ENTREVISTA POR
Pablo Pryluka[1]Pablo Pryluka es historiador por la Universidad de Buenos Aires y candidato a PhD por la Universidad de Princeton (Nueva Jersey).
Hace décadas ya que Anwar Shaikh se ha consolidado como uno de los investigadores más influyentes de la economía política del capitalismo. Ha hecho contribuciones en numerosos campos, entre los cuales pueden mencionarse la teoría del valor trabajo, la función de producción, el comercio internacional, el crecimiento, y los ciclos y las crisis económicas. Su último libro de 2016, titulado Capitalism, competition, conflict and crisis (Oxford University Press, 2016), ofrece una excelente síntesis de su carrera y de su obra.
En esta primera parte de una entrevista exclusiva para Jacobin América Latina, el profesor Shaikh dialogó con Pablo Pryluka sobre algunas de las tesis principales de su último libro, las falencias de las escuelas dominantes en el campo de la economía, la coyuntura internacional y los límites que enfrenta cualquier proyecto de desarrollo en el marco del capitalismo mundial.
La segunda parte de nuestra conversación con Anwar Shaikh puede leerse aquí
PP
Tu libro Capitalism, competition, conflict and crisis representa una gran síntesis de décadas de investigación, tanto empírica como teórica, dedicadas al análisis del sistema capitalista. Para comenzar, ¿puedes comentar un poco sobre la inspiración detrás de la obra?
AS
Este libro fue un intento de generar un marco teórico consistente y coherente para el análisis económico, que logre presentar una alternativa tanto a la economía neoclásica, que argumenta a favor del libre mercado, como también a la economía poskeynesiana, que se basa en la idea de que los mercados no son perfectos, de que existen los monopolios, etc.
Mi tesis es que la imperfección es solo el doble de la perfección. Cuando se afirma que el mercado es imperfecto, se supone en el mismo movimiento que existe algo que es perfecto, pero esto no es necesariamente así. En mi caso propongo partir de lo real: la competencia real, el desarrollo real, etc. Es decir, creo que tenemos que evitar caer en la trampa de pensar que el mundo es imperfecto porque no se adecúa a un modelo que le es completamente extraño.
La analogía que utilizo para pensar esto está tomada de la Biblia. Allí se afirma que hubo una época de perfección, que es el jardín del Edén —que, por cierto, es muy similar a la idea de una competencia perfecta— y que fue arrasado por la imperfección, simbolizada por la serpiente. Aparece la serpiente y con ella llega la imperfección al jardín del Edén. Las personas son entonces arrojadas y todo el mundo real aparece como una imperfección, como una serie de imperfecciones que se repiten una y otra vez. Ahora bien, este es un paralelo exacto a la idea de la economía neoclásica que parte de un capitalismo perfecto para terminar definiendo al mundo real como una serie de imperfecciones.
Lo que intento demostrar en mi libro, que tiene mil páginas —y esta es una de las razones por las que es tan largo— es que es necesario confrontar este marco con la evidencia empírica. Esto es lo más importante. Como dice Marx, el objeto de investigación es lo real, y no lo que otra gente ha escrito sobre este objeto. Así que a pesar de que ofrezco algunas críticas de otras escuelas económicas, estas siempre están ancladas en el hecho de que es necesario explicar de una forma natural y sistemática lo que se puede observarse. No quiero decir con esto que lo haya explicado todo. Se trata más bien de una base teórica que debe ser desarrollada y elaborada.
Sin embargo, a lo largo de esas mil páginas intento demostrar que es posible explicar con este marco muchas de las cosas que otras escuelas económicas también intentan explicar. Por ejemplo, el crecimiento, el efecto de la demanda, los tipos de cambio, el comercio internacional, la macroeconomía, el desarrollo económico, etc. Los mismos principios básicos pueden aplicarse en términos concretos para explicar todos estos fenómenos. Es esto lo que intento ilustrar de múltiples formas.
Y la clave es que no se trata del poder del trabajo frente el capital ni del poder de los países avanzados frente a los países en vías de desarrollo, los cuales son ciertamente problemas reales, sino que se trata, en última instancia, del poder del mercado y del poder de las ganancias, del poder que estos tienen tanto sobre quienes trabajan como sobre los capitalistas.
En este sentido, me opongo a la idea de que los capitalistas están dotados de una especie de superpoder que les permite controlar el mundo. Lo cierto es que no lo tienen. Sus propias acciones producen resultados que terminan por controlarlos a ellos mismos. Por lo tanto, las crisis no son complots: son el resultado devastador del poder del mercado.
PP
Esto es muy interesante porque, en un sentido, lo que tu enfoque sugiere es que debemos volver hacia lo estructural, hacia los poderes de la estructura –el mercado– y dejar de lado la perspectiva centrada en los agentes, que sean capitalistas, imperialistas, etc.
AS
El punto aquí es que, efectivamente, la agencia existe. Pero está estructuralmente limitada. Y al mismo tiempo, los actos de los agentes tienen consecuencias que están dadas por las circunstancias. Nos encontramos frente a la célebre frase de Marx, que dice que las personas hacen su propia historia pero no eligen las condiciones en las que la hacen. Ese es un punto muy importante.
El objetivo no es negar la agencia. Se trata más bien de situarla. Y obviamente la agencia de un campesino en una sociedad feudal, o incluso la de un señor, es distinta a la agencia de un trabajador o a la de un capitalista en una sociedad capitalista. Es muy fácil darse cuenta de esto. Por lo tanto, hay que situar las agencias y hay que saber hablar de la estructura. Esta es mi principal preocupación. Por supuesto, también hablo de la agencia, aunque no es el tema que más me concierne.
PP
En este sentido parece haber un supuesto acerca de las instituciones. En la actualidad, especialmente en economía, el enfoque institucional se ha convertido en la tendencia principal. Me interesaría saber qué opinas sobre esto.
AS
Antes de abordar específicamente tu pregunta me gustaría decir algo más sobre la cuestión de la estructura. El Estado también es un agente que se encuentra al interior de esta estructura. Antes se trataba de los Estados de bienestar y ahora se trata más bien de lo opuesto. Pero siempre se trata de Estados capitalistas, así que hay que entenderlo en este sentido.
Lo primero que hay que entender es que el mercado es un sistema que crea un tipo de orden a partir del desorden. Esto también se encuentra en Marx. Las personas consideradas como individuos, quienes trabajan y quienes cumplen funciones como capitalistas, toman decisiones en base a las expectativas que tienen sobre los resultados. Alguien tiene un determinado ingreso y espera poder usarlo para comprar y hacer las cosas que quiere. Quienes desempeñan funciones como capitalistas se dedican a producir bienes individualmente con la expectativa de poder venderlos. A su vez, tienen la expectativa de que podrán comprar materias primas y servirse de la fuerza de trabajo.
Visto desde este punto de vista todo el sistema parece un conjunto caótico de expectativas inconsistentes. Puesto que no hay razón para que mis supuestos acerca del mundo y del mercado capitalista sean verdaderos. Basta mirar ahora a lo que sucede con el COVID-19. Suceden cosas que cambian la situación en todos lados, incluso en el Estado.
La primera cuestión clave, que en realidad se encuentra en Adam Smith, es la idea de la mano invisible. Pero no la mano invisible tal como fue vulgarizada por la economía burguesa, sino la mano invisible tal como aparece en Smith, e incluso con más claridad en Marx, como un medio para reconciliar todas estas discrepancias.
Marx lo pone en otros términos. Observa que todo el mundo hace algo que forma parte del proceso de reproducción social, pero que la forma en que cada una de estas acciones se inserta en el proceso es a través de los errores: nos equivocamos acerca de lo que podemos tener. Por ejemplo, recordamos ahora a la gente que corrió a buscar papel higiénico cuando irrumpió la pandemia. Es decir que nos equivocamos acerca de nuestras expectativas. El capitalismo no previó la situación y no produjo papel higiénico con antelación. En efecto, hubo escasez.
En este contexto la cuestión más difícil a responder es cómo se llega a algún tipo de equilibrio a partir de este contexto difícil. No es difícil afirmar que todo está desequilibrado. Lo difícil es mostrar cómo se produce el equilibrio. Aquí los economistas clásicos, especialmente Smith, Ricardo y Marx, teorizan acerca de cómo se produce el equilibrio a través del desequilibrio. Por ejemplo, hay demasiada oferta en un mercado, los precios caen, esto es una señal para los productores; y si los precios suben, le indican a los productores que produzcan más, etc. Pero cada acción que se toma afecta también a la demanda. Entonces no es fácil alcanzar ningún tipo de equilibrio.
En realidad, no hay nunca equilibrio. Hay más bien una regulación turbulenta. No se trata de un equilibrio turbulento, sino que lo que hay es una regulación turbulenta. El centro de equilibrio se desplaza constantemente porque todo lo que se hace termina afectando este centro. Si se aborda la cuestión de esta manera, es posible poner muchos fenómenos empíricos en su lugar, porque nunca observamos el equilibrio. Observamos el movimiento, las fluctuaciones, etc.
PP
Por eso me interesaba introducir a Albert Hirschman en esta conversación, porque fue un economista que, a pesar de no tener una formación marxista, entendió que el equilibrio económico es siempre algo precario, que en algún sentido lleva siempre a la decepción, a las crisis, a las fluctuaciones, etc. ¿Qué piensas sobre esta afirmación?
AS
Creo que es un punto muy importante. Schumpeter dice algo muy parecido. De alguna forma, Hirschman está respondiendo a toda la tradición económica que cree que el capitalismo es un sistema que logra autorregularse sin muchos problemas. Pero cuando se mira a la historia se entiende que esto evidentemente es imposible. Cualquier estudio elemental sobre la dinámica del capitalismo a nivel macro y microeconómico prueba que existen ciclos, turbulencias, etc. Esto es algo que señalo al principio de mi libro.
Estos ciclos no son regulares. Son más bien ciclos erráticos que se parecen a una persona que sufre un ataque cardiaco. Pero hay mecanismos de regulación: se observa una onda que sube, luego fluctúa, luego cae demasiado bajo, etc. En ningún caso se alcanza el equilibrio completo, sino más bien un cierto balance al que se llega a través de los errores. Se trata de errores que producen estos movimientos, y no tanto de que el centro de gravedad se esté moviendo como resultado de las acciones que tomamos.
PP
¿Y crees que hay formas en que la sociedad puede ponerle un freno a estas fluctuaciones? ¿Es aquí donde entra el Estado?
AS
Sí, el Estado entra en juego y reacciona frente a todo esto. Pero necesito decir algo más para explicar, de manera sencilla, por qué el Estado puede hacer esto. Por ejemplo, tomemos la cuestión de la productividad y los salarios. No es cierto que se trate simplemente de la cuestión del poder y de la relación entre el capital y el trabajo. Ciertamente, esto influye y se trata de una cuestión histórica importante. Pero en un nivel más básico es interesante notar que Marx cuenta un cuento, que solemos denominar «el ejército industrial de reserva».
Marx dice que hay que imaginarse que hay un conjunto de trabajadores y trabajadoras desempleados, y que por algún motivo el capital crece más rápido que la oferta de trabajo. Entonces este conjunto se contrae, dado que el capital toma de ahí lo que necesita de trabajo adicional. Esto es bueno porque el salario de los trabajadores se eleva, las condiciones de trabajo mejoran, etc.
Aquí está el tipo que estuvo toda la vida peleando por mejorar sus condiciones laborales, así que tenderíamos a pensar que se trata de algo bueno. Pero no es lo que dice él. En cambio, observa que cuando esto pasa la tasa de ganancia empieza a caer y, a medida que esta cae, suceden dos cosas: en primer lugar, el crecimiento se vuelve más lento, así que la demanda de trabajo también se vuelve más lenta, lo cual vuelve a ensanchar el ejército de reserva. Pero también sucede que los salarios más altos funcionan como un incentivo para una automatización más veloz, que no es solo la mecanización en general que siempre forma parte del capitalismo, sino una mecanización más rápida que desplaza al trabajo, y esto hace que el ejército de reserva crezca.
Entonces uno se pregunta: ¿dónde está el equilibrio? El equilibrio está en el punto en el que el ejército de reserva no interfiere con las necesidades de la acumulación. Esto es lo que dice una persona que se pasó toda la vida intentando transformar el capitalismo y transformar las condiciones de trabajo. Y lo que esto nos está diciendo es que estas condiciones solo pueden transformarse en ciertos límites, que están dados por la reacción del sistema a esos cambios.
Este mecanismo de regulación fundamental —porque se trata de eso, de una regulación turbulenta de la macroeconomía— le pone un límite al rol del Estado. Y esto nos permite comprender muchos fenómenos en los cuales el Estado interviene, e interviene exitosamente, aunque solo para observar luego cómo este éxito se esfuma misteriosamente.
Y quiero decir otra cosa en relación con lo anterior. No es cierto que en este proceso el ejército de reserva deba ser considerado como gente que potencialmente se encuentra dentro de la fuerza de trabajo. Son gente expulsada o excluida de la fuerza de trabajo. Hay una gran masa de gente que nunca será incluida en el proceso.
Esta gente excluida está presente también en los países avanzados. Solo que en los países en vías de desarrollo su número es mayor, porque en algún sentido el capital es más débil, el proceso de crecimiento es más débil, a menos que hablemos del caso de China o del de Corea del Sur —y volveremos sobre esto—, porque el Estado interviene en esos casos para reforzar la capacidad de los capitales locales de forma tal que puedan competir en el mercado mundial.
PP
Varios autores han sostenido que no es lo mismo el trabajo informal que la marginalidad. Creo que especialmente en la actualidad —y me genera curiosidad lo que piensas sobre esto—, luego de los años setenta y ochenta, hay un número creciente de personas que el capitalismo no tiene ningún interés de explotar ni de incluir en el proceso de acumulación. Están completamente afuera, ni siquiera forman parte del ejército de reserva.
AS
Insisto, el ejército de reserva no es trabajo potencialmente utilizable. Es trabajo que ha sido expulsado del proceso capitalista o que nunca fue incluido en él. Siempre he argumentado que, si se quiere saber dónde está el ejército de reserva, no hay que mirar a Estados Unidos, Alemania o al Reino Unido. Evidentemente, también hay en esos países una parte. Pero está más bien esparcido en todo el mundo. Está en el enorme conjunto de trabajo global que nunca será tomado por el capitalismo porque el capitalismo no lo necesita. Necesita trabajo y el ejército de reserva puede interferir con el proceso global, aunque no se sigue de esto que el ejército de reserva sea potencialmente utilizable. En realidad, ha sido expulsado.
PP
¿Entonces no cumplen la función de bajar los salarios?
AS
Bueno, esto en realidad no se sabe. Miremos, por ejemplo, lo que pasa en China. La gente se desplaza desde las poblaciones campesinas, que en realidad no son parte del proceso capitalista pero que ingresan a él de repente. Y así ha funcionado históricamente el capitalismo. A nivel mundial, lo que hace el capital es destruir las bases de los países capitalistas más débiles para emplear trabajo, reemplazando su capital y sus procesos de producción con otra cosa. Es decir, destruye la producción en las granjas y en los poblados en la medida en que reemplaza todo esto con productos capitalistas.
Quienes vienen de afuera también ayudan a destruir el trabajo en ese lugar, sin necesariamente proveer más cantidad de trabajo. Es un mito que el capitalismo necesite tanto trabajo que no puede emplearlo, o que si logra rebajar los salarios de manera eficiente, todo el mundo estará empleado. No hay ningún motivo para que esto sea así. Esto es parte de la idea de competencia perfecta. Pero ni siquiera Keynes creía en esto. Él mismo pensaba que el capitalismo tiene una tendencia al desempleo persistente.
PP
No me refería tanto a economías que están incluidas en las cadenas de valor mundial (como, por ejemplo, China), sino a economías como las de América Latina, donde especialmente después de los años ochenta enormes sectores de población no participan del trabajo formal durante generaciones enteras. Están absolutamente marginados de casi cualquier forma de trabajo, al menos de cualquier tipo de trabajo productivo.
AS
Hay que preguntarse por qué esto es posible. Solo es posible si consideramos que el capital no tiene intención de emplear todo el trabajo ni de convertir todo el «no trabajo» potencial en trabajo. La gente se olvida de que, en los países avanzados, las mujeres no estaban incluidas en general en la fuerza de trabajo. Y se había creado un lugar para ellas en donde efectivamente trabajaban —como cualquiera que trabaja en el hogar— y trabajaban muy duro. Así que, en este sentido, eran trabajadoras informales pero no eran parte de la fuerza de trabajo. En este sentido puede hablarse de todo un conjunto de personas que son excluidas de la fuerza de trabajo.
Esto sucede en una escala muy amplia en los países cuyo capital no es capaz de expandirse tan rápidamente en el mercado mundial, y cuya expansión local depende factores locales del mercado mundial. Para superar esto es necesario hacer lo que hacen los países avanzados, que es proteger el mercado local.
Hay un pequeño libro de Ha-Joon Chang que recomiendo que todo el mundo lea, titulado Kicking Away the Ladder (Anthem Press, 2002). Sostiene que todos los países avanzados se desarrollaron restringiendo sus mercados. Sin esa posibilidad no hay medios para el desarrollo. Por supuesto, lo contrario —que restringir el mercado basta para el garantizar el desarrollo— no es cierto. Muchos gobiernos son corruptos y restringen los mercados para proteger a los capitalistas locales y a sí mismos. Es decir que, en sí mismas, las restricciones no son buenas. Pero, de nuevo, tampoco se sigue de esto que abrir los países al mercado mundial sea algo bueno. En efecto, puede ser devastador.
La analogía que utilizo para pensar este problema, y es básicamente el argumento de Ha-Joon Chang, es que el mercado mundial es como un ring de boxeo. Nadie quiere entrar al ring sin estar bien entrenado, al menos lo suficiente como para luchar contra verdaderos boxeadores. Y nadie quiere cruzarse con Muhammad Alí, porque perdería en cualquier caso.
Teniendo esto en cuenta, uno se prepara para las áreas en las cuales puede tener éxito. Está el caso de Corea del Sur, el caso de Alemania en el pasado o el de China e India en la actualidad. Todos reconocen que se necesita del Estado, de un Estado desarrollista. Eso significa un Estado que proteja al capital local, pero que al mismo tiempo esté dispuesto a castigarlo cuando fracasa. Eso es lo que dejan en claro los ejemplos de China y de Corea del Sur.
PP
Sin embargo, pensando en esos casos, tal vez no el de Corea, pero sí China e India, eran en algún sentido excepciones en términos de la escala de sus mercados internos y de la escala de su fuerza de trabajo. Este podría no ser el caso en otros países de América Latina. ¿Qué sucede cuando tenemos salarios lo suficientemente altos como para repeler inversiones externas que tal vez sería necesario desarrollar? Es decir, ¿hay límites para estas estrategias? Porque Corea del Sur es un caso que muchos economistas citan en América Latina, como si se tratara de un ejemplo a seguir, pero no es fácil cuando contamos con una fuerza de trabajo que tiene ciertos derechos sociales adquiridos, e incluso ciertos estándares de vida.
AS
China tiene un gran mercado pero no fue el mercado interno la causa del desarrollo. En realidad, China siempre tuvo ese mercado. Pero durante el período de posguerra hubo una transformación de sus condiciones de producción y esa transformación no generó el desarrollo sin la necesidad de exteriorizar su mercado. Esto es muy importante. China pudo haberlo hecho. Es decir, la Revolución china apuntaba a hacerlo internamente. Este también era el objetivo de la Revolución rusa.
Pero enfrentarse al mercado mundial implica tener un tipo diferente empresas y un tipo diferente de reglas. Y todo esto requiere un Estado que es distinto del Estado tradicional. No sé si conoces al sociólogo Vivek Chibber, pero él investiga el caso de India y el de Corea del Sur tratando de determinar por qué, a pesar de tener un gran mercado interno, India no tuvo éxito, pero sí lo tuvo Corea del Sur, que tiene un mercado interno pequeño. Esto basta para concluir que no debe atribuirse todo el éxito al mercado interno.
En algunas situaciones es posible que se dé un desarrollo muy rápido que aparentemente no conlleve tasas de ganancia decrecientes, inflación, ni tasas de interés elevadas. Uno de los ejemplos más sorprendentes de esto es la Alemania nazi. Cuando Hitler llegó al poder, no solo aterrorizó y asesinó a porciones enteras de la población. Antes de eso, tomó el control de la economía en el sentido de que hizo una gran campaña de guerra movilizando la economía y bajando el desempleo en un período de tiempo muy corto.
Este descenso del desempleo le sirvió para ganar mucho apoyo. Hay que notar, además, que no hubo inflación, no se desaceleró el crecimiento y no hubo tasas de interés altas. ¿Cómo puede ser? La respuesta es que Hitler congeló los salarios, les dijo a los capitalistas: «si los precios suben, estaremos en problemas» y le dijo al Banco Central que mantuviera las tasas de interés bajas. El resultado fueron salarios, precios y tasas de interés congelados. Durante este período podemos observar los grandes efectos del gasto deficitario sin ninguna de sus consecuencias negativas.
El otro ejemplo es Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, que hizo exactamente lo mismo. Congeló los precios. En los casos en que estos aumentaban, se hablaba de «especular con la guerra» y se trataba de un delito serio, potencialmente criminal. Los trabajadores y las trabajadoras debían sostener la campaña de guerra. No podían pelear por salarios más altos. Se le ordenó al Banco Central congelar las tasas de interés. Se trata de movimientos paralelos que liberan al sistema capitalista de sus propios efectos retroactivos.
Durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta, el keynesianismo observó todo esto con atención. De hecho, Kalecki dice que el desarrollo de la economía nazi fue la primera aplicación del keynesianismo. Otra aplicación de lo mismo fue la Segunda Guerra Mundial. Esta gente pensaba: «ahora sabemos cómo controlar la economía capitalista; aumentamos el déficit hasta que tengamos pleno empleo; hemos visto que esto funciona».
Pero la realidad es que no funcionó. Apuntalaron la economía, hubo crecimiento y reducción del desempleo, pero luego hubo inflación. Estaban en un aprieto, porque si la economía crecía, había más inflación, pero si decrecía, había más desempleo. Aquí entran en juego la Curva de Philips y todos los medios para ajustar este problema.
Sin embargo, hay que notar una diferencia. Durante el período de posguerra el mercado no estuvo quieto. Los precios podían subir, los salarios podían crecer y las tasas de interés aumentaron mucho. Aquí el mecanismo de retroacción del mercado demostró que había un error en el punto de partida. Era imposible ir más allá de estos límites sin interferir en las complejas arenas del mercado: el trabajo, el capital y las finanzas.
PP
Mencionas en tu último libro que el caso sueco puede considerarse un caso «exitoso». Pero los casos de los que hablaste hasta ahora —la Alemania nazi, la Unión Soviética o China en la actualidad— son casos en los que hay límites a la expresión del descontento popular y a la expresión de cualquier desacuerdo, por decirlo de alguna forma. ¿Es posible alcanzar metas de desarrollo económico sin que esto conlleve las turbulencias que observamos en Occidente durante los años sesenta y setenta? ¿Es posible hacerlo en el marco de lo que podríamos denominar una democracia?
AS
Todo depende de las consecuencias. No se trata de jugar con unas cuantas variables en un papel. Se trata de una cuestión histórica. Corea del Sur nos sorprendió, no cabe ninguna duda, y también lo hizo China. Por otro lado, hay que tener en cuenta que lo hicieron porque fueron capaces de mantener bajo control al trabajo. Esto es algo que no queremos escuchar, porque otros países mantienen bajo un estricto control al trabajo pero le dan todas las ganancias a una clase capitalista rica y gorda que no hace nada.
En Corea del Sur está la otra cara de la moneda, que es la disciplina del capital. No solo la supresión del trabajo, sino también la disciplina en el sentido de que los capitalistas fueron dirigidos para tener un mejor desempeño en el mercado mundial y, si no lo hacían, se los clausuraba. En un sentido, eso pasó en China antes de mercantilizarse demasiado. Ahora la situación es mucho más caótica. Sin embargo, hizo esfuerzos enormes para incrementar la productividad.
¿Por qué China debía incrementar la productividad? Después de todo, el incremento de la productividad implica una menor demanda de trabajo para una misma cantidad de output. Entonces, ¿por qué debía hacerlo? Tal vez era el momento de hacer lo que quería hacer Mao: avanzar en un desarrollo local en todas partes, mejorar todos los poblados y todas las ciudades. Pero esto no funcionó. Entre otras razones, porque no hay mucho espacio más para crecer. Pero el hecho principal es que no se puede sobrevivir al mercado mundial de esa forma.
PP
¿Cómo hizo Suecia?
AS
Suecia desarrolló su capital interno y también mantuvo al trabajo y al capital en una suerte de equilibrio. Hubo un acuerdo explícito entre el trabajo y el capital; forzado, tal vez, aunque no por medio de una dictadura. Los salarios no crecieron más rápido que la productividad durante la mayoría de los períodos. Esto significa que la tasa de ganancia no cayó, porque si los salarios crecen más rápido que la productividad, hay una tasa decreciente de plusvalor. Y esto es malo para el capital.
Por supuesto, este equilibrio no puede durar para siempre, pero duró mucho tiempo. En este proceso, el Estado de bienestar sueco también logró redistribuir los beneficios de este desarrollo. Suecia no es un paraíso pero hubo mucha redistribución, se convirtió en un país rico en un doble sentido: no solo en promedio, sino en el sentido de la distribución de la riqueza que se creó. Es una fórmula difícil de conseguir.
PP
Quiero insistir un poco más sobre este punto. ¿Por qué pudo hacer esto Suecia? ¿Qué fue distinto? ¿Fueron las instituciones estatales? ¿Fue la habilidad de la clase política?
AS
Suecia tiene un movimiento obrero muy poderoso. Y este movimiento estuvo en el poder durante mucho tiempo, y entendió buena parte de esta historia, eligiendo convertir a Suecia en un país capitalista exitoso y no ir más allá de eso. Y funcionó, al menos durante algún tiempo. Luego se hizo más difícil para Suecia competir en el mercado mundial, pero ahora es un país muy rico. Y llegó a este punto sin seguir el camino de Corea del Sur, que siempre es un camino posible. Pero el elemento clave es que si se desarrolla la productividad del trabajo, esto debe introducirse nuevamente en el sistema, y el mercado mundial es un mercado muy grande comparado con lo pequeño que es Suecia.
PP
¿Piensas que las condiciones globales en la actualidad permiten este tipo de estrategias? ¿O la desregulación financiera y ciertos rasgos nuevos de la economía global no son un ambiente adecuado?
AS
Es más difícil, porque el sistema capitalista mundial es mucho más poderoso y está mucho más desarrollado. Y, además, los países desarrollados reprimen este tipo de estrategias. La OMC no está ahí para beneficiar el desarrollo, sino para proteger al capital. Dadas todas las restricciones, las reglas y los castigos que son capaces de infligir las organizaciones globales, es mucho más difícil encontrar un camino local a menos que se trate de un país muy grande y pueda resistir a esto, como China y tal vez como India. Entonces hay que decir que no se trata de las mismas condiciones.
PP
Tal vez llegó la hora de hablar del neoliberalismo. ¿Qué piensas de este término? ¿Qué piensas que ha cambiado durante los años setenta y ochenta?
AS
Hay muchas cosas para decir sobre esto. El punto principal es que la relación entre el capital y el trabajo tiene dos efectos. En Occidente nos referimos al período que va, aproximadamente, desde 1947 a 1968, como la «época dorada del trabajo». Durante este período, el estándar de vida de los trabajadores mejoró de manera sostenida durante varias generaciones, los sindicatos eran fuertes, el Estado era más fuerte y tenía la forma de un Estado de bienestar que garantizaba que las condiciones de vida muchas personas mejoraran.
Parecía que el capitalismo había encontrado el punto justo, que había dado con la vía sueca, por decirlo de alguna forma. Todo el mundo decía esto, todo el mundo lo creía. Pero, de hecho, si atendemos a lo que sucedió durante este período —y muestro los datos en mi libro, en el capítulo sobre las crisis— podemos observar que los salarios estaban creciendo y que la tasa de explotación estaba cayendo, en los términos de Marx.
Esta caída, que era algo bueno para el trabajo, no era tan buena para el capital. Porque las ganancias son la otra cara de los salarios. A medida que la tasa de ganancia cae, se desacelera el crecimiento, cae la rentabilidad, lo cual da como resultado un crecimiento más lento. Esta es la contradicción de las políticas keynesianas, el motivo por el cual terminaron atrapadas en el estancamiento y en la inflación. Por eso se llama a este período de «estanflación». Todo esto puede observarse empíricamente.
Durante este período vino la reacción de la clase capitalista, que de hecho estaba viendo cómo se reducía y restringía su tasa de ganancia por el éxito y el fortalecimiento del trabajo. Fue un contraataque explícito. Atacaron los sindicatos y el Estado de bienestar. A este último lo transformaron hasta convertirlo en un Estado neoliberal. Todo el mundo giró en esta dirección, independientemente de si eran demócratas, republicanos, laboristas o tories.
Esto nos lleva a la otra parte de tu pregunta. Preguntas si «neoliberal» es una buena palabra. A mí no me gusta. Es la vieja idea del liberalismo, que es promercado, etc. Se trata realmente de un culto del mercado. Es un período durante el cual se dijo que si había cada vez más mercado, todo estaría bien. La ideología del mercado perfecto retorna bajo la forma de un impulso hacia más mercado y también hacia la globalización, esta vez apoyada por el Estado, en un sentido específico: finanzas globalizadas, industrias globalizadas.
Es siempre la misma historia: el problema con los países subdesarrollados es que no tienen suficientes mercados; el problema con los países desarrollados es que no tienen suficientes mercados. Durante un período de tiempo, esto generó un cierto impulso; pero luego empezaron a verse los efectos, que fueron con frecuencia devastadores, especialmente para los países en vías de desarrollo.
PP
Existe la idea de que el neoliberalismo es algo creado a partir de las malas intenciones de algunas personas —Milton Friedman, Hayek y la Sociedad Mont Pelerin— que habrían desarrollado un trasfondo para aplicar todas estas ideas al mundo. Pero en tu historia parece un poco distinto. Parece tratarse de un fenómeno estructural, que no tiene tanto que ver con una burguesía rapaz, sino más bien con el culto a las ganancias en sí mismo. ¿Cuál fue la influencia de estos campeones neoliberales?
AS
En primer lugar, hay que decir que Friedman y Hayek son muy distintos. Hayek es un pensador muy superior. Friedman es el impulsor del libre mercado y dice que con eso alcanza. Pero Hayek no dice eso. En efecto, Hayek dice que el mercado no recompensa necesariamente a la gente en base a sus capacidades, sino más bien a causa de su éxito en el mercado que, tal como él afirma, puede ser accidental.
El mercado no elige a las mejores personas. Y él sostiene que una de las dificultades de explicar este punto de vista es que hay que explicárselo a gente que piensa que mediante el trabajo duro, la formación y todas esas cosas, tendrá éxito. Lo más difícil es explicárselo a la gente, a quienes estudian, a quienes hacen el esfuerzo, etc. Solo una parte tendrá éxito, y podría no ser la mejor. Hayek admite que el mercado no elige siempre lo mejor, sino que elige a quienes tuvieron más suerte. Esto no es lo que dice Friedman. Friedman piensa que el mercado siempre elegirá lo mejor. Es muy distinto.
La conclusión de Hayek es que, dadas estas condiciones, podría ser necesario que el Estado garantice un estándar mínimo de vida o un nivel de apoyo mínimo. Una vez di una charla sobre la relación entre Hayek y Marx. Hay muchos paralelos, a los que la gente no presta atención. Por supuesto, la diferencia es que finalmente ambos salen por lugares distintos. Pero esto no quita el hecho de que sus visiones del capitalismo tienen elementos comunes.
La segunda parte de nuestra conversación con Anwar Shaikh puede leerse aquí
Notas
↑1 | Pablo Pryluka es historiador por la Universidad de Buenos Aires y candidato a PhD por la Universidad de Princeton (Nueva Jersey). |
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