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Steve Pyke / British National Portrait Gallery

El marxismo de E. P. Thompson

Un 3 de febrero de 1924 nacía E. P. Thompson. Sus reflexiones estuvieron en el centro de un giro copernicano en la forma de hacer historia, pero también significaron una renovación fundamental para el pensamiento marxista.

Este 3 de febrero se cumple un nuevo aniversario (el número noventa y siete) del nacimiento de E.P. Thompson, reconocido historiador y marxista británico, cuyos aportes a partir del concepto de «experiencia» sentaron las bases para una renovación de raíz no solo del paisaje historiográfico del siglo XX, sino también del pensamiento marxista.

Cualquier recorrido por las principales tradiciones historiográficas del siglo XX tiene como parada incuestionable la obra de los llamados «historiadores marxistas británicos». Así como Annales se convirtió desde Francia en paradigma de quiebre con la historiografía tradicional, de corte positivista, también Maurice Dobb, Dona Torr, Cristopher Hill, Rodney Hilton, Eric Hobsbawm y E.P. Thompson representaron una ruptura fundamental con esa forma de pensar y hacer historia, esta vez desde Inglaterra.

Pero la relevancia teórica de su producción intelectual no se agota allí. Y es que la crítica que pusieron en marcha, por sus propias características, inevitablemente desbordaría el ámbito historiográfico para zambullirse de lleno también en los debates del marxismo.

The Making of the English Working Class, la obra más influyente de E. P. Thompson, representa un ejemplo paradigmático de esta crítica de doble vertiente, y así se ocupó de señalarlo también su autor. En el prefacio a la edición de 1980, Thompson destaca que su libro pretende ser una crítica dirigida tanto hacia las ortodoxias positivistas que bajo la máscara de la «teoría de la modernización» seguían reproduciéndose como una casta dominante en las escuelas de historia económica más conservadoras, como hacia «cierta ortodoxia ‘marxista’ que creía que la clase obrera era la creación, más o menos espontánea, de las nuevas fuerzas productivas y relaciones de producción».

Alternativas

En el ámbito historiográfico, el marxismo británico ocupa un lugar prominente. Junto a los historiadores de Annales, representa la corriente teórica más influyente del siglo XX. Si bien había surgido de forma embrionaria en el período de entreguerras, su afianzamiento llegó en los años de la segunda posguerra, de la mano de la profundización de una serie de características particulares que reunía en ese momento el ámbito académico en Gran Bretaña, y que jugaron un papel fundamental para el éxito posterior de esta alternativa metodológica propuesta desde el marxismo.

Altamente centralizada, profundamente elitista y concentrada en torno a un ambiente intelectual tradicionalista, la historia practicada en Gran Bretaña hacia mediados del siglo XX era una historia esencialmente política y metodológicamente conservadora, donde la interpretación whig de la historia tenía un peso fundamental.

Ya desde principios del siglo XX, tanto desde el conservadurismo como desde los círculos liberales, habían surgido las primeras impugnaciones a aquella tradición, entre las que cabe destacar los trabajos de los Webb y los Hammond. Sin embargo, tales críticas serán minoritarias y no alcanzarán demasiada resonancia en el ámbito académico hasta la década del sesenta, cuando un grupo de historiadores jóvenes construya un modelo teórico alternativo capaz de disputar la hegemonía que ostentaba hasta ese entonces la historia tradicional, tendencia que había sido inaugurada en Francia pocas décadas atrás.

Pero hasta allí las similitudes con el quiebre que significó Annales en el ámbito historiográfico francés: más allá de cierta sincronía en su surgimiento y de una voluntad compartida de poner en cuestión el modelo metodológico dominante en sus respectivos países, ambas formas de hacer historia no pueden pensarse como variantes geográficas de una misma construcción historiográfica alternativa.

Si bien las dos buscaron impugnar la historiografía tradicional, erudita, e intentaron –y lograron, en gran medida– imponer un nuevo modelo historiográfico, sus elecciones temáticas, su propuesta metodológica y, sobre todo, su punto de partida ideológico, no son tan asimilables. Mientras Fernand Braudel, por ejemplo, se interesaba por el estudio de las mentalidades en tanto «cárceles de larga duración», para E. P. Thompson lo fundamental era el cambio: eran las rupturas en la historia, y no las permanencias, las que se debían convertirse en objeto de estudio.

La propuesta de los británicos se diferenciaba de la historia de las mentalités de los franceses al insistir sobre la dimensión política de aquellas mentalidades o formas de ver el mundo, y en su intención de vincularlas a las estructuras sociales y de clase, que si para los primeros representaba un punto de partida, en la longue durée de Braudel no aparecía con tanto énfasis.

Pero una diferencia aun más pronunciada estuvo en la relación que unos y otros mantuvieron con el marxismo. Mientras en el caso francés fue una relación de resistencia y delimitación, Thompson y la gran mayoría de los intelectuales del marxismo británico no solo se consideraban marxistas sino que, además, eran militantes orgánicos (al menos hasta el enorme impacto que significaron los sucesos de Hungría en 1956) del Partido Comunista de Gran Bretaña.

Así, en su doble rol –académico y militante–, este grupo de historiadores e historiadoras logró erigir una nueva tradición historiográfica que tuvo como ejes estructurantes el abordaje de problemáticas centradas en los orígenes del capitalismo, la preocupación por intervenir en el debate teórico en torno a la relación estructura-superestructura y la construcción de una propuesta metodológica común de inspiración marxista.

Un Frente Popular contra la historiografía tradicional

Una propuesta metodológica innovadora les permitió revolucionar la perspectiva dominante en la historiografía de su tiempo. La «historia desde abajo» se propuso un giro de ciento ochenta grados respecto a las formas tradicionales, escritas desde la perspectiva de las clases poderosas y las élites. Haciendo hincapié en las experiencias, acciones y luchas sociales, el marxismo británico logró rescatar del olvido y recuperar un pasado que había sido hecho por las clases trabajadoras pero nunca escrito por ellas.

Pero a la vez que rescataban para los estudios históricos y el análisis social en general tales experiencias de las clases subalternas, no olvidaban el carácter profundamente político que suponen las relaciones de clase. La insistencia sobre el rol fundamental desempeñado por los hombres y mujeres «de a pie» no se agotaba, así, en una exhumación aséptica de sus experiencias, sino que iba atada al análisis sobre la participación activa, significativa y hasta determinante de dichos grupos en el proceso histórico.

Cuando en uno de los pasajes más difundidos de The Making… Thompson habla de rescatar «al pobre tejedor de medias, al tundidor ludita, al ‘obsoleto’ tejedor en telar manual, al artesano ‘utópico’ e incluso al iluso seguidor de Joanna Southcott de la enorme prepotencia de la posteridad», no habla del rescate por mero vicio historiográfico, sino de una recuperación de aquellas experiencias en función de la crítica a la sociedad presente y, con ella, también de la prefiguración de la futura.

Examinando a contrapelo las transformaciones operadas por la Revolución Industrial, la férrea oposición de aquellos «damnificados de la historia» se explicaba mejor por la repentina violación de los valores, costumbres y nociones de justicia preexistentes que por una cuestión puramente económica.

Es posible, dice Thompson, que la hostilidad de aquellos actores hacia la industrialización en marcha fuese en alguna medida retrógrada; queda claro que sus oficios artesanales y, con ellos, muchas de sus tradiciones, estaban muriendo. Pero fueron ellos quienes vivieron en aquellos tiempos de agudos trastornos sociales, y no nosotros: «sus aspiraciones eran válidas en términos de su propia experiencia; y si fueron víctimas de la historia, siguen, al condenarse sus propias vidas, siendo víctimas».

De esta manera, la opción historiográfica del marxismo británico proponía centrar el análisis en la cultura de las clases oprimidas, en su forma de ver el mundo y su modo de vida. Y esa centralidad de la cultura la llevaron también a su propio quehacer intelectual. La revista Past & Present funcionó como punto de reunión para profesionales de distintas disciplinas que pugnaron por la construcción de un paradigma alternativo para el estudio de las ciencias sociales.

Con una consciente elección por la pluralidad disciplinaria e ideológica, sus páginas acogieron estudios históricos y no históricos, marxistas y no marxistas, con el objetivo de tender puentes entre distintas concepciones del análisis social que escaparan a los enfoques hegemónicos de la historiografía tradicional como a las tendencias funcional-estructuralistas que se abrían paso entre los estudios marxistas. Y fue en torno de ese debate con el estructuralismo que tuvo lugar la polémica protagonizada por Thompson junto a Louis Althusser, polémica que fue reflejo de un debate más hondo que los excedió con creces para involucrar al conjunto del marxismo.

La clase estuvo presente en su propia formación

El énfasis puesto por E. P. Thompson sobre el concepto de «experiencia» como noción fundamental para analizar el surgimiento de la clase obrera en Inglaterra fue la forma que asumió, en el análisis histórico, la crítica del marxismo británico hacia el determinismo económico.

En el XVIII Brumario, Marx había afirmado que la humanidad era hacedora de su propia historia pero no a su libre arbitrio, sino bajo las circunstancias con las que se encuentra y «que le son legadas por el pasado». A partir de allí, los marxismos que le siguieron discutieron largamente sobre hasta qué punto aquel pasado, aquellas condiciones «dadas» condicionaban las acciones del presente. Hacia mediados del siglo XX, el debate estaba instalado en torno al binomio estructura-superestructura y a qué elementos debían tomarse en consideración a la hora de definir el modo de producción hegemónico de una formación histórico social particular.

The Making… representa, así, un esfuerzo consciente y meticuloso por reconstruir la forma concreta por la que la clase obrera en Inglaterra se construyó a sí misma; un esfuerzo por pensar la clase como una relación social resultado de un proceso histórico. La clase trabajadora, señala Thompson, no nació «de la noche a la mañana», sino que «estuvo presente en su propia formación».

Es este el núcleo de su discusión con Althusser, en cuya producción Thompson identifica aquellas versiones del marxismo que concebían la dinámica histórica en ausencia del sujeto, determinada por el movimiento de las fuerzas productivas. La superestructura política, cultural e ideológica, sostuvo Althusser, está «determinada en última instancia» por la base económica de una sociedad. Esta fórmula del filósofo francés chocaba de manera rotunda con la noción de experiencia, y Thompson no solo cuestionó el planteo tal como era presentado, sino también la misma utilidad analítica del binomio.

En Agenda para una historia radical, Thompson explica que la centralidad del modo de producción y de las relaciones de propiedad en cualquier concepción de la historia que se pretenda materialista está fuera de discusión. Lo que sí cuestiona es la idea de que se pueda describir un modo de producción solo en términos económicos, al margen de los rasgos culturales alrededor de los que ese modo de producción se sitúa históricamente.

La distinción entre estructura económica y superestructura cultural puede funcionar «en la cabeza, pero solo es un argumento en la cabeza»: a la hora de examinar la dinámica de cualquier sociedad real, la deficiencia de tal división se torna evidente. La analogía de base y superestructura, señala finalmente Thompson, «lleva incorporada una tendencia a conducir la mente hacia el reduccionismo, al separar las actividades y los atributos humanos y situar unos en una superestructura, otros en una base y dejar todavía otros flotando tristemente por en medio».

Con este debate como telón de fondo, las elecciones temáticas de E. P. Thompson se explican de manera más acabada. The Making of the English Working Class es un estudio sobre el modo concreto que adquirió en la dinámica histórica la constitución de la clase obrera inglesa en tanto clase «para sí». En este proceso, los elementos culturales jugaron un rol fundamental en la experiencia de los trabajadores, en tanto estos procesaron las hondas transformaciones de su tiempo en términos del despojo de sus tradiciones, su sistema de valores y sus costumbres más que en función de la variación de su explotación.

La clase, en Thompson, aparece como el resultado de un proceso de formación histórica y cultural, que es producto tanto del lugar que dicha clase ocupa en el proceso de producción como de los elementos que aportan a configurar una forma de ver el mundo que le es propia.

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