin está infligiendo a Ucrania y a su pueblo, y el caso ofrecido por el gobierno de Putin también se basa de forma transparente en mentiras. Pero la invasión y sus consecuencias exponen dramáticamente la forma del sistema mundial después de más de una década de guerra, desorden y pandemia desde la crisis financiera de 2008.

Ni oligarcas ni SWIFT

En primer lugar, el debate sobre las sanciones financieras ha tendido a centrarse en los flujos del gobierno de Putin —financiación conectada y a menudo criminal que se abre paso a través de los sistemas bancarios occidentales—, incluido Londres. Las restricciones a la capacidad de tal o cual oligarca para realizar las transacciones que desee, aunque importantes, se acercan más a una grave molestia que a la aplicación de una presión crítica. Del mismo modo, la prohibición de los «pasaportes dorados» para los oligarcas es algo que debería haberse hecho hace tiempo, pero no es un golpe de efecto.

En segundo lugar, la parte crítica del paquete no es la retirada de tres grandes bancos rusos del sistema de mensajería interbancaria SWIFT. Ha habido una importante confusión al respecto, y en la medida en que se confunda a SWIFT con un sistema de pagos o con algo fundamental para las operaciones de un banco, anunciar con bombos y platillos la sanción del retiro de Rusia del sistema podría socavar la confianza del público en sus bancos.

Pero SWIFT no es un sistema de pagos, y no es necesario para las transacciones nacionales convencionales. Lo que hace es facilitar la solicitud más rápida de transferencias de dinero entre bancos internacionales y, por tanto, agilizar el comercio exterior. Pero de ningún modo es esencial para este último: los bancos de distintos países pueden solicitarse dinero entre sí de distintas maneras —incluso vía fax— si se les niega el acceso.

Desde 2014, después de que Estados Unidos amenazara por primera vez con desconectar el acceso de Rusia a SWIFT, el país se ha afanado en crear su propio sistema de comunicaciones interbancarias, SPFS, operativo desde 2017. El «sleeving» de operaciones, en el que se encarga a un tercero que proporcione crédito comercial y realice operaciones entre Rusia y algún país que busque comprar petróleo o gas, también es una opción.

Rusia no es único en el establecimiento de sus propios sistemas monetarios alternativos. China cuenta con un sistema de pagos bancarios independiente, el Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos, que funciona desde 2015 y proporciona servicios de pago en yuanes a ochenta bancos participantes, entre ellos HSBC y Standard Chartered. La India está avanzando en el establecimiento de un sistema de pagos en rupias para «suavizar el golpe de las sanciones». India, cuyos lazos con Rusia se remontan a sus primeros años libre del Imperio Británico, sigue siendo el mayor mercado ruso de equipos de defensa y seguridad. Nueva Delhi estableció un sistema similar para sortear las sanciones impuestas a Irán.

A más largo plazo, es probable que las restricciones políticas que ahora se imponen al principal servicio de mensajería interbancaria mundial, centrado en Estados Unidos (aunque con sede en Bélgica), no hagan sino reforzar las tendencias contra la globalización y hacia la organización de la economía mundial en bloques regionales.

Pero el impacto inmediato es lo que importa ahora. Sin el acceso completo a SWIFT, el comercio entre Rusia y el resto del mundo será más difícil, incluido el crucial comercio de petróleo y gas. Esto, a su vez, dificultará el acceso a las divisas y, por tanto, en un segundo momento, podría empezar a amenazar la estabilidad de su sistema bancario. Como afirma Zoltan Pozsar, de Credit Suisse, la remoción de SWIFT debilitará aún más la economía rusa, con el riesgo de que se produzca un retroceso financiero en Occidente. Pero, incluso así, no es la principal arma financiera que se está desplegando aquí.

Tampoco se ha atacado directamente el comercio de petróleo y gas. Con los precios de ambos ya disparados, y con Rusia suministrando cerca del 40% del gas natural de Europa, los costes para los que intentan aplicar las sanciones empiezan a parecer mayores que los beneficios de aplicarlas. El gas natural licuado (GNL), procedente de productores como Qatar y Estados Unidos, abastece actualmente cerca del 20% de la demanda en todo el continente. Pero la oferta tiene límites, tanto en la producción como en las terminales de GNL en Europa, y la demanda europea es solo una parte de un mercado global. Cualquier aumento de la demanda aquí compite con la demanda de gas en toda Asia y más allá. Las reservas de gas en Europa, por su parte, se encuentran en un mínimo histórico: si los flujos de gas ruso se detuvieran por completo, el continente dispondría de unas seis semanas de suministro. Sin duda, la conciencia de esta dependencia es lo que envalentona al gobierno de Putin.

Los bancos centrales como armas

Sin embargo, existe un arma económica que puede utilizarse sin ningún coste para quienes la empuñan. Una corrida bancaria en Moscú no le cuesta nada a Berlín, Londres o Washington. Por ello, el arma principal del paquete de sanciones son las restricciones al banco central de Rusia. El comunicado conjunto dice:

[Nos] comprometemos a imponer medidas restrictivas que impidan al Banco Central de Rusia desplegar sus reservas internacionales de manera que socaven el impacto de nuestras sanciones.

En concreto, se trata de impedir que el Banco de Rusia venda gran parte de sus reservas en los mercados internacionales, valoradas en unos 640 000 millones de dólares. En los últimos días ha estado vendiéndolas a ritmo, comprando rublos en un esfuerzo por preservar el valor internacional de la moneda. Si el Banco de Rusia no puede vender sus reservas, ya que las instituciones que poseen sus activos no están dispuestas a deshacerse de ellos y otras no están dispuestas a comprarlos, la operación para apuntalar el rublo se hace imposible. El rublo se hundirá, como hemos visto hacia fin de febrero. Esto, a su vez, amenaza con una corrida bancaria, ya que los depositantes buscan retirar sus rublos cada vez más inútiles de las cuentas bancarias y convertirlos en monedas más valiosas y estables, como el dólar o el euro. En el momento de escribir estas líneas, es posible que ya se esté produciendo una corrida bancaria, con colas en los bancos durante el fin de semana.

No todas las reservas del banco central ruso han quedado inutilizadas. Alrededor de 145 000 millones de dólares se mantienen como oro (que se conserva físicamente en Rusia) y, si no se puede vender directamente —transfiriendo literalmente lingotes físicos del metal amarillo—, en teoría se puede convertir en promesas de pago posteriores. Otros 90 000 millones de dólares (alrededor del 14%) de estas reservas se mantienen en yuanes, y China ha indicado sistemáticamente que no se sumará a las medidas contra Rusia.

Fuente: Financial Times
Fuente: Financial Times

El Banco de Rusia ha pasado los años transcurridos desde 2014 ocupándose tanto de aumentar sus reservas como de desprenderse de dólares y activos denominados en dólares. Sus tenencias de 6 000 millones de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos están hoy muy por debajo del récord de 176 000 millones de dólares de octubre de 2010. Esto fue un movimiento completamente político: un intento deliberado de minimizar el impacto potencial de futuras sanciones, del tipo que se está aplicando ahora. Su enorme superávit por cuenta corriente, la diferencia de 19 000 millones de dólares entre lo que Rusia exporta y lo que importa que se ha ido acumulando a lo largo de una década de ventas de petróleo y gas, también proporciona cierta protección contra las sanciones económicas agresivas. La proporción de dólares en el comercio de exportación de Rusia ha caído del 69% en 2016 al 56% a principios de 2021, lo que sigue siendo significativo pero no deja de ser una reducción de la exposición potencial.

Asimismo, las «líneas de canje» que surgieron entre la Reserva Federal y los bancos centrales de las principales economías en las profundidades de la crisis financiera de 2008-9, proporcionando financiación barata en dólares de la Reserva Federal a otros bancos centrales cuando los mercados interbancarios no podían hacerlo, han sido emuladas cada vez más por las economías que no utilizan dólares. El Consejo de Relaciones Exteriores tiene una animación que muestra el crecimiento de las líneas swaplines globales desde la crisis de Asia Oriental de 1997-98, junto con una explicación de sus operaciones.

Fuente: Consejo de Relaciones Exteriores
Fuente: Consejo de Relaciones Exteriores

Estas líneas de canje forman ahora la columna vertebral de un sistema financiero emergente y cada vez más regionalizado. Los acuerdos de líneas de canje tienen un valor global de 1,9 billones de dólares, y otros «acuerdos de financiación regional» de 1,4 billones. Ambos son mucho más grandes que los recursos disponibles del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ascienden a 1 billón de dólares, para utilizarlos en caso de emergencia financiera.

Fuente: FMI («BSL» es swapline bilateral y «RFA» es acuerdo de financiación regional).
Fuente: FMI («BSL» es swapline bilateral y «RFA» es acuerdo de financiación regional).

China y Rusia tienen abierta una línea swapline en yuanes desde 2014, mientras que China ha firmado más de treinta y dos acuerdos swapline con diferentes países desde 2009. La declaración, hace apenas unas semanas, hecha por China y Rusia acerca de una «amistad sin límites» aportaba indicios en esa dirección.

Pero el comercio directo entre China y Rusia sigue siendo solo una parte de las exportaciones rusas. Y cada vez hay más pruebas de que las instituciones financieras chinas, temerosas de las «sanciones secundarias» de Estados Unidos y sus aliados contra quienes tratan con Rusia, se alejan discretamente del apoyo. Puede que China quiera un mundo posdólar, pero la invasión rusa de Ucrania se adelanta a ese objetivo en décadas.

El caso del Banco Central Europeo

El golpe económico de las sanciones de los bancos centrales a Rusia seguirá siendo excepcionalmente duro. Es probable que el Banco de Rusia se encuentre con que los controles de capital y las drásticas subidas de los tipos de interés son lo que le sirve para intentar defender el rublo y, por tanto, su sistema bancario.

Los bancos centrales son el centro neurálgico del sistema financiero y bancario de cualquier moneda. Su función principal es actuar como «prestamista de última instancia» para los bancos de una moneda, interviniendo para garantizar que los bancos con dificultades financieras no quiebren. Como extensión de esta función primaria, pueden tener poderes para (por ejemplo) defender el valor de la moneda de un país, lo que puede considerarse como un subconjunto de la defensa de la credibilidad de sus bancos. Pero este enorme poder interno puede convertirse en una debilidad abrumadora cuando un país ya no tiene el control total de su banco central y no puede garantizar la estabilidad de su sistema bancario.

Existe un precedente de la utilización de la banca central como arma que estamos viendo ahora. Los documentos filtrados en noviembre de 2014 mostraron que el Banco Central Europeo (BCE) amenazó al gobierno irlandés con el colapso de su sistema bancario si no aceptaba el rescate del BCE/UE/FMI cuatro años antes. De forma aún más dramática, el BCE amenazó repetidamente con poner fin al apoyo de emergencia a los bancos insolventes de Grecia si el recién elegido gobierno de Syriza no aceptaba las condiciones de rescate que se le ofrecieron a partir de febrero de 2015. Estas condiciones incluían la ampliación de la austeridad, a la que Syriza se oponía con vehemencia. Syriza intentó salir del atolladero con un referéndum sobre la aceptación del rescate en julio de ese año, pero su táctica fracasó. El primer gobierno de izquierda radical de Europa en décadas se vio abocado al fracaso.

Tanto Irlanda como Grecia eran miembros de la eurozona y estaban políticamente alineados con las instituciones europeas; en última instancia, fue la falta de voluntad de Grecia de romper más estructuralmente con esas instituciones, abandonando el euro, lo que permitió al BCE amenazar con la quiebra de sus bancos y echó por tierra el programa antiausteridad de Syriza. Durante la crisis financiera también se utilizaron sanciones directas de los bancos centrales. La congelación por parte de Gran Bretaña de los activos financieros islandeses en octubre de 2008, utilizando los poderes disponibles en virtud de la Ley Antiterrorista Contra el Crimen y la Seguridad de 2001, puso a su banco central brevemente (aunque de forma incidental) como objetivo.

La misma técnica del BCE —atacar al banco central para socavar el sistema bancario— ha pasado ahora de la amenaza a la aplicación contra un país hostil, actualmente en guerra con un aliado cercano de los que aplican las sanciones. La ojiva del arma es la misma, pero el contexto es radicalmente diferente y radicalmente más peligroso: el paso de Putin de las oscuras insinuaciones a la movilización de las fuerzas nucleares rusas muestra tanto la eficacia del arma como las graves consecuencias de su uso.

Rusia no puede responder de la misma manera al ataque del banco central (el sistema financiero ruso es pequeño, en relación con el sistema financiero del dólar, y está débilmente integrado en él), por lo que su gobierno ha respondido en cambio allí donde sí tiene capacidad para hacerlo. Es realmente preocupante que no esté claro hasta qué punto esta perspectiva de una escalada militar rusa inmediata estaba prevista en la planificación de las potencias occidentales.

Las personas que sufren de forma más inmediata las sanciones del banco central de las potencias conjuntas serán, por supuesto, los ciudadanos rusos de a pie, que ahora contemplan la pérdida de una utilidad elemental en la vida moderna, el sistema bancario, junto con la grave perspectiva de la hiperinflación. El resto de nosotros, mientras tanto, somos arrastrados aterradoramente hacia el precipicio de la guerra nuclear.

[*] El artículo anterior fue publicado originalmente en inglés en Pandemic Capitalism, un newsletter semanal sobre economía mundial.

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