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En la década del sesenta, el nombre de Ho Chi Minh se convirtió en un símbolo de la voluntad y la capacidad del Tercer Mundo para hacer frente al imperialismo estadounidense.

El joven Ho Chi Minh

Nguyen-Ai-Quoc (posteriormente conocido como Ho Chi Minh) participó del congreso fundacional del Partido Comunista Francés en diciembre de 1920. Desde su juventud, Ho Chi Minh abrazó un internacionalismo radical.

El 2 de septiembre de 1945, en Hanoi, el Vietminh dirigido por Ho Chi Minh emitió la Declaración de Independencia de la República Democrática de Vietnam. Ho era entonces poco conocido en Occidente, pero en la década de 1960 su nombre era coreado por manifestantes de todo el mundo, para quienes se convirtió en un símbolo de la voluntad y la capacidad del Tercer Mundo para hacer frente al imperialismo estadounidense.

En una época anterior se le conocía como Nguyen-Ai-Quoc, beneficiario de una educación privilegiada. Supuestamente, por aquel entonces dijo que en cuanto escuchó el lema «Libertad, Igualdad, Fraternidad» quiso conocer Francia. Pero la ley colonial prohibía a los vietnamitas nativos salir del país; la única manera que tenía de llegar a Europa era aceptando un trabajo en un barco. Así, viajó primero a Londres y luego a París.

Los primeros contactos de Nguyen al llegar a Francia parecen haber sido con la izquierda sindicalista. Visitó la Librairie du travail, una librería obrera, en lo que habían sido las oficinas de La Vie ouvrière, un periódico sindicalista revolucionario dirigido por Pierre Monatte y Alfred Rosmer, unos de los internacionalistas más consecuentes desde el primer día de la Primera Guerra Mundial.

Se unió al Partido Socialista Francés (SFIO), que se encontraba en medio de un intenso debate para decidir si debía afiliarse a la recién formada Internacional Comunista, creada tras la Revolución Rusa.

El SFIO se reunió en congreso en Tours en diciembre de 1920 para tomar su decisión. El Congreso votó a favor de la afiliación, convirtiéndose en el Partido Comunista Francés (PCF), con una minoría socialista que se separó por su aversión a la percepción del dominio de los bolcheviques rusos en la Internacional Comunista.

Nguyen habló como delegado y contó a los reunidos cómo su patria estaba «vergonzosamente oprimida y explotada», además de «envenenada» por el alcohol y el opio. Las cárceles eran más numerosas que las escuelas, y la libertad de prensa no existía. Instó a que «el Partido debe hacer propaganda socialista en todas las colonias» y concluyó con el llamamiento: «¡Camaradas, sálvennos!».

Fue aplaudido, pero es evidente que tocó varios puntos sensibles. Fue interrumpido dos veces. En la primera ocasión, Jean Longuet, nieto de Karl Marx, intervino para defender su propia reputación: «¡He intervenido para defender a los nativos!». Un poco más tarde, cuando un delegado anónimo interrumpió, Nguyen respondió con un cortante «¡Silencio, parlamentarios!».

Nguyen-Ai-Quoc (posteriormente conocido como Ho Chi Minh) hablando en el congreso fundacional del Partido Comunista Francés, en diciembre de 1920. (Foto: Michael Goebel)

Las palabras de Nguyen tenían un peso especial, ya que una de las condiciones de la afiliación del partido exigía que los partidos comunistas

denunciar las artimañas y los escarceos de «sus» imperialistas en las colonias, apoyar todo movimiento de liberación colonial no solo con palabras sino con hechos, exigir la expulsión de sus propios imperialistas de estas colonias, inculcar entre los trabajadores de su país una actitud auténticamente fraternal hacia los trabajadores de las colonias y las naciones oprimidas y llevar a cabo una agitación sistemática entre las tropas de su país contra toda opresión de los pueblos coloniales.

Una de las formas en las que el PCF trató de aplicar su nueva política fue buscando formas de relacionarse con el gran número de súbditos coloniales.

Se calcula que entre 1914 y 1918 hasta 900.000 hombres procedentes de las colonias se incorporaron al conflicto europeo: más de medio millón de soldados, al menos 250.000 del norte de África y muchos miles más de Indochina, además de unos 220.000 trabajadores. El PCF creó una organización para los de origen colonial que vivían en Francia, la Union inter-coloniale (Unión Intercolonial), y en abril de 1922 comenzó una publicación, Le Paria, que sería editada por Nguyen-Ai-Quoc.

Le Paria era algo desprolijo y estaba claramente desfinanciado, y su tirada fue siempre escasa. No obstante, reunió a un pequeño pero dedicado grupo de camaradas comprometidos con la lucha antimperialista. Entre ellos no solo estaba Nguyen-Ai-Quoc, sino también un joven norteafricano, Hadjali Abdelkader, que se presentó como candidato a las elecciones del partido en 1924.

En el transcurso de la campaña, reclutó a un obrero de una fábrica llamado Messali Hadj. Juntos fundaron la Étoile Nord-Africaine, la primera organización que reivindicó la independencia de Argelia, de la que acabó descendiendo el FLN (Frente de Liberación Nacional) de los años cincuenta.

De este modo, Le Paria sembró al menos parte de las semillas de las dos grandes guerras de liberación nacional que dominarían la política francesa en las dos décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Entre 1922 y 1926 aparecieron 36 números de Le Paria, generalmente impresos en una sola hoja de gran formato, con el encabezado flanqueado por caracteres chinos y árabes.

La principal preocupación del periódico era la situación del imperio colonial francés. Nguyen-Ai-Quoc escribía sobre la «increíble crueldad» de un «sádico funcionario» de la administración colonial, y contrastaba la barbarie de la práctica colonial francesa con la imagen tradicional de la política republicana.

Evocando la figura femenina de Marianne, que desde la Revolución Francesa se consideraba la personificación de la República, escribió:

Hay una dolorosa ironía en observar que la civilización, simbolizada en sus diversas formas —libertad, justicia, etc.— por la gentil imagen de la mujer, y dispuesta por una categoría de hombres que tienen fama de ser campeones en la cortesía hacia las damas, haga que el emblema viviente sufra el más innoble tratamiento y la ataque vergonzosamente en su comportamiento, su modestia y su vida misma.

Se prestó igual atención a la lucha por las libertades políticas, especialmente la libertad de prensa, y se protestó contra la interferencia del servicio postal en la correspondencia dirigida a Le Paria. El periódico alentó varias campañas, en particular la protesta por la visita a París del emperador de Annam, Kaï Dinh.

Le Paria solo planteó en contadas ocasiones la demanda de independencia de los territorios coloniales. La principal reivindicación del periódico era el fin de la represión y la brutalidad en las colonias y la igualdad de derechos de las poblaciones coloniales con los ciudadanos de la Francia metropolitana.

Para ello, se fomentaba la unidad entre las clases trabajadoras de Europa e Indochina. En un artículo de mayo de 1922 para el diario del PCF L’Humanité, Nguyen-Ai-Quoc reconoció la profundidad de la ignorancia y los prejuicios que existían entre los trabajadores metropolitanos y coloniales.

Tras citar a Lenin sobre la necesidad de que los trabajadores metropolitanos ayuden en las luchas de las naciones sometidas, observaba con tristeza: «Por desgracia, todavía hay muchos militantes que piensan que una colonia no es más que un país lleno de arena con el sol brillando; unos cuantos cocoteros verdes y algunos hombres de color, y eso es todo».

Mientras tanto, a la mayoría de los habitantes de la colonia les repugnaba la idea del bolchevismo o lo identificaban puramente con el nacionalismo. En cuanto a la minoría educada, podía entender lo que significaba el comunismo, pero no tenía ningún interés en verlo establecido; «como el perro de la fábula, prefieren llevar un collar y tener su trocito de hueso». 

De ahí que argumentara:

De la ignorancia mutua de los dos proletarios nacen los prejuicios. Para el obrero francés, el nativo es un ser inferior, insignificante, incapaz de comprender y menos aún de actuar. Para el nativo, los franceses —sean quienes sean— son unos malvados explotadores. El imperialismo y el capitalismo no dejan de aprovechar esta desconfianza recíproca y esta jerarquía racial artificial para obstaculizar la propaganda y dividir fuerzas que deberían unirse.

Y concluía: «Frente a estas dificultades, ¿qué debe hacer el Partido? Intensificar la propaganda para superarlas».

Así, Le Paria abogaba por la unidad entre los trabajadores metropolitanos y los coloniales. En un «Llamamiento a las poblaciones coloniales» de agosto de 1922, instaba: «Frente al capitalismo y al imperialismo, nuestros intereses son los mismos; recordad las palabras de Karl Marx: Los trabajadores de todos los países se unen». En el número siguiente, Max Clainville-Bloncourt insistía: «Hermanos coloniales, es indispensable que se den cuenta de que no hay salvación posible para ustedes fuera de la conquista del poder político en Europa por las masas trabajadoras».

Este mensaje llegó principalmente a las colonias. Su tirada inicial parece haber sido de 1000 ejemplares, que pronto se elevaron a 3000. La mayoría de ellos se destinaron a las colonias; solo 500 ejemplares quedaban en Francia, mientras que 500 fueron a Madagascar, 400 a Dahomey, 200 al Magreb, 100 a Oceanía y 200 a Indochina.

Dado que la distribución era clandestina y el periódico eran frecuentemente confiscado por las autoridades, es difícil saber la amplitud de su distribución. Pero Le Paria consiguió ciertamente crear un equipo de activistas entusiastas que llevaron adelante la publicación a pesar de la relativa apatía de las capas más amplias de los miembros del PCF.

Le Paria prácticamente desapareció después de septiembre de 1925, con un último número en abril de 1926. Los conflictos entre los pequeños cuadros coloniales del partido y el aparato burocrático eran cada vez mayores. Poco a poco, los entusiastas y valientes cuadros que habían construido Le Paria se fueron dispersando. Nguyen-Ai-Quoc / Ho Chi Minh fue trasladado a Moscú en 1923 y no tardó en abrazar la línea oficial comunista dominante.

Internacionalismo en decadencia

El espíritu del internacionalismo proletario que animaba al pequeño grupo de pioneros en torno a Le Paria desapareció junto con Ho Chi Minh, consolidando la desigual relación de la izquierda francesa con el imperialismo.

En ningún lugar fue más claro que en el sudeste asiático. La Indochina francesa se formó por primera vez en octubre de 1887, tras la guerra chino-francesa. Uno de los arquitectos de la colonización fue Jules Ferry, primer ministro hasta 1885. Ferry era un racista declarado que dijo a la Asamblea Nacional en 1885: «Debemos decir abiertamente que las razas superiores (…) tienen el deber de civilizar a las razas inferiores».

Su otro logro notable fue el establecimiento de la educación gratuita, obligatoria y laica en Francia. Aunque esto se considera a veces como parte de la herencia de la izquierda, todo formaba parte de sus aspiraciones imperiales. Si Francia iba a convertirse en una gran potencia imperial, necesitaría un ejército que, compuesto en gran parte por campesinos, poseyera un fuerte sentido de la identidad nacional.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Indochina estaba gobernada por una administración colonial francesa controlada por el régimen proalemán de Vichy, que llegó a un acuerdo con Japón en 1940. En 1945 Japón ocupó el territorio. Tras el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, Japón se rindió rápidamente. Esto tomó a los Aliados un poco por sorpresa; habían esperado que la guerra continuara hasta 1946.

En un principio, no fue Francia quien reocupó Vietnam, sino Gran Bretaña, gobernada por un gobierno laborista. En la conferencia de Potsdam, en julio de 1945, se decidió que las fuerzas chinas ocuparían la parte norte de Indochina y las británicas la mitad sur.

Francia todavía se estaba recuperando de cuatro años de ocupación y necesitaba tiempo para reorganizar sus fuerzas armadas. Las tropas francesas no empezaron a salir hacia Indochina hasta octubre. Las fuerzas británicas, sirviéndose de las tropas japonesas recientemente derrotadas, intervinieron para garantizar que Francia pudiera recuperar su colonia.

Charles de Gaulle, que encabezó el gobierno provisional de Francia en 1945, captó el impulso de la posguerra en su discurso de anuncio de la fundación de la Cuarta República:

Nuestros puertos se reabren. Nuestros campos están siendo arados. Nuestras ruinas están siendo despejadas. Casi todos los que abandonaron Francia han regresado. Estamos recuperando nuestro Imperio. Nos hemos establecido en el Rin. Recuperamos nuestro lugar en el mundo.

Los partidos de izquierda que dominaban el gobierno —comunistas, socialistas y democristianos— no se opusieron visiblemente a las exhortaciones imperialistas de De Gaulle. De hecho, en 1947, cuando ya había estallado la guerra, los ministros comunistas respetaron la disciplina del gabinete votando a favor de los créditos de guerra (aunque los diputados comunistas mostraron su oposición absteniéndose).

Un delegado indochino que visitó Francia en 1946 informó de una reunión con el líder comunista Maurice Thorez en la que este declaró que su partido «no tenía intención de ser considerado como el potencial liquidador de las posiciones francesas en Indochina y que deseaba ardientemente ver la bandera francesa ondeando en todos los rincones de la Unión Francesa».

El Partido Socialista estaba igualmente interesado en preservar el imperio. El veterano dirigente Léon Blum era partidario de la fórmula de reconocer a Vietnam como «Estado libre dentro de la Unión Francesa», pero lo justificaba con una retórica muy propia del imperialismo: «Hay un medio, y uno solo, de preservar en Indochina el prestigio de nuestra civilización, nuestra influencia política y espiritual, y también los de nuestros legítimos intereses materiales, y es un acuerdo sincero sobre la base de la independencia».

La guerra de Indochina comenzó en 1946 bajo el mandato de Blum, en parte porque este no había logrado desafiar a la dirección militar francesa que hacía inevitable la guerra.

Solo pequeñas corrientes de la izquierda se opusieron a la recolonización de Indochina. El 22 de diciembre de 1945, el periódico independiente de izquierdas Franc-Tireur publicó un vigoroso ataque a la política exterior francesa, citando una carta de un soldado francés que comparaba las acciones francesas en Indochina con la masacre de Oradour, una de las peores atrocidades durante la ocupación nazi de Francia.

Varios factores influyeron para que la izquierda francesa no se opusiera al restablecimiento del Imperio francés; entre ellos, la lealtad del Partido Comunista a Rusia, que en ese momento no deseaba agitar el barco desafiando al imperialismo occidental.

Pero el principal fue la tradición republicana que dominaba el pensamiento político francés, especialmente en la izquierda. Esto fomentaba la idea de que el papel de Francia en el mundo era progresista, llevando la civilización y la ilustración a los territorios más ignorados, la llamada «misión civilizadora».

Se creía que los habitantes del mundo colonial no podían ni debían aspirar más que a ser ciudadanos de la República Francesa. Es interesante contrastar esto con el enfoque más pragmático incluso del gobierno laborista británico de la posguerra, que aceptó la independencia de la India; Francia se aferró a Indochina y Argelia hasta que fue expulsada por las prolongadas y amargas luchas por la independencia.

El resto de la historia es bien conocida. Los franceses lucharon por mantener Indochina, antes de ser finalmente derrotados en la batalla de Dien Bien Phu en 1954. Vietnam se dividió, pero la implicación de Estados Unidos para apoyar a su aliado survietnamita condujo a una nueva guerra. Hasta 1975, Vietnam no consiguió finalmente la independencia, después de tres décadas de guerra que habían dejado unos dos millones de muertos.

¿Podrían haber sido diferentes las cosas? Estas especulaciones son siempre difíciles, pero cabe suponer que si la izquierda francesa de 1945 hubiera sido fiel a los principios auténticamente internacionalistas por los que el joven Ho Chi Minh había luchado a principios de los años veinte, la historia podría haber seguido un curso menos trágico.

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