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Ilustración: Wesley Allsbrook

Breve glosario del mundo del trabajo

Este «Breve glosario del mundo del trabajo latinoamericano» reúne a doce especialistas de diversos rincones de la región que proponen doce conceptos clave para comprender la realidad laboral en América Latina.

Como no podía ser de otra manera, el mundo del trabajo vivo convulsiona en esta crisis a escala planetaria. Desde décadas atrás, con la reestructuración productiva mundial que vino de la mano del neoliberalismo como patrón de acumulación, asistimos a la transformación de los territorios sociales de subordinación del trabajo, así como de los modos y las vías a través de las cuales esta se produce. Observamos la emergencia de una urdimbre de relaciones que, mientras renuevan algunos de sus aspectos constitutivos, aseguran la extensión de dinámicas de subsunción y de continuidad de la acumulación.

Si durante los años 80 y 90 teóricos como Marc Augé o David Harvey advirtieron transformaciones marcadas por la «aceleración histórica» y el «encogimiento planetario», o por una «compresión espacio-temporal», la crisis contemporánea parece profundizar las lógicas de la inmediatez y la uniformidad, relegando la historicidad y la territorialidad como marcas de las configuraciones en que se cristalizaron procesos desiguales de expansión capitalista. Sin embargo, espacio e historicidad regresan en esa multiplicidad heterogénea de formas en que el trabajo vivo es subordinado pero, a la vez, se organiza, resiste, se desplaza y moviliza.

Si toda crisis es terreno de transformación, indagar en las novedades que produce el mundo del trabajo es una tarea más que necesaria para la acción. En este pasaje, ubicar esas novedades en la lucha de clases, apuntar logros y retrocesos, dar cuenta de nuevos horizontes que anidan en las demandas, en las organizaciones y en las acciones emergentes, se vuelve un ejercicio para nada ocioso. Es preciso, entonces, pulsar los procesos que hacen a la formación de las clases trabajadoras contemporáneas un momento de profundas transformaciones, que algunos analistas sitúan cómo análogas a las que alumbraron las configuraciones «fordistas», otros conciben como «el fin del modelo normativo de regulación» y otros aún las asumen como camino inexorable al «poscapitalismo».

Interrogar «lo novedoso» en y desde América Latina no supone la búsqueda de singularidades prístinas y originarias que hagan de su irreductibilidad una excepcionalidad global. Antes bien, supone reponer procesos históricos que contribuyeron a delimitar los contornos de una realidad regional profundamente interconectada y atravesada por coordenadas comunes. Las realidades del trabajo y de las clases trabajadoras en América Latina, sus particularidades y sus dinámicas han tenido significación en los debates que condujeron a categorizaciones duraderas, por ejemplo, del desempleo, la dependencia o la informalidad.

Bajo esa tradición de pensamiento situado, el concepto de clase-que-vive-del-trabajo apunta a conjuntar las formas heterogéneas de actividades y mostrar los aportes teóricos y el valor estratégico que puede tener la producción y reproducción de la vida en América Latina. Sirva este como ejemplo, también, para evidenciar la importancia de reponer esas novedades en el mundo del trabajo tal y como se nos presentan bajo la forma de neologismos que marcan relaciones, fenómenos y actores que han tomado presencia definitiva en nuestra realidad social.

En este Breve glosario presentamos un conjunto de nociones que —de modo paulatino pero persistente— se van entramando en el sentido común de las teorías, las críticas y las prácticas políticas que emanan de (y estructuran a) esa urdimbre de relaciones en movimiento y transformación que son las clases trabajadoras. Es intención de este Glosario mostrar esas tensiones: ¿cuáles son los tiempos que marcan la emergencia de lo «novedoso» en el mundo del trabajo? ¿En qué elementos radica esa novedad y en cuáles se adivinan huellas de realidades persistentes? ¿Qué modos de actividad, de organización, de confrontación subyacen a ciertos términos? Finalmente, ¿qué agencias militantes y politicidades contribuyen a configurar?

Las doce entradas que componen este Glosario buscan echar luz sobre el despliegue de transformaciones en tres dimensiones: los procesos de acumulación, las relaciones de explotación y subordinación del trabajo y los procesos y actores de la acción colectiva. Esta clave de lectura, empero, no pretende obturar las conexiones en las tres dimensiones mencionadas, sino sugerir posibles cruces y conexiones que nos permitan entender mejor las transformaciones del trabajo en nuestro continente. Así, por ejemplo, las entradas de Economía Popular o Precariedad deben tanto a las formas en que se estructura la acumulación de capital como a los procesos de organización, politización y (auto)producción de actores colectivos. Robotización/Automatización y Uberización, por su parte, conectan tendencias propias de la relación de acumulación con las formas sociales que asume la explotación.

Dentro de los nuevos procesos de acumulación, además, se incluye Extractivismo, por ser una dinámica que estructura configuraciones territoriales y por el creciente dominio del trabajo muerto acumulado en la forma de medios de producción sobre el trabajo vivo. En ese mismo sentido aparece una entrada sobre las formas de la Economía criminal, dado su peso e importancia en la acumulación de capital y en las recientes configuraciones de las vidas de las comunidades. La contracara de los procesos de territorialización del capital son los procesos de desposesión y desplazamiento de vastos grupos de trabajadores latinoamericanos. En esta dualidad se inscribe Trabajo de migrantes como consecuencia y como dinamizadora de los circuitos del capital en América Latina.

El segundo tópico invoca las transformaciones en la relación de explotación que supone la avanzada de trabajo muerto propia de la Automatización y su objetivación en regímenes particulares de organización y control, como la Uberización o el Teletrabajo. Y, en contraparte, un tercer bloque de entradas apunta a las novedades de la acción colectiva, que no han sido pocas en los últimos años en América Latina.

La entrada Poder sindical global busca reponer y actualizar el clásico fenómeno del internacionalismo proletario como contraparte del proceso expansivo del capital bajo una categorización novedosa que permita volver a poner de manifiesto la potencia organizativa de los trabajadores. Otras entradas de este rubro implican la emergencia de nuevos fenómenos. El Sindicalismo de Movimientos Sociales busca vincular orgánicamente al mundo del trabajo con las movilizaciones populares tan importantes para modificar el clima político de las últimas tres décadas en América Latina, mientras que la Huelga feminista (si bien tiene algunos antecedentes de más larga data, como recuerda la entrada) ha implicado una novedad radical en el mundo del trabajo al poner en entredicho los espacios y dinámicas patriarcales de producción y reproducción de la vida.

En este Breve glosario del mundo del trabajo latinoamericano reunimos las colaboraciones de doce especialistas que, desde diversos rincones de América Latina, problematizan críticamente la realidad regional. Estas entradas sobre términos —ahora— habituales son un esfuerzo colectivo por presentar algunos de los fenómenos laborales emergentes más relevantes en nuestra región y poder contribuir así a la afirmación del trabajo vivo sobre el capital.


 

Clase-que-vive-del-trabajo

Formulado por primera vez en 1995 en Adeus ao trabalho? (Cortez Editora, 1995) del sociólogo brasileño Ricardo Antunes, el concepto de «clase-que-vive-del-trabajo» formaba parte de una respuesta más amplia del autor a las tesis que diagnosticaban la pérdida de centralidad del trabajo y del proletariado en la sociedad capitalista contemporánea y a la obsolescencia general de las categorías marxistas en la teoría social.

Fue, en particular, una reacción crítica al concepto de «no clase de no trabajadores» y a las tesis de André Gorz en Adiós al proletariado. Teóricamente, el concepto pretendía actualizar —no sustituir— el concepto marxista de «proletariado», subrayando que la explotación de la fuerza de trabajo por parte del capital no se limita al trabajador de la fábrica. La categoría, por tanto, intentó dar cuenta de la heterogeneidad de sujetos, sectores (producción y circulación) y formas de trabajo subsumidas y explotadas por el capital a través de reestructuraciones que combinan viejas y nuevas estrategias de dominación ideológica y explotación económica.

La repercusión del concepto en la investigación laboral (y de las tesis centrales de Antunes, en general) ha sido amplia y diversa. Su reflexión circuló intensamente, más allá de la sociología, en áreas como el derecho, la economía, el trabajo social, la educación y la salud. También circuló profusamente en el debate latinoamericano más amplio de la identificación de los supuestos eurocéntricos de las tesis que decían «adiós» a la clase obrera.

Aunque —debido a la ausencia de problematización de las bases objetivas que llevan a la separación de las capas medias (muchas de ellas, también nuevas)— se pueden discutir los límites del proletariado, el concepto también suscitó importantes discusiones entre los movimientos sociales y las organizaciones políticas al incitar a la búsqueda del poder común y transformador de clase contenido en los diferentes cuerpos, sujetos y grupos que, como resultado de la experiencia cotidiana y concreta de la explotación laboral, buscan alternativas al mundo del capital.

–Sávio Calvacante


 

Economía criminal

La denominada «economía criminal» incluye una amplia variedad de actividades (narcotráfico, falsificación, comercio ilegal de mercancías —como combustibles, personas u órganos—, extorsión y lavado de dinero, entre otras) que tienen como denominador común el estar fuera de la legalidad del capitalismo contemporáneo. Aunque este tipo de actividades han sido una constante en los mercados, bajo el neoliberalismo como patrón de acumulación global han aumentado su magnitud e importancia económica y sociopolítica. Según un estudio de 2016 de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el comercio ilegal del crimen organizado reporta ganancias anuales de más de 2 billones de dólares (un 3,6% del PIB mundial).

La expansión de la economía criminal incluye mutaciones relevantes desde una óptica del proceso de trabajo. Por ejemplo, el comercio de drogas conlleva cadenas globales de producción desde los lugares de extracción de materias primas hasta los espacios de venta a los consumidores. Las empresas y organizaciones de la economía criminal pueden llegar a ser verdaderas organizaciones multinacionales con una amplia red de intermediarios, movilidad de sujetos y diversificación de actividades lucrativas.

Está documentado que en ellas se contienen otras formas de relación laboral ajenas al trabajo asalariado y propias del trabajo no libre como pueden ser el trabajo forzado, esclavo, sicariato o leva de comunidades. Desde el golpe militar de García Meza (1980) en Bolivia hasta la llamada «guerra contra el narco» en México, pasando por la época del terror y la narcopolítica en Colombia, la expansión de la economía criminal en América Latina tiene una importancia fundamental para entender la evolución de los Estados, los procesos de despojo y extracción de materias primas, así como la enorme estela de muerte que deja a su paso en el continente.

–Diego Bautista Páez


 

Economía popular

El concepto «economía popular» busca dar cuenta de un sector poco tratado por los estudios laborales clásicos, centrados en trabajadores que laboran para un patrono en una industria. Abarca trabajos concretos muy diversos, como los vendedorxs en tianguis o ferias, pepenadorxs o cartonerxs, trabajadorxs de comedores o cooperativas, vendedorxs ambulantes, trabajadorxs sexuales, cultivadorxs de pequeñas parcelas de tierras, etc. Si bien es un sector que viene de larga data —tratado por estudios sobre «informalidad» o «marginalidad»—, con el auge neoliberal registró un crecimiento sostenido.

La «economía popular» viene definida por la desprotección laboral y la exclusión social; tiene alta intensidad de mano de obra, poca inversión de capital y trabajadorxs que no se benefician, al menos directamente, de las conquistas históricas del movimiento obrero. Si bien lxs trabajadorxs de la Economía Popular no son empleados por el capital en una relación de dependencia, no están aislados de la economía global; en ocasiones, hasta pueden favorecer la ganancia de grandes empresas, por ejemplo, con la venta ambulante de Coca-Cola.

Dentro de la Economía Popular existe una parte que está organizada y propone salidas colectivas a la exclusión mediante cooperativas, organizaciones sociales y gremiales. A dicha parte se la puede describir como popular-social o popular-solidaria, pero caracterizar de esa manera al conjunto del sector invisibilizaría numerosas tensiones y conflictos en su interior. En múltiples partes del continente hay expresiones organizativas de la Economía Popular. Un ejemplo a gran escala es la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), en Argentina, con cerca de medio millón de afiliados.

–Mariano Casco


 

Extract-
ivismo

El extractivismo es la obtención a gran escala de materias primas para la acumulación de capital. El material extraído se exporta con poco o ningún procesamiento y sin reportar ningún bienestar en el país de origen; por el contrario, a menudo genera daños socioecológicos intensos y duraderos. Aunque inicialmente se lo aplicó a la extracción de minerales y combustibles fósiles, hoy se usa el término para casi cualquier actividad que obtiene materias primas a gran escala (como madera, agronegocios o pesquerías).

Debido a la magnitud de la extracción y los impactos que produce, existe una tendencia a pensar en el extractivismo como proceso autónomo y no como una etapa del proceso de acumulación del capital que, bajo el neoliberalismo, ha aumentado en ritmo e intensidad, facilitado esto por los avances tecnológicos y por la aceleración de los tiempos de reproducción del capital.

El extractivismo contamina el ambiente, degrada los ecosistemas y subordina las economías locales, despojándolas de sus formas de sustento y dejando a la población sin más alternativa que pasar a engrosar las filas de trabajadores precarizados en las empresas. Con el tiempo, todo el empleo local pasa a depender del enclave extractivo, que a las clases populares solo ofrece empleos mal pagados, inestables y masculinizados (lo que incide en el aumento de la violencia de género en los entornos extractivos). A ello se suma la violencia contra las comunidades en resistencia a la actividad extractiva, que con frecuencia se enfrentan a los trabajadores que defienden a las empresas por temor a la pérdida de empleos.

No obstante, los trabajadores del sector están jugando un rol cada vez más importante en la crítica socioambiental al extractivismo al tiempo que proponen conservar y generar empleos dignos, como se observa en el caso de la Alianza por los empleos verdes en el Reino Unido o la articulación entre varios sindicatos del carbón en Colombia.

–Melissa Moreano Venegas


 

Huelga feminista

La huelga feminista es una herramienta política de lucha impulsada por el movimiento de mujeres que comprende la interrupción de las actividades de producción, reproducción y cuidado. Implica una reapropiación y transformación del paro obrero, al ampliar y cuestionar su sujeto, espacio, temporalidad y objetivos. Incluye y visibiliza formas de trabajo no asalariadas, no reconocidas y/o no remuneradas, mayoritariamente feminizadas. Irrumpe en el espacio doméstico, la calle y la comunidad, marcándolos como espacios de trabajo y de lucha. 

Sus tiempos exceden y problematizan los límites de la jornada laboral, mientras el horizonte de demandas incorpora, entre otras, la justicia reproductiva, la lucha contra el femicidio y el rechazo de las violencias machistas contra los cuerpos de las mujeres, feminizados y disidentes, en y más allá del lugar de trabajo, conectándolas con la violencia económica de la brecha salarial, de la deuda, y del capital.

La historia de la huelga feminista puede trazarse a partir de antecedentes tales como el paro de las mujeres islandesas de 1975 o la Campaña Internacional por el Salario para el Trabajo Doméstico, pero conoció un momento reciente de reactivación. El Paro nacional en repudio a los femicidios y contra la violencia machista y patriarcal convocado en Argentina en el marco del movimiento Ni Una Menos y el Lunes Negro en defensa del derecho al aborto en Polonia de 2016 propiciaron la convocatoria a huelgas feministas en distintos territorios y la confluencia a nivel global en las manifestaciones multitudinarias del «Paro Internacional de mujeres, lesbianas, trans y travestis» realizado, por primera vez, el 8 de marzo de 2017.

–Lola Loustaunau


 

Poder sindical global

La adjetivación «global» del concepto «poder sindical» cobra consistencia teórica al alero del poder asociativo; una categoría que refiere a la estructura organizativa a través de la cual les trabajadores coordinan, asientan y acrecientan su capacidad de acción colectiva en diferentes planos geográficos, desde los sindicatos de base hasta las instancias nacionales, continentales e intercontinentales. 

Por ejemplo, el Sindicato de Trabajadores Portuarios de Iquique, en Chile, pertenece a la Federación homónima con otros sindicatos portuarios locales, a través de la cual componen la Unión Portuaria del Norte como instancia regional de la Unión Portuaria nacional que reúne cinco regionales. Simultáneamente, el mismo Sindicato pertenece al zonal latinoamericano del International Dockworkers Council, lo que le permite articular boicots globales en solidaridad con las organizaciones locales, regionales y nacionales a las que pertenece.

En términos más generales —y fuera del conflicto frontal —, el concepto suele referir a la reacción sindical frente a los efectos laborales de la concentración y subordinación global de capitales acontecida el último medio siglo. Esto se traduce en la búsqueda de estándares laborales mínimos y en la capacidad de hacerlos extensivos a las diferentes locaciones del mismo capital o cadena de valor. En última instancia, el «poder» que los sindicatos globales aspiran a administrar reside en el carácter internacional de la clase trabajadora y su peso estructural o numérico. Ejemplo de lo primero es la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte, que representa a 4,6 millones de trabajadoras y trabajadores de esta industria en 154 países. Ejemplo de lo segundo es la Confederación Sindical Internacional, que reúne a más de doscientos millones, provenientes de 163 países.

–Camilo Santibañez Rebolledo


 

Precar-
iedad

Los términos de «precariedad» y «precarización» emergieron en el llamado Norte Global a partir de las últimas décadas del siglo XX como parte de discusiones en torno a las transformaciones en la acumulación capitalista, las características de las clases trabajadoras y la aparición de nuevos sujetos/clase (el «precariado») y las temporalidades y geografías a considerar al momento de analizar estas mutaciones. Ambos conceptos poseen múltiples acepciones, circulaciones y centros de producción, y han dado también origen a variadas formulaciones y activismos sindicales y políticos en diferentes puntos del mundo.

En su definición dominante, la precariedad emerge como una novedad en el trabajo asalariado fordista a partir de la década de 1970, asociada al deterioro o degradación del empleo y el aumento de la incertidumbre y la inestabilidad (que va desde la imposibilidad de conseguir empleos estables y registrados hasta el progresivo desdibujamiento de la separación entre la vida y el trabajo), así como también a la modificación o el incumplimiento de derechos laborales. En cambio, otras perspectivas analíticas han cuestionado su carácter excepcional, enfatizando que la precariedad inherente al imperativo de trabajar para vivir es la «norma» del capitalismo.

Anclándonos en América Latina, la apropiación de estas categorías en su versión más difundida puede obstaculizar nuestro entendimiento de las particularidades de las clases trabajadoras latinoamericanas, como el carácter restringido de las formas fordistas de trabajo y los procesos incompletos de asalarización. Por otra parte, la circulación de estos conceptos en sindicatos y movimientos sociales ha dado lugar a procesos de organización y demandas que reclaman tanto mejoras en las relaciones laborales como políticas estatales en torno al trabajo y la subsistencia.

–Florencia Ferrari



 

Robot-
ización

La «robotización» y la «automatización» son procesos que suplantan por trabajo muerto distintas fases, especialidades, temporalidades y ritmos del trabajo vivo. Máquinas, herramientas, hardware, software, algoritmos y demás dispositivos, digitalizados o no, que, en conjunto —y de forma programable y predictible—, pueden replicar parte de los patrones de actividad humana: tacto, vista, lenguaje, articulación de movimientos (robotización) y/o secuencias o conexiones de un proceso de trabajo colectivo (automatización). 

Ninguna de las dos está restringida a un sector especifico. Con la llegada de la Inteligencia Artificial y el análisis de macrodatos, los nuevos procesos de robotización/automatización comienzan a replicar actividades humanas o conjuntos de éstas menos regulables y abiertas a mayores contingencias (por ejemplo, conducción autónoma o diagnóstico médico), aunque sin llegar aún a ser satisfactorias.

Dos posiciones a nivel teórico saltan a la vista sobre estos fenómenos; primero, una perspectiva «colaboracionista» máquina-trabajador/usuario (robots colaborativos, cobots) que ayudan, complementan, liberan y recualifican al trabajo. Segundo, la «sustitucionista» máquina contra trabajador (generación de desempleo, mayor control al trabajo vivo y descualificación). Aunque a nivel empírico ambas posiciones pueden expresarse en casos específicos, es necesario matizar y evitar todo determinismo tecnológico. Debemos considerar los entornos institucionales, culturales, económicos y subjetivos, así como la emergencia de nuevos trabajos derivados y no previsibles de estos procesos. 

Las razones para instaurar estos procesos pueden ir desde los costos operativos, cuestiones de calidad, envejecimiento poblacional, cambio en la tecnología socialmente necesaria o disponible, disminución de productividad y, muy importante, al ras del suelo, disputas del trabajo contra el capital (a veces expresado en rotación, ausentismo, sabotaje o cambios de ritmo). Aunque América Latina posee, según el BID, altos porcentajes de trabajos con riesgo de ser automatizados/robotizados (más de un 60% y en Centroamérica más del 70%), en los hechos la falta de investigación y desarrollo, la dinámica de los mercados laborales informales, los costos energéticos y salariales pueden dificultar su avance.

–Pedro Amaury Bello


 

SMS

El SMS, o sindicalismo de movimientos sociales, refiere a fenómenos de las organizaciones sindicales cuya acción traspasa los límites del sindicalismo corporativo, restringido a demandas laborales. Y se encuentra ligado a los procesos de revitalización sindical bajo formas de afiliación amplia, revisión de la democracia interna y construcción de coaliciones con organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales (Varela, El gigante fragmentado, 2016). El término parte de una serie de cambios en la fisonomía de la fuerza de trabajo y fragmentación de la clase obrera durante la hegemonía neoliberal, al tiempo que se monta sobre la potencia de los trabajadores organizados para movilizar a aquellos sectores con menor capacidad de movilización, discutiendo así con aquellas lecturas que sentenciaban la muerte de la clase obrera. 

Un SMS asume una posición de clase en los lugares de trabajo pero también fuera de él, poniendo en cuestión la relación entre lugar de trabajo y territorialidad bajo la óptica de que aquello que liga a la fragmentación es la dependencia con el capital.

El concepto fue acuñado a partir de experiencias de movilización en distintas partes del Sur, el caso sudafricano y muy especialmente los latinoamericanos. Una de las más destacadas en América Latina es la CUT brasileña, con una vinculación entre sectores y organizaciones no sindicalizadas bajo demandas no corporativas. En Argentina, la CTA apuesta por una composición similar (a partir de una definición amplia de clase trabajadora), sustentada en el hecho de que la Central creció durante la década del 90 al calor de la incorporación de organizaciones barriales, indígenas, comedores infantiles, jubilados. Algunos elementos de la trayectoria de la COB boliviana y su relación con organizaciones sociales, indígenas y campesinas en las Guerras del gas y del agua, durante la primera década del siglo XXI, también pueden pensarse bajo la óptica del SMS.

–Mariano González Vilas


 

Tele-
trabajo

El trabajo remoto o teletrabajo es una modalidad de organización del trabajo en la que tanto las tareas requeridas como el comando y la organización de las mismas se realizan de modo remoto, a través de tecnologías de la comunicación y de la información. En este sentido, se inscribe en procesos más generales de automatización, vía la digitalización/virtualización de los procesos de trabajo. Tuvo una incidencia relativamente menor hasta su masificación, como trabajo domiciliario, durante la pandemia del COVID-19. 

El teletrabajo transforma tres aspectos estructurantes de la relación laboral: en primer lugar, disloca la correspondencia entre tiempo y espacio de trabajo, lo que lleva la autoridad del capitalista sobre la fuerza de trabajo hacia los hogares. Se diluyen el «principio» y el «fin» de la jornada. Los debates y las regulaciones en torno al «derecho a la desconexión», el «derecho a la privacidad» y la propagandizada «conciliación» entre vida laboral y familiar expresan esta problemática. En segundo lugar, una parte del costo de los medios de trabajo recae sobre les trabajadores; el uso «laboral» de dispositivos «personales» vehiculiza relaciones de control y vigilancia.  Por último, vehiculiza la invisibilización de los colectivos de trabajo: el aislamiento, la soledad, la demora en resolver situaciones o dudas son quizás los efectos más desestructurantes en la implementación del trabajo remoto.

Evaluar las consecuencias que tiene el home office implica considerarlo en el contexto más amplio de las transformaciones productivas en curso, que suponen la emergencia de un nuevo patrón de organización del trabajo que erosiona las bases de las formas de regulación laboral, las de las organizaciones sindicales y las articulaciones entre trabajo remunerado y trabajo de reproducción, entre otros procesos que atraviesan y configuran las vidas de les trabajadores.

–Julia Soul


 

Trabajo de migrantes

El «trabajo de migrantes» se basa en la misma relación capital-trabajo a la que todes estamos sujetos en el capitalismo contemporáneo. A esta relación originaria de acumulación de capital, cuando les explotades son trabajadores internacionales, se le suman —complejizándola— opresiones por estatus legal, raza, género y nacionalidad. A la expoliación del trabajo vivo de les migrantes se le articulan, además, relaciones de dominación basadas en la extranjerización permanente de quienes trabajan en el circuito de lo «productivo» y en el de lo «reproductivo», o las cadenas globales de cuidado. 

Les trabajadores migrantes viven subalternizados. Si bien, según el momento, pueden ser valorados como «esenciales», su trabajo es remunerado por las más bajas escalas salariales o incluso por debajo del salario mínimo legal de los territorios donde se asientan. En el así llamado «mercado informal de trabajo», por la carencia de filiación jurídica o papeles, muchas veces son extorsionados para aceptar salarios ilegales.

Hay trabajo migrante transnacional o transfronterizo, pero también hay trabajo ejercido por sujetes nacionales subalternizados por racialización (cuando la trabajadora migrante es indígena o afrodescendiente del mismo territorio nacional que la patrona). Hay trabajo migrante jornalero interno o transfronterizo, gestionado por los Estados expulsores y receptores como «programas de trabajo temporal», que en no pocas ocasiones puede degenerar en explotación de «trata laboral» para las familias jornaleras. Hay trabajo migrante en el circuito de los cuidados sosteniendo las tramas de la vida cotidiana de infancias y viejos en el Norte global, a costa de sostener una familia transnacional. Hay trabajo sexual racializado y despojado de derechos por doble partida. También hay trabajo migrante altamente calificado, «fuga de cerebros», que ejerce extractivismo de los saberes, saberes hacer y formas de relacionarse con la naturaleza de personas formadas en y por los Sures del mundo que solo encuentran trabajo en los Nortes, que capitalizan de sus habilidades. 

Pero, en respuesta a estas formas de explotación, también existen múltiples prácticas de resistencia: un nuevo tipo de biosindicalismo migrante, feminista, antirracista, prieto, negro y contrahegemónico.

–Amarela Varela


 

Uber-
ización

«Uberización» es un término que procura dar cuenta de modelos de gestión y organización a través de los cuales las empresas median por vía de plataformas digitales —y sus algoritmos— el vínculo entre la oferentes y demandantes de un bien o servicio. El término proviene de la extensión mundial a otras empresas y sectores de actividad del modelo de gestión de negocios y de la organización del trabajo de la empresa Uber, la cual se presenta como «de tecnología» y no como proveedora de servicios (de transporte de pasajeros o de entrega de productos). Con esa justificación, el vínculo que establecen con quienes trabajan para que el bien o servicio se produzca o preste es comercial, a través de la figura de «socio», no reconociendo entonces la presencia de una relación capital-trabajo.

Es decir, formalmente, las personas trabajadoras no son sus empleadas, sino prestadoras de servicios independientes. De allí que ellas asumen la mayor parte de los riesgos económicos y sociales, aun cuando en la práctica no trabajan de manera autónoma, sino que existe subordinación laboral. La uberización del trabajo implica, por tanto, inestabilidad, precariedad, el no goce de derechos laborales individuales y colectivos y la condición de precariedad de la ocupación.

Esta situación no es novedosa en los mercados laborales latinoamericanos, pero sí lo es el hecho de que esa modalidad de explotación haya sido apropiada por empresas globales «de tecnología», aprovechándose de zonas grises de las legislaciones laborales nacionales, de la retórica del emprendedurismo y de la supuesta neutralidad de la mediación tecnológica en la relación entre empresa y trabajadoras y trabajadores.

–Leticia Pogliaghi

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