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La candidata del Partido Comunista, Irací Hassler, habla a través de un megáfono el 17 de mayo en Santiago de Chile durante la celebración de su triunfo como alcaldesa de la ciudad. (Felipe Figueroa / SOPA Images / LightRocket via Getty Images)

Chile: Restauración conservadora o radicalización democrática

El riesgo de un triunfo de Kast reactivó un activismo social que muchos suponían agotado. En buena medida, la derrota del neofascismo en la segunda vuelta presidencial depende de esta reanimación del protagonismo popular.

Las elecciones presidenciales y parlamentarias del domingo 21 de noviembre deben ser leídas como una derrota de las izquierdas. Si bien el frenteamplista Gabriel Boric (25,83% de la votación, 1.815.000 votos) disputará el balotaje del 19 de diciembre contra el ultraderechista José Antonio Kast (27,9%, 1.961.000), lo hará en condiciones mucho menos auspiciosas a las esperadas, algo que incluso pone en peligro los avances del proceso constituyente.

Si ponemos como referencia el Plebiscito sobre la Nueva Constitución de octubre de 2020, se puede decir en general que Kast y la derecha lograron convocar el voto del «Rechazo», mientras que las izquierdas no pudieron hacer lo propio con el del «Apruebo» (ni siquiera si sumamos las candidaturas de centro y centroizquierda). Asimismo, el total de votantes volvió a reducirse, del 51% del Plebiscito a un 43% (poco más de 7 millones de votantes) del domingo pasado.

La ultraderecha se agrupó desde el 2019 en torno a la crítica abierta a la «mano blanda» contra las fuerzas transformadoras por parte del gobierno de Piñera, y en un beligerante rechazo al proceso constituyente, presentado como origen del caos y la violencia contra la «normalidad» de la vida social y cívica. Ahora, como candidato de toda la derecha, Kast (cuyo discurso y estilo presenta rasgos similares con otros fenómenos neofascistas como los de Trump y Bolsonaro) promete una verdadera refundación conservadora desde un pinochetismo desacomplejado y recargado por el ya conocido repertorio de las ultraderechas transnacionales: hostil a las mujeres, los pueblos originarios, las disidencias sexuales y los migrantes (anti otredad, esa forma antigua y actual del clasismo), incluso proponiendo institucionalizar la persecución política hacia grupos radicales.

Junto a lo anterior, Kast afirma el neoliberalismo predatorio basado en el extractivismo, la precarización y la deuda, llegando a sugerir incluso que José Piñera -exministro de Pinochet, creador del sistema de pensiones vigente y hermano del actual presidente- sería un buen ministro de su gobierno. Si el fascismo es de esos monstruos que emergen en el interregno entre lo viejo y lo nuevo, en Chile puede llegar a adquirir la forma de una restauración neoliberal autoritaria, que además termine de realinear a Chile con los intereses del imperialismo norteamericano.

A diferencia de la Convención Constitucional electa en abril, que cuenta con una significativa mayoría independiente, popular y de izquierda, la nueva composición parlamentaria volvió a favorecer a la derecha. Es casi seguro que el nuevo parlamento bloqueará reformas importantes al proceso constituyente, como la que propone plebiscitos populares dirimentes en caso de aquellas normas que no alcancen los dos tercios de aprobación en la propia Convención. Un eventual triunfo de Kast significa no solo el ataque directo a organizaciones y sectores activos, sino también el aislamiento político de la Convención Constitucional, la que se vería atrapada entre un parlamento reacio a ajustes clave para el buen desarrollo del proceso y un gobierno hostil y en campaña permanente por el rechazo. Se debe recordar que el rechazo a la propuesta constitucional en el Plebiscito de salida implicaría la continuidad de la ilegítima Constitución de 1980.

La capacidad efectivamente constituyente de la Convención fue limitada desde su diseño en el acuerdo del 15 de noviembre, y a partir de su instalación su funcionamiento ha estado acompañado por una brutal campaña de sabotaje, desprestigio y desinformación. Hoy la Convención sigue gozando de mayor aprobación que los otros poderes del Estado, pero esos niveles han venido disminuyendo. Pese a todo, la Convención tiene y tendrá un papel significativo como contrapoder frente a la estructura oligárquica que gobierna la división de poderes en Chile.

Alerta fascista: protagonismo popular

Gabriel Boric le había ganado sorpresivamente al comunista Daniel Jadue el pasado junio en las primarias del pacto Apruebo Dignidad, generando altas expectativas respecto a su posible rendimiento en las presidenciales. Empero, el domingo pasado apenas superó la votación conjunta alcanzada en la primaria. Esta incapacidad para crecer fue explicada por el dirigente estudiantil Víctor Chanfreau: «Boric se dedicó a hablarle al empresariado, pero ellos ya tenían claro su candidato (Kast)». Los guiños al establishment político y empresarial, y el exceso de preocupación por dar señales de gobernabilidad (antes que respuesta a las demandas populares por mejores condiciones de vida y de participación), mermaron claramente una candidatura cuyo principal activo consiste precisamente en representar, incluso parcialmente, el impulso transformador de las revueltas de 2019.

Pareciera que en Apruebo Dignidad conviven «dos almas», con una conducción que privilegia lecturas y movimientos en un plano horizontal de derechas e izquierdas tributario del ciclo político anterior, y un sector importante, mas no incidente, con lecturas y diseños alternativos. Esto se ha traducido en subordinar la construcción de una base sólida de electores propios a la disputa hacia un padrón electoral ya constituido, anterior al Plebiscito de 2020. Pero en la elección del domingo, la diferencia la hicieron precisamente quienes no se sienten representados en el arco político tradicional, ya sea no yendo a votar o ya sea haciéndolo por el independiente «antipartidos» Franco Parisi (12,8%, 900 mil votos).

La campaña de Boric ha priorizado sistemáticamente la moderación por encima de una representación más directa de las demandas populares en pensión, salarios, vivienda y salud, además de justicia y reparación para las víctimas de las revueltas (presos políticos incluidos). Expresión de esto son las señales del día después, priorizando la conversación con los partidos del centro político (especialmente la Democracia Cristiana) mientras se aplica una suerte de supresión simbólica al Partido Comunista, además de alinearse al sentido común derechizado en temas de seguridad y orden público. Mientras tanto, brillan por su ausencia acercamientos y gestos hacia la nueva senadora Fabiola Campillai, quien fuera víctima de la violencia estatal y resultó electa como independiente con la primera mayoría nacional (400 mil electores) por la Región Metropolitana. Sujeto a un arco político en crisis, la «compulsión centrista» de Boric y su pacto permite explicar tanto su triunfo frente a Jadue en junio como también sus actuales dificultades para construir una nueva mayoría electoral.

Y sin embargo, una cierta conciencia generalizada de esta «compulsión centrista», y de la insuficiencia de su imaginación política para afrontar el desafío, parece haber gatillado la reactivación de prácticas de organización popular, territorial y comunitaria que muchos suponían desactivadas o disminuidas por la combinación de crisis sanitaria y canalización institucional (constitucional) de las revueltas. Inmediatamente conocidos los resultados, comenzaron a surgir llamados e iniciativas independientes para impedir el triunfo del neofascismo, acompañadas de escenas de preocupación y desconsuelo producto de memorias traumáticas pasadas y presentes.

Los sectores organizados y activos no se quedaron esperando reacciones desde la candidatura, y a lo largo del país han comenzado con campañas de información y organización, cuyas tácticas no se subordinan a las del pacto Apruebo Dignidad, pero que comparten el objetivo inmediato de derrotar a Kast en diciembre. Kast representa el momento chileno del fascismo global, movilizando las inseguridades y miedos provocados por la crisis abierta y atribuyéndoselos, de modo lineal pero efectivo, a la desorganización y violencia abiertas desde la izquierda. En una coyuntura de crisis económica, sanitaria y de representación política, Kast logra articular el descontento hacia la restauración, al igual que movimientos y figuras ultranacionalistas de otras latitudes han sabido aprovechar recientemente, sin que la impugnación moral a sus figuras y discursos haya podido contenerlos.

Se trata entonces de un escenario paradójico, de evidente derrota de las izquierdas pero al mismo tiempo de oportunidad para la reemergencia del protagonismo popular y la imaginación política colectiva abiertos por las revueltas. De certeza en la fragilidad del presente, y sobre todo del peligro inminente del momento fascista, pero también de síntesis perspectiva de lo avanzado, y sobre todo de balance de fuerzas transformadoras en dos escenarios: triunfo de Boric o de Kast. Cualquiera sea el resultado, el próximo gobierno enfrentará innumerables obstáculos, partiendo por una brusca desaceleración económica, y gobernará en un escenario altamente polarizado a partir de una débil mayoría. No se espera que el gobierno de Boric sea especialmente afín a los intereses de trabajadoras, trabajadores y grupos marginalizados, pero ciertamente una ofensiva directa de Kast y el aparato represivo sobre el tejido social popular sería catastrófica.

El peligro fascista y la disposición a la defensa de la propia posición ofensiva del campo popular demandan un triunfo de Boric que permita reabrir el espacio a una forma de protagonismo que tiene más de impugnación popular y de clase que de discurso de izquierdas, porque este último, de tan aggiornado para las ceremonias del poder, ha dejado de hacer sentido a amplias capas precarizadas de la clase trabajadora. Esto no significa asumir las tácticas y contenidos de la candidatura y del proyecto de Apruebo Dignidad, sino simplemente evitar que la combinación de centrismo y neofascismo termine por beneficiar a este último.

Las revueltas no son el resabio de un romanticismo ultraizquierdista, sino el registro de la emergencia de prácticas e imaginarios alternativos al ritmo normalizado por el capitalismo neoliberal chileno. Que estas prácticas y este imaginario complementen el diseño centrista, capturando al menos el voto del apruebo, y que no terminen siendo cancelados por dicho diseño, dependerá en gran parte la derrota del fascismo.

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Publicado en Artículos, Chile, homeCentro3 and Política

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