Reproducimos a continuación un extracto del libro Alberto Flores Galindo. Utopía, historia y revolución (2020, La Siniestra Ensayos), de Carlos Aguirre y Charles Walker.
Recordar a Alberto (Tito) Flores Galindo nos obliga a rememorar las luchas, esperanzas y frustraciones de las décadas de 1970 y 1980, años cruciales en la formación del Perú contemporáneo. La promesa (y la necesidad) de implementar reformas radicales en las estructuras sociales y económicas del país quedaron reflejadas en el proyecto velasquista iniciado en 1968, en la movilización sindical y popular que tuvo su punto culminante en el paro nacional de julio de 1977, en el surgimiento de una izquierda legal de masas con inusitado poder electoral que llevó a Hugo Blanco a la Asamblea Constituyente en 1978 y a Alfonso Barrantes Lingán a la alcaldía de Lima en 1983, y en el autoritarismo letal de Sendero Luminoso que prometía el paraíso comunista en los Andes. En todos estos casos, sin embargo, el desenlace final representó una gran frustración para las aspiraciones de cambio social: Velasco y su proyecto fueron derrotados por los sectores más conservadores de las fuerzas armadas y también por sus propias contradicciones y limitaciones, el sindicalismo sufrió los embates del neoliberalismo y la crisis económica, la izquierda legal se desintegró como resultado de pugnas de capilla y la ausencia de visiones renovadoras, y la “revolución” de Sendero Luminoso devino en una guerra sucia que puso al país al borde del abismo.
Flores Galindo fue un observador atento y, en ocasiones, un actor central de esos procesos. Acercarnos a su obra requiere entender que ella fue concebida y ejecutada al interior de una sociedad que buscaba enfrentar desafíos históricos de enormes proporciones: liquidar el legado del colonialismo y el racismo, construir una nación inclusiva y democrática e impedir que los valores de la cultura andina se vean destruidos por la modernidad y lo que ahora llamamos globalización. Flores Galindo maduró intelectual y políticamente en pleno experimento velasquista, vivió intensamente los procesos que dieron forma al movimiento popular y clasista de la década de 1970, participó activamente de los debates que acompañaron el crecimiento desbordante de la izquierda electoral en el periodo 1978-1983, y enfrentó el desafío que representaba Sendero Luminoso desde una postura socialista, ajena tanto al autoritarismo militarista como al modelo polpotiano de las huestes de Guzmán.
Revisitar la producción intelectual de Flores Galindo significa hacer un recorrido por esos años de pasiones y esperanzas, de ilusiones y frustraciones, de intensos debates intelectuales y políticos. Cada uno de sus trabajos fue pensado como parte de un debate a la vez historiográfico y político. La Conquista y las sociedades andinas, la extirpación de idolatrías, las rebeliones de Tupac Amaru y Juan Santos Atahualpa, la crisis colonial, el racismo, las revueltas y tomas de tierras campesinas, las guerrillas de la década de 1960, el velasquismo, el marxismo y la izquierda, los intelectuales, José María Arguedas, la guerra interna: el abanico de temas que trató fue tan amplio como el espectro de sus preocupaciones metodológicas y teóricas, pero en todos ellos se puede percibir su intensa preocupación por la sociedad en que vivía. Sus referentes intelectuales —José Carlos Mariátegui, Antonio Gramsci, Walter Benjamin, Edward P. Thompson, Pierre Vidal-Naquet, entre otros— fueron pensadores que miraron al pasado para convertirlo en herramienta de transformación del presente. No hay otro historiador en el Perú del siglo XX que haya logrado lo que Flores Galindo consiguió: conjugar en su obra y su esfuerzo vital (como investigador, profesor, conferencista, periodista, militante y animador de iniciativas culturales) el rigor académico, la pasión por la historia, una incesante curiosidad intelectual, y una tenaz intervención en el debate político. Flores Galindo fue quien mejor encarnó la figura del intelectual público en ese “tiempo de plagas” que le tocó vivir.
Buscando a Flores Galindo
Buscando un Inca es una extensa reinterpretación de la historia peruana que abarca más de 500 años. En opinión de Flores Galindo, la relación entre las sociedades andinas y el mundo occidental dio forma a todo ese periodo y articuló el principal problema histórico del Perú. Las formas en que los pueblos andinos racionalizaron, enfrentaron y respondieron a los desafíos generados por ese encuentro son centrales para su trabajo. Las fracturas o divisiones sociales, raciales y regionales del Perú, históricas y contemporáneas, fueron el resultado de una relación asimétrica, traumática y conflictiva entre esos dos mundos. Para comprender la formación histórica de esas fisuras y contribuir a un proyecto político para superarlas, Flores Galindo identificó la recurrencia de la utopía andina, es decir, la representación idealizada del pasado prehispánico, especialmente el Imperio Inca, como una era de justicia social, armonía y prosperidad. La utopía andina funcionaba no solo como un discurso sobre “el pasado”, sino también como la base de agendas políticas y sociales para el futuro que fueron extremadamente importantes. Varios actores históricos imaginaron las estructuras sociales y políticas del mundo andino prehispánico —o, al menos, lo que ellos consideraban como tales— como modelos para sus sociedades. La sociedad ideal del futuro era, pues, un retorno a un pasado glorioso. “Este es —escribió Flores Galindo— un rasgo distintivo de la utopía andina. La ciudad ideal no queda fuera de la historia o remotamente al inicio de los tiempos. Por el contrario, es un acontecimiento histórico. Ha existido. Tiene un nombre: el Tahuantinsuyo. Unos gobernantes: los incas. Una capital: el Cusco”.
Flores Galindo escribió el libro no como una monografía académica, sino como una serie de ensayos conectados e independientes —muchos de los cuales se publicaron primero en revistas o volúmenes colectivos y fueron luego revisados para su inclusión en aquel libro. La urgencia de publicar algunos de estos materiales en el contexto de intensos debates ideológicos y condiciones políticas bastante dramáticas en el Perú explica la peculiar composición de Buscando un Inca. Pero también se debe a que el autor siguió los pasos de muchos otros intelectuales e historiadores peruanos —Mariátegui, Jorge Basadre, Pablo Macera y Raúl Porras Barrenechea, por mencionar algunos— que hicieron un amplio uso del ensayo para producir influyentes trabajos.
El concepto de utopía andina introdujo nuevos temas y novedosas metodologías a los círculos académicos peruanos. [Manuel] Burga y Flores Galindo se nutrieron de los debates peruanos de los años ochenta o aquellos de la “Generación de 1968” y, al mismo tiempo, contribuyeron decisivamente a ellos. En discusiones que variaban ampliamente en tono y complejidad, la izquierda debatió sobre violencia, revolución y el papel del campesinado indígena en una sociedad de clases. Flores Galindo participó activamente en ellas y enfatizó la necesidad de que la izquierda peruana regresara al marxismo “heterodoxo” de Mariátegui. Subrayó la sensibilidad de Mariátegui hacia la religión y la cultura, y su atención a las peculiaridades de la realidad peruana, en particular su mayoría indígena y su pasado precolombino. Flores Galindo urgió a la izquierda a evitar el dogma e imaginar posibilidades creativas para la acción política. Con su enfoque sobre cómo los pueblos andinos, entre otros, concibieron o inventaron a los Incas para repensar y cambiar el presente, Buscando un Inca abordó temas clave de la izquierda a la vez que llevaba el debate hacia la historia y hacia las preguntas sobre identidad, imaginario y representación. Flores Galindo nunca abandonó su misión de revitalizar el marxismo y arrebatárselo de las manos de aquellos que lo vieron como una doctrina fundamentalista en lugar de una herramienta creativa para la interpretación y el cambio. A la vez que cuestionaba el eurocentrismo, buscó usar el marxismo y otras escuelas de pensamiento teórico para interpretar y transformar el Perú.
Los trasfondos políticos del libro generaron acaloradas discusiones. Flores Galindo negó vehementemente promover la utopía andina para proyectos socialistas o neoindigenistas. Señaló sus limitaciones como base para alternativas transformadoras y subrayó los impulsos autoritarios detrás de algunas de sus variantes. Aunque claramente simpatizaba con algunas de las personas que defendían la utopía andina, reconoció que esta no podía sostener un proyecto alternativo para el Perú contemporáneo: “Queda claro, entonces, que no estamos proponiendo la necesidad de prolongar la utopía andina. La historia debe servir para liberarnos del pasado y no para permanecer —como diría Aníbal Quijano— encerrados en esas cárceles de ‘larga duración’ que son las ideas”. Así, a pesar del título, Buscando un Inca empujó a los científicos sociales, intelectuales y lectores a abandonar la búsqueda de un pasado Inca prístino, sus restos en el presente o un proyecto para el futuro inspirado en sus huellas. En cambio, se debía explorar la apropiación creativa, la (re)creación y la síntesis de las múltiples influencias culturales que conforman las sociedades andinas. Era el momento de dejar de buscar un Inca, afirmó Flores Galindo, y adoptar en su lugar el “socialismo moderno”, la única manera de canalizar pasiones y sueños hacia la construcción de un futuro mejor.
En efecto, Flores Galindo nunca se retractó de sus convicciones socialistas. En un momento en que la izquierda estaba en crisis y muchos intelectuales de izquierda estaban abandonando el socialismo, permaneció obstinadamente leal a los ideales que lo inspiraron a él y a su generación dos décadas antes. “Creo que todavía siguen vigentes los ideales que originaron al socialismo: la justicia, la libertad, los hombres”, afirmó en su último manifiesto intelectual. Pero el socialismo, advirtió, tenía un futuro solo “si somos capaces de volverlo a pensar, de imaginar otros contenidos”. Para él, el socialismo no debería limitarse a un solo camino, uno ya trazado; haciéndose eco de Mariátegui, vio el socialismo como “un desafío para la creatividad”.
Treinta y un años después de su temprana muerte, su esfuerzo agónico por entender la dramática historia del Perú y contribuir a forjar una sociedad justa y solidaria sigue siendo una fuente de inspiración. En estos tiempos de desencanto, cinismo y frivolidad generalizados, cuando las injusticias y exclusiones no parecen generar la indignación que movilizó voluntades en tantas otras épocas de nuestra historia, volver a los textos de Flores Galindo nos puede ayudar a resistir la tentación del conformismo y la apatía.