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El viejo Moro en Argelia

Al final de su vida, Marx escribió una serie de cartas desde Argelia que proporcionan una fascinante visión de su biografía, así como de la vida colonial de finales del siglo XIX. Las presentamos aquí, por primera vez en español.

El texto que sigue forma parte del libro Karl Marx, Cartas desde Argel (1882), con traducción y notas de Angelo Narváez León. Se publicará por Nadar Ediciones (Chile) y será distribuido en Latinoamérica y España el segundo semestre de 2021.

 

Durante prácticamente todo el siglo XX, el marxismo y la marxología desatendieron, e incluso desconocieron, los últimos años y meses de la vida de Marx. La historia editorial de El capital, las traducciones al ruso y al francés, la Comuna de París, el quiebre de la I Internacional y los orígenes de lo que podría llamarse una tendencia «marxista» dentro del movimiento obrero europeo, corrieron con ventaja frente a lo que parecían episodios domésticos menores y políticamente irrelevantes. La muerte de Jenny von Westphalen, las distancias familiares entre Eleanor y Laura, la larga enfermedad terminal de Marx y la muerte de Jenny Longuet, parecían representar esos momentos íntimos que desbarataban el imaginario del sólido y omnipresente personalismo simbólico que se erigía con la socialdemocracia alemana y se consolidaba con la sovietización de la Revolución rusa. Ahí no había cabida para un Marx con contradicciones racionales y emocionales, como tampoco parece haberlo hoy para defensores ortodoxos y detractores canónicos, de Marx y del marxismo por igual.   

Muchos de los primeros biógrafos se detuvieron en los últimos episodios de la vida de Marx (Riazánov, Mehring, Rubel, etc.), pero en general lo hicieron con la pretensión de buscar continuidades y énfasis analíticos en la larga trayectoria de la crítica de la economía política, enfocándose en las insistentes revisiones de los manuscritos de los volúmenes II y III de El capital, en los últimos estudios sobre matemáticas y cálculo diferencial o en los llamados Cuadernos etnográficos o Apuntes etnológicos, posteriormente tan importantes para el marxismo latinoamericano. En gran medida de ahí viene el locus comunis de un Marx navegando el Mediterráneo rumbo al Magreb con sus poco decretadas intenciones antropológicas, cuando en realidad el recorrido, el viaje, los lugares y los personajes de los meses en Argel tienen más de circunstanciales que de motivaciones políticas o ideológicas. Casi casualidades, insistencias médicas, recomendaciones indirectas, múltiples razones para un viaje que muestra mejor el imaginario colonial europeo de fines del siglo XIX y los entramados de la expansión territorial del siglo victoriano, que los alcances de los intereses heterogéneos del último Marx. 

Si bien es cierto que entre 1880 y 1882 Marx puso especial atención a las lecturas de antropólogos contemporáneos como Lewis Henry Morgan, John Phear, Henry Maine y John Lubbock, no es menos cierto que muchas de esas lecturas estuvieron explícitamente suscitadas por el intercambio epistolar con un Engels empeñado en la redacción de la Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado, esa suerte de «testamento» del «análisis materialista de la historia» referido a las formaciones sociales precapitalistas [1]. Ahora bien, que en la práctica las impresiones de Marx sobre el mundo árabe no pasaran de la transcripción de algunos pasajes de un artículo de Phear sobre la construcción de mezquitas por las comunidades musulmanas en India y Ceilán [2], relativizar sus motivos no lo relegan a los rincones más oscuros del conservadurismo eurocéntrico, sino que lo sitúan en un proceso de subjetivación amplia, variable y contradictoria, sistemáticamente transida por los aspectos menos épicos y heroicos de la vida cotidiana y la convalecencia. 

Sin embargo, es cierto que el año en que Marx leyó a Morgan también leyó La propiedad comunal de la tierra de Kovalévsky. Ahora, Maksím Kovalévsky le envió el libro de regalo en septiembre de 1870, y Marx pudo leerlo porque había aprendido ruso a comienzos de 1870 para supervisar la traducción rusa de El capital y para leer a las discusiones de los naródniki (los populistas rusos) sobre la función de la organización comunal de la propiedad en la transformación socialista de la sociedad; ese mismo Kovalévsky intentó contraer matrimonio con Sofía Kovalévskaya, que había adquirido el apellido al casarse con el sobrino de Maksím, Vládimir; la hermana de Sofía Kovalévskaya también cambió su apellido ruso, y Anne Korvin-Krukóvskaya pasó a la historia como Anne Jaclard, la comunera feminista que condujo junto a Louise Michel el Comité de Vigilancia de Montmartre de la Comuna de 1871 y asoció sus directrices a la I Internacional; la misma Anne Jaclard que se habría ofrecido inicialmente a traducir al ruso algunas secciones de El capital. En la biografía de Marx, o quizás en toda biografía, la única norma es esa, un continuo sin embargo. Momentos, asociaciones, idiomas, inflexiones y tramas que exceden y se resisten a toda singularización excluyente, a toda reducción de las contradicciones de la modernidad. Digamos que la interpretación de Edward Said, que hizo de Marx un representante indiscreto del eurocentrismo a partir de un análisis de una frase aislada del Dieciocho Brumario de Louis Bonaparte, no está lejos del marxismo decimonónico que pretendió elaborar una teoría de la revolución universal a partir de una u otra frase aislada sobre Feuerbach o de las tesis sobre la reproducción ampliada del capital [3]. 

Visitar atracciones turísticas, jardines, paseos, descansar, principalmente descansar, no constituyen precisamente las dimensiones preferibles de los imaginarios revolucionarios ni de los monumentos totémicos de la modernidad. En ese sentido, o contrasentido, estas cartas tienen una trayectoria de época, de documento y archivo para pensar tanto algunos de los aspectos biográficos menos trabajados de la vida de Marx, como también de la vida cotidiana en la reproducción de la colonialidad a fines del siglo XIX. Al igual que muchas correspondencias del fin de sciècle victoriano, esta selección constituye un atisbo de la cosmovisión de un siglo que se aferraba a sus últimos eslabones antes de estallar en las guerras imperialistas (y antiimperialistas) del siglo XX, un objeto de las contradicciones de un proceso atravesado por las derrotas de las revoluciones europeas de 1830, 1848 y 1871, de sus inflexiones, sus exilios y sus alcances internacionales. Esta selección, en última instancia, no pretende ser más que un documento a disposición del análisis y la crítica del periodo, de la trayectoria, de la personalidad o de la intimidad de Marx. 

Con sus aciertos y errores, nuestra posición está en la traducción.

Angelo Narváez León

Santiago (Chile), 2021

Puerto de Argelia, a donde Marx llegó en 1882 para tratar sus problemas pulmonares.

 


 

A Freidrich Engels

En Londres

Marsella, 17 de febrero, 1882

Hôtel au petit Louvre,

Rue de Cannebière

Querido Fred, 

Entiendo que Tussy te escribió un par de líneas ayer [4]. Inicialmente no pretendía dejar París hasta el próximo lunes; pero dado que mi estado de salud no estaba mejorando, tomé inmediatamente la decisión de partir a Marsella y, desde ahí con premura, zarpar rumbo a Argelia. 

En París, acompañado por mi Johnny, me llamó un mortal de nombre Mesa. (De hecho, él, Mesa, me sollicitierte [solicitó] que conversáramos largo y tendido, razón por la cual regresé a Argenteuil bastante tarde, a eso de las siete de la tarde. No pude juntar las pestañas en toda la noche). Intenté persuadir a Mesa de que le preguntara a su amigo Guesde, si serían tan amables de posponer la reunión conmigo hasta que regresara de Argelia. Pero fue en vano. De hecho, Guesde se encuentra en tal estado de aislamiento ahora, que era importante para él tener una reunión oficial conmigo. Después de todo, uno está obligado a concederle todo eso al Partido. De modo que organicé un encuentro en el Hôtel de Lyon et de Mulhouse, 8 boulevard Beaumarchais, donde Guesde y Deville llegaron con Mesa cerca de las 5 de la tarde [5]. Primero los recibí abajo en el restaurante, donde me acompañaron desde Argenteuil (fue el miércoles por la tarde) Tussy y Jennychen. Guesde estaba bastante avergonzado por la presencia de Jennychen porque acababa de publicar un acrimonioso artículo contra Longuet, aunque ella (Jennychen) no tenía ningún interés en el incidente. Tan pronto como las chicas nos dejaron, fui con ellos d’abord a ma chambre [primero a mi habitación], donde conversamos durante casi una hora, luego bajamos –ahora Mesa debía irse– al restaurante donde les quedó tiempo para vaciar una botella de Beauve conmigo. A las 7 ya se habían ido. Con todo, logré acostarme a las 9. Hubo un terrible ruido ininterrumpido por el movimiento de las personas hasta las 1 de la mañana, y a esa misma hora tuve vomissements [vómitos] por haber estado demasiado absorto en la conversación. 

Un buen día para el viaje a Marsella, y todo bien hasta pasar la estación de Lyon. Primero, 1 hora y media d’arrêt [de detención] en Cassis debido a una falla de la locomotora, luego el mismo percance con el motor en Valence, aunque esta vez la arrêt no fue tan larga. Mientras tanto se puso bastante frío, con un duro viento punzante. En vez de llegar en algún momento antes de la medianoche, no llegamos sino hasta las dos de la madrugada. Hasta cierto punto me estaba más o menos congelando a pesar de todos mis abrigos, y el único antídoto que encontré fue el alcohol, así que nuevamente recurrí a él. Durante el último cuarto de hora al aire libre (si no más), con frío y viento en la gare de Marseille [Estación de Marsella], hubo una última épreuve [prueba] bajo la forma de una prolongada formalidad antes de recibir el permiso para retirar el equipaje. 

Hoy está soleado en Marsella, aunque el viento está frío todavía. El Dr. Dourlen me recomendó alojar en el hotel mencionado arriba, desde donde partiré mañana a Argelia (sábado) a las cinco de la tarde [6]. La oficina de los Paquebots à vapeur des Postes françaises se encuentra aquí en el mismo hotel donde me alojo, de modo que pude conseguir directamente un boleto (por 80 francos en primera clase) para el paquebot Saïd [barcos a vapor del correo francés]; el equipaje también está contemplado, de modo que resulta todo bastante conveniente. 

A propósito. Me hice de un Prolétaire (L’Égalité también se vende aquí). Me parece que Lafargue está constantemente fomentando incidentes innecesarios, aunque quizás los detalles estén lejos de la exactitud. Debido a su caracterización de Fourier como «comunista», ahora se burlan de él obligándolo a explicar en qué sentido podría haber llamar «comunista» a Fourier. Estas audacias podrían ignorarse, obviarse o interpretarse de manera diferente, pero el asunto es que estos pequeños problemas pueden evitarse. Me parece un poco impreciso. 

Mis mejores saludos a Laura, le escribiré desde Argelia. Solo hay un hombre de suficiente confianza; tengo una larga carta escrita por Longuet a su amigo Fermé, quien se ha abierto camino pasando de ser un deportado a Argelia (bajo Napoleón III) a ocupar el cargo de juge d’appel [juez de apelaciones] en Argelia [7]. No hay problemas con el pasaporte o cosas de ese tipo. No se incluye nada en los boletos de los pasajeros excepto sus nombres cristianos y sus apellidos.

Mis saludos también a Lenchen y a los demás amigos.

Addio,

el viejo Moro [8]

 


 

A Paul Lafargue

En París

Argel, lunes, 20 de marzo, 1882

Mi querido Paul, 

Hoy (20) me entregaron tu amable carta del 16 de marzo. Parece que las cartas tardan mucho menos tiempo en llegar de lo que tardan desde Londres. 

Antes que todo, mi galante Gascon, ¿a qué refiere Mustapha supérieur? Mustapha es un nombre propio, como John. Si uno deja Argel por la rue d’Isly, se puede ver de frente una larga calle. De un lado, a los pies de la colina, se levantan villas mauritanas rodeadas de jardines (una de estas villas es el Hôtel Victoria); del otro lado –a lo largo del camino– hay casas esparcidas en terrazas descendientes. Ese conjunto se llama Mustapha supérieur: Mustapha inférieur comienza en la inclinación de Mustapha supérieur y se alarga abajo hasta el mar. Ambas Mustaphas forman una comuna (Mustapha), cuyo alcalde (este caballero no tiene nombre árabe ni francés, sino alemán) se comunica de vez en cuando con los habitantes mediante informes oficiales –un régimen bastante blando, como puedes ver–. Constantemente se construyen nuevas casas en Mustapha supérieur, se demuelen las viejas, etc., pero aunque los trabajadores vinculados a esta actividad son gente sana y residentes locales, bajan con fiebre después de los tres primeros días. Parte de sus salarios consiste en una dosis diaria de quinina que les entregan los empleadores. La misma práctica puede observarse en varios lugares de Sudamérica. 

Mi querido augur. Estás tan bien informado que escribes lo siguiente: «debes estar consumiendo todos los periódicos franceses que se venden en Argel»; de hecho, ni siquiera leo los pocos periódicos que los residentes del Hôtel Victoria reciben desde París; mi lectura política está completamente limitada a los anuncios telegráficos del Petit Colon (un pequeño periódico argelino, similar a los parisinos Petit Journal, la Petit République Française, etc.). Eso es todo. 

Jenny me dijo que enviaría los artículos de Longuet, los que tú mencionas también, aunque aún no los recibo. El único periódico que recibo de Londres es L’Égalité, aunque no sé si podrías llamarlo un periódico. 

¡Qué extraño compañero eres, St. Paul! ¿De dónde sacaste la idea, o quién te dijo que debería «frotar mi piel con yodo»? Claro, me interrumpirás y dirás que esto es solo una nimiedad, pero de hecho revela tu método sobre los hechos materiales. Ex ungue leonem [del latín, «por la garra se conoce al león»]. En realidad, en vez de «frotar mi piel con yodo», debo esparcir sobre mi espalda colodión cantárido para drenar los fluidos. La primera vez que vi mi costado izquierdo (pecho y espalda) ser tratado de esta manera, me recordó una pequeña huerta sembrada de melones. Desde el 16 de marzo, cuando le escribí a Engels, no he tenido un solo lugar seco en mi espalda o en mi pecho (que también está en tratamiento) donde se pueda repetir la operación; ahora no se puede hacer antes del 22. 

Dices: «te envío también una carta de invitación que te hará reír». Es regular. ¿Pero cómo esperas que me ría si la carta adjunta sigue en tus manos? Cuando surja la oportunidad, le recordaré su antiguo camarada –el proudhonista Lafargue– al Sr. Fermé. Ahora, mientras el doctor me prohíbe salir, utilizo el tiempo en rechazar visitas frecuentes o conversaciones prolongadas. 

La lluvia sigue igual que antes. El clima es muy caprichoso, cambia de una hora para otra atravesando cada fase o saltando de repente de un extremo a otro. Sin embargo, hay algunas señales de mejorías graduales, aunque debemos esperar. ¡Y pensar que desde el momento en que partí de Marsella, y hasta este mismo momento, hay el mejor de los climas en Niza y en Menton! ¡Pero había una idea persistente –de la que yo no fui responsable– del sol africano y del excelente aire que hay aquí!

El domingo pasado sepultamos a uno de los residente del Victoria en Mustapha supérieur, se llamaba Armand Magnadère. Era un hombre bastante joven que los doctores parisinos enviaron aquí. Trabajaba en un banco en París; sus empleadores continuaron pagando su sueldo en Argel. Para complacer a su madre arregló por telégrafo que su cuerpo sea exhumado y enviado a París –ellos pagarán–. Este tipo de generosidad raramente tiene lugar entre las personas que tienen el dinero de otra gente

De a poco mi sueño está volviendo; alguien que no haya sufrido de insomnio no puede apreciar ese feliz estado cuando el terror de las noches sin sueño comienza a desaparecer. 

Saludos a mi querida Cacadou y a todos los demás, 

tuyo,

Marx

 


Notas

[1] Engels, F. (2017). Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado. Madrid: Akal, p. 5.

[2] Marx, K. (1988). Apuntes etnológicos. Madrid: Siglo XXI, p. 217.

[3] Said, Edward (2002). Orientalismo. Barcelona: Random, p. 45.

[4] El sobrenombre de Eleanor surgió por su cariño por los gatos y de la dificultad que le suponía pronunciar «Pussy» (gatito) cuando estaba aprendiendo a hablar.

[5] Gabriel Deville se unió a la Internacional siendo estudiante de derecho en Toulouse. Como abogado condujo parte del proceso de solicitud de armisticio a los detenidos de la Comuna de París y fue un miembro importante del Partido Obrero Francés bajo la conducción de Jules Guesde. Escribió parte de la Historia Socialista compilada por Jean Jaurès, además de varios volúmenes individuales sobre teoría e historia socialista, aunque es principalmente recordado como el autor de la traducción resumida de El capital. José Mesa fue un socialista español traductor Miseria de la filosofía y del Manifiesto del Partido Comunista.

[6] Gustave Dourlen era el médico de la familia Longuet y, tiempo después, también de Marx en su último viaje a París. Dourlen ofició de cirujano en el Batallón n°86 de la Guardia Nacional durante la Comuna, y posteriormente coordinó los escondites de Longuet cuando pasó a la clandestinidad a mediados de 1871.

[7] Albert Fermé fue un abogado francés condenado dos a veces a prisión por publicar artículos contra Napoleón III en los periódicos Moniteur, Les écoles de France y Courrier français. A pesar de su oposición al régimen, consiguió un trabajo en Argelia como juez de paz, primero en El Harrouch, luego en Orán y finalmente en Argel, donde conoció a Marx por recomendación de Longuet. En 1883 se trasladó a Túnez como juez del nuevo protectorado francés.

[8] Según un apunte biográfico de Theodor Cuno, «Sus compañeros de estudio le habían dado el apodo de “Mohr” [moro]; los escolares norteamericanos probablemente le habrían apodado “Nigger” [negro]. Su esposa e hijos siempre le llamaban “Mohr” y le trataban más bien como a un buen camarada que como a un severo y autoritario padre de familiar». Así también lo recuerda Paul Lafargue en 1890, «Sus hijas le consideraban un amigo y le trataban como a un compañero. No le llamaban “padre”, sino “Mohr”, apodo que había recibido por su tez morena y por su cabello y barba de ébano».

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