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Para Joachim Hirsch, el Estado no puede ser un instrumento de cambio social emancipador, pero al mismo tiempo las luchas estatales influyen en las relaciones de poder social y en las condiciones de la acción política.

¿Despertando a los perros muertos?

El Estado es producto y componente de la sociedad burguesa, y no una palanca política fuera de ella. Al mismo tiempo, es también un importante campo de lucha.

La siguiente entrevista, realizada por HW y CHB para la revista Arranca! en 2012 y hasta ahora inédita en castellano, es un fragmento del libro Estado y Capital. El debate alemán sobre la derivación del Estado, compilado por Alberto Bonnet y Adrián Piva y editado por Dado / Herramienta, de reciente publicación.

 

A cincuenta años de su desarrollo, el debate alemán sobre la derivación del Estado sigue siendo poco conocido en América Latina. Tuvo lugar en la ex República Federal de Alemania entre 1970 y 1974, principalmente en Berlín Occidental y en Frankfurt am Main. Si bien el intercambio –protagonizado por académicos marxistas– fue en gran medida abstracto, sus desencadenantes se encuentran en el contexto político de la Alemania occidental de fines de la década del sesenta. 

El ascenso de la socialdemocracia al gobierno en un clima de alza de la conflictividad y, fundamentalmente, la adhesión de los sindicatos y de la mayoría de los trabajadores al proyecto keynesiano de expansión del Estado de bienestar ubicó al Estado en el centro del debate político.

En la actualidad atravesamos, nuevamente, una amplia discusión dentro de la izquierda sobre la función del Estado. Revisitar aquel intercambio, entonces, excede el mero academicismo. Por el contrario, puede brindar pistas por donde encauzar las discusiones del presente. Joachim Hirsch fue uno de los protagonistas del debate alemán, y es uno de los pocos que aún hoy subrayan que para la izquierda es necesaria la determinación teórica de la forma política, es decir, en el sentido estricto del Estado. 

 

A!

Usted participó decisivamente en el debate sobre la teoría derivacionista del Estado, cuyo punto de partida fue en 1970 con el artículo «La ilusión del Estado de bienestar y la contradicción entre trabajo asalariado y capital», de Wolfgang Müller y Christel Neusüß en la revista Sozialistische Politik. ¿Hubo un detonante político además del académico? 

 

JH

En primer lugar, en ese momento –bajo el signo del movimiento de protesta– la izquierda académica y política no estaban tan separadas como lo están hoy en día. En general, la izquierda estaba menos aislada socialmente. El debate sobre la derivación estatal tenía un punto de referencia explícitamente político. Se dirigía –como ya se expresa en el título del ensayo– contra las ilusiones sobre el alcance y las posibilidades de la política reformista del Estado. El trasfondo fue la llegada al poder de la coalición social-liberal en 1969 y la idea asociada de que en ese momento era posible llevar a cabo una política seria de cambio social. Era la época de la «marcha hacia las instituciones». 

Hoy, después del relanzamiento de un gobierno liderado por los socialdemócratas en 1998, estamos viendo dramáticamente hacia dónde se dirige semejante marcha. Así que la crítica fue bastante acertada. La «derivación estatal» tenía por objeto establecer una base teórica y subrayar el rechazo político del reformismo. 

 

A!

¿Dónde y cómo se situó el reformismo? 

 

JH

Por supuesto que la coalición social-liberal desempeñó un papel central. Pero también hubo fuertes corrientes reformistas dentro del movimiento de protesta, desde los Jusos [juventudes socialdemócratas] hasta el DKP [Partido Comunista Alemán]. Tanto en la política como en las ciencias sociales prevaleció un optimismo sobre la capacidad de controlar el Estado. Se creía que un cambio emancipador de la sociedad podía lograrse mediante políticas de reforma del Estado. 

El Estado se consideraba un instrumento de política social, y se generalizó la idea de que el capitalismo podía finalmente ser domesticado con la ayuda del Estado, o –como se llamó en los pertinentes debates más recientes– «civilizado». La represión estatal se dirigió inicialmente contra partes de la izquierda más radical. En cambio, se hicieron concesiones materiales bastante notables a la clase obrera hasta la crisis de mediados de los setenta. También en las escuelas y universidades, el planteamiento político de la actividad laboral estaba definitivamente vinculado a una estrategia de reforma: expansión cuantitativa, apertura, más codeterminación, etc. 

 

A!

El optimismo sobre el control, después de todo, tiene sus raíces en el fetichismo estatal de la socialdemocracia y el leninismo. En realidad, la derivación estatal solo tiene su propio pasado sin resolver bajo sus pies… 

 

JH

En cuanto al pasado no resuelto, hay que decir que la teoría materialista crítica fue sistemáticamente suprimida desde el Nazismo hasta el final de la República de Adenauer. Eso solo cambió con el movimiento estudiantil. Es decir, una generación tuvo que reapropiarse de teorías y discusiones largamente enterradas. Y, en efecto, el optimismo sobre el control parecía confirmarse hasta principios de los años 70, por ejemplo, en la superación de la crisis de 1966 que había llevado a la caída del gobierno de Erhard. 

Sin embargo, esto llegó a su fin con la gran crisis económica mundial a mediados de los setenta. Lo cual era patente con la caída del Canciller Brandt, que también marcó el fin del reformismo socialdemócrata. Quedó claro, una vez más, que las crisis son inevitables en el capitalismo y que el Estado no puede hacer gran cosa contra la dinámica del capital. En este sentido, la crítica al reformismo fue prácticamente confirmada. 

 

A!

Ya en 1930, el jurista ruso Eugen Pasukanis planteó una pregunta programática: «¿Por qué el gobierno de clase no sigue siendo lo que es, es decir, el sometimiento de facto de un sector de la población a otro? ¿Por qué adopta la forma de un gobierno estatal oficial o –lo que es lo mismo– por qué el aparato de coacción estatal no se crea como un aparato privado de la clase dominante, por qué se separa de esta y adopta la forma de un aparato impersonal de poder público separado de la sociedad?». ¿Se ha resuelto esta cuestión de manera fundamental?

 

JH

Sí, esta pregunta fue aclarada. La respuesta, en resumen, fue que el Estado no es ni un sujeto por derecho propio ni un instrumento neutral que pueda ser desplegado a voluntad por un grupo o clase de poder (como han mantenido, por ejemplo, las teorías más críticas del pluralismo o incluso la teoría del Capitalismo Monopolista de Estado), sino un componente estructural de la propia relación capitalista de producción, su forma política particular. 

Las relaciones capitalistas de clase y explotación son tales que la clase económicamente dominante no puede gobernar políticamente de forma directa, sino que solo puede realizar su dominio por medio de una entidad relativamente separada de las clases: el Estado. Al mismo tiempo, el Estado sigue sujeto a la lógica estructural y funcional de la sociedad capitalista. No es una instancia que sea ajena al capital. El Estado burgués es, por lo tanto, un Estado clasista sin ser el instrumento inmediato de una clase. Y esta misma «particularidad» o «autonomía relativa» del Estado es la base de la ilusión del Estado. 

 

A!

¿No fue la llamada teoría del Capitalismo de Monopolista de Estado, es decir, la teoría del Stamokap, más concreta en este sentido, por ejemplo, en su demanda de las llamadas «alianzas antimonopolistas»? 

 

JH

La teoría del Stamokap, que suponía que el Estado era el instrumento directo de los monopolios, podía en efecto parecer más concreta y, sobre todo, justificaba precisamente una estrategia estatal-reformista que parecía así inmediatamente practicable. No se ocupaba en absoluto de la compleja estructura de la sociedad burguesa y requería menos esfuerzo teórico. Se autodenominaba «marxista», pero no trataba en absoluto de los componentes centrales de la teoría de Marx. 

Como es bien sabido, esta simplicidad y aparente utilidad tópica constituyó su atractivo incluso para grandes sectores de la socialdemocracia. La idea era que a través de una amplia alianza, que abarcara desde la clase obrera hasta las clases medias y el capital no monopolista, sería posible crear un equilibrio de fuerzas que se convertiría en la base de una política de reforma integral. Se puede ver que –teóricamente– la proximidad a las ideas reformistas de los socialdemócratas y del «Partido del pueblo» era bastante grande. 

Como dije, la propuesta de la Stamokap es más bien una teoría pluralista de izquierda y en esa medida tiene, si se quiere, un carácter «burgués». Por el contrario, la teoría materialista del Estado, tal como se practicaba en el debate sobre la derivación del Estado, se refiere a las declaraciones centrales de la crítica de Marx a la economía política y trata de desarrollarlas más –como una crítica de la política–. 

 

A!

¿Por qué el debate sobre la derivación del Estado terminó tan abruptamente a finales de los setenta? 

 

JH

Una de las razones es, sin duda, que el debate sobre la derivación del Estado se llevó a cabo en un nivel muy abstracto y a veces adoptó las características de los juegos teóricos de abalorios. Por encima de todo, su significado fue a menudo juzgado erróneamente. La derivación del Estado no es, después de todo, una teoría consumada del Estado, sino precisamente la determinación de la forma política de la sociedad burguesa, que debe ser colocada en un contexto teórico e histórico más amplio. Si esto no se lleva a cabo, en realidad uno se encuentra en un callejón sin salida teórico. 

Por ello, posteriormente, se incrementó el compromiso con otros enfoques teóricos, como los de Gramsci o Poulantzas y la posterior teoría de la regulación, y se intentó vincularlos con los resultados de la crítica materialista del Estado. A este respecto, el final abrupto es en cierto modo también la expresión de un desarrollo teóricamente significativo. Sin embargo, para el final del debate no solo era importante esta problemática teórica interna, sino la aparición de los llamados «nuevos movimientos sociales» en el campo político, cuyas orientaciones teóricas, si es que existían, eran bastante borrosas. Finalmente, la fundación y el éxito de los Verdes trajo consigo una nueva coyuntura de la ilusión reformista del Estado, lo cual, en efecto, dejó de lado la crítica materialista del Estado.

 

A!

En sus trabajos sobre la teoría del Estado suele referirse a Antonio Gramsci y Nicos Poulantzas además de al debate sobre la derivación del Estado. En su opinión, ¿qué es lo más importante que aportan ambos autores? ¿Por qué Poulantzas está experimentando un renacimiento, pero no así el debate sobre la derivación del Estado? 

 

JH

«Además» no es del todo exacto. Los enfoques de Gramsci y Poulantzas pueden aclararse y desarrollarse en algunos aspectos con los resultados de la derivación del Estado. En pocas palabras, Gramsci se ocupa principalmente del análisis de los procesos hegemónicos y de la compleja relación entre el Estado y la sociedad «civil». Poulantzas se centra en la determinación del Estado burgués como una forma contradictoria de institucionalización de las relaciones de clase. Ninguno de los dos desempeñó papel alguno en el debate sobre la derivación del Estado. Poulantzas está quizás experimentando un renacimiento hoy en día porque su enfoque es el más factible para llevar a cabo un debate más preciso sobre el reformismo sin caer en las ilusiones reformistas. 

 

A!

Si a principios de los setenta la excusa política era oponerse al reformismo, ¿cuál sería hoy el punto de partida político? ¿Un nuevo debate sobre la reforma o la revolución? 

 

JH

La vieja distinción entre reforma y revolución no nos lleva muy lejos hoy en día. Para una teoría actual del Estado, el debate sobre la derivación es, en cierto sentido, un perro muerto. Era correcto y necesario, pero ahora hay que ir más allá. Esto también se aplica a la crítica abstracta del reformismo. 

Hay que darse cuenta de que el Estado es, en efecto, un producto y un componente de la sociedad burguesa y no una palanca política fuera de ella, pero al mismo tiempo es también un importante campo de lucha. Es decir, no puede ser un instrumento de cambio social emancipador, pero al mismo tiempo las luchas estatales influyen en las relaciones de poder social y en las condiciones de la acción política. Por lo tanto, como dijo John Holloway una vez, se trata de una estrategia «dentro y contra el Estado». Si esto se tomara en serio, todo el debate sobre «Attac» ya no se llevaría a cabo de manera tan abstracta, como a veces ocurre en la actualidad. 

Como análisis de la forma política de la sociedad burguesa, el debate sobre la derivación del Estado sigue siendo válido e indispensable. Sin embargo, lo que se necesita es, además, un concepto teórico que permita comprender los cambios estructurales históricos del capitalismo y el Estado, las estructuras de clase concretas, los procesos hegemónicos y las crisis. 

 

A!

Utiliza el término «refeudalización» para describir la regulación política internacional, refiriéndose a una precarización de la forma política. ¿No es dicho término engañoso, o la pérdida de la democracia a nivel internacional no significa que se esté promoviendo una concepción idealista de la democracia a nivel nacional? 

 

JH

Admito que el término no es del todo exacto, porque sugiere el resurgimiento de las condiciones medievales. Y eso no hace justicia a los hechos que se describen. La observación de que la democracia liberal se está vaciando cada vez más como resultado de la internacionalización del Estado es, en primer lugar, una descripción del Estado y no una idealización. Siempre lo digo con claridad: democracia liberal burguesa. Pero si se desintegra, entonces el modo político y social de reproducción de la sociedad también cambia, y esto debe tomarse muy en serio. 

Detrás de ello se esconde un problema teórico y político central: a saber, si en el proceso de la llamada globalización se está produciendo tal cambio en las estructuras estatales –las palabras clave son internacionalización y privatización– y se está cuestionando la definición capitalista específica de la forma como entidad relativamente separada de la economía y las clases sociales. Esto afectaría seriamente a los fundamentos de la relación capitalista de producción y a la capacidad reproductiva de este sistema. Lo anterior no es una tesis, sino una pregunta. Para responder, se necesita la teoría de la que hemos estado hablando. 

 

A!

¿Problemas reproductivos en el sentido de que el Estado nacional está desapareciendo o muriendo? ¿O en el sentido de la tesis de «Imperio» de Antonio Negri y Michael Hardt? 

 

JH

No, no en el sentido de la tesis de «Imperio». Creo que ese libro es teóricamente bastante débil y por lo tanto políticamente problemático. Desde su enfoque, ni siquiera pueden hacer esa pregunta, y mucho menos responderla. No es casualidad que estos autores hablen del futuro del Estado en términos muy inexactos y contradictorios. Simplemente no lo entienden. Y, por lo tanto, la noción de «Imperio» también se sitúa en un terreno algo inestable. 

 

A!

¿Podría explicarlo mejor? 

 

JH

Es difícil elaborar esta crítica aquí. Entonces tendría que hacer todo lo que Negri y Hardt han omitido. Por lo tanto, solo haré unas breves observaciones: dependería de entender el capital no como un sujeto, sino como una relación social. Si uno hace esto, entonces la oposición abstracta de «multitud» –sea lo que sea– e «Imperio» ya no es posible. En lugar de hablar de un nebuloso «Imperio», sería mejor examinar de cerca la actual transformación del Estado y del sistema estatal en el contexto de la reorganización global de las relaciones de clase y de explotación. 

Y no hay que ser tan descuidado con el Estado en absoluto. Sigue siendo el punto focal y el centro institucional de las relaciones de poder y dominación existentes. Si uno no se ocupa de ello, entonces los descuida teóricamente. Por eso Negri y Hardt están tan cerca de los teóricos neoliberales, lo que a veces resulta sorprendente. Y esto tiene consecuencias políticamente fatales, porque se produce una gran variedad de ilusiones. No menos importante: que el capitalismo ya ha sido superado, lo que considero un error de juicio obviamente contrafáctico. 

Veo un punto de partida político para el trabajo sobre la teoría del Estado hoy en día, muy probablemente en el movimiento crítico de la globalización, que se está extendiendo y que no puede evitar en absoluto aclarar la «cuestión del Estado». Su desarrollo ulterior dependerá en gran medida de ello. El debate está teniendo lugar de nuevo. Y con ello, quizás, algunos perros teóricos que se creían muertos volverán a la vida. 

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Publicado en Alemania, América Latina, Economía, Entrevistas, Estado, homeCentro3 and Teoría

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