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La ciencia ficción utópica ofrece una nueva forma de pensar la historia. (Ilustración de Chris Moore)

La ciencia ficción le dio forma al socialismo

Traducción: Valentín Huarte

Desde William Morris hasta Ursula K. Le Guin e Iain M. Banks, la ciencia ficción ha demostrado ser una válvula de escape para los pensadores socialistas, ofreciéndoles un descanso de una realidad política sombría y permitiéndoles imaginar un mundo distinto.

La última novela de Kim Stanley Robinson, The Ministry for the Future, desafía la dominación del realismo capitalista en el Norte global planteando una especulativa historia del futuro en la que la acción colectiva logra poner fin al capitalismo y salvar al mundo del cambio climático. Al imaginar una alternativa al statu quo, Robinson continúa una larga tradición de autores y autoras de ciencia ficción de izquierda que escriben ficción utópica.

Esta tradición se remonta al menos hasta Noticias de ninguna parte (1890) de William Morris, que narra la historia de una revolución proletaria que conduce a una sociedad ideal sin pobreza ni opresión. Sin dejar de ser distintos, Robinson y Morris comparten una perspectiva de la humanidad que vive gracias al trabajo, concebido como una actividad social que opera tanto en la naturaleza como en contra de ella. Todas estas obras, y las de toda una serie de famosos novelistas socialistas utópicos, que va desde H. G. Wells hasta Iain M. Banks, promueven la causa del socialismo al proveer a los lectores y a las lectoras descripciones radicales de una vida poscapitalista que es prácticamente imposible observar por otros medios.

La ciencia ficción utópica no solo presenta un modelo del futuro: también nos brinda una nueva forma de pensar la historia. La contratapa del último número de Tribune cita a Marx: «Desde luego, sería muy cómodo hacer la historia universal si la lucha se emprendiera sólo en condiciones infaliblemente favorables». ¿Y si hubiese una forma conceptual de reformular las circunstancias en las que nos encontramos? ¿Qué sucedería si dejamos de pensar la historia en relación con el pasado y empezamos a pensarla desde la perspectiva del futuro?

En su obra Imagined Futures (2019), Max Saunders describe la emergencia de una «historia futura» durante el período de entreguerras en Gran Bretaña, es decir, remite a una historia del presente y de su futuro inmediato escrita desde el punto de vista de un futuro distante e imaginario. El científico e intelectual comunista J. B. S. Haldane escribió una sección de su obra Dédalo o la ciencia y el futuro (1923) a través del ensayo de un estudiante de 2073 que describe cómo algunos proyectos de la biología, como el desarrollo de embriones fuera del cuerpo de la madre, llegaron a convertirse en prácticas generalizadas. Haldane presentó la predicción de la transformación completa de las relaciones sexuales convencionales como una simple cuestión de hecho; adoptando una perspectiva futura, y concibiendo el presente como una etapa de la historia que en algún momento será suplantada, logró liberarse de los límites morales restrictivos de la tradición y del pasado.

La hermana de Haldane, Naomi Mitchison, aplicó una lógica similar a su ciencia ficción feminista. Su descripción de We Have Been Warned (1935) como una «novela histórica de mi propia época» implica que ella también pensaba su presente desde la perspectiva de una sociedad futura más avanzada. La descripción que brinda la novela de un asalto fascista a Inglaterra advirtió a los lectores y a las lectoras que era necesario transformar las relaciones de clase y género para evitar ese destino y contribuir a un futuro en el que todas las personas fueran iguales.

Esta idea —que las necesidades de la sociedad futura superan a las de las sociedades pasadas y presentes— se plantea como una máxima ética gracias a una analogía con la acción sindical. Mitchison observó que había una tendencia general a percibir las huelgas o las campañas políticas como acciones hostiles o agresivas contra el orden social existente; estas luchas solo se volvían legítimas en retrospectiva gracias al reconocimiento común de que habían tenido como resultado una mejora de las condiciones de vida. Por lo tanto, pensaba, los socialistas y las socialistas deberían representar los valores del futuro utópico como siendo buenos en términos éticos, y las prácticas de la clase capitalista como acciones hostiles contra la «buena sociedad» del futuro. La concepción de un futuro por el que vale la pena luchar, celebrada por la política cultural de izquierda de los años 1930, reforzó la contribución decisiva que hicieron los trabajadores y las trabajadoras de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial y llevó en parte a la elección del gobierno laborista de 1945.

La Unión Soviética representó el modelo de este futuro progresivo para una buena parte de la ficción de izquierda del período de entreguerras. En We Have Been Warned es desarrollado desde la perspectiva de las mujeres trabajadoras emancipadas que disfrutan del derecho a decidir si quieren tener hijos y con quién quieren tenerlos. (Por supuesto, las contribuciones de Mitchison al diálogo sobre la liberación y la anticoncepción deben ser matizadas en función de su compromiso con la Sociedad Eugenésica). En su libro de no ficción, The Moral Basis of Politics (1938), Mitchinson argumentaba que la moral sexual tradicional estaba anclada en una economía de la escasez y que la libertad y la igualdad solo se volverían la norma una vez que las necesidades materiales estuviesen satisfechas. Siguiendo esta idea, predijo que el éxito o el fracaso de la Unión Soviética dependería de su capacidad para fundar una sociedad de la abundancia.

Finalmente, la URSS fracasó, pero la historia de ese fracaso es mucho más interesante e instructiva de lo que están dispuestos a admitir aquellos que se oponen a ella. Abundancia Roja (2010), la ficción documental de Francis Spufford que da cuenta del proyecto soviético de satisfacer todas las necesidades por medios científicos, fue definida como una obra equivalente a las novelas de ciencia ficción de Robinson o de Ursula Le Guin.

En términos más generales, la idea de una sociedad utópica de la abundancia es el trasfondo de la obra más voluminosa de ciencia ficción socialista de los últimos años: la serie de Iain M. Banks titulada La Cultura (1987-2012). Juntas, estas novelas conforman un extenso examen de la ética de la intervención de fuerzas socialistas que toman a su cargo Estados tradicionalmente jerárquicos con el fin de emancipar a sus pueblos. Escribiendo desde la perspectiva de la sociedad futura de las «Mentes», Banks descentra la ideología liberal clásica que hoy domina el debate sobre las intervenciones humanitarias y lo reemplaza por un análisis razonado de los valores políticos que están en juego.

El recorrido de este tipo de space opera sirve también para demostrar las limitaciones de los valores de la clase dominante. Tal como observó el crítico Frederic Jameson, la novela tradicional es una forma literaria burguesa que depende, en términos estructurales, de una resolución formal, como el ingreso de una de las heroínas de Jane Austen en un contrato matrimonial que preserva las relaciones de propiedad y el orden social. Por el contrario, la ciencia ficción es un género que busca avanzar audazmente más allá de este tipo de limitaciones. Al desplazar la escala de la acción desde los confines de la vida moderna, definida por las circunstancias de nacimiento y las oportunidades laborales, hacia un universo infinito, abre las puertas a una exploración sin límites de las posibilidades sociales e individuales: una vez que viste brillar los rayos C en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser, no hay vuelta atrás a la vida pasiva del capitalismo tardío.

Lo que encontramos en más de un siglo de ciencia ficción socialista es una guía que nos indica los desplazamientos de perspectiva necesarios para liberarnos de los límites ideológicos del presente y abocarnos a la tarea de hacer historia. Estas novelas no solo nos brindan esperanza e inspiración para tiempos difíciles, sino también un sentido renovado del asombro frente a lo que podría lograrse en una verdadera sociedad de iguales.

 

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