El libro Aproximaciones al marxismo latinoamericano. Teoría, historia y política, publicado recientemente por Ariadna Ediciones, es un esfuerzo por introducir a las nuevas generaciones de militantes e intelectuales orgánicos de izquierda en el amplio y denso campo del marxismo crítico, creativo y heterodoxo producido desde Latinoamérica.
Para ello, profundiza en la historicidad, enfatizando particularmente el trabajo teórico y conceptual de algunos/as de sus intelectuales y vindicando principalmente la obra de René Zavaleta Mercado, Aníbal Quijano, Enrique Dussel y Álvaro García Linera. El texto, además, viene enriquecido con un epílogo de Michael Löwy y uno de Jaime Ortega, quienes sitúan algunos problemas y proponen reflexiones y perspectivas de análisis hacia el futuro.
Uno de los principales atractivos del libro es el ejercicio situado y creativo de la traducción que propone. Una traducción que no se reduce a aspectos lingüísticos o filológicos, sino que también remite a cuestiones políticas y culturales. Esta aproximación otorga especial énfasis a traducir la crítica radical al capitalismo a las relaciones sociales de explotación y dominación que encarna este modo de producción, de acuerdo con los procesos históricos concretos de América Latina y El Caribe, produciendo en este ejercicio político, cultural e intelectual nuevas formulaciones teóricas y conceptuales.
A partir de lo anterior, el marxismo latinoamericano, evitando «el calco y la copia», ha logrado penetrar en la compleja realidad que se pretende comprender y transformar, afinando la distancia existente entre lo teórico y lo histórico, entre lo abstracto y lo concreto. El abordaje que han desarrollado diferentes marxistas latinoamericanos en torno a los problemas del abigarramiento, la dependencia y el colonialismo son un claro ejemplo de ello.
Todo esto implica reconocer que el proceso de la traducción, además de referir a cuestiones lingüísticas, remite a problemas político-culturales que pueden colaborar efectivamente con procesos de articulación política del Sur Global en la construcción de proyectos contrahegemónicos y emancipatorios a partir del diálogo intercultural Sur-Sur para robustecer agendas de lucha anticapitalistas y antipatriarcales. Desde esta perspectiva, el ejercicio de la traducción, más que reducirse a motivaciones intelectuales —legítimas y relevantes, por cierto— también se vincula con intereses políticos, ya que posibilita avanzar en la articulación a nivel global de diferentes grupos, movimientos sociales y políticos que luchan por construir sociedades fundamentadas en la justicia y la dignidad humana y planetaria.
En este sentido, resulta evidente que para el marxismo latinoamericano el desafío de la traducción excede preocupaciones meramente comprensivas de nuestras realidades, enredándose en motivaciones y compromisos políticos de raigambre revolucionaria. Esta aproximación permite abordar la especificidad latinoamericana de las relaciones de dependencia, del colonialismo, de las articulaciones entre el trabajo esclavista, campesino y asalariado, las formas de subsunción del trabajo vivo, la persistencia de relaciones de producción comunitarias, las reflexiones en torno al sujeto revolucionario, entre muchas otras.
El marxismo latinoamericano, al preocuparse por el problema de la traducción, ha logrado importantes avances en lo que refiere a formulaciones teórico-conceptuales creativas, sin abandonar aquellos elementos irreductibles o características comunes de la crítica al capitalismo a escala global, más allá de sus singularidades regionales o nacionales. Los/as intelectuales que analizamos en Aproximaciones al marxismo latinoamericano, exponentes de un marxismo abierto y heterodoxo, avanzan en la producción de una arquitectura teórico-conceptual novedosa, que posibilita el establecimiento de mediaciones entre la realidad concreta y las teorías generales.
Una tradición abigarrada
El marxismo latinoamericano remite a una corriente más bien porosa, a procesos de intercambio, mediaciones y «contaminaciones» con otras corrientes de raigambre emancipatoria (anarquistas, nacional-populares, teologías liberadoras, etc.) y con procesos históricos específicos de cada Estado-nación existente en Latinoamérica. El carácter complejo y abigarrado de esta tradición política, cultural e intelectual salta a la luz.
El marxismo creativo de René Zavaleta Mercado se entrecruza con el nacionalismo revolucionario de la década de los cincuenta en Bolivia; el marxismo de Aníbal Quijano no puede disociarse del legado de José Carlos Mariátegui y de los planteos del aprismo; el marxismo herético de Enrique Dussel se encuentra evidentemente entrelazado con la teología y la filosofía de la liberación, y el marxismo de Álvaro García Linera, finalmente, no puede comprenderse sin la fuerza del indianismo y el katarismo.
Tal como ha mencionado Michael Löwy en el prólogo a nuestro libro, no hay que confundir el marxismo latinoamericano con el «excepcionalismo» o el «culturalismo»; el marxismo latinoamericano es más bien una propuesta política que logra dar un lugar específico a diferentes aspectos de la vida continental, traduciendo los postulados generales de la teoría marxista a la realidad continental.
De esta manera, el lugar desde donde se posiciona el marxismo latinoamericano no se puede basar en explicaciones exóticas sino que debe enraizarse, más bien, en la comprensión de la dinámica global del capitalismo, la colonialidad, el tiempo histórico, las relaciones de dependencia, etcétera, y en el modo en que estas se desenvuelven a nivel local. Esa es una de las razones por la cual el marxismo latinoamericano puede caracterizarse como una corriente abierta y en diálogo permanente con distintas expresiones políticas emancipatorias, ya que solo a partir de dichas vinculaciones se puede avanzar en la comprensión de la historicidad y el sentir de las mayorías sociales excluidas del «progreso» y explotadas por el desarrollo capitalista.
En la misma línea, el marxismo latinoamericano ha sido profundamente crítico del eurocentrismo que —como señala Samir Amin— opera como una ideología que contribuye a la legitimación del capitalismo como fenómeno global. Para captar la historicidad continental, así como también para planificar estrategias efectivas que representen una ruptura radical con la forma valor, resulta imprescindible establecer parámetros interconectados de experiencias mundiales.
La crítica política y epistemológica al eurocentrismo no se debe comprender como la producción de una alternativa epistemológica autóctona sino como la producción de diálogo y articulación entre saberes globales contrahegemónicos; es decir, como un ejercicio político, cultural, epistemológico y lingüístico de traducción.
Pensamiento in situ
El marxismo latinoamericano también es exponente del pensamiento crítico situado. Y es que una de las particularidades epistemológicas del marxismo latinoamericano consiste precisamente en crear y construir categorías que permiten comprender la situación continental. En este sentido, las categorías que refieren tanto a la problemática del sujeto (trabajo vivo, bloque histórico de los oprimidos/as), la temporalidad histórica (formación social abigarrada y heterogeneidad histórico estructural) y la política (Estado aparente, movimientos sociales) permiten una primera aproximación a esta corriente.
Así planteado, el marxismo latinoamericano ha producido una arquitectura categorial que permite construir mediaciones o articulaciones entre la realidad concreta (a escala local, nacional o continental) y ciertos elementos de las teorías generales vinculadas a la obra y el legado de Karl Marx. Las categorías que esta corriente pone en circulación permiten sostener que no basta con disponer de una teoría general para construir una estrategia revolucionaria a nivel regional, sino que adicionalmente se requieren conceptos y formulaciones teórico-políticas que permitan un anclaje certero con la realidad histórico-concreta. En esta dirección, el marxismo latinoamericano ha permitido comprender el capitalismo global sin perder la situación histórico particular y el lugar que este continente ocupa en él.
A lo anterior habría que agregar que el marxismo latinoamericano no ha escindido la producción intelectual respecto del trabajo político: al contrario, con frecuencia ha articulado de múltiples formas la investigación histórica, la producción teórica, la elaboración discursiva y la militancia social y política. Sus referentes han encarnado —cual más, cual menos— la filosofía de la praxis, o esa vinculación provechosa entre reflexión y acción, entre teoría y práctica. Su preocupación por la rigurosidad y los matices puntillosos al momento de aproximarse a la comprensión de nuestras sociedades dan cuenta de una prolijidad intelectual que también debe ser comprendida a la luz de su compromiso e interés por colaborar con los procesos emancipatorios de América Latina y El Caribe.
En resumidas cuentas, diremos que el marxismo latinoamericano ha colaborado con la producción de pensamiento situado en términos históricos y geopolíticos y, a su vez, se ha caracterizado por producir reflexión teórica, histórica y política solidaria con las clases subalternas. En este sentido, se trata de un marxismo posicionado en términos éticos y políticos con quienes sufren la opresión y explotación en los campos y ciudades. Es un marxismo que coparticipa de los procesos organizativos y que adhiere a las luchas populares.
Unidad en la heterogeneidad
Un tercer núcleo temático trabajado en Aproximaciones al marxismo latinoamericano consiste en la relevancia que hemos asignado al perfilar algunos elementos para constituir un programa de investigación que robustezca el desarrollo de esta corriente heterodoxa del marxismo.
Al respecto, se sostiene que ha existido una suerte de «núcleo firme» en el marxismo latinoamericano: la categoría de traductibilidad, el concepto de trabajo vivo, la crítica a la concepción unilineal, progresiva y teleológica de concebir el tiempo histórico, las reflexiones en torno al carácter plural del sujeto emancipatorio, la centralidad de producir pensamiento situado acorde con las condiciones histórico-concretas, la apertura y el diálogo con otras corrientes de raigambre liberadora, la crítica al colonialismo, la colonialidad y el eurocentrismo, entre otras.
Es importante avanzar en investigaciones que permitan profundizar en torno a los orígenes del marxismo latinoamericano para descentrar esta corriente de la obra de José Carlos Mariátegui ––sin ánimo de restarle mérito ni relevancia al Amauta, sino más bien con el propósito de enriquecer y complejizar sus primeras expresiones—. De igual manera, resulta fundamental avanzar en investigaciones que analicen el desarrollo del marxismo latinoamericano durante el período de la hegemonía estalinista, ya que no se puede sin más excluir al período señalando que existió un «achatamiento» de la producción teórica y un predominio de la lógica de los manuales soviéticos.
También parece central avanzar en investigaciones que refieran a las ramificaciones del marxismo latinoamericano, aquellas que Löwy, siguiendo a Max Weber, ha denominado «afinidades electivas» expresadas en diferentes campos y de esta forma cartografiar las que surgen desde la década del noventa del siglo pasado hasta la actualidad, trazando mapas de autores y grupos de trabajo, reconociendo puntos de debate, sus producciones y agendas de investigación.
En clave teórica, las reflexiones elaboradas desde el marxismo latinoamericano en torno al problema del tiempo histórico siguen requiriendo investigaciones y problematizaciones, ya que no basta con comprender las intensas críticas a la temporalidad del capital, sino que se requieren mayores abordajes en torno a la cuestión de la multitemporalidad, la simultaneidad y heterogeneidad del tiempo histórico. Es relevante, además, avanzar en investigaciones que profundicen en el modo en que desde el marxismo latinoamericano se ha analizado la especificidad del Estado en América Latina y sus articulaciones con la sociedad civil y los movimientos sociales.
Las contribuciones de René Zavaleta Mercado y Álvaro García Linera en torno a los Estados aparentes y la relevancia de la articulación entre formas de democracia representativa y comunitaria son avances relevantes pero parciales, que requieren ser analizados y sometidos a reflexión a partir de las reflexiones de otros/as exponentes. También se puede agregar que resulta relevante avanzar en investigaciones que problematicen y cuestionen el colonialismo, la colonialidad y el eurocentrismo, debatiendo con aquellas perspectivas que han pretendido borrar de un plumazo la vasta y fecunda corriente del marxismo latinoamericano.
De esta manera, como ha señalado Horacio Tarcus, la construcción de un programa de «los marxismos latinoamericanos» no es solo una cuestión de historización que habrían desarrollado intelectuales de la talla de Michael Löwy o José Aricó, sino de construcción de diferentes vías de investigación que den cuenta de la complejidad del asunto. Compartimos con el historiador argentino la idea de que un programa sobre el marxismo y América Latina no puede ser una suma de experiencias nacionales, revolucionarias o culturales diferentes, sino que tienen que ser capaces de ofrecer una perspectiva continental.
Un programa político
Una agenda de investigación vinculada al marxismo latinoamericano, finalmente, no puede dejar de profundizar en sus vinculaciones y derivas políticas. Es necesario indagar en sus relaciones problemáticas con fuerzas sociales y políticas progresistas, en su capacidad de incidencia en los debates político-partidarios de izquierdas, en sus articulaciones con los ciclos de movilización, revuelta y rebelión social… En fin, en sus articulaciones con el complejo movimiento organizativo y de luchas emancipatorias de las grandes mayorías del continente.
Aproximaciones al marxismo latinoamericano pretende contribuir a la reconstrucción de esta corriente política, histórica y teórica en un escenario global signado por la crisis. Reivindicar el marxismo latinoamericano en la actual coyuntura es una enorme posibilidad de «sembrar en tierra fértil», ya que las revueltas populares que se han multiplicado a lo largo y ancho del continente pueden ser consideradas como escenarios propicios para que las perspectivas emancipatorias y revolucionarias proliferen y se robustezcan.
Fabián Cabaluz es doctor en Estudios Latinoamericanos y docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile).
Tomás Torres es doctor en Sociología y docente de la Universidad Católica Silva Henríquez (Chile).