En 1959, Martin Luther King Jr. viajó a la India para rendir homenaje a su fundador, Mohandas Karamchand Gandhi. King atribuyó a Gandhi la capacidad de “movilizar y galvanizar a más gente en su vida que cualquier otra persona en la historia del mundo”.
Se trata de una afirmación audaz, pero no inverosímil, sobre todo si tenemos en cuenta las dimensiones transnacionales de la estrategia de desobediencia civil de Gandhi, que inspiró claramente al propio Martin Luther King.
La prueba inicial de la estrategia de Gandhi fue en Sudáfrica, donde vivió durante más de veinte años y dirigió las luchas por los derechos civiles y políticos de los inmigrantes indios en las provincias de KwaZulu-Natal y Orange Free State. Nelson Mandela, que posteriormente recibió el Premio Internacional Gandhi de la Paz, se inspiró en Gandhi, al que consideraba el “arquetipo de revolucionario anticolonial” que “no era un líder ordinario, pues tenía inspiración divina”.
Mandela ha destacado, con razón, la importancia del tiempo que Gandhi vivió en Sudáfrica para su desarrollo político. Una vez, hablando ante un público indio, dijo: “Ustedes nos dieron a Mohandas, nosotros se lo devolvemos como Mahatma”.
Cuando Gandhi regresó a la India, organizó bajo su liderazgo a cientos de miles de personas comprometidas con la desobediencia civil masiva en la lucha por la independencia del país. La campaña de “no cooperación” de 1920-22 promovió un boicot masivo a los productos británicos. A su paso, el valor de las importaciones de telas extranjeras se redujo casi a la mitad entre 1920-1921 y 1921-1922. Los indios organizaron 396 huelgas en 1921, en las que participaron 600.000 trabajadores, lo que supuso una pérdida de siete millones de días de trabajo, y un éxodo de estudiantes de las escuelas y colegios.
En 1930, Gandhi inició el movimiento de desobediencia civil y las autoridades británicas enviaron a prisión a más de 60.000 personas por no pagar el impuesto colonial sobre la sal. En 1942, las autoridades coloniales detuvieron y encarcelaron a más de 100.000 indios en respuesta a las manifestaciones del Movimiento Quit [Dejar] India.
El propio Gandhi fue detenido cuatro veces en Sudáfrica y otras cinco en la India, y pasó unos 2.338 días en prisión durante su vida. Sin embargo, cada nueva oleada de campañas desencadenaba movilizaciones de masas cada vez mayores y socavaba la voluntad de los británicos de conservar su más preciada “joya de la corona”.
Satyagraha
La vida de Gandhi estuvo llena de ironías. Fue un apóstol de la no violencia y cayó abatido por la bala de un asesino en 1948. Fue un individuo profundamente religioso que luchó apasionadamente por la unidad hindú-musulmana, sólo para ver a la India libre pero dividida. Un hombre que fue arrestado nueve veces como subversivo y peligroso para los gobiernos coloniales, que se peleó con todos los virreyes británicos a partir de 1916. Era una figura “santa” que nunca ocupó un cargo y parecía estar por encima de los negocios sucios de la política, y también era un astuto operador que sopesaba cada palabra y acción de forma calculada.
Gandhi denominó su filosofía política con el término satyagraha: satya significa verdad y graha es una referencia a la insistencia o la fuerza. La fuerza de la verdad se traduce en una resistencia no violenta y suele describirse como “resistencia pasiva”. Sin embargo, Gandhi no tenía nada de pasivo en su concepción de la satyagraha; para él significaba el compromiso activo de resistir las leyes injustas, recurriendo a tácticas no violentas.
Para Gandhi, la satyagraha no consiste en someterse dócilmente a la voluntad del malhechor, sino en poner el alma contra la voluntad del tirano. La política de la no violencia representaba una fuerza moral contra un orden injusto. Suponía una negativa a cooperar con las autoridades y una disposición a sufrir para conseguir sus objetivos.
La política extraparlamentaria combinada con la no violencia es el sello de la satyagraha. Un mundo marcado por una maraña de horrores, enfermedades infecciosas, cambio climático, guerra y racismo pide a gritos una estrategia política eficaz. Cuando el reino de la política convencional parece haber fracasado, la gente recurre a métodos extraconstitucionales.
Gandhi se autodenominó “revolucionario no violento”. Todavía goza de una reputación mundial como gran exponente de esta estrategia, que eleva la no violencia al nivel de un principio y un fin en sí mismo. Pero, ¿puede esta estrategia funcionar en la práctica hoy en día?
De la élite a la política de masas
¿Cómo este hombrecillo de una pequeña ciudad de la India, un abogado formado en Londres con afición a la elocución, las clases de baile y las lecciones de francés, empezó a dominar la política india en la primera mitad del siglo XX inspirando una serie de acciones, movimientos sociales y luchas de liberación que se han desarrollado desde entonces?
Nacido en 1869, Gandhi procedía de una familia de clase media y de una casta media. No era una figura aristocrática, secular, angloparlante y educada en Oxbridge como su futuro aliado Jawaharlal Nehru o el fundador de la Liga Musulmana Muhammed Ali Jinnah, pero sus antecedentes eran cómodos.
Ni élite ni subalterno, Gandhi empezó a ver las debilidades del recién formado grupo de nacionalistas agrupados en torno al Congreso Nacional Indio, que surgió en 1885. Estos líderes de la élite exigían la representación de los indios como ellos, pero sólo coqueteaban con la idea de dar el poder político al resto de la población de la India.
Gandhi era escéptico con respecto a la política constitucional y, en sus propios términos, no quería ver el Raj británico simplemente sustituido por rostros morenos en la cima. Aunque no procedía de las masas indias, comprendió que para que un movimiento tuviera éxito, debía ser socialmente amplio, desatando el poder de movilización de las masas, desde la base.
Contradicciones de la no violencia
El movimiento nacionalista construido en torno a las campañas de Gandhi fue decisivo para la consecución de la independencia de la India en 1947. Sin embargo, el auge de este movimiento planteó problemas para su propio programa de no violencia. En abril de 1919, las tropas coloniales británicas abrieron fuego contra una manifestación en Amritsar, matando a cientos de civiles. Tras la masacre, Gandhi canceló su hartal o huelga y ayunó en penitencia.
Más tarde, en 1922, desmovilizó el movimiento de no cooperación tras estallar una violenta revuelta entre los musulmanes mappilas de Kerala en agosto de 1921. La directiva de Gandhi también fue motivada por un incidente ocurrido en la aldea de Chauri Chaura, ahora parte de Uttar Pradesh, en febrero de 1922. Una turba enfurecida mató a varios policías después de que la policía matara a tiros a tres personas.
En todos estos casos, Gandhi culpó a las masas indias, alegando que no estaban “preparadas” para la no violencia. Aunque hubo una gran disparidad en el número de bajas en Kerala, con 2.339 muertos mappilas infligidos por las fuerzas británicas frente a 43 oficiales del gobierno muertos por los rebeldes, fue precisamente a los rebeldes a quienes Gandhi acusó de tener un “temperamento impetuoso”. Tras el episodio de Chauri Chaura, los líderes del Congreso ofrecieron sus condolencias a las familias de los policías, siguiendo las instrucciones de Gandhi, pero se refirieron a su propia gente como una “turba”.
Estos ejemplos subrayan algunas de las contradicciones y complejidades que existen entre las intenciones originales de Gandhi y los resultados prácticos de los movimientos que inició. Su actitud también conlleva un cierto tipo de elitismo que considera a las masas incultas, groseras y regidas por pasiones irracionales, mientras que presenta a las personas de clase media con educación como líderes naturales.
Contención
La ilustración más clara de esta posición se produjo en febrero de 1946 con el motín naval indio, que se desarrolló independientemente del liderazgo de Gandhi. Fue una huelga general y luego un motín de marineros indios –a bordo y en tierra– en la ciudad de Bombay. El motín se extendió por toda la India gobernada por los británicos, desde Karachi hasta Calcuta y Madrás, levantando las consignas “Huelga por Bombay” y “Viva la India”. Llegó a implicar a 78 buques, 20 bases en tierra y 20.000 marineros.
Este movimiento aglutinó a marineros hindúes y musulmanes en torno a una serie de quejas que iban desde las raciones de comida hasta los obstáculos para ascender en su carrera y el racismo que sufrían a manos de los oficiales navales británicos. En una muestra simbólica de unidad nacional, los amotinados retiraron la Union Jack (bandera del Imperio Británico) de sus barcos e izaron las banderas del Congreso, la Liga Musulmana y el Partido Comunista de la India. Miles de personas llevaron comida a los rebeldes y confraternizaron con ellos. Los trabajadores de Bombay organizaron una huelga general de solidaridad que movilizó a 300.000 personas, mientras que las protestas se extendieron también a Karachi.
Sin embargo, el 3 de marzo de 1946, Gandhi criticó a los alborotadores, acusándolos de ser “irreflexivos e ignorantes” y de carecer de la necesaria “orientación e intervención” de “líderes políticos” cualificados. Declaró que “el swaraj [gobierno local] no debe obtenerse con lo que está ocurriendo ahora en Bombay, Calcuta y Karachi”, arrojando una luz directa sobre su comprensión de la libertad.
El liderazgo ideológico de Gandhi actuó muchas veces como un freno a la iniciativa popular y a la militancia de base. Defenderá las reivindicaciones de los campesinos y los organizará, siempre que sean pacíficos, respetuosos con los terratenientes y acepten sus tácticas. Cuando tuvieron la temeridad de exigir la confiscación de la propiedad privada, Gandhi los consideró revoltosos, ingratos e indignos de su apoyo.
Tutela
La filosofía de Gandhi estaba llena de paradojas. Se opuso a la industrialización, escribiendo en el Hind Swaraj que sería “una tontería suponer que un Rockefeller indio sería mejor que el Rockefeller estadounidense”. Sin embargo, formó alianzas con capitalistas indios y contó con su apoyo. Eran los mismos que aspiraban a convertirse en los “Rockefeller indios”. Una nueva élite gobernante poscolonial que no tendría reparos en adoptar técnicas industriales ni en explotar a los trabajadores.
Los industriales Sir Ratan Tata y Ghanshyam Das Birla financiaron la labor política de Gandhi. En noviembre de 1909, Tata entregó 25.000 RS a Gandhi para apoyar su movimiento de no cooperación en Sudáfrica, la primera de las tres importantes donaciones a la obra de Gandhi. Por su parte, G. D. Birla demostró ser el apoyo financiero más generoso del Mahatma.
Aunque algunos escritores presentan a Birla como un devoto de Gandhi, la relación entre los dos hombres podría describirse más bien como de colaboración y no de devoción unilateral. Los vastos recursos financieros de Birla hicieron posible las campañas de Gandhi. Birla se benefició a cambio del prestigio social y religioso que le otorgó su asociación con Gandhi, pero también vio reforzada su posición económica.
Gandhi dio su bendición a la abundante riqueza de Birla con sus enseñanzas sobre la “tutela”. Este concepto establecía que los ricos tenían derecho a acumular riqueza, siempre que utilizaran parte de esa riqueza en beneficio de la sociedad.
“Todos los medios disponibles”
Gandhi aborrecía especialmente la violencia si era utilizada por la gente corriente como parte de una lucha de clases contra la explotación y la opresión, ya fuera extranjera o nacional. Esta pauta se mantuvo desde su estancia en Sudáfrica, en los episodios de Chauri Chaura y Mappilla, hasta el movimiento Quit India y los disturbios navales de los últimos años de la vida de Gandhi. En cada ocasión, Gandhi reprendió a la gente corriente (los subalternos) por no comprender los principios de su estrategia de satyagraha, absolviendo tácitamente a quienes ejercían el poder del Estado y tenían el monopolio de la violencia y la responsabilidad de sus propias acciones.
Al tratar la idea de la no violencia como un precepto moral abstracto, Gandhi dejó a las masas indias indefensas ante la brutalidad colonial. No había lugar en su pensamiento para las ideas de una figura como Frantz Fanon, que rechazaba la idea de que la violencia de los oprimidos pudiera equipararse moral o políticamente con la violencia del opresor.
Mientras que Gandhi predicaba las virtudes de la conciliación de clases y castas, haciendo hincapié en la necesidad de la salvación personal a través de la reforma moral y social, Fanon tenía una visión muy diferente de las cuestiones fundamentales en juego.
El campesino desfavorecido y hambriento es el explotado que pronto descubre que sólo la violencia paga. Para él no hay compromiso, ni posibilidad de concesión. La colonización o descolonización es simplemente una lucha de poder. Los explotados se dan cuenta de que su liberación implica el uso de todos los medios disponibles, y la fuerza es el primero.
Cuando el Congreso Nacional Africano (CNA) intentó seguir una estrategia no violenta contra el apartheid, las tensiones resultantes acabaron por llegar a un punto crítico. A pesar de su admiración por Gandhi, Nelson Mandela admitió que la lucha por la liberación de Sudáfrica había llegado a una etapa en la que este enfoque ya no era viable:
Seguí la estrategia de Gandhi todo lo que pude, pero llegó un momento en nuestra lucha en el que la fuerza bruta del opresor ya no podía ser contrarrestada sólo con la resistencia pacífica. Fundamos Umkhonto we Sizwe [MK, el brazo armado del CNA] y añadimos una dimensión militar a nuestra lucha. Aun así, elegimos el sabotaje porque no implicaba la pérdida de vidas y ofrecía la mejor esperanza para las futuras relaciones raciales. La acción militante pasó a formar parte de la agenda africana apoyada oficialmente por la Organización de la Unidad Africana (OUA) tras mi discurso ante el Movimiento Panafricano por la Libertad en África Oriental y Central (PAFMECA) en 1962, en el que afirmé: “La fuerza es el único lenguaje que los imperialistas pueden escuchar, y ningún país se ha liberado sin algún tipo de violencia”.
El CNA formó el Umkhonto we Sizwe (“Lanza de la Nación”) en 1961, tras la masacre de Sharpeville del año anterior, cuando las fuerzas policiales del régimen del apartheid mataron a 69 manifestantes desarmados. El CNA y sus aliados habían recurrido anteriormente a las huelgas, los boicots y el desafío masivo. Sharpeville cambió toda la dinámica, llevando a activistas como Mandela a considerar la necesidad de la autodefensa militante.
El colchón contra la bala
Gandhi tenía una comprensión limitada de que la liberación colonial era sobre todo una “lucha por el poder”, en palabras de Fanon. Una lectura generosa de su vida y obra como la de un revolucionario contradictorio tendría cierto mérito. Pero, en última instancia, el objetivo de Gandhi no era desmantelar el sistema, sino suavizar su funcionamiento.
En ese sentido, Gandhi proviene de un largo linaje de reformistas. Su propia variedad de reformismo estaba arraigada en un conservadurismo social que buscaba domar el capitalismo en lugar de derrocarlo. Llegó a ser muy querido por algunos sectores de la clase dirigente imperial británica con su énfasis en las negociaciones que requerían concesiones por ambas partes y su defensa de poner la otra mejilla ante la violencia del Estado. Prefirieron tratar con la satyagraha no violenta de Gandhi antes que con una estrategia militante de masas.
Sin embargo, fueron los movimientos populares desde abajo, como la rebelión de Mappila de 1921 y el motín naval de 1946, los que ayudaron a acabar con el dominio británico sobre la India, haciendo que grandes partes del país fueran esporádicamente ingobernables. Los británicos no abandonaron la India sólo por la campaña no violenta de Gandhi; se irían por la presión añadida de estos levantamientos insurreccionales.
El revolucionario italiano Antonio Gramsci resumió las limitaciones del gandhismo al criticar la elevación del “espiritualismo” al “materialismo” en el pensamiento político. Para Gramsci, esto llevaría a “la exaltación de los valores puramente espirituales, etc., a la pasividad, a la no resistencia y a la no cooperación, pero en realidad es una forma de resistencia debilitada y diluida: un colchón contra la bala”.