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Felipe Quispe Huanca falleció en horas de la tarde del 19 de enero de 2021.

Felipe Quispe Huanca, «presidente de los indios»

En la ciudad de El Alto, la tarde del 19 de enero falleció Felipe Quispe Huanca, figura fundamental en la construcción política de la identidad aymara en Bolivia.

«Tendríamos que remontarnos más allá, cuando se levanta Tupaj Katari, cuando los indios cercan La Paz y matan a los españoles. Es el único hombre que hizo temblar a la corona española de esa época. Y murió descuartizado por cuatro caballos. Pero dejó una herencia, una herencia inmortal. Nosotros nos consideramos seguidores y continuadores de Tupaj Katari, por eso enarbolamos su bandera, como también su pensamiento medular, el indianismo, que también nos han transmitido nuestros mayores, nuestros abuelos».

El que habla es Felipe Quispe Huanca (1942-2021). Nacido en Achacachi, capital de la región de Omasuyos, Quispe es una figura fundamental en la construcción política de la identidad aymara. Su actividad política estuvo marcada por esta imagen del cerco; de los indios bloqueando a los blancos. Haciéndoles sentir su aliento y los sonidos de sus pututus. La geografía de La Paz es muy funcional a ese «repertorio» de lucha, y las propias élites de la Hoyada sintieron una y otra vez la amenaza del cerco.

Las frases memorables del Mallku (cóndor en aymara) se vinculan íntimamente con sus visiones de la política. «¿Por qué la lucha armada?», le preguntó la periodista Amalia Pando al salir de prisión en 1997. «Para que mi hija no sea empleada (doméstica) de usted» respondió, ataviado con un ch’ullu. «Le hablo de presidente a presidente», le dijo cara a cara a Hugo Banzer, devenido presidente democrático entre 1997 y 2001. Él, «presidente de los indios»; el exdictador, «presidente de los q’aras» (blancos).

Se atribuyó tener «olor a oveja» como el resto de sus «hermanos» y llamó irónicamente a crear un Ministerio de Asuntos Blancos en lugar del de Asuntos Indígenas. Quispe intervino en el debate sobre la nación boliviana desde el nacionalismo aymara, por momentos con connotaciones separatistas, e incidió notablemente en la emergencia de un «orgullo étnico» de nuevo tipo.

Quispe se formó originalmente en la izquierda –dice que alguna vez se compró el Manifiesto Comunista al salir del cuartel durante el servicio militar para contrastar el discurso anticomunista de los militares– y luego en el indianismo/katarismo, un movimiento que en los setenta combinó, de manera algo abigarrada, izquierdismo clásico y nuevas perspectivas sostenidas en una «conciencia étnica».

«Nosotros salimos de la escuela marxista. Estaban hablando de Marx, de Lenin, de la lucha armada, de la lucha de clases y nuestra gente no entendía nada, entendía cero, ni jota, las orejas totalmente metidas. Pero pronto nosotros hemos cambiado de discurso, hemos empezado a hablar de nuestros incas, de nuestros antepasados, de Tupaj Amaru, de Tupaj Katari, del ayllu comunitario, y la gente comenzaba a levantar la cabeza y se ponían como las llamas, con las orejas para arriba», recordaba en una ocasión. En ese entonces, Fausto Reinaga y Genaro Flores expresaban diferentes posicionamientos referidos a los vínculos con la izquierda, las alianzas, la estrategia política, etc. y se formaron varios partidos kataristas con escasos resultados en las urnas. No obstante, su influencia fue mayor en el sindicalismo campesino. Después de 1985, con la crisis minera, los campesinos reemplazaron a los mineros como «vanguardia» del movimiento social, en un proceso de ruralización de la política que llegaría hasta el triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) en 2005.

Quispe fue uno de los líderes del Ejército Guerrillero Túpac Katari, creado en 1990, un momento «extraño» para poner en pie una guerrilla. No obstante, el EGTK no se fundamentaba en el foquismo sino en el armamento de los indígenas y la insurrección comunitaria. Allí participó el joven Álvaro García Linera, futuro vicepresidente de Evo Morales. Tras la ruptura, el Mallku hará su ajuste de cuentas con los «izquierdistas» del EGTK. «Habían leído los 70 tomos de Lenin, las obras escogidas de Mao, los tres tomos de El Capital, pero no sabían cómo organizar una emboscada, no sabían cómo entrar a un banco. Sin embargo, nosotros ya estábamos de vuelta, porque habíamos viajado a Centroamérica, estuvimos en el Frente Farabundo Martí y en el EGP de Guatemala… Todo eso nos sirvió para entrenar luego a la gente aquí, en la cordillera de los Andes».

Tras cinco años de cárcel, Quispe llegó a la secretaría ejecutiva de la Central Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la entidad sindical matriz de los campesinos, en 1998. Eran años de profundas divisiones en el sindicalismo y de los primeros intentos de conformar «instrumentos políticos» de los sindicatos agrarios. Desde allí iniciaría varias batallas contra los gobiernos de turno y obligaría a los ministros a ir a negociar a sus cuarteles generales.

El Mallku no asumió el discurso «pachamamista» de tipo culturalista sino que siempre enarboló un indianismo de combate, de poder indio, a veces con tonalidades de guerra civil, como ocurrió en la Guerra del Gas de 2003, que provocó la caída y la huida del país del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. «Comenzamos con la huelga de hambre, luego secuestramos a algunos ministros de Estado. Ellos firmaron un compromiso para dar libertad al compañero Edwin Huampo, que estaba preso por ejecutar a dos ladrones de animales en el campo; además, había 72 puntos… Desde un principio hemos decidido ir a la lucha armada para la toma del poder; si no estábamos en la huelga de hambre, íbamos a tomar el Gobierno. Soy responsable de ese movimiento porque era el líder de la CSUTCB», declaró al momento de publicar La Caída de Goni, uno de sus libros.

Felipe Quispe estudió historia como un arma; comenzó la carrera en la cárcel y terminó en libertad. Hizo su tesis de grado sobre Tupak Katari. Y escribió varios libros: Túpac Katari vuelve y vive carajo, El indio en escena y Mi captura, además del de la caída de Sánchez de Lozada. En 2002 fundó el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP). El MAS, con base en Cochabamba, sobre todo entre los cultivadores de coca, y el MIP, con epicentro en el Altiplano, se disputaron el voto indígena. En 2002, obtuvo el 6% de la votación e ingresó seis diputados al parlamento. Entre ellos estaba el propio Mallku. No completó su mandato y renunció a su curul. En una conferencia de prensa explicó que su retiro era en protesta contra un Congreso que «actúa de forma arbitraria y a espaldas del pueblo oprimido» y que, ya sin inmunidad y con varios procesos, esperaba terminar en la cárcel, donde están «los verdaderos revolucionarios».

Con un discurso centrado en la nación aymara, el MIP no logró trascender las fronteras del Altiplano. Por otro lado, el crecimiento electoral del MAS llevó a Evo Morales a ocupar un lugar preponderante en la política boliviana, y no había espacio para dos caudillos indígenas. En las elecciones presidenciales de 2005, el Mallku obtuvo solo el 2,15% de los votos. En esos días, muy crítico con Morales, se retiró a «formar cuadros» y fundó y dirigió un club, el Deportivo Pachakuti, que jugaba en la B, al que terminó poniendo en venta por falta de recursos. Aunque su discurso siempre era radical, fue también un sindicalista campesino, capaz de combinar dureza y negociación.

Quispe fue muy crítico del gobierno de Jeanine Áñez. «Vamos a bloquear meses, años si es posible hasta que se vaya este gobierno transitorio», declaró en agosto de 2020 en medio de las protestas por la fecha de convocatoria a elecciones. Su fallecimiento lo sorprendió cuando había presentado su candidatura a la gobernación del departamento de La Paz para las elecciones de marzo próximo por la agrupación política Jallalla La Paz. La misma por la que la expresidenta del Senado, Eva Copa, que rompió recientemente con el MAS, competirá por la alcaldía de El Alto.

Felipe Quispe será recordado por sus ideas, por sus frases ocurrentes pero, sobre todo, por poner el cuerpo. Pese a todas sus facetas, eran sus relatos sobre los planes «hormiga», «pulga» y otras estrategias para combatir a las fuerzas estatales los que transmitía con mayor entusiasmo. El «mito» del cerco atravesaría toda su vida y su acción política.

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Publicado en Artículos, Bolivia, homeCentro5, Política and Sociedad

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