Por Meagan Day
Es bastante intuitivo pensar que la precarización laboral conlleva cierto sufrimiento psicológico. Una gran cantidad de investigaciones sobre salud pública apoyan esta intuición, demostrando que existe un fuerte vínculo entre las enfermedades mentales y los niveles socioeconómicos. Los niveles socioeconómicos indican con bastante certeza quiénes trabajan más a cambio de salarios más bajos, quiénes tienen menos horas de ocio y recursos para cuidarse y quiénes sufren más de la alienación en algunos trabajos, que se reducen en muchos casos a la realización de tareas mecánicas bajo un control estricto.
Un nuevo artículo publicado en la revista Epidemiology demuestra este vínculo, pero argumenta que la investigación existente hasta la fecha está limitada por su énfasis en los indicadores de superficie del nivel socioeconómico, como el ingreso, la educación y el prestigio profesional. Los autores y autoras del estudio sostienen que para entender realmente las causas sociales de las enfermedades mentales, las investigaciones deberían escarbar un poco más en el proceso que genera la estratificación socioeconómica: la explotación.
Con este objetivo, intentaron medir la relación entre las enfermedades mentales y el grado de explotación, definido como la magnitud de valor producido por un trabajador que le es expropiada. La investigación encontró que existe una fuerte relación entre ambos.
El título del artículo, «‘The Serpent of their Agonies’: Exploitation As Structural Determinant of Mental Illness,” [‘La serpiente de sus tormentos’: la explotación como determinante estructural de la enfermedad mental] incluye una referencia a un fragmento escrito por Karl Marx. Para Marx, la explotación era el motor del capitalismo, el proceso que genera la ganancia y que mantiene todo el sistema en funcionamiento. En la medida en que la explotación agrava las enfermedades mentales y al mismo tiempo es endémica al capitalismo, la solución a la crisis pública de salud mental implica una política anticapitalista.
Meagan Day, redactora de Jacobin, conversó con Seth J. Prins, autor principal del artículo mencionado y profesor asistente de Epidemiología y Ciencias Sociomédicas en la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, acerca de cómo y por qué decidieron realizar esta investigación y cuáles son sus implicancias políticas y académicas.
MD
¿Cuál es la pregunta principal que intentaron responder? ¿Y cuáles son las deficiencias de las investigaciones que se realizaron hasta el momento?
SJP
El impulso para esta investigación, y la gran pregunta que se me planteó, es: ¿cómo afecta el capitalismo la salud de las personas?
Las investigaciones principales en torno a la salud pública tienden a concentrarse en una cuestión que se encuentra «río abajo», considerando los así denominados determinantes de la salud. Y pienso que mucha gente que estudia los determinantes sociales de la salud realmente no entiende las cuestiones de clase. Suelen percibir a la clase como un atributo individual, sea hereditario o adquirido. Se termina pensando que el ingreso de una persona, sus años de educación o el prestigio de su profesión son características de esa persona.
Pero cualquiera que lea Jacobin sabe que la clase no es un atributo individual. Como nos enseñó Marx, es una relación social. Y uno de los rasgos que define esta relación social es la explotación. La explotación no se identifica con nuestro ingreso anual. Se trata de la magnitud del valor que producimos de la cual se apropian otros.
Un enfoque tradicional en ciencias sociales consiste en considerar el ingreso individual anual y los años de educación de una persona para construir con esto un modelo y observar cómo se asocia con la salud física o mental. Hay un gran volumen de investigaciones que hacen este tipo de trabajo y, en función de este tipo de variables, se observa con claridad el gradiente social en la salud.
Pero una idea importante de la teoría marxista es que el enfoque sobre este gradiente oculta en realidad el mecanismo. La explotación es lo que estructura el tipo de profesión que tienen las personas, sus ingresos, sus oportunidades de acceder a la educación, etc. Dado que la explotación es lo que en realidad genera la desigualdad, seguramente será también lo que hace que las personas se enfermen. Eso puede sonar como algo obvio, pero no es algo que suela demostrarse empíricamente en la literatura científica. Este fue el objetivo que nos propusimos con nuestro artículo.
MD
El estudio encontró que existe una fuerte correlación entre la explotación y la enfermedad mental. Para medir la enfermedad mental utilizaron la escala Kessler, que es una herramienta que utilizan muchas personas que trabajan en este campo. Pero la medición de la explotación es algo menos convencional. ¿Cómo hicieron para medir la explotación?
SJP
Uno de los desafíos de hacer esta investigación, que implica recoger información a escala de la población y no pequeñas muestras, es que muchas de las encuestas históricas donde esta información se encuentra son patrocinadas por las instituciones nacionales de salud o por las universidades.
Hemos aprendido mucho de los datos, pero las preguntas que se hacen sobre la profesión, el empleo y el trabajo tienden a ser, a falta de una definición mejor, las preguntas de los jefes. El tipo de preguntas que le interesarían a los trabajadores y a las trabajadoras, a las personas de izquierda y a los sindicatos no suelen aparecer en estas encuestas. Entonces nos vemos en la obligación de elaborar un abordaje creativo para aproximarnos a las cosas que realmente queremos medir.
En este caso, medir verdaderamente la definición clásica de la explotación es muy difícil, porque necesitaríamos saber no solo cuánto dinero se le paga a una persona, sino también la ganancia que genera y cuánto está gastando su empleador en salarios, en inversiones, infraestructura, etc. A largo plazo tengo el objetivo de lograr medir todo eso, pero en este momento lo cierto es que no existe ninguna forma en la que podamos vincular esto con información de calidad sobre salud.
Nos dimos cuenta de que podíamos aproximarnos a la explotación observando lo que denominamos explotación no disimulada. La explotación es inherente al trabajo asalariado, pero está escondida en el salario. Sin embargo, las personas son con frecuencia explotadas por encima y más allá de sus salarios. Puede observarse, por ejemplo, cuánto trabaja una persona. Muchas personas trabajan muy por encima del estándar de 40 horas por semana.
Observamos los ingresos de las personas en función del estándar de una semana de trabajo de 40 horas comparados con sus ingresos reales considerando las horas totales que trabajan. Al hacer esto, asumiendo que su trabajo durante esas horas extra es tan productivo como el trabajo que realizan normalmente, se concluye que todo lo que producen durante esas horas extra, siempre que no se les pague bonificaciones adicionales, va directo hacia los empleadores. De esta forma intentamos construir un índice hipotético de la cantidad de trabajo que no se le está pagando a una persona.
MD
Quiero volver a esta idea de la explotación como mecanismo que estructura las condiciones de vida de las personas tanto dentro como fuera de sus trabajos. Creo que su idea no se reduce a afirmar que esta correlación que encontraron significa que la gente anda por ahí pensando qué proporción del valor que crean les roban los empleadores, para luego ponerse tristes o enojarse, lo cual agravaría en última instancia las enfermedades mentales.
En cambio, parece tratarse más de que el grado de explotación indica el grado de alienación del trabajo, las horas extra trabajadas o, por supuesto, el salario neto con el que se cuenta para cubrir los costos de vida. ¿Son estos los vínculos reales que existen entre la explotación y la enfermedad mental?
SJP
Absolutamente. Entonces esta medida es como un indicador «corriente arriba», más distante, que, tal como dijiste, no depende de si la gente tiene consciencia de él. No se basa en ningún tipo de percepción individual.
Hay una gran cantidad de literatura que muestra cómo la organización y la estructura del trabajo influencian la salud mental. A mediados del siglo veinte, hubo muchas investigaciones que se enfocaban en los sentimientos de impotencia y alienación en el trabajo. En general esto se operativizaba más específicamente como el desequilibrio observable entre las exigencias del trabajo y el control que quien lo realizaba tenía sobre él. Se demostró que todas estas cosas estaban asociadas al incremento de las enfermedades mentales y el consumo de drogas. Y en la actualidad tenemos buenas descripciones de cómo los diferentes tipos de trabajos son mejores o peores cuando se consideran cosas como la autonomía, el control sobre los horarios, etc.
Esas investigaciones son geniales, y este tipo de mediciones realmente dependen de la percepción individual. Pero creemos que la explotación es algo que sucede «corriente arriba» en relación con esos factores. Cuanto más explotación haya en un empleo, peor será el ambiente de trabajo. Nos dimos cuenta de que nadie nunca había establecido realmente que el factor más distintivo que se encuentra «corriente arriba» estaba asociado con la salud mental. Pero, por supuesto, consideramos que opera a través de algunas características de los trabajos de las cuales personas son mucho más conscientes.
MD
Una vez fundamentado el vínculo entre explotación y enfermedad mental, muchas personas dirán que para solucionar el problema habría que terminar con la explotación. Pero si seguimos a Marx, la explotación es endémica al capitalismo, y no es algo que pueda simplemente extirparse de nuestro sistema económico. ¿Qué implica esto para la salud mental de las personas que viven en esta sociedad capitalista?
SJP
Este tipo de investigación es una especie de reacción a otra variedad de investigaciones en salud pública que tiende a individualizar estos problemas. Por ejemplo, concluyen con toda una serie de recomendaciones para mejorar el bienestar en los lugares de trabajo y sugieren seminarios sobre el equilibrio entre la vida y el trabajo, haciendo que el problema se convierta esencialmente en una responsabilidad de los trabajadores y las trabajadoras individuales que deben aprender a lidiar con las condiciones del trabajo asalariado. Obviamente este tipo de estrategias tendrán un éxito limitado, y creo que son emblemáticas del enfoque neoliberal que define las intervenciones sobre la salud pública física y psicológica.
En lugar de seminarios sobre el equilibrio entre el trabajo y la vida, o terapias para aprender a ser explotados, hablemos un poco más de democracia en los lugares de trabajo. Hablemos de la propiedad de los trabajadores y de las trabajadoras sobre su trabajo. Hablemos sobre reformas no reformistas que nos ayuden a deshacernos de los marcos en que hemos estructurado nuestros mercados de trabajo. El objetivo de esta investigación es mostrar que lo que realmente está haciendo que la gente se enferme es inherente a la naturaleza del trabajo asalariado, y no podremos cambiar esto a menos que confrontemos el capitalismo.
Sobre la entrevistadora
Meagan Day es redactora de Jacobin Magazine. Es coautora de Bigger than Bernie: How We Go from the Sanders Campaign to Democratic Socialism.