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Patricia Bullrich, ministra de Seguridad durante el gobierno de Mauricio Macri en Argentina y una de las máximas referentes de la derecha en el país. (Foto: Télam)

¿Qué hacer con la ultraderecha?

Qué estrategias han mostrado eficacia y cuáles no para enfrentar a la extrema derecha.

El resultado positivo del frente La Libertad Avanza en las primarias argentinas nos lleva a pensar que vamos a tener que lidiar con la ultraderecha por un tiempo largo. Entonces, es útil analizar otros casos de emergencia de la ultraderecha para analizar que estrategias se han utilizado para combatirla y cuales han sido menos estudiadas. Recopilando los trabajos previos de Pierre-André Taguieff, que investigó al Frente Nacional francés, y Xavier Casals, el mejor analista sobre el partido español de ultraderecha Vox, podemos ensayar algunos elementos que nos permitan lidiar contra la ultraderecha argentina, antes de que sea demasiado tarde.

Estrategias que van a fracasar (o que inclusive ya fracasaron)

1. Intentar ilegalizar a la ultraderecha.

En la Cámara de Diputados se presentó un proyecto de Ley para condenar los discursos negacionistas sobre le terrorismo de estado (su principal referente será diputada nacional). Esta estrategia esta condenada al desastre: En Bélgica, la ilegalización del partido de ultraderecha Vlaams Blok solo ayudo a reforzar a la ultraderecha, situándolos en el centro del debate público. Los ultraderechistas belgas se reorganizaron ese mismo año en el partido Vlaams Belang, mucho más popular que su antecesor. Los ultraderechistas no deben tener el lujo de situarse en el lugar de víctimas del sistema.

Como los libertarios de CABA, la ultraderecha belga también usa al león como estandarte. También es un partido encabezado por varones jóvenes.

 

2. Ridiculizar a los personajes de la ultraderecha.

Exacerbar su lado caricaturesco, interpretando que su capacidad de crecimiento es limitada, ya que es difícil que se conviertan en fenómenos políticos (o más bien electorales) mayoritarios. Esto es un error garrafal. La ultraderecha no necesita ser mayoritaria para influir de sobremanera en el resto de los partidos. En España la entrad de Vox al Parlamento, con el 5% de los votos, permitió un cambio de ciclo en el que se acorraló a la izquierda. A diferencia de otras fuerzas al principio minoritarias, la incersión institucional de la ultraderecha genera un impacto profundo en el sistema de partidos, y causa efectos en toda la sociedad.

 

3. Pensar que la ultraderecha es solo un problema político para el resto de los partidos conservadores.

En 2019, buena parte de los simpatizantes del Frente de Todxs vieron a la candidatura presidencial de José Luis Espert como un “aliado inesperado” en la pelea electoral contra Juntos por el Cambio. Hoy, con la derecha habiendo avanzado varias posiciones (políticas, mediáticas y organizacionales) apostar a la división de las derechas como estrategia política solo es una fórmula para el desastre: la experiencia española y francesa demuestra que la consolidación de la ultraderecha limita las posibilidades políticas de todo el espectro consolidando soluciones subóptimas que solo ponen barreras para conseguir transformaciones sociales progresistas. Esto, en el largo plazo, solo beneficia a los ultraderechistas.

 

Vox, un partido de ultraderecha todavía sin techo electoral. Una respuesta conservadora tanto a la crisis económica como a la crisis territorial del Estado español.

4. Aceptar parte de su discurso para intentar “captar” a su electorado, tanto actual como “potencial”.

Cuando la ultraderecha asienta su discurso (que la inseguridad es insoportable, que un ajuste brutal es la única alternativa, que los migrantes son el problema del país, etc) los partidos mayoritarios se suelen tentar con la incorporación quirúrgica del discurso derechista, para intentar hacer mella en su base de sustentación. Si repasamos la historia reciente (por ejemplo, con Martín Insaurralde intentando competir con Massa para ver quién era más punitivista, y agitando la bandera de la baja a la edad de imputabilidad; o con Daniel Scioli que compitió por la presidencia con un discurso desideologizado que se movía al compás de Mauricio Macri en el 2015) podemos ver que este tipo de estrategia solo han cosechado derrotas, fracasos y frustraciones, inclusive en ausencia de una opción sólida de ultraderecha. A final de cuentas, la sociedad suele elegir el original sobre la copia si ambos se encuentran al mismo precio.

Estrategias que sí pueden funcionar

1. Aceptar que la ultraderecha ya está presente en la sociedad argentina, y precisar los alcances de su fuerza social.

Esto implica reconocer, por ejemplo, que el discurso de ultraderecha ya se encuentra presente en la gran mayoría de los medios de comunicación de formas más bien diversas, y donde promueven de forma cotidiana a las figuras de la ultraderecha (las últimas entrevistas a Javier Milei y a Victoria Villarruel en A24, LN+, América, entre otros medios masivos durante el Prime Time televisivo son pruebas de eso). Esto significa que, en algún grado, buena parte de la población se encuentra permeada por algún tipo de argumento ultraderechista. Solo conociendo la situación con precisión podemos conseguir las herramientas para enfrentar el avance reaccionario.

 

2. Discutir, argumentar y no estigmatizar a los ultraderechistas.

Debemos confrontar directamente los sus pilares discursivos de la ultraderecha (que son de por sí endebles) y entender que, por ridículos que nos suenen, son verdaderos para (al menos) más de 220.000 personas en la Capital Federal y 400.000 personas en la provincia de Buenos Aires. Esto implica que los militantes y dirigentes políticos progresistas tienen que armarse con argumentos para confrontar con los ultraderechistas, un ejercicio sustancialmente diferente que al que están acostumbrados en los debates entre los “centros” del espectro político. Hay que recordar que, en la segunda posguerra europea, muchos simpatizantes del nazismo a lo largo de toda Europa fueron “reconvertidos” al socialismo mediante la acción a destajo de los partidos y militantes comunistas que se entregaron a la empresa de recomponer los lazos de la sociedad con la izquierda.

 

 

3. Comenzar a organizarnos.

Debemos comenzar a organizar una red ideológicamente amplia en la que se plantee la necesidad de movilizar a todo el campo progresista contra le avance de la ultraderecha. En Grecia, el partido neonazi Amanecer Dorado fue solamente derrotado como producto de una constante movilización popular contra la violencia ultraderechista. El movimiento antifascista griego logró lo que parecía imposible: unir a los socialistas (PASOK), a los comunistas (KKE) y la izquierda radical (SYRIZA) en la lucha contra la ultraderecha. La experiencia indica que, si la ultraderecha se consolida, solo un movimiento de masas puede derrotarlo. Inclusive, tenemos un ejemplo reciente en Mar del Plata, donde un grupo neonazi fue llevado a la justicia gracias a un importante ciclo de movilización antifascista.

 

 

4. Atacar las causas sociales.

Y la más importante de todas: atacar las causas sociales que pueden permitir la popularización de la ultraderecha: el desempleo, la falta de expectativas, y la ruptura de la solidaridad social como producto del impacto de la pobreza y la desesperación en la sociedad. Si estos problemas no se solucionan, la ultraderecha puede convertirse mutar de una reacción conservadora que expresa el “voto bronca” hacia un fenómeno de tipo “populista”, pudiendo consolidar su inserción dentro de los sectores populares e inclusive dentro de las capas más pobres de la sociedad. Si no existe un espacio político capaz de hacer esa tarea, la de proponer un proyecto de país donde entren todxs quienes vivimos en Argentina, entonces la tarea es construir es espacio, aunque cueste.

 

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Publicado en Argentina, Artículos, Estrategia, homeCentro3 and Política

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