¿Se ha acabado el neoliberalismo? Esto es lo que empiezan a temer muchos de sus defensores. Chris Giles, editor de economía del Financial Times, se lamentaba recientemente: “La izquierda está ganando la batalla económica de las ideas”.
La razón fundamental para ello la aportan los tres gigantescos programas de gasto introducidos por Joe Biden desde que asumió la presidencia de EEUU en enero.
El último presentado hace pocos días, el Plan de Familias Americanas, propone gastar 1,29 billones de libras en medidas, por ejemplo, para subvencionar el cuidado de los niños y potenciar el seguro de salud. Muchos en la izquierda también están saludando la presidencia de Biden como un punto de inflexión.
En un artículo muy interesante en el último número de New Left Review, la editora de la revista, Susan Watkins, ofrece una visión más escéptica. El neoliberalismo, desde que fue promovido por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en la década de 1980, puede haber celebrado ideológicamente el libre mercado.
Pero su objetivo, como dice Quinn Slobodian en su importante libro Globalists, “no era liberar los mercados sino blindarlos, para vacunar al capitalismo contra la amenaza de la democracia”.
Watkins no tiene dificultad en demostrar que el neoliberalismo en este sentido sigue reinando en la Unión Europea (UE). El programa de próxima generación, de 652.000 millones de libras, se negoció laboriosamente en respuesta a la pandemia.
Controlado
La Comisión Europea lo reparte a los gobiernos nacionales en dosis cuidadosamente controladas. “En lo que respecta a la influencia popular-democrática en la política económica, el fin de la era neoliberal está más lejos que nunca en Europa”, escribe Watkins.
Pero el gasto de EE.UU. es a una escala totalmente mayor, un 250% más grande que el de la UE. Los ingresos personales se dispararon un 21,1 por ciento en marzo, gracias sobre todo a los cheques de estímulo del gobierno de 1.010 libras esterlinas a los ciudadanos individuales.
Como señala Watkins, “en términos de provisión social, el Plan de Rescate estadounidense está jugando a ponerse al día”.
El programa económico de Biden está compensando un estado de bienestar mucho más débil que el que todavía existe en Europa occidental.
Watkins también destaca lo que llama la dimensión “nacional-imperialista” de la estrategia de Biden. Dirigiéndose a una sesión conjunta del Congreso la semana pasada, Biden dijo: “Estamos compitiendo con China y otros países para ganar el siglo XXI. Estamos en un gran punto de inflexión en la historia. Tenemos que hacer algo más que… simplemente reconstruir, tenemos que reconstruir mejor. Tenemos que competir con más intensidad de lo que lo hemos hecho”.
Biden pretende utilizar el gasto público para revigorizar el imperialismo estadounidense. Reagan y Thatcher persiguieron en su día un objetivo muy parecido en sus respectivos estados.
Pero, como señala Watkins, “las prácticas pueden ser ‘posneoliberales’ pero siguen siendo decididamente capitalistas”, y de hecho imperialistas.
David Harvey argumentó que “el giro neoliberal” consistía en “la restauración… del poder de las élites económicas”. En otras palabras, el cambio del equilibrio de fuerzas de clase a favor del capital. Durante la era “heroica” del neoliberalismo en la década de 1980, esto implicaba utilizar el poder de la competencia para disciplinar a los empresarios y a los trabajadores por igual. Las quiebras y el desempleo masivo socavaron el trabajo organizado y aumentaron los beneficios de las empresas más competitivas.
Hoy en día, el capitalismo es demasiado débil para poder utilizar este tipo de disciplina de mercado.
Desde la crisis financiera mundial de 2007-8, el sistema ha dependido de enormes infusiones de dinero de crédito barato proporcionadas por los bancos centrales.
Esto ha ido incluso más allá, especialmente en Estados Unidos y Gran Bretaña, con los bancos centrales comprando la deuda que los gobiernos emiten para financiar sus gastos adicionales.
El neoliberalismo clásico intentó despolitizar la economía, sometiéndola a los ritmos aparentemente “naturales” del mercado. Hoy el mercado se está repolitizando.
Este es un cambio real. Pero no se extiende a los trabajadores. Sus organizaciones siguen muy debilitadas y siguen estando a merced del mercado y de empresarios sin escrúpulos.
Durante la pandemia, en el núcleo imperialista del sistema en Europa y Estados Unidos, los trabajadores han sido aliviados un poco por los cheques de estímulo, los esquemas de permisos y similares. Pero esto empezará a terminar cuando las economías acaben por reabrirse.
Las contradicciones de una economía repolitizada para apoyar al capital pero no al trabajo se harán visibles.